



El 1 de mayo del 58, cuando mi abuelo me llevó a ver el desfile por la asunción de Frondizi, estábamos en Paseo Colón y cuando se retiraban las delegaciones extranjeras pasó un Cadillac con la banderita yanqui, adentro estaba Nixon, por entonces vicepresidente de Eisenhower. Como algunos lo aclamaban se bajó a saludar con una sonrisa, pero apenas lo hizo entre la gente una voz destemplada bramó “¡Larguen dólares hijos de puta!”. La sonrisa de Nixon se borró al instante y un par de roperos lo volvieron a meter en el coche. Los yanquis siempre fueron piratas, lo llevan en la sangre, de eso no hay ninguna duda. Ahora se sabe que la “generosa” compra de pesos con dólares que animó a muchos argentinos a votar por Milei, salió cara. Los gringos se llevaron un 10% de interés por la gauchada. Business, que le dicen. Para algunos el dólar es un imán, pero está visto que a menudo sirve para atrapar giles.

Como en el 95, cuando ganó Menem con el “voto cuota” a pesar del industricidio y la desocupación, nadie lo votó. El voto del 26, pese a la deuda feroz, la estafa cripto, el 3 % para la Zarina y el pelado en la boleta, es voto miedo, gorila. Nadie lo iba a votar nadie lo votó, nada por aquí nada por allá. Es que se podía estar peor si el lunes se caía la estantería, volvía el corralito y cinco presidentes al hilo. Para colmo, el viejo timador apuró con su “si no gana nos vamos”. La verdad, los kukas tampoco ofrecían demasiado; se pelean entre ellos y se hacen los distraídos con los errores. Ganó. Pero eso sí, todo se puede arruinar de golpe, porque la economía sigue a punto de estallar y a pesar de la foto con los gobernadores y las milanesas con “Mauricio”, como ordenó el emperador, el Coso se quiere quedar con todo. Es la naturaleza del alacrán que le dicen.
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