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06/10/2024

A la cancha

A la cancha | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

“Desde una visión extremadamente institucionalista, como la que ha tenido siempre Cristina, el máximo cargo institucional lo debe ocupar el o la lideresa”.

Rodolfo Canini

Cristina se calzó los botines y entró a la cancha. Propios y extraños, amigos y enemigos lo esperaban para poder planificar, actuar, imaginarse un futuro diferente, para algunos mejor y para otros peor. Felipe González dijo alguna vez que los ex presidentes son "grandes jarrones chinos en apartamentos pequeños: tienen valor y nadie se atreve a tirarlos a la basura, pero en realidad estorban en todas partes". En el caso de la ex presidenta estorba principalmente al establishment argentino. Esto deja en evidencia la vigencia de su centralidad en la política nacional. Los propios les dijeron a los extraños, que con esta aparición Cristina sobrevuela la interna peronista; los extraños, en cambio, opinaron que entró a la cancha justo el día en que el gobernador bonaerense estaba a miles de kilómetros en el acto de asunción de Claudia Sheinbaun, primer presidenta mujer en 200 años de institucionalidad mexicana.

Cristina se puso la camiseta matancera, en este caso la campera de jean utilizada en La Matanza en el 2017 en plena campaña electoral, oportunidad que en encabezaba la lista a senadores. La simbología en política es muy importante. Eligió el municipio de esencia peronista y particularmente visitó la parroquia San José, conducida por el padre Nicolás Angelotti, a quien todos conocen como "Padre Tano". Cuando el sol estaba en el cenit, sin previo anuncio de su visita, la expresidenta escuchaba un insistente ¡“Volvé Cristina”! en el centro de jubilados de la parroquia. “Es fundamental que el Pueblo se organice”, dijo ella. La elección del lugar, una parroquia enraizada en la histórica mística cristiana, compite con la marca religiosa de “las fuerzas del Cielo”, propagandizada por el Presidente.

En una publicación de Infobae, el 18 de setiembre del 2016, el periodista Fabián Domán titulaba “Cristina Kirchner 2017: ¿presa o candidata?”. A 7 años, los medios de comunicación interesados en terminar con “el hecho maldito del país burgués”, como lo denominaba John William Cooke al peronismo, (ahora también kirchnerismo), repiten la misma pregunta. Interrogante, que Milei les trasladó a los jueces a través de la escasa muchedumbre del Parque Lezama en el acto libertario, y que fue respondida dos días después en tapa del diario La Nación “Causa Vialidad. La Justicia confirmará la condena a seis años de prisión contra Cristina Kirchner”. No sorprende en nada que los medios se conviertan en ordenadores de la mal llamada “justicia”. Desgraciadamente nos hemos acostumbrado al lawfare, o mejor dicho, a la mayor mafia organizada y financiada desde el Estado como lo es el contubernio entre los medios de comunicación y el sistema judicial, para no utilizar anglicismos.

Seguramente la brillante líder, pero por ahora, deslucida conductora tendrá en cuenta al momento de tomar la decisión de encabezar o no una lista para las elecciones del próximo año, la incompatibilidad entre ese liderazgo político y la conducción estratégica, si ésta no es la cabeza del máximo cargo electivo institucional. Es decir, desde una visión extremadamente institucionalista, como la que ha tenido siempre Cristina, el máximo cargo institucional lo debe ocupar el o la lideresa. De no darse esta condición, se irá indefectiblemente a un nuevo fracaso. Su visión excesivamente institucionalista la condicionó de ejercer la conducción política del anterior gobierno, dejando librado el mismo a la ineptitud, en el mejor de los casos, de Alberto Fernández.

Dejar las “clases magistrales” y “las cartas”, y meterse en el barro es toda una señal. Cristina se legitima y se fortalece en su liderazgo. El kirchnerismo se puede revalidar para el futuro con una conducción acorde a la nueva situación política del peronismo (un tanto desmembrada). Una conducción que se reivindique de los reiterados errores cometidos, democratizando las decisiones e incluyendo las diferencias. La tarea no es fácil para volver a enamorar a una mayoría que es muy diversa en su sentir y pensar. Se tendrá que construir organización popular “desde las iglesias, desde los clubes de barrio, desde las cooperadoras de escuelas” como dijo Cristina. El próximo gobierno no tendrá lugar para la moderación. Deberá tomar medidas radicales, teniendo en cuenta que la correlación de fuerzas favorable se logra con medidas que beneficien a las mayorías. Lo hizo Néstor Kirchner con el 22% de los votos y todavía su apellido le resulta tortuoso a los oídos del inescrupuloso poder económico.

29/07/2016

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