Columnistas
04/05/2020

Devastadora acción psicológica sobre la opinión pública

Devastadora acción psicológica sobre la opinión pública | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

Las mentiras sobre “liberación masiva de presos” potencian los miedos, odios y reflejos violentos de una parte de la población. Así disputan poder los sectores que controlaron el país en la época de Macri. Necesitan desgastar al gobierno y que el Estado sea inútil para frenar su violencia económica y social depredadora.

Miguel Croceri

Las cadenas mediáticas de la derecha -incluyendo el accionar en redes digitales- vuelven a mostrar una y otra vez su devastadora capacidad de acción psicológica sobre la opinión pública. Mientras la Nación argentina en su conjunto libra una lucha contra el coronavirus conducida por un gobierno que enfrenta el problema con sensibilidad humanista, el destructivo poder del aparato comunicacional dominante redobla su capacidad para provocar daños en la subjetividad colectiva.

Las mentiras de la “liberación masiva de presos”, a partir de que mediante decisiones judiciales se otorgaron prisiones domiciliarias, libertades condicionales, penas morigeradas u otros beneficios procesales como forma de evitar mayores focos de contagio en las cárceles en medio de la pandemia, son parte de una estrategia de disputa por espacios de poder.

No se trata, en lo inmediato, de espacios de poder en tanto “cargos” y lugares institucionales en el Estado, sino de una disputa por el consenso social. Es decir en las bases de la propia sociedad, que es donde se construyen apoyos y respaldos para sostener, sobre esos pilares de legitimación, la defensa de ciertos intereses y la derrota de otros (intereses). 

Su objetivo último es defender los intereses de las clases sociales privilegiadas, las cuales están estructuradas en corporaciones -las mediáticas entre ellas- que articulan su dominio en el funcionamiento económico, social y político de un país o de un ámbito internacional

Para ello necesitan, como reverso, derrotar las aspiraciones del conjunto del pueblo a vivir en paz y con los mayores niveles posibles de igualdad social y de libertades democráticas. Necesitan derrotar, en definitiva, a los intereses populares.

Por eso, ante la circunstancia histórica de que el bloque de poder dominante hace pocos meses perdió, mediante elecciones, el control del gobierno de la Nación que tuvo durante cuatro años a través de su representación político-institucional (la administración de Mauricio Macri), la prioridad ahora es desgastar y debilitar en todo lo posible al gobierno que expresa -bien, regular, mal, con aciertos y errores, etc.- a los sectores subordinados de la sociedad. 

Estos últimos, los sectores de la sociedad subordinados por los sectores dominantes, son aquellos que no ejercen un poder de facto por ser grandes capitalistas, propietarios de empresas poderosas, de bancos y medios de comunicación, con un aparato judicial a su servicio más los aparatos armados y de espionaje, con ejércitos de abogados/as y economistas pagados para que los defiendan, etc. etc., sino que solo pueden empoderarse -construir su propio poder- mediante la organización y la participación en asuntos públicos, incluida la lucha democrática por lugares de poder en el Estado.

En plena pandemia, también

El accionar destructivo de las cadenas mediáticas es perpetrado a través de mentiras y ocultamiento de verdades (contracara de lo anterior), noticias falsas, manipulación informativa, propaganda ideológica disfrazada de periodismo, instalación de temas de distracción, y potenciación de miedos, odios, fobias, prejuicios y reflejos violentos que subyacen en el inconsciente de una parte muy significativa de la población.

No es en absoluto un hecho novedoso. Por el contrario (como se decía más arriba) las maquinarias comunicacionales dominantes están para sostener los intereses de los sectores que representan y combatir a otros. La perspectiva de que así iba a ocurrir durante el gobierno del presidente Alberto Fernández y de la vicepresidenta Cristina Kirchner, podía ser razonablemente anticipada.

(El columnista que escribe esto, que no es un adivino sino solo un observador de temas de interés público que expresa sus comentarios y opiniones en un medio periodístico, lo destacó en Va Con Firma cuando estaban por asumir las actuales autoridades de la Nación. El artículo se titulaba “Llegan Alberto y Cristina, y empieza el sabotaje”. Nota del 02/12/19). 

En cambio, lo que tiene carácter novedoso es que lo hagan en medio de una pandemia. Pero este fenómeno biológico, atentatorio contra la salud y la propia vida de las personas, es en sí mismo algo que no había ocurrido nunca en la historia de la humanidad, al menos en lo referido a su vertiginosa propagación por todo el planeta. 

Por lo tanto, frente a un suceso desconocido y que significa un cataclismo humano universal, tampoco nadie podía saber cómo iban a comportarse cada uno de los múltiples factores de poder que existen en las distintas sociedades. 

En el caso de Argentina, no podía saberse de antemano o al menos con certeza, que los poderes dominantes usarían sus aparatos de comunicación -que combinan los medios tradicionales con las redes digitales- para sabotear a un gobierno en plena emergencia sanitaria que provoca tremendas consecuencias humanitarias, económicas y sociales.

En resumen: no podía saberse si lo harían, pero lo hicieron. Y lo seguirán haciendo. Es parte de su estrategia para disputar poder. Con ello debilitan a la gestión de Alberto Fernández y le marcan la cancha -es decir que amenazan con su poderío- a otras representaciones surgidas del voto ciudadano, como el Congreso Nacional y los gobiernos provinciales. 

Por ejemplo, aumentan el sabotaje preventivo contra una eventual ley que le cobre un impuesto a los ultra-millonarios. Le dan oxígeno político a la derecha político-institucional de Juntos por el Cambio (ex Cambiemos) para boicotear una legislación de ese tipo -sobre la cual el proyecto todavía no fue presentado- y fortalecen a la corrompida corporación judicial que, en el caso de que la ley se aprobara en el Parlamento, tratará de anularla con cualquier tramoya jurídica.

Violencia económica

Además de lo anterior, la estrategia de intoxicación de la opinión pública intenta desgastar al gobierno para que este sea ineficaz en el control de otras maniobras depredadoras de las clases dominantes en el plano de la economía. Esa es la manera de imponer sus intereses en contra de los del pueblo.

Desde que el coronavirus empezó a propagarse en el país, los grandes conglomerados capitalistas -a los que suelen seguirle el paso otros segmentos empresariales no necesariamente “grandes”, pero que no se trata de pymes que no pueden cubrir sus costos por la parálisis económica derivada de la cuarentena- vienen arremetiendo con actos de violencia económica y social.

Algunos de tales actos son los siguientes: 

* despidos de trabajadores/as.

* rebajas de salarios.

* aumentos salvajes en los precios de los alimentos.

* maniobras de desabastecimiento de productos de primera necesidad (algo que parece ir incrementándose).

* aumentos especulativos en las facturas de telefonía móvil, Internet y televisión paga (todos rubros donde el jugador que domina el mercado desde posiciones oligopólicas es el Grupo Clarín).

* cobro ilegal de intereses por mora y multas, por atrasos en los pagos de electricidad, gas y otros servicios esenciales.

* ataque contra la moneda argentina (vía aumento del dólar en segmentos financieros marginales que sirven para presionar por una devaluación en el dólar oficial).

* acopio de la cosecha de soja en silobolsas (precisamente esperando la devaluación, que les permitiría multiplicar sus ganancias porque cobrarían más pesos por cada dólar que reciban de las exportaciones).

* presiones para que el gobierno mejore la oferta a los usureros de las finanzas mundiales por la deuda externa heredada del macrismo.

Para que el poder económico pueda perpetrar semejantes agresiones contra el bienestar y los derechos de las personas comunes del pueblo, hace falta un Estado débil y por lo tanto inservible para impedírselo, y esto a su vez requiere de un gobierno desgastado y en general de representaciones democráticas inútiles para defender el bien común y el interés de la mayoría de la sociedad.

La devastadora acción psicológica de los últimos días sobre la opinión pública se realiza fundamentalmente a través de las cadenas mediáticas Clarín y América, más otros medios de menor masividad pero muy influyentes en segmentos sociales específicos, como el portal Infobae y el diario La Nación. A partir de allí, mil ramificaciones.

Paralela y articuladamente, actúan ejércitos de agitadores de derecha y ultraderecha en las redes digitales (con identidades reales o con perfiles falsos), y donde se mezclan quienes efectivamente son portadores de ideologías reaccionarias y eventualmente extremistas, con otros/as que lo hacen porque se les paga para ello.

El efecto inmediato es que, mientras el gobierno de la Nación aliado con gobernantes provinciales o municipales de ex Cambiemos -alianza novedosa y propia de este dramático momento- tienen que trabajar intensamente día tras día y minuto a minuto para atenuar dentro de lo posible los daños del Covid-19, la derecha corporativa y los sectores más radicalizados del propio Cambiemos se encargan de desgastar la estabilidad política y la tranquilidad pública que, hasta ahora, se han mantenido a pesar de los problemas económicos y sociales cada día más graves que provoca el aislamiento indispensable ante la amenaza del virus. 

No se sabe hasta qué punto esa derecha desestabilizadora y beligerante conseguirá sus objetivos. Pero lo que está a la vista es que volvió a demostrar su poderío destructivo aun en plena pandemia, y que sigue siendo un peligro para la convivencia democrática y la paz social.

29/07/2016

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