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Los pequeños y medianos productores realizaron esta semana una llamativa manifestación en la mítica Plaza de Mayo al frente mismo del despacho del presidente de la Nación en la Casa Rosada. Sin dudas la propuesta tuvo una gran repercusión periodística en el país y en el mundo. Esto fue logrado a partir de que unas 20.000 personas acudieron al “frutazo” en busca de las peras y las manzanas que los productores entregarían. Lógicamente, las diez toneladas que habían trasladado a Buenos Aires no alcanzaron a cubrir la demanda.
El principal objetivo de los productores era nacionalizar el conflicto por el que atraviesan (lo que lograron) y ser recibidos por Mauricio Macri (lo que no lograron).
La idea era entregar una fruta y un panfleto, pero en Buenos Aires no se entendió el reclamo.
La clase política, en su gran mayoría, jugó a lo que es moneda corriente en la actualidad que vivimos los argentinos. Apartarse del eje y discutir, pelearse, endilgarse culpas, a lo que se suma el periodismo de los “unos y de los otros”, y por supuesto los nuevos opinadores de las redes sociales.
Entonces el debate de los argentinos fue durante varias horas, saber si la gente que había la llevaron o no, si había colectivos pagos, si entregaban algo más que una manzana, si la culpa era de los anteriores o de los nuevos, si el pueblo estaba pasando hambre, si ya estábamos como Venezuela, y tantas otras cuestiones en las que nos involucran los políticos y los periodistas que siempre terminan en que logran desviar el análisis del fondo de la cuestión.
En definitiva los muchachos tuvieron dos días agitados a 1200 kilómetros; debieron explicarle a algunos porteños por qué no les daban más de una manzana y una pera, se reunieron con algunos diputados y salieron en la tele de todo el país.
Los que aquí vivimos, sabemos que el problema no es nuevo, que la fruticultura es o fue la principal actividad de la provincia y que moviliza la economía de la zona de los valles, pero que ingresó en una profunda crisis y no puede salir de ella.
Son muchas las razones que se esgrimen; falta de competitividad, baja en las exportaciones a los mercados europeo y ruso, el conflicto de Brasil, ausencia de créditos y subsidios, las heladas y el granizo, la falta de políticas adecuadas, el precio sostén, la privatización del puerto y los monopolios, los reembolsos, la carpocapsa, la poda, la refinanciación de pasivos, y tantas otras opiniones y definiciones que escuchamos, con algunas oscilaciones, desde hace décadas, año tras año.
Lo cierto es que hoy ha caído la cantidad y la calidad de la producción, estos chacareros que estuvieron en la plaza representan a los pocos que quedaron tras el embate de las grandes empresas que absorbieron chacras, cuando muchos de los pequeños y medianos debieron vender, alquilar o lotear sus tierras.
Algunos reclamos del sector productivo regional se fueron cumpliendo como la reinstauración de reintegros del 8% a las exportaciones por puertos patagónicos, tomada por el gobierno anterior y las de la actual gestión que fueron una fuerte devaluación de la moneda de alrededor del 40%, y la eliminación del remanente del 5 % de retenciones.
Ahora todos coinciden en señalar que las medidas sólo son capitalizadas por los empresarios exportadores, aunque algunos especulaban que había que esperar el “derrame”, pero han sido sólo expresiones de deseo.
Porque vale la pena recordar que cuando se reclamaba por las retenciones se argumentaba que los bajos precios recibidos por los productores primarios eran consecuencia del arancel cobrado al momento de la exportación, el que bajaba en la cadena hasta el primer eslabón. Sin embargo pasaron del 10 al 5 y los precios no mejoraron y lo mismo fue con la compensación de los reembolsos, tantas veces reclamados, nunca llegó a los precios de la producción primaria.
El economista Claudio Scaletta dice que “a pesar de la potente transferencia implícita en las primeras medidas del gobierno de Macri, el capital exportador vuelve a utilizar la excusa de los pequeños productores, un actor que redujeron prácticamente a su extinción y con representación viciada, para demandar nuevas medidas: principalmente crédito barato y abundante para reponer capital de trabajo, un mecanismo históricamente utilizado para capitalizarse a cuenta del Estado”.
Se argumenta que los incentivos positivos a las ventas externas serían la baja en los costos internos y en los fletes marítimos por la caída del precio del petróleo, pero las ventas de commodities no dependen de la oferta, sino de la demanda.
También es cierto que los escenarios internacionales de los principales compradores no son de lo mejor; con Brasil tuvimos algunos problemas sanitarios y además el vecino experimentó una fuerte devaluación y atraviesa una recesión en tanto que Rusia, el segundo mercado en importancia también devaluó y está en recesión.
Finalmente la demanda interna, está o estará estancada por la caída de la actividad implícita en la nueva macroeconomía impuesta por el gobierno a lo que se suma la apertura de las importaciones y el ingreso de manzanas de Chile y posiblemente de China que podrían copar el mercado.
Lo que no pasó fue lo que muchos vienen pregonando que se debería hacer desde hace décadas, que es la necesidad de un cambio tecnológico y adecuación a los tiempos del mundo globalizado.
Coincidentemente o no, tanto el presidente de la Nación como el gobernador de la provincia se expresaron en términos similares.
Macri admitió la crisis y reconoció que tal situación obliga al Estado a actuar, pero agregó que “no se sale con seguir acompañando lo que no funciona”, sino, indicó, con “usar esos recursos para tecnificar, capacitar, mejorar la calidad de lo que estamos produciendo, agregar valor y transportar algo que tenga mayor valor”.
En tanto Weretilneck dijo que “el tema de la fruticultura no se resuelve exclusivamente con aporte y subsidios, ni con un dólar más alto y agregó que “la fruticultura tiene que abaratar costos e incorporar una forma de comercialización distinta, para no tener los resultados que estamos teniendo”.
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