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02/06/2019

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Código Terca

Código Terca | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.
Foto: Pepe Delloro

Terca, por siempre terca es esta poesía de Silvia Mellado. Así ocurre con el poema dedicado a Rafael Nahuel, ese chico con nombre de ángel y apellido de felino asesinado durante la represión a una toma de terrenos en Villa Mascardi, San Carlos de Bariloche, en noviembre de 2017.

Gerardo Burton

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           desviada

                desviada

                               sigo

                por el camino correcto (Vasca, Macky Corbalán)

 

Zapala y Cutral Co son ciudades fuera de lugar, establecidas donde están a contrapelo de cualquier sensatez y, por supuesto, en contra de eso que se coincide en denominar sentido común. La estación Zapala, por ejemplo, fue un capricho interesado de Arturo y Ricardo Trannack, dueños de la estancia homónima en cuyos terrenos luego se constituyó el poblado desde la primera década del siglo pasado. Negocio inmobiliario, tal vez. Cutral Co, institucionalizada en los años treinta, nació a partir de la resistencia de los trabajadores excluidos del Octógono de YPF en Plaza Huincul, que nunca abandonaron esa parte de la estepa sin agua ni árboles ni cobijo salvo el de las cuevas donde dormían. Y no cesa de crecer desde entonces.

Inhóspitas ambas, la terquedad de su gente las sostuvo en el tiempo. Fueron los crianceros y los pequeños mineros en una; en la otra, los petroleros resistentes. Zapala y Cutral Co son también tierras de desolación, ciudades de la marginalidad. En la una hace años fue muerto, luego de un baile cuartelero, el soldado Carrasco, y se terminó el servicio militar en la Argentina. La segunda se incendió varias veces, dos antes del fin de siglo. Allí, una bala policial mató a Teresa Rodríguez pero la intifada criolla no fue vencida. Veamos, entonces. Neuquén se concibió, hace unas décadas, como una isla para la construcción política del estado: lo era cuando jugó el papel de niña mimada hasta que el piquete alzó su puño, y ahí se diluyeron todos los límites, todas las fronteras, todas las diferencias con el país real. Algo parecido ocurrió con la poesía compuesta aquí.

Esa manera terca resultó favorable, se convirtió en un abono para cierta poesía: Macky Corbalán en Cutral Co; Silvia Mellado en Zapala. Dos poetas con obras plantadas a contramano de los oropeles académicos, esos que exigen la escritura como marca de prestigio. Corbalán se despojó del lenguaje, al que consideró un laberinto del poder y por eso cárcel de la poesía: para ella no había inspiración ni escritura, con el lenguaje se quedaba la literatura. Pero no la poesía, que la hablaba a ella, y que hablaba a través de ella. Y en esa misma línea, Mellado cultiva una oralidad que combate y reconfigura el poema envasado en libros, encorsetado en pantallas iluminadas. La oralidad es el refugio de estas mujeres poetas, que critican el poder de los libros y las bibliotecas y, por supuesto, de los cánones siempre interesados. No, la poesía es aire, y la oralidad es su mejor soporte.

En estas dos ciudades, específicamente, la terquedad configura una actitud poética: así, Silvia Mellado se pone a contrapelo de los descontracturados de las redes sociales, se afirma sobre sus pies con un “no pasarán” apenas farfullado ante los vientos de una posmodernidad sin raíz. Ella, que viene de los vientos profundos y fríos que llegan de la cordillera y de esas pampas sepias con cardos rusos en el aire, sabe manejar el revulsivo patagónico: la terquedad es, entonces, un hecho poético, más que una actitud. Una epifanía sin espejos, como el sol de mediodía que atraviesa el cuarzo. Y allí avanza, desde la oralidad desnuda hacia otros soportes. Quizás, como Verónica Padín, hacia los videopoemas.

En los poemas de Silvia Mellado -desde el primer texto que cita a Michaux- el sentido se encabalga casi de manera indefinida, el verso abandona cualquier facilidad -rima, métrica, imágenes- y se desbarranca en una caída hacia las historias y la estirpe, en un movimiento en que ellas, las mujeres, se sienten “como paridas/o despedidas por el pujo natural de las cosas”. Las mujeres y los pájaros son los únicos personajes vivos del drama que plantea Mellado. La escena es terrible, pero está descripta con cierta ternura -los diminutivos, por ejemplo; la mención de un azulejo art nouveau; las intimidades líquidas-. Las mujeres no son víctimas; por el contrario, aun cuando “se redondea la espalda” o “rezan/agachadas”, aunque “están listas/para ser/decapitadas”, un San Sebastián las redime y “vuelven a ser despiadadas” en la certeza de que “todo se les ha perdonado”. Más todavía: son las que matan a las gallinas -una “estirpe”, de nuevo esta palabra, parece que Mellado construye una genealogía de mujeres fuertes, tercas-, y la interrogación está luego en el cuello de los cisnes, no en el de las viejas, porque el suyo es “de cóndor”, y ya no interroga: se atraganta el atardecer y hay “cantos en voz baja”. Las mujeres, las viejas, parecen sujetos pasivos de una acción que inicia alguien innombrado e invisible en el poema.

Cisnes, gallinas, cóndores. Y, en el poema final, una composición fuera de la serie inicial, aparece el albatros, un ave marina carnívora que da el nombre a un depredador humano: el miembro de un cuerpo de élite de la Prefectura argentina. En el poema, que instala la tragedia, el albatros se trueca en perdiguero, ese perro que acompaña a su amo en la caza, muchas veces deportiva, de aves silvestres. Así, con Rafael Nahuel, ese chico con nombre de ángel y apellido de felino asesinado durante la represión a una toma de terrenos en Villa Mascardi, San Carlos de Bariloche, en noviembre pasado.

Esta muestra, esta isla o archipíélago que se muestra, dibuja un posible itinerario desde adentro mismo de la poesía de Mellado: desmadeja una escena donde el viento hiere como navaja afilada, donde la luz no abriga sino que ilumina para demostrar la intemperie, donde el aire se llena de cemento y la piel se escama, se paquidermiza al punto que no hay humedad que alcance. En esa estepa del sentido, nace la poesía, de una terquedad (¡otra vez!), de una afirmación, de un deseo que se convierte en el centro de la creación, en el motivo del fuego que no se apaga. Es una sed continua y Mellado lo sabe: nada de libros, nada de escrituras, nada de bibliotecas. La poesía se transmite de boca a oreja, de oreja a boca y así sucesivamente. Cambia en el camino y es siempre la misma, se transmuta en oro pero queda en arena, esa piedra filosofal de la poesía patagónica, el silicio omnipresente, el ónix fabuloso. La rosa de arena.

Este texto fue publicado en “Atlas de la poesía argentina II”, volumen coordinado por Eugenia Straccali y Bruno Crisorio. Editado en La Plata, Editorial de la Universidad de La Plata (EDULP), 2019. Ilustraciones de Federico Ruvituso.

Selección de poemas de Silvia Mellado, publicados en “La ficción de la poesía”, Comodoro Rivadavia, Espacio Hudson,  en colaboración con la Legislatura de Neuquén, en 2019

 

las de su misma clase la culparon

cuando ahogó el niño en la letrina

y es que donde nacimos

nunca hubo un mísero azulejo art nouveau

 

por eso tampoco tenemos caché para matar recién nacidos

 

pero fijesé que lo mismo nos ordeñan nos miden los fluidos es por eso del líquido que

nos leen

 

 

y siempre hay

un flujo una agüita

una sangre devenida en combustible invisible

para una sociedad ajena

al mundo que habitamos

 

 

quien más quien menos

se encorva

barre

despotrica contra el polvo y se redondea la espalda en la interrogación

de una joroba ancestral

 

se añora un tramo de asfalto con fruición hasta

en los rosarios de los domingos y las novenas de enero

 

hay que regar la calle para que ese polvo no entre más que en los pulmones

 

mientras

 

una bolsa y otra bolsa de cemento

 

se alejan

 

por las noches son las luces fugaces del cielo de la ruta

y no podemos pedirles tres deseos

ni subirnos

ni escaparnos

 

 

las mujeres

rezan

agachadas

pastizales azotados por el viento

de algunas son látigos de sauces el cabello oscilando al ras del suelo

si a alguien se le ocurriera

están listas

para ser

decapitadas

 

pero San Sebastián las custodia

aferrado al árbol él

ya ha recibido todas las flechas

todas

ya andarán

cuando levanten la cabeza

repartiendo coscorrones

y mirando enfurecidas

rebaños de niñas

 

queda en el rezo verso la congoja

 

después

 

vuelven a ser despiadadas

 

y piensan que todo se les ha perdonado

           

 

cuando vuelven del patio vienen con las gallinas agarradas de las patas

las cabezas se bambolean los cogotes  retorcidos

y cada ojo tiene un velo gris de enfermo terminal

 

las sumergen en el agua hirviendo

se pierde en el bautismo de la olla

cada pluma

cada pelo de la antigua existencia

 

andarán huachos por un corto tiempo

los pollos más allá

unos cachorros deambulan alrededor de la perra temen correr la misma suerte

 

la estirpe de las que matan las gallinas

nació suelta dicen

y se ha ido arrimando han emigrado

se han venido desde la laguna en bandada

o a tranco

solitario

encorvadas

sacando insistentemente hasta el último polvo de las veredas

 

son bellos en el fondo los cogotes blandos

y maleables

de los cisnes

 

 

la interrogación atorada en el pescuezo 

de las cisnes

 

los cuellos de cóndor de las abuelas

el bocio que abre el cogote a la pregunta

 

atardece en esos cuellos

una puesta del sol atragantada

los cantos en voz baja [1]

 

rafael nahuel

 

han soltado los albatros

en el medio del bosque

donde dice tierra ancestral

leen coto de caza los perdigueros que olisquean

gustosos un pedazo de tu muerte



 

 [1]  Datos personales:

Silvia Renée Mellado nació en Zapala, Neuquén, Argentina, en 1977. Poeta, docente e investigadora de la Universidad Nacional del Comahue, doctora en Letras por la Universidad Nacional de Córdoba. Publicó los libros de poemas Celuloide(2005); Acetato(2009), moneda nacional (2012); Pantano seco(2014) y La ficción de la poesía(2109). Sus poemas integran varias antologías, nacionales y del extranjero. Ha participado de encuentros de escritores y organizado espectáculos colectivos de poesía. Entre sus publicaciones sobre literatura se encuentra el libro La morada incómoda. Estudios sobre poesía mapuche: Elicura Chihuailaf y Liliana Ancalao (2014).

29/07/2016

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