Brasil, además de socio económico natural de Argentina, puede considerarse un espejo donde mirarnos, ya que vivimos un mismo proceso gubernamental conservador-neoliberal pero que ellos comenzaron antes, por lo que nos van mostrando las políticas y los resultados que nos depara el futuro próximo.

En enero del 2015, casi un año antes del cambio de gobierno en Argentina, la presidenta Dilma Rousseff inició su segundo mandato en medio de una profunda crisis política que la dejó en minoría en el congreso y, a la vez, crisis económica, consecuencia directa del cambio producido en la economía mundial a partir de la crisis iniciada en el 2008/09 y que llevó a la caída de los precios internacionales de los productos primarios y al estancamiento del comercio mundial.

Para tratar de calmar a la oposición de derecha, la presidenta recurrió a una política ortodoxa de ajuste similar a la aplicada en nuestro país un año después: devaluación de la moneda en un 48,3% durante el año, aumento de las tarifas de los servicios públicos, recorte del gasto estatal, especialmente en las erogaciones sociales y en la realización de inversiones públicas, aumento de la tasa de interés real, etcétera. A pesar de ello, la derecha no se dio por satisfecha y continuó con el asedio político; el resultado parece ser la próxima destitución de la presidenta legal y la confirmación de un gobierno de legitimidad dudosa, sin respaldo popular y decidido a profundizar la política neoliberal.

¿Cuáles fueron las consecuencias de esta política inaugurada el año pasado? En el año 2015 el PBI cayó un 3,8% y una cifra similar resultará para este año (el FMI, con una visión favorable para este tipo de experiencias, augura una caída del 3,3%), con la pérdida de 800.000 empleos en el 2015 y unos 500.000 en lo que va de este año, llevando la tasa de desocupación al 10,6% de la población activa y una caída del salario real del 7% solamente en el año 2015. Lógicamente, el ajuste del gasto y la disminución del PBI repercutieron en un mayor déficit público.

Para combatir ese déficit se plantean varios proyectos para el futuro próximo, tema que nos interesa porque coinciden con algunas ideas que aparecen en la prensa hegemónica y en las usinas del poder; los principales son la reforma fiscal, la reforma al sistema de previsión social, la flexibilización laboral y el arancelamiento de la enseñanza superior.

Los primeros son similares a los que se barajan en nuestro país, especialmente en lo referente a modificaciones impositivas para beneficiar a los más ricos, como la disminución hasta la desaparición del impuesto a los bienes personales; los cambios en la sustentabilidad del sistema previsional y en la elevación de la edad para obtener los beneficios, no descartándose un vuelta total o parcial al sistema de las AFJP privadas; también en la machacada necesidad de mejorar la productividad que, llevaría, como en los proyectos brasileños, a la posibilidad que acuerdos personales o por empresa dejen sin efecto mejoras acordados en los convenios colectivos, rompiendo así los principios del derecho laboral; también  se pretende establecer la posibilidad de reducir los horarios laborales con la baja proporcional del salario, desconocer el salario mínimo con la excusa del “primer trabajo” o del “empleo joven”, así como facilitar la terciarización de actividades, etcétera.

Con respecto a la enseñanza superior, también en nuestro país estarían en camino reforma similar, comenzando con la desfinanciación de las universidades nacionales, que las lleva a la crisis financiera, y que culminaría con la eliminación del ingreso irrestricto, como forma de ajustar la cantidad de alumnos y, por lo tanto, el nivel del gasto, y, fundamentalmente, arancelando la enseñanza como forma de financiar los estudios universitarios.

Verdaderamente, la imagen que nos devuelve el espejo que es Brasil es patética y para asustarse del futuro que depara para el pueblo argentino la política neoliberal en marcha.