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19/06/2016

La catarata de inversiones

La catarata de inversiones | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

En torno a la inversión extranjera se ha creado un mito, porque en realidad es beneficiosa para el país solamente si introduce tecnologías y conocimientos, y si su presencia genera al menos las divisas que va a implicar el retiro de las ganancias.

Humberto Zambon

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Hace seis meses que nos viene bombardeando con la información que en el segundo semestre de este año, de la mano de una catarata de inversiones extranjeras, viene el “derrame” de la riqueza, el crecimiento económico y la felicidad total. Si bien ahora a ese paraíso lo están postergando para el año que viene, el argumento es el mismo y se lo presenta como una consecuencia del pago a los “fondos buitre” que nos han vuelto a instalar en el mercado mundial de capitales.

¿Qué hay de cierto en ese relato? 

En primer lugar hay que tener presente que el principal problema económico argentino desde hace más de 60 años está en la balanza de pagos del país y la restricción externa, es decir, la escasez de dólares para financiar su crecimiento industrial. Los principales rubros de nuestras relaciones financieras con elexterior son: 

La diferencia entre ingresos y egresos da el movimiento de divisas (aumento o disminución de las reservas).

Es importante diferenciar entre préstamos externos y las IED, ya que suele identificarse ambas como una sola partida,  “entrada neta de capitales externos” y creando una confusión al consideradas a todas ellas como “inversiones”. En macroeconomía “inversión” significa aumento del capital real, por lo que el ingreso de capitales financieros, la colocación de títulos públicos y los préstamos mal puede llamarse inversión.

El ingreso de capital financiero implica una solución momentánea a la restricción externa, ya que en el futuro hay que pagar intereses y, al vencimiento, devolver los capitales, por lo que suele convertirse en un proceso acumulativo de deuda tipo “bola de nieve” como la que culminó en el “default” del año 2001.

Por otro lado, las inversiones reales de capital buscan obtener ganancias, sin importarle si hay o no conflicto judicial con los fondos buitre y otros acreedores especulativos. Por ejemplo, durante el gobierno de Menem, caracterizado por la apertura económica y la “seguridad jurídica” a los capitales extranjeros, entre 1992 y 2001 ingresaron en concepto de IED 78.715 millones de dólares, pero el 55% de ellos no fueron realmente inversiones económicas sino, simplemente, transferencia de empresas preexistentes, con lo que no cambió la riqueza material del país y se extranjerizó a nuestra economía. Entonces, se debería computar en concepto de inversión sólo 35.422 millones de dólares (un promedio anual de 3.542). Entre el 2005 y el 2008, a pesar del default, la posterior renegociación de la deuda externa y de los juicios en los tribunales norteamericanos, como había crecimiento económico, ingresaron inversiones por 7.890 millones de promedio anual, más que el doble del período anterior. Y entre el año 2009 y 2014 la IED promedio aumentó a 10.411 millones de dólares, impulsados principalmente por el petróleo.

De todas formas conviene tener presente que las inversiones extranjeras cuya producción vaya al mercado interno se asemejan, por sus consecuencias en la balanza de pagos, a los préstamos: salvo en el momento del ingreso no generan divisas y en el futuro hay que enviar los dividendos.

Se ha creado un mito respecto a la inversión extranjera. En realidad es beneficiosa para el país solamente si introduce  tecnologías y conocimientos y, además, si su presencia genera al menos las divisas que va a implicar el retiro de las ganancias (es decir, que su producción esté orientada a nuevas exportaciones o a la sustitución de importaciones).

Con una economía interna en recesión y con malas perspectivas en los mercados internacionales para nuestras exportaciones, es muy difícil que ingresen capitales de riesgo, es decir las auténticas inversiones productivas. Lo que vienen son capitales especulativos de corto plazo, para aprovechar elevadas tasas de interés fijadas por el Banco Central, muy superiores a la posible tasa de devaluación futura, en una nueva bicicleta financiera, o préstamos al estado (compra de bonos públicos en dólares) o a empresas, a una tasa de alrededor del 7%, elevadísima en la comparación internacional. Pero nada de inversión real, nuevas fuentes de trabajo o de crecimiento económico.

Un ejemplo para avalar lo dicho más arriba: este gobierno emitió bonos por 16.500 millones de dólares (la colocación de deuda pública más elevada en este período y en todo el mundo), de los que 10.000 millones fueron para pagar a los fondos buitres mientras que la fuga de capitales en el período 10 de diciembre al 31 de marzo fue de 6.141 millones. No quedó ni una migaja para el país.

Entramos en un período de financiación “a la Ponzi”, donde deuda e intereses se pagan con nueva deuda hasta que revienta la burbuja. Y, entonces,  de la catarata de inversiones, el derrame de la riqueza y la alegría que iba a llegar el próximo semestre y que se pasó al 2017, si la política económica no cambia, se seguirá postergando hasta el nunca jamás.

29/07/2016

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