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30/07/2017

Las uvas están verdes

Las uvas están verdes | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

Para ingresar y para quedarse, los capitales especulativos exigen una tasa de interés en pesos suficientemente superior a la internacional más la probabilidad de una devaluación para ser atractiva. Con la tasa del 26,5% dispuesta para calmar la ansiedad por el dólar, no hay inversiones productivas rentables.

Humberto Zambon

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“Las uvas están verdes”, dijo el zorro de Esopo cuando vio que le era imposible alcanzarlas. “No hay que preocuparse por el dólar” dijo el jefe de gabinete, Marcos Peña, cuando vio que en estos días se le escapaba de control.

Es que reducir la inflación es la obsesión de este gobierno. Y sabe que la inflación no es un fenómeno monetario sino que corresponde a la economía real, que muestra los desequilibrios generados por la lucha distributiva entre las clases y sectores sociales del país. Por eso pretenden controlar a las tres principales variables: salarios, tasa de ganancia empresaria y cotización del dólar. El valor de esta última es determinante de los ingresos de importantes sectores relacionados con la producción y exportación de bienes primarios, especialmente los provenientes de la Pampa Húmeda.

Para controlar a la variable salarial el gobierno se ha negado a convocar la paritaria nacional docente, a lo que está obligado por ley, y ha puesto en los hechos un techo numérico a las retribuciones que podían resolver las convenciones colectivas. No es cierto lo que dijo en Neuquén el ministro Nicolás Dujovne, que “este año hay una fuerte recuperación del salario real”, ya que el año anterior disminuyeron casi un 10% de su valor real y este año, con una inflación esperada del orden del 25%, cederán otra parte. Precisamente, como consecuencia de esta política de reducir el ingreso de las mayorías populares es que cae el consumo y la demanda global.

Respecto de la tasa de ganancia, el Estado se retiró de todo control y ha dejado que el mercado asuma ese papel; pero como a esa tasa la fijan pocas empresas oligopólicas, procuran fomentar la competencia para reducirla. Así, Dujovne ha declarado (enero de este año) que “si nos preocupa la inflación y queremos más competencia, es lógico que la competencia importada también nos ayude en la batalla antiinflacionaria”, lo que implica abrir la importación indiscriminadamente, desde manzanas hasta manufacturas como las textiles, calzados o línea blanca, que se producían perfectamente en el país. Con la baja del consumo interno y la competencia externa esos emprendimientos productivos se ven condenados al fracaso, cierre o quiebra, con la desocupación laboral correspondiente.

Finalmente, está la cotización del dólar. Luego de la experiencia del año anterior, en que la fuerte devaluación del peso al inicio de la gestión se trasladó a los precios con una inflación superior al 40%, el gobierno ha hecho lo posible para mantenerlo “planchado”, al menos hasta después de las elecciones de octubre próximo.

Pero resulta que la avalancha de importaciones auspiciada por el gobierno y la liberación de los mercados, en particular el financiero, ha tenido sus consecuencias, por otra parte esperables para la teoría económica. Se ha vuelto muy negativa la cuenta corriente de la balanza de pagos y, para compensarlo, se requiere el ingreso de capitales externos. Como las inversiones productivas externas fueron mínimas, el capital que entró es el financiero y especulativo de corto plazo, atraído por los altos intereses que paga el Banco Central por sus letras (las Lebacs).

Para ingresar y para quedarse, los capitales especulativos exigen que la tasa de interés en pesos sea lo suficientemente superior a la tasa de interés internacional más la probabilidad de una devaluación, para convertirse en atractiva. Hasta ahora existía el convencimiento de que la cotización del dólar quedaría “planchada” hasta después de las elecciones de octubre, pero a medida que esta fecha se aproxima el riesgo crece, y con ello la tentación de convertir los pesos en dólares; difícilmente la suba de intereses al 26,5% resuelta por el Banco Central calme estas expectativas.

Además, el convencimiento de que el dólar está atrasado y que se viene otra devaluación hizo aumentar la demanda de esa moneda para turismo y para ahorro, ya sea en blanco o como fuga de capitales.

En resumen, existen múltiples demandas de dólares:

a) Para cubrir las importaciones. Solamente en el primer semestre de este año el balance comercial fue negativo en 2.833 millones de dólares.

b) Para cubrir la fuga de capitales, el ahorro en dólares, el envío de dividendos al exterior y el turismo, que desde el 1º de enero del 2016 al 30 de junio del 2017 insumió 35.750 millones de dólares, equivalente al endeudamiento externo asumido por el gobierno nacional.

c) El pago de intereses en dólares por el aumento de la deuda pública, calculado en 15 mil millones anuales de esa moneda.

d) Solventar el retiro del capital especulativo que desee pasar del peso al dólar (la deuda en Lebacs, que son los potenciales demandantes, supera a la base monetaria del país).

Para cubrir esa demanda están las reservas del Banco Central y el ingreso de más capitales externos, ya sea en forma de deuda o como capital especulativo. Para esto último será preciso aumentar aún más a la tasa de interés en pesos, que trate de compensar la pérdida de confianza que está motivando el pase de las colocaciones especulativas del peso al dólar.

Pero con esa tasa de interés no hay inversiones productivas rentables, por lo que la economía real seguirá en recesión y el equilibrio con endeudamiento externo se vuelve aleatorio y poco sustentable en el tiempo. 

29/07/2016

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