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14/05/2017

Argentina y la división internacional del trabajo

Argentina y la división internacional del trabajo | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

De lograr el gobierno actual un reingreso al sistema de libre cambio mundial desaparecería la manufactura industrial, se reprimarizaría la economía y sobraríamos la mitad de los argentinos.

Humberto Zambon

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La Argentina actual, con una conducción neoliberal, está decididamente dispuesta a integrarse al mundo dentro de un sistema de división internacional del trabajo.

Para ver en qué consiste esta postura es necesario remontarse a los escritos de David Ricardo a principios del siglo XIX. Con un modelo simplificado de dos países él demuestra que, si cada país se dedica a producir aquello para lo cual tiene ventajas comparativas e intercambian los productos, los pobladores de ambos países se verían ampliamente beneficiados: con menos horas de trabajo obtendrían una mayor cantidad de bienes.

La idea de Ricardo era que Inglaterra, que había iniciado la revolución industrial pocas décadas atrás, era el único país con industrias modernas en el mundo y, por lo tanto, con ventajas comparativas en este rubro, se debía especializar en la manufactura industrial y los demás países en proveedores de materias primas y alimentos y en mercado para la colocación de la producción inglesa. Claro que no narraba la forma en que había acumulado el capital, desarrollado su manufactura y afianzado su presencia en el intercambio internacional: un fuerte proteccionismo a la manufactura y al comercio inglés, que crecieron debido a la afluencia de oro y plata de América hacia España, lo que impulsó la demanda global de alimentos y manufacturas en el continente europeo e hizo posible la revolución industrial.

Los países hoy desarrollados no escucharon el cuento de Ricardo. Lo rebatieron teórica y prácticamente, aplicando fuerte proteccionismo a sus industrias nacientes: Alemania, Estados Unidos, Francia, Japón y muchos más. Eso sí, cuando estuvieron desarrollados adhirieron al libre cambio y lo exigieron a los demás países, tal como antes lo había hecho Inglaterra.

Los países como el nuestro, bajo la influencia inglesa, ingresaron en el silo XIX en la división internacional del trabajo como proveedores de materias primas e importadores de manufacturas hasta que, por hechos ajenos a nuestra voluntad, como las dos guerras mundiales y la larga crisis de los años ‘30, fue posible el despegue industrial argentino y de otros países de la periferia, fenómeno que luego se afianzó mediante políticas aplicadas con este fin. Lógicamente, por limitación del mercado e historia de la acumulación previa, esta industria todavía no puede competir con la de los países centrales pero, antes de desecharla por esta u otra razón, hay que tener en cuenta que en el mundo moderno progreso y desarrollo implica necesariamente industrialización.

Un reingreso actual al sistema de libre cambio mundial implicaría la desaparición de la manufactura industrial y la reprimarización de la economía. Ese es el camino elegido, con acuerdos de libre comercio con el resto de países: se busca un acuerdo del Mercosur con la Comunidad Europea (que genera resistencias en el campesinado europeo, el francés en particular), por el que nosotros proveeríamos artículos de origen agropecuario y ellos nos inundarían de productos industriales. Y en la misma onda está la “hoja de ruta” que firmaron ocho cancilleres del Mercosur y de la Alianza del Pacífico el pasado 7 de abril (confirmado en conferencia de prensa por la canciller Susana Malcorra).

La experiencia del libre cambio está en marcha desde el año pasado con la eliminación de restricciones al comercio exterior y ventajas al sector primario exportador. Como consecuencia de ellas las exportaciones primarias aumentaron un 17,7%, en gran parte explicado por la producción retenida de años anteriores pero, en compensación, las exportaciones industriales bajaron un 6,6% y aumentó fuertemente la importación de bienes de consumo (un 9,1%) que sumaron a la crisis industrial.

Con la fuerte devaluación monetaria y con la quita o disminución de las retenciones a las exportaciones (el Estado dejó de percibir 70.000 millones de pesos al año) el valor bruto agregado de la agricultura, ganadería y otros incrementó su valor un 83,7%, cuando el promedio para toda la economía fue del 41,6%.

A pesar de la enorme transferencia de recursos en favor del agro que muestran las cifras anteriores, la cantidad de empleos registrados por el campo pasó de 316.546 a 322.081 (incremento de 5.535), apenas un 10% de la pérdida de empleo registrado por la industria y la minería. Y no tiene en cuenta los 400.000 argentinos que han aumentado la población del país.

El modelo de reprimarización de la economía es expulsor de fuerza de trabajo. En última instancia, de lograr nuestra incorporación plena la división internacional del trabajo, como quiere el gobierno actual, sobraríamos la mitad de los argentinos.

29/07/2016

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