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07/05/2017

La era de la posverdad

La era de la posverdad | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

El actual gobierno no sólo es un alumno destacado en la concepción neoliberal en su política económica y en la subordinación a las potencias dominantes, sino que se ha convertido en un practicante activo de “las falsas verdades”.

Humberto Zambon

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El capitalismo actual, caracterizado por el predominio financiero y las corporaciones trasnacionales, ha implantado al pensamiento único en esta sociedad, con la realidad líquida de la posmodernidad en la superestructura ideológica, y con el neoliberalismo como “la visión científica” en el análisis de las relaciones socioeconómicas.

Como para el posmodernismo la verdad última no existe, ya que todo es un relato, hemos llegado a la “posverdad”, donde predominan, según el decir de Luisa Valenzuela (en la inauguración de la Feria del Libro en Buenos Aires el 27 de abril pasado), “las falsas verdades que obnubilan el entendimiento, esa mentira emotiva nacida para modelar la opinión pública desdeñando los hechos fehacientes y los datos verificables”.

El actual gobierno no sólo es un alumno destacado en la concepción neoliberal en su política económica y en la subordinación de las potencias dominantes, sino que se ha convertido en un practicante activo de la posverdad. Ejemplo sobran, como el del presidente Macri diciendo que “se crean puestos de trabajo todos los meses” mientras cierran empresas en todo el país, dejando en la calle a sus empleados; o como el ministro Dujovne que sostuvo que estamos viviendo un período sólido de recuperación, mientras que el Indec informaba de una caída del producto del 2,2% interanual.

Esta semana el ministro del interior, Rogelio Frigerio, continuó con la misma onda. Sostuvo que “…tenemos uno de los déficits fiscales más altos de la historia. Heredamos esas cosas del kirchnerismo”. La primera parte es cierta (este gobierno llevó el déficit fiscal al 4,5% del PBI) pero la segunda no: el gobierno anterior no tiene la culpa sino que el déficit aumentó porque el gobierno resolvió no cobrar las retenciones a la exportación del agro y la minería, una transferencia o regalo de muchos millones a favor de las empresas y terratenientes de la pampa húmeda. Y el déficit no fue mayor por el ingreso extraordinario del “blanqueo”, ingreso que en los próximos años no va a ocurrir.

Continuó el ministro diciendo que “tenemos que resolver este problema (el déficit fiscal), que será un desafío complejo. Hemos definido un camino gradual hacia el equilibrio de las cuentas públicas… para que el mundo nos financie esa transición” es decir, mediante la deuda pública externa. Hay que pensar que el presupuesto nacional, los ingresos, los gastos y el déficit fiscal están todos nominados en pesos. Para cubrir a este último no se necesitan dólares sino pesos, es decir, deuda interna y no externa. En enorme endeudamiento externo de este gobierno (en sólo un año la deuda externa pasó del 16,1% del PBI, incluyendo lo debido a los fondos buitres, a 23,4% del PBI a fines del 2016) no fue debido al déficit fiscal sino por otras razones, como la acumulación de activos extranjeros por parte del público, la fuga de capitales (que superó los 11 mil millones de dólares) o la remisión al exterior de utilidades de las trasnacionales, que aumentaron 3.300 millones de dólares en el año.

“Empezamos a trabajar para que la economía no dependa sólo del consumo, porque eso hace que los procesos de crecimiento sean poco sustentables (…) mejoramos muchísimo la inversión y las exportaciones… (mientras que se recupera el consumo con) la mejora de los salarios en función de las nuevas paritarias”, siguió diciendo Frigerio. Nada es cierto. El consumo representa el 74% de la demanda global y ésta es el motor del crecimiento económico. Como la política del gobierno ha llevado a una pérdida del salario real de aproximadamente el 10%, el consumo global cayó proporcionalmente (Frigerio imita al de la fábula: “total las uvas están verdes”) mientras que no es cierto que haya “mejorado muchísimo la inversión y las exportaciones”. En el último año la inversión productiva cayó un 5,5% y pasó a representar del 16% del PBI en el 2015 a solamente el 13,9% en el 2016. Inclusive la inversión extranjera directa cayó en un año a menos de la mitad (a un total de 5.745 millones de dólares, de los cuales el 70% está formado por utilidades reinvertidas). Lo único que aumentó es el capital financiero especulativo de corto plazo que, más que una solución es un problema.

Con respecto a las exportaciones hubo mejoras en los productos primarios, pero cayó la exportación de manufacturas que es la que deja valor agregado en el país.

Por último, no es cierto lo de la mejora de salarios. Con los datos del primer trimestre se puede estimar para el año una inflación cercana al 30% mientras que el gobierno insiste en un cepo para la paritaria inferior al 20%; si tuviera éxito en su estrategia, el salario real volvería a perder otro 10% anual.

Esta posverdad gubernamental es posible por la existencia de una prensa acrítica y complaciente, que presenta estos dichos sin analizar y como se fueran noticias, creando confusión en la opinión pública.

Por eso, como concluye Luisa Valenzuela en su discurso, debemos estar dispuestos con los medios a nuestro alcance a “…enfrentar la gran ola de esta posmodernidad líquida que amenaza arrastrarnos convertida en tsunami”.

29/07/2016

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