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30/04/2017

Las ilusiones y el golpe de la realidad

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Una recuperación económica depende del recupero del salario y de las jubilaciones por encima de la inflación, restringir las importaciones que compitan con la producción local, combatir la especulación financiera y una política de expansión del gasto en consumo e inversión pública.

Humberto Zambon

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En diciembre del 2015, desde el reciente presidente al último de los funcionarios, todos estaban convencidos que bastaba la instalación de un gobierno conservador para dejar de lado el modesto crecimiento económico logrado ese año (que, según las nuevas autoridades, resultó ser 2,6% positivo) y comenzar un período pletórico de inversiones que “derramarían” riqueza para todo el país.

Con ese fin se hizo un arreglo desastroso con los “fondos buitre”, pensando que el incumplimiento para con los mismos dificultaba el ingreso de capitales externos, reconociéndoles con un pago al contado el 260% de la deuda nominal y aproximadamente el 1.300% del monto efectivamente pagado. Pero como la lluvia de inversiones no vino, se la pasó para el segundo semestre y, finalmente, para el año siguiente, el que estamos viviendo. El año 2016 cerró con una caída del PBI, según cifras oficiales, del 2,3% y una importante pérdida de puestos de trabajo.

En los últimos meses del año el índice de actividad del Indec dio una variación pequeña, cercana a cero, pero positiva, cosa que se repitió en enero de este año con un 1,4% de crecimiento respecto al mes anterior. ¡Eureka! Deben haber exclamado en el gobierno; es poco pero por fin la recesión se acabó; así el ministro Dujovne aseguró que en el cuarto trimestre de 2016 había empezado un período sólido de recuperación mientras que Macri aseguró que “Argentina lentamente ha comenzado a crecer”. Inclusive se entusiasmó y sostuvo que “se crean empleos todos los meses”, lo que no es cierto, ya que en la actividad privada se continúan perdiendo puestos de trabajo; lo que ha aumentado un poco son los monotributistas y, muchísimo más, los monotributistas sociales y las solicitudes de la Asignación Universal por Hijo (AUH), que acompañan el crecimiento de la desocupación.

Ahora el Indec hizo público los datos de febrero último que fue como un mazazo a las ilusiones gubernamentales. Muestran una caída global del producto del 2,2% como tasa interanual y de un 1,9% negativo respecto a enero, con lo que el primer bimestre del año cerró con una tasa negativa del 0,4%.

Entrando en un detalle sectorial, los datos muestran en la industria una caída del 7,1%, en la minería un 6,7% y en el comercio del 4,8%. Los sectores con crecimiento fueron el agropecuario (1,8%), hoteles y restaurantes (1,1%), transporte (1,2%) y la intermediación financiera (1%) e inmobiliaria (1,2%) que no alcanzaron a comenzar la disminución aportada por los primeros.

Para la Unión Industrial Argentina (UIA), que es ideológicamente afín a este gobierno, la caída de la industria a febrero es sensiblemente mayor que la cifra del Indec, mientras que la consultora FIEL ha informado que está en el nivel más bajo desde hace 17 años, cuando se sintió en el país los efectos de la crisis financiera internacional.

Los datos para marzo y abril tampoco son alentadores, a pesar que la ocupación en la construcción tuvo una leve mejoría por la reactivación de la obra pública y la caída de la industria se habría aminorado. Los datos y las cámaras empresarias y de las consultoras son negativos respecto a la evolución que ha tenido el comercio y a la industria.

¿Por qué ocurre esto? La respuesta es muy simple. El consumo privado representa el 74% del PBI y, dentro del mismo, uno de sus principales componentes es el salario. Si el salario real ha caído entre un 5% y un 10% en el año 2016 y ha aumentado la desocupación, esto se refleja necesariamente en la caída del consumo (un indicador dramático es el de la leche con una merma del 25,3%) y, por lo tanto, de la demanda global; por otro lado, los empresarios invierten si están seguros que van a vender su producción; es decir, la inversión depende fundamentalmente de la evolución de la demanda; no debe extrañar que la inversión privada haya caído un 5,5% en el año.

De la capacidad industrial instalada se utiliza únicamente un 60%, un valor mínimo en muchos años, mientras que los intereses financieros superan con creces el nivel internacional. Con ese panorama, excepto sectores puntuales para la exportación ¿qué empresario local o externo va a invertir productivamente? El capital que viene (y los excedentes del ingreso nacional) se vuelca a la especulación financiera de corto plazo.

Una recuperación económica requiere del aumento de la demanda agregada. La inversión se va a demorar hasta que baje la instalación productiva ociosa, así que la posibilidad de crecimiento depende casi exclusivamente del incremento del consumo privado y del gasto público (la exportación, que sería un tercer factor, no depende de nuestras decisiones y la situación del mercado internacional no permite abrigar muchas esperanzas). Es decir, depende del recupero del salario y de las jubilaciones por encima de la inflación, restringir las importaciones que compitan con la producción local, combatir la especulación financiera y, muy importante, una política de expansión del gasto en consumo e inversión pública.

Ninguna de esas medidas necesarias parece posible esperar del gobierno actual. Entonces sólo nos quedan las ilusiones y los globos amarillos.

29/07/2016

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