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05/02/2017

El lado bueno de Trump

El lado bueno de Trump | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

Cuando parecía todo perdido, el nuevo presidente estadounidense ratificó la decisión de Estados Unidos de abandonar el Tratado Trans-Pacífico, lo que significa en los hechos la muerte del mismo, dejando a Macri muy mal parado y obligado a replantear su política económica internacional.

Humberto Zambon

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A partir de 1846, cuando invadió México y se apoderó de un importante territorio, Estados Unidos ha tenido una política más o menos uniforme con América Latina. Nunca ha sido prioridad de su política exterior porque la ha considerado su “patio trasero”, “su” territorio, eso que está ahí, que no es como el jardín delantero de la casa que se cuida con esmero, sino que, simplemente, es eso que se usa cuando se lo necesita y se evita que entren intrusos.

La revolución en Cuba fue un alerta para Estados Unidos que, desde entonces, procuró afianzar los lazos que económicamente  subordinan al resto de estos territorios. Primero fue la “Alianza para el Progreso” que quedó en poco menos que declaraciones de buena voluntad. Le siguió el ALCA, que pretendía constituir una zona de libre comercio desde Alaska hasta Tierra del Fuego y suponía la eliminación de barreras arancelarias, la liberalización de servicios, la libre circulación de capitales y mercancías y la privatización de los servicios públicos, con acuerdos de protección para las inversiones extranjeras. El proyecto  naufragó en la IV Cumbre de las Américas realizada en Mar del Plata los días 4 y 5 de noviembre de 2005, debido a la negativa de los presidentes Néstor Kirchner (Argentina), Lula da Silva (Brasil), Hugo Chávez (Venezuela), Nicanor Duarte Frutos (Paraguay) y Tabaré Vázquez (Uruguay).

Pero los Estados Unidos no dieron marcha atrás sino que avanzaron en la misma estrategia, negociando  bilateralmente acuerdos de libre comercio, como el Nafta (North American Free Trade Agreement) con México y Canadá o los tratados con Chile, Perú, Colombia y México, que dieron lugar a la “Alianza del Pacífico”, constituida formalmente en el año 2012, y que formaba parte de un Proyecto mucho más ambicioso de Estados Unidos: el Tratado Trans-Pacífico (TTP), resultado de negociaciones secretas mantenidas desde el 2008 con Japón y que en principio reunía a otros diez países además de esas dos potencias, Australia, Nueva Zelanda, Malasia, Brunei, Singapur, Vietnam, Canadá, México, Perú y Chile; estaba pensado como un tratado de libre comercio que abarcaba a 1.000 millones de habitantes, al 25% de las exportaciones globales y al 40% del PBI mundial; su vigencia real está pendiente de la ratificación por parte de los respectivos miembros (hasta ahora solo lo hicieron Japón y Nueva Zelanda).

Hay que saber que la experiencia histórica muestra que las uniones comerciales y aduaneras entre países de similar desarrollo pueden traer ventajas a los participantes porque amplían los mercados, permiten economías de escala en la producción e impulsan la industrialización mediante el comercio intra-industrial, como es el caso de la Unión Europea o del Mercosur. En cambio, cuando entre los integrantes hay una gran diferencia de desarrollo, el país más pequeño resulta perjudicado, como pasó con México en el Nafta.

Para nuestro país, un acuerdo de libre comercio que incluya a potencias como Estados Unidos es altamente perjudicial: la producción primaria es similar y compiten en el mercado internacional y, por otro lado, nuestra industria no puede competir con la norteamericana debido a su diferente historia y escala productiva. Para Argentina implicaría la muerte de la industria, cuando es sabido que en el mundo contemporáneo la posibilidad de un auténtico desarrollo social y económico pasa por el desarrollo industrial. Como enseña Kaldor,cuanto más rápido crece la industria, más rápido crece la economía en general.

Es decir, para nuestro país el futuro no está en la Alianza del Pacífico sino en el fortalecimiento de la unión latinoamericana y, en particular, del Mercosur y Unasur como parte del camino para lograrlo.

Sin embargo, Macri en Argentina y Temer en Brasil, estaban decididos a terminar con el Mercosur y el desarrollo independiente e incorporarse a la división internacional del trabajo  vía el TTP; inclusive ingresamos como observadores en la Alianza del Pacífico, primer paso para los tratados de libre comercio liderados por Estados Unidos. Como sintetizó el economista argentino Ricardo César Aronskind, “sumarse a la Alianza del Pacifico es como integrarse a la desintegración, es rendirse ante las demandas de las multinacionales”.

Cuando parecía todo perdido, Trump, el nuevo presidente norteamericano ratificó lo anunciado en la campaña electoral: la decisión de Estados Unidos de abandonar el TTP,  lo que significa en los hechos la muerte del mismo, dejando a Macri muy mal parado y obligado a replantear su política económica internacional.

Es difícil hacer un juicio sobre un gobierno que recién comienza pero, tanto por sus declaraciones previas como por la composición de su gabinete y las primeras medidas adoptadas, el nuevo presidente norteamericano parece ser prepotente, misógino, xenófobo, políticamente desinformado y con la seguridad en sus creencias o prejuicios que solo tienen los ignorantes. Es decir, reúne en su persona todos los defectos que caracterizaron al siglo XX y también al actual. Pero al exacerbar el nacionalismo norteamericano contra los latinoamericanos rompió con la política que venían siguiendo desde el siglo XIX y, para nosotros y al menos en el corto plazo, puede significar el evitar la dependencia que hubiera traído un tratado de libre comercio con esa potencia.

A pesar del rechazo global que Trump y su política deben generar, por su oposición a los tratados de libre comercio, podemos decir ¡Gracias, Mr. Trump!

29/07/2016

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