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Muchos países africanos se encuentran en situación de vulnerabilidad por el peso de la deuda externa, agravada después de la pandemia del COVID. Inclusive algunos de ellos están al borde de la suspensión de sus pagos.
La situación es muy grave en Mozambique, uno de los países más pobres del mundo, en Zambia (según el Banco Mundial su deuda alcanza el 96,4% del PBI) en Ghana y unos veinte países más. Pero hay algo tan grave como la deuda que amenaza al empobrecido continente y es al que se refería hace unos años, pero que sigue vigente en la actualidad, Gurú Huky en su blog, el Gurusblog, sobre la política económica europea.
En primer lugar, Europa aplica una política arancelaria a la importación de productos agrícolas producidos fuera de la Unión Europea (UE) en rangos que van de entre el 18% y el 28%. Esta medida quita competitividad a los productos provenientes del tercer mundo, en especial del África, continente en el que el 70% de la población está dedicada a la agricultura.
No conformes con lo anterior, la UE subsidia a su propia producción agrícola. El presupuesto para este fin superó los 57.000 millones de dólares. Cómo es una subvención que se paga en función de lo producido, esto crea un exceso de producción que es almacenado. En 2007 la UE produjo 13.476.812 de toneladas de cereal, arroz, azúcar y leche que no fueron consumidos.
Cómo no sabían qué hacer con los alimentos almacenados, crearon el programa “Food Aid for the Needy” (Comida para los necesitados), mediante el cual se mandan los excedentes Europeos a los países en vías de desarrollo. El resultado es fácil de entender: los productores africanos y de los demás países de la periferia no solo no pueden vender sus productos a los europeos porque sus precios dejan de ser competitivos en ese mercado sino que tienen que competir con los alimentos gratuitos que llegan a su país. El resultado final de todo este proceso es que los campesinos acaban abandonando el campo y emigran a los suburbios precarios de las ciudades, engrosando el ejército de desocupados, mientras que en su país disminuye la producción y dependen en forma creciente de los alimentos regalados que le envía Europa. Se vuelven dependientes de la “ayuda humanitaria” de los países ricos.
Lo anterior es similar a lo que ocurrió en Haití. Allí el arroz fue reemplazando al maíz como alimento básico de la dieta popular. Hasta 1972 la producción arrocera haitiana abastecía a consumo interno; con el aumento de la demanda hubo que abrir a la importación del alimento, el que estaba gravado con una tasa del 35%. Durante las décadas de los años ’80 y ’90 tanto Estados Unidos como el FMI, en nombre del libre comercio, exigían que se bajara ese arancel a la importación, que finalmente fue puesto en el 3%. Como en Estados Unidos se viene subsidiando la producción de arroz, el arroz norteamericano se vendía en Haití un 50% más barato que el nacional. En consecuencia, la producción de arroz de Haití bajó de 130.000 toneladas anuales a mucho menos que la mitad mientras importa el 75% del consumo y el país más pobre del continente vio incrementados sus barrios marginales con nuevas oleadas de campesinos convertidos en nuevos pobres desocupados.
Europa, y también todos los demás países centrales, han basado su riqueza primero con el despojo que sucedió a la conquista y luego con la explotación colonial del resto del mundo, explotación que continuó con el comercio desigual entre centro y periferia, sometiendo a esta última en base a su endeudamiento. Y Europa, para satisfacer los intereses de una escasa minoría de su población que vive de la producción agraria, cierra sus mercados a la producción de la periferia y, con la excusa de una “ayuda humanitaria”, compite deslealmente con la producción de los mismos.
Actualmente Europa está “sitiada” por “olas” de inmigrantes africanos que pretenden vivir allí. Como dice Guru Huky dirigiéndose a los europeos, “es perfectamente legítimo que una persona que vive con escasos recursos y oportunidades en Nigeria quiera lograr una vida mejor en Europa. Si fuerais vosotros también lo intentaríais. Es perfectamente legítimo también que los ciudadanos de los países Europeos quieran que la llegada de inmigrantes desde países en vías de desarrollo se haga de forma controlada sin afectar su día a día”.
Pero es también cierto que no se puede vivir suntuosamente en un mundo rodeado de hambre y miseria.
Quienes arriesgan su vida cruzando el Mediterráneo para ir a Europa o los centroamericanos que entran ilegalmente a Estados Unidos, piensan, como dice la canción, “para vivir como vivo mejor no morir de viejo”.
La única solución a ese problema demográfico es que los países centrales superen la lógica del capitalismo e impulsen el desarrollo económico y la generación de riqueza en la periferia. Basta pensar que, según el Human Development Report, una vaca Europea recibe de media u$s 913 al año en subsidios mientras que un habitante del África sub sahariana recibe de la UE de media 8 dólares al año en subvenciones.
Es preciso pensar que cada mujer en el Congo tiene un promedio de 6,37 hijos y en Nigeria 5,45 hijos. Como dice el autor, “En 2060, Nigeria tendrá más de 470 millones de habitantes, los mismos que toda la Unión Europea. El Congo tendrá 247 millones de habitantes con una edad media de 24 años. Si os impresionan los actuales saltos a la valla en Melilla u os estremecen las imágenes de cientos de inmigrantes en patera por el mediterráneo, dentro de 30 o 40 años, la presión demográfica hará totalmente imparable este movimiento migratorio”.
O el mundo adopta una política racional de distribución equitativa de la riqueza o la irracionalidad del mercado hará que el sistema actual implosione. La historia universal tiene muchos ejemplos de civilizaciones enteras que perecieron por sus propias contradicciones.
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