Columnistas
24/03/2024

Aguafuertes del Nuevo Mundo

Cien días de agobio

Cien días de agobio | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

Cuando el gobierno libertario cumple 100 días de gestión, algunos círculos comentan que parecen mil y otros opinan que “hay que darle tiempo”.
Mientras tanto, la imagen presidencial conserva un grado considerable de aceptación, a pesar de indicadores negativos que empiezan a volverse preocupantes. En este contexto, la Argentina se apresta a recordar un nuevo aniversario del golpe cívico-militar-eclesial más desgraciado de su historia. La memoración invita a buscar los paralelos entre ambas épocas.

Ricardo Haye *

Son notables los cambios ocurridos en los últimos tres meses, pero la confrontación de ideas conserva invariantes sus niveles de fuerte animadversión.

La escena que vamos a relatar ocurrió hace unos días a bordo de un colectivo porteño. Dos veteranos van hablando con ánimos caldeados. Primero, y al unísono, se quejan del incremento en los pasajes. Después, el pelado dice: “Ojalá que los primeros en caer sean los que lo votaron. Se lo tienen merecido”. El canoso que lo acompaña replica: “Claro, pero nosotros también caemos con ellos”. “Sí -responde el primero-, pero al menos nos queda la tranquilidad de conciencia de que no fuimos culpables de esta desgracia que nos gobierna”.

En la parada siguiente se bajan y uno se queda digiriendo lo escuchado y pensando en lo lejos que está la Argentina de superar la grieta que separa a sus habitantes.

Ahora las que hablan son dos mujeres que se encuentran entre las góndolas de un supermercado casi vacío. Ambas se quejan por lo caro que está todo: ese comentario casi obligado de estos días explica la escasa concurrencia a los comercios, reflejada en la disminución de un 32% en la venta de alimentos. Quizás con intención de correr el eje de la conversación, la más joven dice que está alarmada por la mortalidad que empieza a generar el dengue. Su compañera le dice: “¿Te acordás cuando decíamos que éramos afortunadas porque el COVID nos encontró sin Macri en el gobierno?… Bueno, ahora vamos a saber lo que es la derecha cuidándonos…”. En los puntos suspensivos que cierran el intercambio aparece la ironía, el sarcasmo, pero también la desazón de quien se siente desprotegida ante una nueva crisis sanitaria.

Como evidencia de los tiempos que corren (y en apoyo del ácido comentario anterior), la mayoría de los argentinos desconoce el nombre del encargado de la salud a nivel nacional. Desde allí en adelante, y con el antecedente del vaciamiento del Estado que está en marcha, poco espacio queda para la confianza.

Por otra parte, el vocabulario argento ha recuperado la expresión de “cipayos”, con la que se caracteriza a los individuos que traicionan a su propio pueblo. También hay linduras que se escuchan y se leen a través de las redes y que profesan y ejercen ritualidades mucho más explícitas y destempladas. Allí se encuentran otras marcas elocuentes de una hostilidad que no retrocede.

El desequilibrio agresivo y la intolerancia a la crítica que ha demostrado reiteradamente el presidente y que incluso escandalizaron a una vocera oficiosa del pensamiento reaccionario como Mirtha Legrand, son el principal combustible que alimenta el fuego de los enfrentamientos en los días que corren.

No obstante, algunos figurones de los medios que se desgarraban las vestiduras ante la más ligera palabra altisonante del gobierno anterior, guardan ahora un ominoso silencio y evitan cualquier señalamiento en pos de arropar al gobierno.

Un interrogante inevitable es cómo llegaremos al domingo 24, fecha que los calendarios argentinos consagran a memorar el comienzo fatídico del momento más oscuro de nuestra historia.

Hace casi medio siglo una dictadura sangrienta se autoimpuso la designación de “Proceso de Reorganización Nacional”. Desde la perspectiva que ofrece el tiempo es posible ponderar las implicancias de esa denominación tan pomposa.

Porque además de la tragedia en la que sumió al país mediante la consagración de la muerte y el latrocinio a manos de fuerzas de choque salvajes, el Proceso también dedicó energías ingentes a llevar adelante una política sistemática de destrucción del aparato productivo criollo.

El abanderado de esas acciones fue un ministro orejudo que desde su tumba debe estar hoy conmovido por la continuidad que el actual gobierno intenta darles a las acciones que a él le tocaron emprender.

Los sectores liberales de la Argentina, a los que alguna vez representó Alsogaray, un ingeniero igualmente poco agraciado; el regordete cordobés de voz aflautada Domingo Cavallo y, más cerca en el tiempo, el incansable vacacionista Mauricio Macri, son exponentes claros del concepto de “antipatria” que jalona la conciencia de muchos argentinos.

Como señalamos en una Aguafuerte anterior, sus más nuevos epígonos combinan ese desprecio por lo autóctono con una cuota inconcebible de insensibilidad por el destino de millones de compatriotas que ven cómo se desguaza el Estado y con qué saña se ataca a la educación y la salud pública.

Ese conjunto ciudadano quedó en minoría en la segunda vuelta de las últimas elecciones presidenciales frente a quienes encumbraron a la presente administración. A ese primer segmento tributan los veteranos de la anécdota del colectivo y probablemente al menos una de las damas del supermercado aquí aludidas.

Sin embargo ahora ambos bandos advierten cómo se hunden cotidianamente sus salarios; a diario se conocen noticias del despido de trabajadores empleados en reparticiones públicas pero también en empresas privadas, algunas de las cuales ya anunciaron su cierre.

El superávit fiscal del que se ufana la Casa Rosada se obtuvo a costa de ajustar despiadadamente los ingresos de los sectores más vulnerables o eliminar subsidios. En los primeros dos meses del gobierno de Milei el salario promedio de los trabajadores registrados perdió más de un 20% de su capacidad adquisitiva. En el caso de los jubilados esa pérdida es más grave y llega al 30%. El derrumbe forzado del consumo provoca una caída de la producción, próximamente agravada por el diluvio de artículos foráneos que traerá aparejada la apertura indiscriminada de importaciones. Algunos datos dan testimonio cabal de la situación actual del país: a nivel interanual la producción de autos disminuyó un 19%; la de motos un 13 por ciento y un indicador relevante para medir la salud económica argentina consigna que los materiales de construcción sufrieron una baja del 26%.

Estamos llegando a la reconfiguración nacional soñada por quienes desde hace décadas opinan que al país le sobran varios millones de habitantes y una buena porción de territorio.

Como reguero de pólvora circulan versiones de una inminente debacle del gobierno y se multiplican los rumores de intrigas de palacio dentro de las propias filas del oficialismo. En muchos casos, más parecen expresiones de deseos que augurios con bases de sustentación firmes. El horizonte no muestra señales claras de que eso vaya a ocurrir en lo inmediato y lo cierto es que la escena política tampoco ofrece figuras convocantes que puedan aglutinar apoyos sectoriales decididos, ni la dosis suficiente de decisión, templanza y fortaleza para encarar la tarea ardua de sacar al país de la devastación.

En medio de estas carencias, el comportamiento de los sectores populares en el futuro inmediato podría volverse determinante, aunque para que eso ocurra resultará necesario que muchos de sus integrantes se muestren dispuestos a revisar la decisión que adoptaron el pasado domingo 19 de noviembre. Porque es imprescindible reconocer que sin esos votos La Libertad Avanza jamás habría llegado a colocar a Milei en la Presidencia.



(*) Docente e investigador del Instituto Universitario Patagónico de las Artes.
29/07/2016

Sitios Sugeridos


Va con firma
| 2016 | Todos los derechos reservados

Director: Héctor Mauriño  |  

Neuquén, Argentina |Propiedad Intelectual: En trámite

[email protected]