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Columnistas
17/03/2024

La suerte Télam, la suerte de todos

La suerte Télam, la suerte de todos | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

El intempestivo cierre de la Agencia Nacional de Noticias es un golpe a la libertad de expresión, al federalismo y al derecho a la información del ciudadano de a pie. Botín de guerra de la batalla de ideas que lleva adelante el gobierno libertario, lo que suceda con Télam puede marcar el destino del periodismo, la comunicación y la cultura en todo el país.

Sergio Fernández Novoa *

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Cuando el lunes 4 de marzo los trabajadores de Télam llegaron a la redacción de la calle Bolívar la encontraron vallada y sitiada por la policía. Lo mismo les ocurrió a periodistas, publicitarios, reporteros gráficos y administrativos que intentaron ingresar en el edificio que está sobre la avenida Belgrano.

La imagen bien pudo ser de una de las tantas fotos que la casi octogenaria agencia de noticias registrara durante las dictaduras de Juan Carlos Onganía o de Jorge Rafael Videla. Con un agravante: quienes debían contar lo que estaba ocurriendo, la de la virtual ocupación de un medio de comunicación y su clausura de facto, eran impedidos de hacerlo.

La historia comenzó a escribirse tres días antes, durante la apertura de la sesiones ordinarias del Congreso de la Nación. Allí, el presidente Javier Milei proclamó el cierre de la agencia de noticias más importante de América Latina (y junto a la española EFE la más trascendente de habla hispana) con el único e insólito argumento de ser “una agencia de propaganda kirchnerista”.

Días después el propio presidente y sus funcionarios sumaron “fundamentos” a la decisión: que había que ocupar el edificio para evitar un enfrentamiento con “los cien barrabravas” que hay en la agencia; que “nada de lo que puede ser privado debe ser público”; que “saluden a Télam que se va” (como twiteó el vocero Manuel Adorni).

Un cóctel donde conviven los prejuicios, ya que solo desde 1983 pasaron por la dirección de la agencia funcionarios de todo el arco político; la ignorancia, dado que Télam solo puede cerrarse a través del Congreso y sus empleados gozan de los derechos que establecen la Constitución y la ley; y la crueldad, que no es otra cosa el festejo y regodeo de voceros oficiales y oficiosos, cuando 755 trabajadores y sus familias se quedan sin trabajo.

La batalla cultural

El intento de cierre de Télam, y la forma en la que el gobierno nacional busca concretarlo, pueden explicarse por el brutal ajuste fiscal que lleva adelante el programa económico implementado desde el 10 de diciembre último. Pero no exclusivamente.

A esta auténtica guerra económica el presidente ha sumado lo que él mismo denominó la “batalla cultural”, de la que Télam se convirtió, igual que el INADI, el INCAA o las universidades públicas, en símbolo y estandarte. Sobre todas ellas recae, en dosis casi perfectas, el economicismo más rancio, el desprecio por lo público y una indisimulada pedagogía de la crueldad.

Es que para Milei bajar la inflación o alcanzar el déficit cero son apenas un instrumento de su cruzada contra un “marxismo omnipresente” que, tal como señaló en Davos, incluye a socialistas, peronistas, socialdemócratas, radicales y cualquier otro que no promueva la destrucción lisa y llana del esmerilado Estado de Bienestar.

El espacio de disputa de la batalla presidencial es el Estado en general, hoy corporizado en la cultura y la educación. Tal vez por eso no debiera sorprender que la comunicación, que es pública por definición, solo sea concebida como un negocio. Ya no un bien social, un derecho humano tan imprescindible como el pan y la libertad.

Sólo desde una lógica bélica y refundacional, tanto desde lo económico como de lo cultural, puede explicarse que un medio de comunicación que dio cuenta de los hechos más trascendentes de los últimos 80 años, y cuyos trabajadores gozan del prestigio que les da el profesionalismo en el ejercicio de su labor, sea arrasado de un día para el otro.

Es que a las vallas y a la policía, a la diatriba y al insulto, la intervención designada por el Poder Ejecutivo sumó la vergonzante faja de clausura pegada sobre el Portal de Noticias y la Cablera de la Agencia, en la que se puede leer un eufemístico “Sitio en reconstrucción”.

Y como la política de tierra arrasada también opera sobre la memoria, el silenciamiento es retroactivo. Cientos de crónicas, entrevistas e informes especiales escritos y producidos por Télam han desaparecido. Buscar cualquier nota de la agencia en Internet conduce a una página en blanco con la mencionada leyenda. Incluso la noticia de su propio cierre.

Una historia y un futuro

El avance sobre la agencia por parte del actual gobierno es novedoso por su virulencia, aunque no por sus intenciones. En sus diferentes etapas históricas Télam atravesó intentos de privatización, achicamiento, liquidación y reestructuraciones varias.

Sin embargo, sobrevivió, e incluso salió fortalecida, sobre la base de cuatro pilares fundamentales: su defensa por parte de los trabajadores de prensa y del universo de la comunicación y la cultura, el federalismo, la interculturalidad y el profesionalismo de sus periodistas, fotógrafos, publicitarios y administrativos.

Télam nació bajo el nombre de Telenoticiosa Americana el 14 de abril de 1945a instancia de Juan Domingo Perón, todavía secretario de Trabajo y Previsión, para hacer frente “a la hegemonía informativa” de las agencias estadounidenses United Press International y Associated Press.

En los inicios no fue totalmente estatal sino que se conformó como una compañía mixta. Comenzó a emitir información el 12 de octubre de 1945, pero recién en 1948 pudo contar con una red nacional de corresponsalías, que hoy la distinguen como el único medio nacional con presencia en todo el país.

Con el golpe de Estado de 1955 Télam fue intervenida, muchos de sus periodistas debieron exiliarse y los militares amenazaron con desmantelarla; durante el gobierno de Frondizi fue convertida en Sociedad Anónima; con la presidencia provisional de Guido clausurada y con la dictadura de Onganía transformada en empresa estatal.

Durante la tercera presidencia de Perón su rol fue fortalecido, junto al del resto de los medios de capital nacional; con la dictadura, utilizada como órgano de propaganda, y con el retorno de la democracia sobrevivió al cierre exigido por las agencias privadas Diarios y Noticias (DyN) y Noticias Argentinas (NA).

En 1992, el entonces presidente Carlos Menem dispuso su intervención, dos años después su liquidación y en 1996 su reformulación a través del despojo de la comercialización y planificación de la publicidad oficial, medida que no llegó a aplicarse y que intentó retomar sin éxito el gobierno de Fernando de la Rúa. Durante la gestión de Eduardo Duhalde, la Agencia se convertiría en Sociedad del Estado.

Será durante los gobiernos de Néstor Kirchner (2003-2007), Cristina Fernández (2007-2015) y Alberto Fernández (2019-2023) cuando Télam gozará de períodos de mayor estabilidad e incluso de crecimiento y desarrollo de su proyecto periodístico.

Durante el segundo gobierno de Cristina Kirchner, en un contexto de fuerte reconversión de los medios en general, alcanzará su mayor desarrollo internacional, signada por una buena cantidad de corresponsalías en el exterior y las presidencias del Consejo Mundial de Agencias de Noticias y de la Unión Latinoamericana de Noticias, que también contribuyó a fundar.

El interregno de ese proceso, antesala del actual, resultó la presidencia de Mauricio Macri. Un periodo signado por el achicamiento de la empresa que tuvo en los 357 despidos de 2018 (el 40 % de la planta) su punto de inflexión, finalmente revertido por la acción gremial y judicial.

Lo que puede pasar

A poco más de tres meses de haber asumido la presidencia de la Nación, Javier Milei fue más lesivo con la agencia de noticias de bandera que cualquiera de los gobiernos anteriores que quisieron maniatarla o eliminarla. Aún sin saber qué hacer además de cerrarla, el daño es muy grande.

Después de declararla sujeta a privatización junto a otras 40 empresas públicas, eliminó la publicidad oficial, valló los edificios cercándolos con la policía y clausuró su servicio periodístico y de fotografía, tanto la cablera que alimenta a 803 medios de todo el país como el portal de noticias, que con 8.700.000 visitas mensuales estaba abierto a todos los ciudadanos.

Además, licenció a sus más de 700 trabajadores, que al momento de publicar esta nota cumplen su segunda semana de dispensa (eximición de prestar servicio con goce de haberes) y son conminados a adherir a un régimen de retiro voluntario sin saber cuál será el futuro de los puestos de trabajo que ocupaban hasta hace quince días.

Pero son esos mismos trabajadores quienes protagonizan un acampe frente a los edificios sitiados, con la solidaridad y el acompañamiento de un amplio espectro de dirigentes políticos y sindicales, de trabajadores de prensa y de la cultura, y de miles de ciudadanos de a pie que comienzan a sentir en carne propia que si Milei puede con Télam, puede con todos.



(*) Periodista. Ex Vicepresidente de Télam y ex presidente del Consejo Mundial de Agencias de Noticias y de la Unión Latinoamericana de Agencias de Noticias.
29/07/2016

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