26/11/2023

Massa-Milei: regularidades históricas

Massa-Milei: regularidades históricas | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

Milei es un excelente fusible potencial para que, a posteriori de un trabajo sucio que el establishment económico disfrutará en exclusiva, sea sustituido antes de que el incendio social lo convierta en cenizas.

Juan Chaneton *

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La democracia liberal es una maquinaria aceitada que, al tiempo que consagra y legitima a un establishment frecuentemente corrupto para gestionar los asuntos públicos, también genera la reacción vocinglera y violenta contra esa corrupción del establishment político, de modo tal que esa reacción viene a ser el anticuerpo con que la democracia pasa a defenderse de la enfermedad que ella misma produjo, como ocurre con los linfocitos CD4 en las infecciosas.

Uno tiende a pensar que desde Alfonsín a Milei algo habrá hecho mal la democracia como para que un hombre de la ralea de este sonámbulo que el "soberano" acaba de apoltronar en la Casa Rosada, se halle, a estas horas, descorchando champagne. Y tal percepción podría ser correcta, pero sería también errónea -por incompleta- si no incluyera, además, la perspectiva histórico-sociológica sobre el funcionamiento de la democracia liberal. Y esta perspectiva nos está indicando también que la actividad de los dirigentes políticos y de la cohorte de alcahuetes que siempre los rodean, se desenvuelve generando, al cabo, "regularidades" dentro de un acontecer histórico-objetivo que es ponderable y medible no digamos con la exactitud propia de las matemáticas, pero sí con la de aquella "física social" que acuñó como concepto Auguste Comte.

Weimar nos trajo a Hitler después de habernos legado para siempre a Walter Gropius, Paul Klee, Kandisnky o "nuestra" Grete Stern. En la Bauhaus todo era motivo para una fiesta pero del jolgorio disfrutaban sólo los pocos que habían trepado hasta por fin pertenecer. En vez de los dedos en V y del "vamos por todo", la boludez berlinesa de antaño consistía en el puño izquierdo cerrado y en alto, y en la declamación "la forma sigue a la función" y el que loreaba ese mantra propio de arquitectos de izquierda, sacaba chapa de vanguardia. Pero se apagaron las luces; vino la resaca y apareció el III Reich.

Regularidad histórica: el jolgorio popular es siempre un preludio durante el cual, los enemigos del pueblo "sueltan lastre" para enderezar el barco escorado a la espera de las condiciones que permitan volver a hacerse del timón y retomar el rumbo.

Mis vecinos de conventillo no hacen diferencia entre Insaurralde y Máximo. Milei, tampoco. El soberano se inclinó por Milei. El concepto de "casta" ha sido feliz en términos electorales. Si se es corrupto hay que fingir que no se lo es. Y fingir bien. Y esto vale per secula seculorumy no sólo para los reinos toscanos del siglo XV europeo. Al menos mientras el nivel cultural del populacho no mejore. Con lo de "populacho" se ofenden los que necesitan al populacho hundido en la incultura para que los voten en pos del paliativo y el mendrugo. Pero éstos no son "derechos": son mendrugos y paliativos agitados como derechos por "militantes" y repetidoras progres curtidas por periodistas a razón de jugosos emolumentos al mes, o de un cargo en la gobernación de La Plata o en su ya célebre Legislatura.

Especialistas en el arte de humillar sin que se note, le dejan a la derecha la bandera de la "prosperidad general" a modo de anhelo de la política entendida como noble actividad racional del ser humano. Uno los escucha después de la catástrofe y ni una brizna de autocrítica. A mí por qué me miran, y ni se les ocurre que algo hicieron mal durante las últimas dos décadas. Pues se trata de un país en el que se libraba una batalla cultural con la democracia liberal, y cuando eso ocurre, los “comunicadores” siempre deberían tener algo inteligente que decir. Era su parte en la batalla... A algunos, no se les caía Gramsci de la boca, y junto a la palabra “hegemonía”, ese batiburrillo mal mezclado en sus cabezas sólo les servía para mirarse en el espejo de una vanidad que, al cabo, ha resultado el fruto reseco de una mala cosecha. Con Cristina convaleciente de la tentativa de matarla, no se privaron de vacacionar, en vez de explicarnos, citando a Gramsci, qué es lo que estaba pasado en la Argentina y para dónde teníamos que agarrar.

Parlotean todo el tiempo (es decir, parlotearon todo el tiempo, desde los buenos años de CFK a la fecha), acerca de un montón de temas que parecía que les interesaban pero eran sólo embelecos fraguados en La Cámpora, pues les interesaban menos los temas de los que hablaban que un poco de abnegación altruista en el ejercicio de la política. Ejemplo: se decían devotos de Francisco, pero se hacían los zorros a la hora de mirar de frente la verdad: el Papa les propuso, más de una vez, discutir las estrategias con que el “populismo” aborda el problema de la desigualdad, que es un modo berreta y sancionado por la derrota desde tiempos inmemoriales. Tan es así, que Bergoglio, apenas asumió, le regaló a Cristina el documento de Aparecida, que fue una cumbre religiosa celebrada en San Pablo en mayo de 2007. Allí se dice que lo que hay que hacer con los pobres no es rescatarlos, ni ayudarlos, ni "sacarlos" de la pobreza, sino "aprender" de ellos. Es la posición de una derecha cristiana (Bergoglio, hay que saberlo, no es un hombre de izquierda) que no hay por qué seguir al pie de la letra, pero se puede decodificar el mensaje y quedarse, por lo menos, con eso de "aprender" de unas masas que en otras latitudes ya tuvieron dirigentes que se propusieron, con éxito, aprender de ellas. Con el documento de Aparecida, el Vaticano de Francisco salía a disputar abiertamente, en el plano ideológico, con el cristianismo de Chávez y el contenido más hondo de los procesos ecuatoriano y boliviano de entonces. El kirchnerismo vernáculo no estuvo ni con uno ni con otro hasta que desembocó en Alberto Fernández, que a la pirueta que lo depositó en el sillón presidencial la confundió con el honorable colofón de una carrera política.

Entre los clisés usados a diario por un malhadado progresismo argentino, la locución "nuestro pueblo" se lleva las palmas a la tontería humana, como si el pueblo fuera de ellos o ellos no fueran el pueblo: paternalismo, que es lo contrario de la igualdad que declaman. Y no es ninguna banalidad el lenguaje. Ya lo enseñó Karl Kraus. El lenguaje puede estar acicalando, sin que nadie se dé cuenta, las máscaras que disfrazarán el horror y que pavimentarán el camino hacia ese paisaje indescifrable pero ciertamente siniestro que contempla, enmudecido, el Angelus Novus de Paul Klee.

En los días finales de 2015, escribí un azorado papiro, y su destinatario era el colectivo kirchnerista "Carta Abierta", cuyas tertulias tenían lugar todos los lunes, en horas previas a la cena, en salones de la biblioteca nacional. Allí, le decía a su conducción, en particular, al calificado maestro y primus inter pares del colectivo, Horacio González: “El kirchnerismo, solo, no va a transformar nada más que lo que ya transformó. El problema reside en que lo avanzado hasta aquí no le cierra el camino definitivamente, a la restauración neoliberal. Y si en 2015 el candidato es Scioli ya pueden empezar a despedirse de esa juventud que se ilusionó con Néstor. Aunque, en realidad, todo fue ilusorio. No hay genuina recuperación de la política como noble dimensión del quehacer humano, como capítulo de la paideiagriega- cuando algunos kirchneristas mutan en tránsfugas miserables que comienzan a migrar en masa a las tolderías de enfrente no bien su pragmática especulación les dicta que se inició el “fin de ciclo”». (v., de mi autoría, Adagio para cuerdas, 1° ed. Bs. As., Nueva Librería, 2015, p. 197).

En suma y según el parecer que nos infunden los tozudos hechos, no se avanzó hacia donde se debía porque no está en el adn del kirchnerismo avanzar hacia ciertas metas. Y eso es lo mismo que decir que no se avanza por defecto de deseo. Y no hay deseo no sólo porque las medias tintas devienen modo de ser desde el fondo inmemorial del atavismo peronista, sino porque, además, se ha concebido a la actividad política como prebenda y no como servicio. Por eso no hay deseo de ir más allá. Nunca hay que aceptar lo que viene como prebenda. Ni el amigo, ni la cuna, ni el apellido, ni el parentesco, deberían, nunca, servir para pasar por encima del mérito del “nadie” que mira la vida, desde que nació, con la ñata pegada contra el vidrio que, desde chiquito, es la única emoción fuerte que se le plantó.

Difuminada la voluntad de sacrificio, la derrota sólo era, ya, la estación siguiente, aun cuando el sacrificio está lejos de ser un obligado imperativo kantiano que nos debería, per se, hacer virtuosos,. Pero sí ese sacrificio suele ser la cruda realidad que impone la vida y la política si lo que se está haciendo es política en serio para transformar la realidad capitalista del país en una construcción plural que contenga e impulse hacia delante aunque a nuestro alrededor muchos pierdan la cabeza y nos colmen de reproches, esto último lo puso así aquel inglés que le cantó a su imperio. Y no es necesario en absoluto fingir el sufrimiento con los dientes apretados y hacer saber a los demás que nuestra dieta cotidiana es mortadela de ayer con los bordes rancios y resecos. Pero resultaba por lo menos extraño, a partir del 2003, que la tarea de arrancarle el poder a los ricos de este país fuera un viaje de placer.

Decía en uno de sus párrafos aquella "carta abierta" (la N° 14) de los compañeros kirchneristas de la biblioteca nacional, que se luchaba contra un enemigo difuso que "va por la reconquista de sus privilegios y por la plena posesión del poder de decisión". Y agregaban que "los verdaderos diseñadores de las estrategias destituyentes, es (sic) el poder económico-mediático que va en busca de la restauración conservadora". A lo que replanteábamos nosotros: "Todo eso es cierto, pero lo que necesitamos saber es otra cosa. Lo que necesitamos saber es si el kirchnerismo se halla dispuesto a la construcción frentista, si la entiende como necesaria, si la busca y la desea y si así fuera, la concibe en igualdad de condiciones con otros invitados y con qué herramientas piensa enfrentar a los enemigos de la soberanía nacional y el socialismo en la Argentina. Porque esta Argentina será socialista o neoliberal, pero lo que nunca podrá ser es territorio apto para la recidiva de proyectos bienestaristas ya sancionados por el anacronismo y la derrota histórica" (op. cit. p 199-200).

Argentina ha elegido el camino viejo que ya la llevó al fracaso. Sin embargo, se trata de un éxito político de las élites privilegiadas del país que vegetan con ventajas desde los siglos fundacionales al amparo de una estructura económico-social primarizada que genera más y más pobreza y que las alternativas políticas bienestaristas nunca lograron corregir. Un bloque conservador se ha hecho cargo de la gestión del sistema político y sus contradicciones ya insinúan procederes y aspiraciones propias de una "casta" enzarzada en descarnadas internas de poder entre el "macrismo" y la agrupación fantasma que ha ganado las elecciones.

Lo cierto, también, es que resulta imposible ignorar que el objetivo de máxima del bloque clasista en el poder en la Argentina del siglo XXI, ha sido terminar con el kirchnerismo, tarea para la cual supo ofrecerse, generosamente, Alberto Fernández, un amigo. Y entonces, Massa puede ya retirarse tranquilo a su Rincón de Milberg a rumiar su éxito y saborear las mieles de la "misión cumplida", pues ha sido él el que ha coronado el octavo casillero: lo esencial ya está hecho y me bajo ya, antes de que finalice el escrutinio, fue el mensaje telefónico a "Javier", ahora seguí vos y dale certezas al soberano, que a mí ya me las diste: tu geopolítica es más de lo que dice mi "programa", que se agota en demonizar a Cuba y Venezuela. Vos, en cambio, presidente ya elegido, podés hacer lo que a mí me está vedado: decir de frente que vas a ser una ficha, en Sudamérica, de Israel y Estados Unidos. Y también queda a tu cargo, faltaba más, completar la tarea de terminar con el kirchnerismo... Tuvimos que elegir entre Massa y Milei. Cuando nos enfrentamos a ese dilema, ya estábamos derrotados, aunque hiciéramos como que no.

En todo caso, Milei es un excelente fusible potencial para que, a posteriori de un trabajo sucio que el establishment económico disfrutará en exclusiva, sea sustituido antes de que el incendio social lo convierta en cenizas. Una variante de este escenario puede ser también que el fracasado ex presidente se halle, a estas horas, imaginando nuevos escenarios, en los cuales la reclamante de impunidad para los genocidas, Victoria Villarruel, se salga con la suya en el punto relativo a poner en libertad a criminales de lesa para, luego, contar con unas fuerzas armadas dispuestas a matar trabajadores y estudiantes en las callecitas de Buenos Aires y del interior del país.

Macri ha vuelto en el nivel inmediato coyuntural. Pero en el nivel macro y de plazo más largo, lo que ha vuelto es el bloque burgués-financiero-rural que había cedido su turno temporalmente al peronismo expresado en el kirchnerismo. Otra regularidad. Y el colapso de los progresismos que terminan presos de sus limitaciones ideológicas y políticas, tiene extensión y dimensión continental. Otra regularidad.

En la Argentina, la oposición a la agresión social que viene a implementar la derecha, tendrá en los trabajadores organizados en la CGT su expresión de mayor espesor. Y la misma oposición pero en el plano político podría decantar en torno a líderes como Kicillof y Cristina, a eso tenderáel fundamentalismo de mercado en cierne. Pero hay que saber que el bienestarismo como objetivo estratégico ha tocado un límite, tal vez definitivo.



(*) Abogado, periodista, escritor.
29/07/2016

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