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La elección del próximo domingo afecta no sólo los intereses del pueblo argentino sino, también, a todos los de Latinoamérica. Así lo han entendido el presidente Lula Da Silva, uno de los principales voceros de la integración latinoamericana, que dio su apoyo explícito a Sergio Massa y, en las antípodas ideológicas, al defender los acuerdos de libre comercio con Europa y con Estados Unidos, el expresidente Bolsonaro, que manifestó su acuerdo con las propuestas de Javier Milei.
La integración latinoamericana
Para el ex-vicepresidente de Bolivia, Álvaro García Linera, uno de los mayores intelectuales actuales de América, la historia latinoamericana es un proceso que se da por oleadas. Él se refería, fundamentalmente, a las olas progresistas del siglo XXI, pero Carlos Ron y Fernando Vicente Prieto en el reciente libro “El Nuevo plan Cóndor” (Bs. As. 2023), extienden también la idea de oleadas al proceso de independencia que comienza a fines del siglo XVIII con las rebeliones de Tupac Amarú y de Tupac Katari, sigue en 1804 con la independencia de Haití el 25 de mayo de 1809 grito de libertad de Chuquisaca (donde tiene un papel preponderante el patriota Bernardo Monteagudo), 1810 con Caracas, Buenos Aires y México y que culminó con la independencia de gran parte de Hispanoamérica (Brasil y Cuba mucho después), lo que habla de la unicidad histórica y que se manifiesta en la necesidad de integración cultural, económica y política de nuestros países.
Los líderes de la integración fueron muchos, entre los que sobresalen San Martín y Bolívar.
San Martín, embarcado en la liberación continental, al menos en dos oportunidades se rebeló contra las órdenes de Buenos Aires de abandonar esa lucha para “bajar” y defenderla ante la situación interna que se vivía. Es que los intereses localistas, enfrentados a la visión de la Patria Grande, eran mayoritarios en Buenos Aires y se personificaban en ese momento en Rivadavia y también en el Directorio y que se mantienen fuertes aún hoy, 200 años después.
Por su parte, Bolívar, en carta a Pueyrredón escribía que: “una sola debe ser la patria de los americanos”. Dos días antes del triunfo de Sucre en Ayacucho que aseguró la independencia hispanoamericana, convocó a un congreso en Panamá (en ese momento territorio de Colombia) para tratar una confederación de estados americanos, condenar al colonialismo y exigir el fin de la esclavitud y la libertad, entre otros, de Cuba y Puerto Rico.
Juan Bautista Alberdi escribió que “la necesidad que las repúblicas de Sudamérica experimentan, con razón, desde el principio de la independencia, de buscar su unión, no es imaginaria, sino muy real y verdadera”. Y con estas palabras sintetizaba el ideal que formaron nuestras nacionalidades. Pero ellos mismos eran conscientes de las dificultades que acompañaban en la práctica la concreción de la idea. Precisamente Bolívar escribió en 1815: “No puedo persuadirme de que el Nuevo Mundo sea por el momento regido por una gran república. Es una idea grandiosa pretender formar de todo el nuevo mundo una sola nación, con un solo vínculo que ligue sus partes entre sí y con el todo. Ya que tienen un origen, una lengua, unas costumbres y una religión, deberían por consiguiente tener un solo gobierno que confederara los diferentes estados que hayan de formarse, más no es posible porque climas remotos, situaciones diversas, intereses opuestos, caracteres desemejantes dividen a la América”.
En el momento de su trágica muerte, en 1825, Bernardo Monteagudo, que había acompañado a San Martín como secretario y hombre de confianza, estaba escribiendo “Ensayo sobre la necesidad de una federación general entre los estados hispanoamericanos y el plan de organización” en el que, de acuerdo con Bolívar, proponía una alianza no muy estrecha entre los estados americanos. La creación del UNASUR es el comienzo de la concreción de la propuesta de Monteagudo y de las ideas expuestas por Bolívar y San Martín.
En el proceso de esta unión, que debe ser paulatina, con pasos lentos y seguros, se cuenta con la experiencia importante de la Unión Europea (UE). Ese proceso demuestra que la unificación política y económica debe estar acompañada de un crecimiento en la opinión pública del sentido de la solidaridad que permita lograr cohesión, lo que implica también un proceso de cambio cultural y educativo.
En el plano económico la experiencia histórica muestra lo correcto de la primera ley de Kaldor Cuanto más rápido crece la industria, más rápido crece la economía en general. Y muestra también que el desarrollo industrial requiere un mercado de tamaño adecuado; al ser de economías tardías, las industrias de Latinoamérica no pueden competir directamente en el mercado mundial y que los mercados locales son muy chicos.
El camino es la integración, pero ésta, cuando las asimetrías son grandes, favorece a las economías desarrolladas y condenan a la periferia a ser proveedoras de materias primas y mercado de la industria del centro, facilitando el apoderamiento del excedente económico por parte del mismo. La integración debe ser entre economías equiparables, como lo demostró la Unión Europea donde el comercio intraindustrial, que es el intercambio de productos del mismo sector industrial, donde cada país se especializa en partes de un producto –bajando los costos unitarios por el mayor nivel de producción- e intercambiándolo entre los distintos países, hace posible el desarrollo industrial de todos. El principal ejemplo es la industria automovilística, tanto en la Unión Europea como en el Mercosur. En los países europeos el comercio intraindustrial representa aproximadamente 70% del intercambio total.
Esto muestra lo acertado del proyecto de Bolívar y San Martín.
La integración latinoamericana tiene que superar grandes oposiciones, desde los intereses locales mezquinos a la acción de Gran Bretaña, la potencia hegemónica en el siglo XIX, que promovió la fragmentación de nuestros países, y la de Estados Unidos, cuyo proyecto ha sido la integración americana bajo sus intereses, como fue el proyecto del ALCA.
Así, en 1823 el presidente de USA James Monroe proclamó “América parta los americanos” y, más explícito aún, en 1912 el Presidente Taft declaró: "No está distante el día en que tres estrellas y tres franjas en tres puntos equidistantes delimiten nuestro territorio: una en el Polo Norte, otra en el Canal de Panamá y la tercera en el Polo Sur. El hemisferio completo de hecho será nuestro en virtud de nuestra superioridad racial, como es ya nuestro moralmente."
J. B. Alberdi escribió en “El Comercio” de Valparaiso, 1844: “Los Estados Unidos no pelean por glorias ni laurales, pelean por ventajas, buscan mercados y quieren espacio en el Sur. El principio político de los Estados Unidos es expansivo y conquistador”(citado por Felipe Pigna, “Caras y Caretas”, abril 2017).
Desde la 2° guerra mundial la CEPAL (organización de las Naciones Unidas para América Latina) ha impulsado diversos proyectos de integración (ALALC, ALADI) y prosperó el Mercosur, así como instituciones más políticas que nacieron al calor de la primera ola progresista de la que habla García Linares, con UNASUR y CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe), México, 2010.
Estamos en plena segunda ola progresista. En las elecciones del domingo 19 debemos ratificar nuestra pertenencia a la Patria Grande y votar en consecuencia.
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