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15/10/2023

Una tragedia bíblica

Una tragedia bíblica | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

“Ni electricidad, ni comida, ni agua, ni gas, todo cerrado”, dijo el ministro de Defensa israelí, Yoav Galant. “Estamos luchando contra animales y actuamos en consecuencia”, definió. Hitler decía que los judíos eran “bacterias”.

Juan Chaneton *

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El tema de coyuntura parece haberse desplazado hacia regiones más remotas y violentas. El tema ha empezado a ser Israel y Hamás, el conflicto eterno en Oriente Medio, que ha corrido a Insaurralde del lugar constante y repetido de la operaciónmediáticaque le había asignado la derecha, la televisiva y la otra.

Como Alá, en el cielo, en la tierra y en todo lugar, así aparecían y desaparecían estos mujaidines, que desde el aire y desde el mar, rompían, una y otra vez, el "escudo de acero" en la frontera de Gaza y la "cúpula de hierro" en el cielo de Eretz Israel.

A lo que parece, la ira de Jehová se ha encendido contra los hijos de Israel. Gog y Magog irrumpieron desde el norte y desde el mar, y ardieron los surcos y se secaron las simientes, las aguas del Jordán, como las de Nimrim, fueron consumidas, secóse la hierba y marchitáronse los retoños. Todo verdor ha perecido (Isaías, 15-6), y todo se ha vuelto del color de la ceniza. Y no ha sido para menos. Han querido siempre, estos hijos de Israel y de Inglaterra, que sus víctimas asumieran su tragedia como resignada aceptación de un despojo y no como obstinada rebeldía que pugna por la devolución de un suelo que, por derecho y por historia, les pertenece.

Y la astucia del Espíritu, en estos días, consiste en que Él se vale de los errores humanos para descargar su ira. Por caso y primero que nada, ese error es un fracaso del Mossad, pues el famoso espionaje israelí llegó con la fiesta ya empezada y sin noción de los preparativos, que habían comenzado mucho tiempo antes.

Leo en Josué, 24-11-13-, que las tribus de Israel recibieron de este hijo de Nun (el propio Josué) las tierras cuyos dueños eran los moradores de Jericó, allende vel Jordán, y recibieron aquellas tribus los frutos que no plantaron y las ciudades que no edificaron. Es el Libro del Antiguo Testamento el que dice eso, de modo que, a confesión de parte, no hace falta consultar a los palestinos.

El caso es que el "Estado de Israel" es un enemigo, desde hace décadas, de todos sus vecinos, sin excepción. Todos tienen no sólo algo que reclamarle sino, también, una humillación que lavar. Gaza y el Sinaí eran de Egipto, el Golán, de Siria, y la Cisjordania y una parte de Jerusalén, le pertenecían a Jordania.

Esto nos enfoca y nos enfrenta al concepto que encierra el fenómeno trágico por antonomasia del Medio Oriente: el sionismo. Saber qué cosa es el sinonismo deviene conditio sine qua non para entender todo el conflicto, el secular conflicto de raíces tan remotas como los orígenes de los pueblos que lo protagonizan. Y así, la historia nos muestra que los nazis, para legitimar su cruzada antirrusa, apelaron a la demonización de los judíos, en tanto éstos, para justificar el latrocinio en Palestina, apelaron a la leyenda bíblica de la "patria propia", a la cual dicen haber regresado.

Pero, si un argumento reclama que se lo considere como dato de la política no puede basarse en la religión. Y mucho menos en textos oscuros por antonomasia, de los cuales, su edad y su autoría viene siendo discutida desde, por lo menos, el siglo XVI.

Como dice Miguel Ibarlucía: "...El sionismo siempre negó los derechos de los palestinos en función de no ser judíos y no haber arribado -supuestamente- a un Estado propio, ya que estuvieron, primero, bajo el dominio turco y, luego, inglés. Para apoderarse de Palestina, se valieron de las armas, mediante bandas paramilitares que desplegaron toda su violencia contra la población campesina, y, una vez constituido el Estado, sometieron a los remanentes a un régimen militar por casi 20 años. Por eso -y otras razones que sería largo explicar-, (el sionismo) es un fascismo sui generis, de tipo colonial". (ver enlace)

Dice Martín Buber: "...El pueblo de Israel... era el sujeto orgánico de una misión, la que mantenía fuera de los lindes de su conciencia y de su voluntad, llevándola en su misma existencia. Es la misión en pos de la cual vino y para la que vive. Esta misión... no constituye un consuelo ilusorio... que viene a aliviar la realidad de nuestra dispersión, sino un hecho del que depende nuestra propia existencia, y esta idea constituye el cimiento de eso que nosotros denominamos sionismo..." (Buber, M.; "El hogar nacional y la política nacional en Eretz Israel"; en Sionismo y Universalidad, Textos escogidos, T. II, pp. 192-193; Bs. As., 1978, Ediciones Porteñas y Dto, de Cultura de la AMIA). Es decir -según Buber-, el cimiento del sionismo es un hecho (la posesión de un territorio) "del que depende nuestra propia existencia".

Agrega Miguel Ibarlucía: "...El sionismo es un movimiento nacionalista extremista -en rigor, es un fascismo de tipo colonial-, que se constituyó a partir de la religión con el propósito de evitar lo que ellos temían: la desaparición del judaísmo en la sociedad moderna europea. Había que sacar a los judíos de Europa antes de que se integraran del todo y crear un Estado basado en la religión. Para esto, se basaron en el mito bíblico de la Tierra Prometida a fin de movilizar a los jóvenes europeos judíos no del todo integrados a la sociedad cristiana, a migrar a Palestina y fundar un Estado para ellos”.

Ambos, el intelectual argentino y el filósofo vienés, hablan de lo mismo, pero la verdad de Ibarlucía bebe en la razón, en tanto la de Buber abreva en el mito, toda vez que -repetimos- ningún argumento que reclame carta de ciudadanía en la política, puede hacerlo con fundamento en el mito. No es serio hacer eso.

Lo que señala Ibarlucía como constitutivo del sionismo es su reacción contra el peligro de la asimilación. Para evitarla, hubieron de emigrar a un "Estado" creado artificialmente para ellos. En este punto, un dato podría enriquecer el análisis histórico . Se trata de una mirada sobre los hechos históricos que supo estar muy vigente en la interpretación del origen de esta migración masiva hacia Palestina. Veamos.

El conflicto geoestratégico por excelencia de mediados del siglo XX, a saber, la guerra fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética, es un fondo coral contra el que se recorta algo del origen del conflicto actual. Así, Menachem Begin cuenta que durante el tiempo en que estuvo internado en un campo de detención stalinista, su interrogador interpretaba el sionismo como una perversa operación de diversionismo ideológico occidental en perjuicio de la URSS, pues se habría tratado, en la voluntad y designios de los dirigentes sionistas, de quitarle a la URSS su base social juvenil en toda Europa, sustrayendo a esos jóvenes de la "perniciosa" influencia de las ideas comunistas trasladándolos masivamente a Israel, donde se les ofrecía "socialismo" envasado en los "kibutzim", al tiempo que, en la vida diaria en la sociedad, se los "reeducaba" subrepticiamente en los valores del egoísmo y el lucro propios del capitalismo.1 No parece descaminado tal análisis, sobre todo en el contexto de la época.

Pero poco importa, en todo caso, si el sionismo comenzó a existir bajo la forma de un traslado masivo a Israel para evitar la desaparición del judaísmo por asimilación, o si, en cambio, el propósito de las migraciones masivas era el antedicho de perjudicar al pujante comunismo de posguerra, privándolo de base social juvenil en Europa. En ambos casos, queda el dato duro de que se trató de una implantación de población ajena en un país que tenía dueño: Palestina.

No hay que banalizar el Holocausto. Y eso está muy bien. Pero los palestinos no quieren banalizar nada sino, sólo, que no se banalice su propio sufrimiento. En 1948 hombres, mujeres y niños palestinos, ancianos o jóvenes, debieron huir de su país porque las masacres los amenazaban. Los palestinos llamaban (llaman todavía) "Nakhba" (catástrofe) a esa tragedia que marcó su vida como Nación. Nuestra memoria no banaliza el Holocausto cuando se obstina en evocar a Auschwitz cuando decimos Nakhba. El cerebro humano todavía es una zona de libertad que funciona con autonomía respecto de la voluntad y con sujeción sólo a las dinámicas y pulsos derivados de las sinapsis neuronales. Si cada vez que decimos Holocusto se yergue en nuestra mente la Nakhba como indeseada y ominosa epifanía, en ello no debe verse ninguna banalización sino, sólo, un estímulo para investigar en la historia y saber, en realidad, qué pasó, en aquel pretérito remoto, para que nuestro presente en la región del Mediterráneo oriental sea otro mar pero de sangre, de lágrimas, de efluvios minerales marcados por la violencia y la guerra sin fin.

El pasado habla, como ocurre siempre con la disciplina histórica. Y el pasado encuentra a unos israelíes honorables y prestigiosos practicando el terrorismo puro y duro contra el ocupante inglés de unos territorios que no eran de los ingleses pero tampoco de los israelíes. Menachem Begin, que luego sería primer ministro israelí, supo luchar, armas y bombas en mano, contra el "Mandato" que la Sociedad de las Naciones le había concedido a Inglaterra para que hiciera lo que siempre hacía Inglaterra en esa época: "administrar" hasta que las circunstancias le permitieran anexionar. A Begin le parecía criminal e inaceptablemente hipócrita el comportamiento de Inglaterra en Palestina: sellar a cal y canto las fronteras del país para que ningún judío pudiera ir a guarecerse allí de la barbarie nazi. Ese es el crimen de Inglaterra, que no quería judíos allí pues Palestina habría de ser para ellos, así tenía que ser en un futuro ya cercano; para los beneméritos ingleses que, como en la India, venían a traer la civilización y las buenas costumbres a esos pueblos que Whitehall veía demasiado diferentes. Begin cuenta, incluso, que cuando Churchill tenía que recibir al Dr. Weizmann durante la guerra, lo gambeteaba todo lo que podía, y cuando no podía más, lo recibía, pero no podía mirarlo a los ojos y luego, por la noche, lo atacaba el insomnio, al bueno de sir Winston. Es que no le daba la cara para decirle a Weizmann (que le pedía que dejara entrar a Palestina al menos a los niños y sus madres), que NO; pues Churchill se negaba y el resultado fue, invariablemente, la masacre de esos niños y esas madres a manos de los nazis. Los intereses de Gran Bretaña están primero. Y de Churchill, como de Mitre, se dice, en occidente, que se trata de próceres, cada uno a su nivel. Las burguesías reconstruyen el pasado que necesitan. Los pueblos también, pero las reconstrucciones de éstos son una función de la justicia y de la paz, en tanto las otras persiguen legitimar el lucro, el beneficio, el privilegio de clase y la guerra.

Escaldado por tanta miseria moral en forma de política de Estado, Menachem Begin se asumió, de frente, como discípulo de Vladimir Jabotinski, contradictor de Teodoro Hertzl, a quien le recriminaba su pacifismo: Jabotinski impulsó, desde siempre, la lucha armada para que Israel contara, algún día, con una "patria propia". Fue el fundador del Irgún (Irgún Zvai Leumí), una organización armada, "terrorista", así anatematizada por los dirigentes ingleses de la época. No era para menos. El Irgún le daba al terrorismo que practicaba no sólo una función política, sino, sobre todo, hacía de él una herramienta eficaz en pos de sus objetivos: conquistar a Palestina para los judíos, pues esa tierra era de los judíos, así lo decía la Biblia.

Lo que ofrecía la Inglaterra del Mandato era "un hogar para los judíos EN Palestinal". Pero la fórmula -a juicio de Begin y Jabotinski- debía ser otra: "la patria palestina, DE los judíos, como hogar de los judíos, de una vez y para siempre. Aquélla y no ésta era la política del Mandato británico resumida en la "Declaración Balfour" desde los tiempos de la primera guerra mundial (noviembre de 1917).

Un conflicto con dos mil años de existencia tiene en nuestros días, algunas fechas que dan estructura al proceso histórico y facilitan su comprensión.

I.- En 1948, el primer ministro israelí David Ben-Gurión declaró la creación del Estado de Israel. No lo hizo contra la voluntad de los vencedores de la reciente guerra mundial, por supuesto, sino como fruto de un acuerdo con ellos. Pues esa Israel que nacía debía ser fortaleza "democráctica" de occidente en Medio Oriente, y hasta Stalin accedió a ello, pues era un político, no un vidente. Hubo resistencia de Palestina y una guerra perdida para ésta. Muchos miles de palestinos huyeron y buscaron refugio en zonas como Cisjordania y Gaza.

II.- Luego, se produjo en la así llamada Guerra de los Seis Días de 1967, en la que Israel derrotó a Egipto, Jordania y Siria. El Estado hebreo anexó la Franja de Gaza y la península del Sinaí (hasta entonces, de Egipto), los Altos del Golán (de Siria), Cisjordania y Jerusalén del Este (de Jordania).

III.- Al cabo de la guerra de Yom Kippur 1973, la ONU exigió a las partes palestina e israelí que iniciaran negociaciones de paz. Pero la ONU, para variar, no fue oída.

Otro año clave fue 1993, cuando se firmaron los Acuerdos de Oslo entre el líder de la Organización para la Liberación de Palestina, Yasser Arafat, y el primer ministro israelí de entonces, Yitzhak Rabin. Como consecuencia de estos acuerdos, Palestina obtuvo autonomía parcial en parte del territorio. Años después, cuando Hamas ganó las elecciones en Gaza, en 2007, las tensiones aumentaron y hubo unos cuantos conflictos armados hasta el día de hoy.

“Ni electricidad, ni comida, ni agua, ni gas, todo cerrado”, dijo el ministro de Defensa israelí, Yoav Galant. “Estamos luchando contra animales y actuamos en consecuencia”, definió. Hitler decía que los judíos eran “bacterias”. Con esta dirigencia israelí, el mundo no puede esperar nada bueno, por cierto.

El “Movimiento de Resistencia Islámica” Hamas fue fundado por el jeque Ahmed Yassin en diciembre de 1987. Al año siguiente, la organización publicó su carta constitucional, en la que llamaba a la destrucción de Israel y al establecimiento de una sociedad islámica palestina. En el plano cultural, Hamas relega a la mujer a condición servil y a los homosexuales a una vida de infierno, si no a la muerte, lo cual ha sido remarcado constantemente por los medios occidentales a sabiendas de que, para todo amante de la libertad personal tales aberraciones son innegociables y absolutamente deleznables y rechazadas, y no hay “Shariá” que valga para justificar tales extraviadas costumbres. El punto, sin embargo, es si, con el pretexto del “atraso” se puede justificar la exacción ilegal a un pueblo de su propio territorio nacional.

Unas religiones, en todo caso, deberían convencer a otras de que el amor y la igualdad son designios divinos para todos los seres humanos.

Hamas desplazó del poder en 2007 al ala “moderada” (Fatah) dirigida hoy por Mammoud Abbás, y con asiento territorial en Cisjordania bajo el nombre de “Autoridad Palestina”.

“Creo que una de las razones por las que Hamas no sólo lanzó este ataque ahora (sino que aparentemente también ordenó que fuera lo más mortífero posible) fue para desencadenar una reacción israelí exagerada, como una invasión de la Franja de Gaza, que provocaría enormes bajas civiles palestinas y de esa manera obligar a Arabia Saudita a alejarse del acuerdo mediado por Estados Unidos que ahora se está discutiendo para promover la normalización entre Riad y el Estado judío. Así como obligar a Emiratos Árabes Unidos, Bahréin y Marruecos, que formaron parte de los Acuerdos de Abraham gestionados por la administración Trump, a dar un paso atrás respecto de Israel.” Lo dice Thomas Friedman (ver enlace) y parece un constructo arbitrario y prejuiciado que rezuma lo único que puede rezumar un burócrata funcional a la Casa Blanca: desprecio a los árabes. En todo caso, se trata de un conflicto cuya complejdad y múltiples aristas que presenta, sólo dejan claro, en principio, que es tamos ante una guerra a muerte entre dos pueblos que buscan su lugar bajo el sol de un dios único que ambos dicen venerar aunque lo invoquen con diferente nombre. Con la salvedad de que Israel, hoy, está gobernada por un autócrata corrupto acusado ante la justicia de su país a la que quiere amordazar y maniatar. Netanyahu no es un hombre de la democracia. No quiere la paz con Palestina sino su destrucción, que no le es posible sin matar hasta al último palestino de Gaza y de Medio Oriente. Este es un problema para la paz que ningún medio “serio” de occidente se ocupa nunca de poner de relieve. Democracia y teocracia se hallan en tensión en en esta milenaria región cultural del mundo. Pero unos tienen razón cuando quieren recuperar su patria. Equipararlos sería creer en unos “dos demonios” que nada tienen que hacer en este conflicto, como se ha dicho con palabras originadas más en la ideología que en la honestidad intelectual.

También se ha delirado con premura algún confuso periodista latinoamericano que bien podría revistar en uno u otro de los confines de todo el espectro ideológico. Ha dicho que la lucha desencadenada ahora por Hamás es el “Nine eleven sionista”, sin reparar en que, si así fuera, ya Hamas lo habría dicho en una estentórea denuncia.

De los judíos, en fin, puedo decir lo que creo haber aprendido a lo largo de mi azorada vida: que haciendo ciencia dura han sido fructíferamente racionales, como sentimentales en exceso para hacer política.

Son universales los judíos. A veces, parecen ser el propio Espíritu del mundo. Son, por eso, raros como los griegos. Están en este párrafo de Borges, los judíos: “La Historia de la Literatura no deber ser la historia de los autores y de los accidentes de su carrera o de la carrera de sus obras, sino la Historia del Espíritu como productor o consumidor de literatura. Esa historia podría llevarse a término sin mencionar a un solo escritor...”.

El libro de Job y el Cantar de los Cantares pueden prescindir, claro es, de sus autores. Ambos textos hablan solos y por sí.

 

1 v. Menachem Begin: La Rebelión(Historia del IRGUN), Plaza & Janes editores, Barcelona, 1978, p. 28.



(*) Abogado, periodista, escritor.
29/07/2016

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