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Columnistas
08/10/2023

Lo malo de guiarse por el “sentido común”

Lo malo de guiarse por el “sentido común” | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

Debatir solo “lo que le importa a la gente”, deja afuera aquello que la percepción popular desconoce. Perón, Frondizi y Alfonsín tenían ideas propias y las volcaban en libros; hoy lo hace Cristina pero ni el kirchnerismo lo valora. Una tarea de las dirigencias populares es educar políticamente, explicar, esclarecer y orientar.

Miguel Croceri

En general las creencias que circulan entre la gente común del pueblo, y también en los discursos públicos, consideran al “sentido común” como una forma virtuosa, acertada, justa, lúcida, correcta, de entender las infinitas vicisitudes de la vida humana.

Las características y alcances de ese tipo de creencias en las sociedades del mundo, han sido puestos en observación y tomados como objeto de estudio por parte de las ciencias sociales, particularmente desde posiciones críticas al pensamiento hegemónico.

(Algunas reflexiones, que esta columna de opinión cita a modo de ejemplo, acerca de abordajes sobre el tema realizados por distintos/as autores/as, fueron escritas por el abogado, doctor en Ciencias Sociales y militante político ecuatoriano Ramón Torres Galarza, quien se desempeñó como embajador itinerante del gobierno de Rafael Correa. Es una nota introductoria de su libro “El sentido de lo común. Pensamiento latinoamericano”, publicado en 2018 por el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, Clacso. Está en la página 9 de la edición digital. Ver libro de Torres Galarza). 

La política argentina de este siglo está muy orientada por el “sentido común” construido por los poderes de facto, como son las corporaciones financieras y otras de tipo económico -las cuales definen, en el presente estricto del país, por ejemplo los precios de artículos de primera necesidad o la cotización del peso en relación con el dólar-, así como las corporaciones mediáticas y judiciales, por citar las más importantes.

Distinto era lo que ocurría al menos en la segunda mitad del siglo XX, cuando dirigentes políticos de muy diferentes orientaciones pero que llegaron a ser presidentes de la Nación, elaboraban sus propias ideas y conceptualizaciones en torno del poder, la economía, la sociedad, las relaciones exteriores, etc. etc., y las expresaban a través de discursos o libros que a lo largo del tiempo se constituyeron, a veces en gran medida y en otras con poca trascendencia, en fuentes para el conocimiento y la discusión política en la sociedad. Fue el caso de Juan Domingo Perón, Arturo Frondizi y Raúl Alfonsín.

Actualmente no queda nada de eso, salvo la obra de Cristina Fernández de Kirchner, volcada en diversos libros y también -mediante una apropiada utilización de las tecnologías de la comunicación actuales- en discursos y entrevistas accesibles a través de Internet. (Ejemplo de ello es la página web oficial de Cristina Kirchner). 

No obstante, y quizás con la única excepción de su libro “Sinceramente” publicado en plena efervescencia electoral en 2019, el resto de los trabajos escritos, audiovisuales, sonoros, etc. que reflejan el pensamiento de la actual vicepresidenta de la República, es ignorada hasta por el propio kirchnerismo.

Raramente los/las dirigentes más influyentes de ese sector reflexionan de forma pública a partir de las ideas de su conductora, y probablemente sean muy pocos/as los/las militantes que se formen como tales mediante el estudio de la obra conceptual de su líder.

Y fuera de Cristina, no hay otro caso notorio de un/una dirigente relevante que tenga la aptitud intelectual y la decisión de pensar seriamente el pasado, presente y futuro de la Nación, o que mínimamente procure hacer una contribución al respecto, por modesta que fuere.

Esa carencia de profundidad en los modos de pensar y actuar dentro de las disputas de poder frente a los intereses dominantes, determina que el conjunto de las dirigencias y militancias populares se guíen por el sentido común, en su faceta más tramposa y dañina.

¿Cuál es esa faceta tramposa? La de suponer que solo hay que hablar públicamente y debatir sobre aquello que “le importa a la gente”.

Esa concepción ordinaria y ramplona deja de lado que la mayoría de la población no tiene obligación ni formación ni tiempo suficiente para conocer los asuntos complejos y exigentes que deben abordarse en las instituciones del Estado y a través de las políticas públicas.

El trabajo formativo le corresponde a las personas que ocupan o aspiran a ocupar cargos de representación, ya sea desde las más altas funciones públicas hasta los niveles intermedios y los más próximos a las bases sociales, y también a sus expresiones comunicacionales.

Por lo tanto, las dirigencias populares y asimismo los medios y demás sistemas de comunicación -las redes y plataformas digitales- que se identifiquen con los intereses generales de la población, deben cumplir una función pedagógica, educativa, de enseñanza, de señalarle rumbos posibles a la sociedad, a la vez que interpretar sus demandas.

Lo que no está “a la vista”

La política popular -la que pretende representar los intereses del pueblo- tiene como una de sus tareas la de intentar educar cívicamente a sus compatriotas. La de promover la difusión de asuntos que involucran al destino colectivo pero que no están “a la vista” del sentido común. La de hacer públicos aquellos conocimientos que en principio no son visibles para la percepción general.

Si el discurso político popular -se remarca: aquel que se posiciona desde el lado del pueblo, o sea no cualquier discurso político sino el que desea representar los intereses de las mayorías sociales que no tienen otro poder que aquel surgido de su organización y participación política- solo va a hablar de “lo que le importa a la gente”…

Si los medios de comunicación con similar posicionamiento político-ideológico van a tratar unicamente los temas que recogen buenas mediciones de rating…

Si se cree que el “debate político” es ese formato audiovisual en el cual los/las candidatos/as participan de un espectáculo televisivo donde se imponen el palabrerío ingenioso, la impostación gestual, la estética prefabricada, los golpes de efecto, las chicanas, los eslóganes o las frases de alto impacto…

Si las críticas de las/los dirigentes de Unión por la Patria (o Frente de Todos) están dirigidas a su propio gobierno, sin mencionar a los poderes locales y extranjeros que atacan a la economía y a la sociedad argentinas...

Si la palabra “capitalismo” jamás es pronunciada en los discursos públicos y entonces se da por sentado que “el poder” lo tienen unicamente “los políticos” o “el Estado”…

Si se piensa -con pereza intelectual- que la “democracia” equivale a que haya elecciones cada dos años, en lugar de proponerla como un ideal que se debe construir en cada momento y según el contexto histórico, y que está en permanente tensión porque existen intereses y clases sociales que se oponen entre sí...

Si la discusión pública se limita solamente a aquello que la ciudadanía percibe cotidianamente, como la inflación descontrolada, el sufrimiento de hechos de violencia delictiva (la llamada “inseguridad”), problemas en los servicios educativos, etc., pero sin profundizar en sus causas...

Si nunca se le explica al pueblo, aunque sea mínima y someramente, cuáles son las grandes variables de la economía de un país, en qué consiste un PBI (Producto Bruto Interno), qué significa la deuda externa, cuánto es realmente el “costo de la política”, cómo está compuesto (a grandes rasgos) el presupuesto de la Nación, qué proporción recibe cada ministerio, etcétera...

Si jamás nadie recuerda, a los fines de educar cívicamente a la sociedad, que cuando Cristina Kirchner terminó su mandato Argentina le debía cero dólar (U$D 00,00) al FMI (Fondo Monetario Internacional), y que toda la deuda actual con esa institución es responsabilidad de Mauricio Macri...

Si tampoco se comunica a la ciudadanía de qué se trata el “gasto público”, y por esa omisión mucha gente de buena fe piensa que “gasto” es lo que el Estado gasta (perdón por la redundancia) en pagarle a “los políticos” y los empleados públicos, cuando en realidad esa es una ínfima proporción del presupuesto nacional…

Si nadie le cuenta a la población que una de las mayores erogaciones del Estado nacional es el pago de jubilaciones y pensiones, aun cuando la abrumadora mayoría de las personas que dependen del sistema jubilatorio nacional cobran cifras miserables…

Si no existe la menor voluntad de explicar públicamente la trascendencia de la política exterior del país en la vida colectiva de la Nación, y por lo tanto en la vida personal y familiar de la gente común…

Si ni siquiera se destaca el valor de la paz y la cooperación en las relaciones exteriores, y así pueden hablar impunemente los/las candidatos/as extremistas que pretender “eliminar el Mercosur” o romper relaciones con China y Brasil, o con Cuba y Venezuela, o con cualquier país gobernado por ideologías que no sean de derecha o ultraderecha...

Si, en fin, las dirigencias democráticas y populares más los espacios comunicacionales que reflejan sus posiciones, se guían solamente por el “sentido común” que está “a la vista” de la gente...

Entonces, si todo eso ocurre, después nadie tiene derecho a enojarse con las/los votantes que elijan opciones probadamente dañinas para el país, como la encabezada por la fórmula Patricia Bullrich-Luis Petri, o la opción delirante y violenta del binomio Javier Milei-Victoria Villarruel.

“El pueblo”, en su conformación colectiva -más allá de las distintas personas que lo constituyen-, no es en sí mismo un sujeto esclarecido, sabio, infalible, ajeno a los errores humanos, informado de todo, perfectamente consciente de (por ejemplo) cómo funcionan el Estado, la economía, las presiones empresariales, las relaciones internacionales, los entramados ocultos que condicionan a los poderes públicos, etc.

La función de trascender el “sentido común” -o sea aquéllo que “la gente ve” por su propia percepción-, es decir el trabajo de esclarecer, explicar, educar, conducir, orientar y señalar rumbos posibles, es responsabilidad de quienes son o aspiran a ser representantes de ese pueblo, y asimismo de los medios y demás espacios de comunicación que pretenden expresar las demandas y los derechos de la sociedad.

29/07/2016

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