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08/10/2023

Liderazgos populares

Liderazgos populares | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

El liderazgo de Cristina Fernández de Kirchner ha quedado desdibujado de cara a la sociedad si se toma como referencia el año 2011, donde obtuvo el 54% de los votos, tras haber gobernado con acciones claramente a favor de los intereses populares.

Rodolfo Canini

Los liderazgos populares son muy difíciles de reemplazar. Un ejemplo cercano ha sido el liderazgo de Inácio “Lula” Da Silva en Brasil. Cuando lo proscribieron y encarcelaron en el 2018, siendo candidato a la presidencia, con todas las encuestadoras dándolo como favorito, luego su sustituto, Fernando Hadad, resultó vencido por Jair Bolsonaro. Otro caso para analizar es el reemplazo de Rafael Correa en Ecuador. Revolución Ciudadana, espacio político que lidera desde el exilio el ex presidente, no puede asegurar el triunfo para la segunda vuelta del próximo 15 de octubre de la mano de Luisa González, ex ministra de Correa. Tampoco lo hizo con Andrés Arauz en febrero del 2021, derrotado por el banquero y actual presidente, Guillermo Laso.

Estas estrategias de ceder, traspasar o prestar legitimidad y poder a un referente institucional por parte de quien ostenta el liderazgo se ha puesto en marcha en diferentes países de Sud América para burlar las trampas y obstáculos que impone la derecha a los sectores populares, como la proscripción por law fare.

La o el líder político presta su legitimidad al referente institucional, como Cristina a Alberto, por ejemplo. Como el pueblo empodera al líder, el líder hace lo mismo con el referente institucional. Lo cierto es, en ese traspaso, como es en la física con la energía, en el recorrido se va perdiendo legitimidad y poder. Obviamente que esa legitimidad de liderazgo se presta a cambio de lealtad, no al líder como persona, sino a lo que representa. Es el Pueblo quien empodera al líder, y ese líder es quien simboliza e interpreta la lucha y logros de ese Pueblo. Queda claro, que cuando hablo de Poder, estoy haciendo referencia a una porción de él, que se materializa en las instituciones democráticas del Estado. La otra parte, siempre anida en la riqueza concentrada. De allí la correlación de fuerzas tan mentada.

Aventuro una hipótesis: el reemplazo de liderazgo se logra si se corresponde con una organización popular institucionalizada. La Revolución Cubana es una muestra de esto, a pesar del vaticinio que con la muerte de Fidel Castro fenecía la Revolución. Aunque el extinto líder cubano siga resonando en cualquier rincón del mundo y Miguel Díaz Canel, el actual presidente de la isla caribeña, sea un desconocido para las grandes mayorías, la Revolución sigue su curso. Lo mismo sucedió en la República Bolivariana de Venezuela con la designación de Nicolás Maduro como candidato a presidente, frente a la enfermedad terminal del presidente Hugo Chávez. Es obvio que el reemplazo no lo decide el líder o lideresa, al menos en soledad.

En Bolivia se pone en juego por estos días, el liderazgo político del movimiento popular. Tras el derrocamiento del Presidente Evo Morales, a través de un golpe militar sangriento, llevado a cabo por la derecha local, promocionado por organismos internacionales como la OEA y planificado desde el imperio, Jeanine Añez logró permanecer en el gobierno menos de un año (12 de noviembre de 2019 – 8 de noviembre de 2020). La derecha no cedió el espacio de poder institucional porque ya había logrado su cometido. Resultó vencida, porque existía un Pueblo organizado y concientizado.

Haciendo un alto en el relato cronológico de los acontecimientos, se puede afirmar que la oligarquía local y el imperio no le perdonaron a Evo Morales haber sacado a Bolivia de la postración y la decadencia, con logros asombrosos. En lo económico subió el PBI de 9.000 millones de dólares a 40.000; bajó la pobreza de 38% a 15%. Cuando asumió la presidencia 1 dólar valía 8 pesos bolivianos, cuando lo echaron a Evo la moneda boliviana se había apreciado y se necesitaba 6,95 pesos bolivianos para adquirir un dólar. El salario mínimo paso de 60 a 310 dólares y el desempleo se redujo a la mitad. La inflación anual fue del 4%, la más baja de América Latina. Nacionalizó todos los bienes energéticos y realizó instalaciones de gas a 891.000 familias. No le perdonaron a Evo Morales haber empoderado a los Pueblos originarios, habiendo creado mediante reforma constitucional un Estado Plurinacional. Las mujeres bolivianas también se empoderaron, logrando la Paridad de género en el Congreso. Y como broche de oro: la Unesco declaró a Bolivia “Nación libre de analfabetismo”.

El MAS (Movimiento al Socialismo) partido liderado desde sus inicios (1997) por Evo Morales, recuperó el gobierno, nuevamente ratificado por el voto popular el 18 de octubre del 2020, asumiendo el 8 de noviembre Luis Arce como presidente (proscripción de Morales por medio), quien fuera ministro de Economía del líder popular boliviano.

No fue una sorpresa, por lo menos para las y los bolivianos, que el último Congreso del MAS llevado a cabo el miércoles pasado, proclamara a Evo Morales como "candidato único" para los comicios de 2025 y expulsara de sus filas al actual mandatario Luis Arce. Las acusaciones cruzadas vienen desde hace tiempo y fueron notoriamente más visibles en el último año. Lo que ha cambiado desde las últimas elecciones hasta hoy, es que Luis Arce ya tiene peso político propio y en algunas encuestas empata a Evo Morales. Imagino yo, ésta situación ha entusiasmado a más de un funcionario de la actual administración, inflando la autoestima de Arce para asegurar la continuidad en el gobierno, en desmedro del liderazgo del primer presidente que se pareció a su Pueblo.

Si bien al actual presidente lo acusan de “traidor”, los datos de la realidad indicarían que no. Luis Arce ha creado más de 100 empresas estatales y no ha habido ni una sola privatización. Promovió que la Justicia boliviana pusiera tras las rejas a la golpista Jeanine Áñez y más recientemente a Luis Fernando Camacho, ex gobernador de Santa Cruz, también por golpista. En lo internacional siguió en el ALBA (Alianza Bolivariana para los Pueblos de América) con 6 países, entre ellos Nicaragua, Cuba y Venezuela, y presentó la solicitud formal para que Bolivia ingrese a los Brics. Es decir, no se lo podría identificar al Gobierno de Luis Arce como un gobierno de derecha, ni si quiera de centro, comparándolo con otros gobiernos de la región, y aún con los gobiernos del mismo Evo Morales. Lo que está en disputa entonces es el liderazgo del movimiento popular boliviano. Luis Arce tiene un perfil que se acerca más al de un tecnócrata que a un líder popular. A eso se le suma que no ha sido protagonista ni de las luchas sociales ni de la fundación del MAS, situación que hace recaer la confianza de los sectores militantes y populares en Evo Morales, que sí ha sido protagonista de las luchas sociales y ha fundado y liderado hasta hoy el partido político.

Evidentemente Evo Morales está convencido que la base electoral se ensancha haciendo hincapié en las convicciones y ejerciendo su liderazgo a pleno. Un proceso inverso al que se ha seguido en nuestro país en lo “nacional y popular”, tomando el camino de la construcción superestructural de frentes políticos, con cambios “moderados”, en el mejor de los casos, sin confrontar con el poder económico. El liderazgo de Cristina Fernández de Kirchner ha quedado desdibujado de cara a la sociedad si se toma como referencia el año 2011, donde obtuvo el 54% de los votos, tras haber gobernado con acciones claramente a favor de los intereses populares, y con la esperable e inevitable confrontación con los sectores históricamente privilegiados del país. Ese liderazgo no se pudo o no se quiso transferir por diversos motivos, que no es objetivo analizarlo en esta nota. Lo que queda claro, por errores u omisiones, es que hoy nos encontramos ante una encerrona electoral que políticamente dista años luz de aquella elección del 2011.

Nadie puede asegurar prosperidad eterna, pero cuando un gobierno no institucionaliza la organización popular y la defensa de los intereses del pueblo, los liderazgos se desvanecen y se agiganta la distancia con sus representados, generando individualismos a la deriva, favoreciendo claramente a los sectores dominantes.

29/07/2016

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