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08/10/2023

Obscenidades liberales

Obscenidades liberales | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

A esta altura de la farsa criolla en que ha devenido la política doméstica, el "historiador" Martín Ocampo nos viene a ilustrar acerca de una cuestión liminar, a saber, de qué color era el caballo blanco de San Martín.

Juan Chaneton *

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Un hombre que ama a los perros y otro que tiene debilidad por los gatos. Tales, las notas sobresalientes de la política nacional a esta hora en que no hay sol que nos dore la cresta ni que nos arrime un poco de calor. Más que un cisne negro, el espantoso de Lomas devino badulaque en technicolor, y el interrogante que asalta, a estas horas, a las buenas conciencias, es el siguiente: el ministro-presidente-candidato, que en el pasado tuvo que ponerse al hombro las limitaciones de unos, ¿tendrá en el presente espaldas suficientes para neutralizar las irresponsabilidades de otros? Y lo de "irresponsabilidades" es casi un tropo que nos permite eludir la indecorosa adjetivación que pugna por aflorar a favor de una razonable y justificada indignación. Pues este truhán hace cuarenta años que vive en la abundancia de la política en una geografía donde los niños de primaria ya han olvidado el sabor de la leche y los adolescentes de 14 empiezan a probar la cocaína en sustitución de una dieta crónicamente insuficiente. Es lo que ocurre en Lomas de Zamora, por caso.

Nada cambia por el hecho de que el granuja haya sido víctima de una palmaria operación de inteligencia. En el contexto de este país en guerra -o casi- es de manual no llevar a pasear a un levante de circunstancias sin pensar, primero, que alguien de "la Casa" puede venir embutido en los arrumacos que dispensa la turra de turno o que algún herido de antaño nos la tenía jurada y había que cuidarse.

Las acciones privadas de Insaurralde que de ningún modo ofendan al orden y a la moral pública ni perjudiquen a un tercero, están sólo reservadas a Dios y exentas de la autoridad de los magistrados, podrían decir Sabsay o Gargarella, evocando el artículo 19 de la Constitución Nacional. Pero no lo dicen porque la indemnidad que garantizan las cuatro paredes del domicilio particular alcanza a todo lo que no sea delito. Y el delito, aquí, no consiste -y éste es el punto- en que el tunante se patina en regocijos caros el dinero que pagan los vecinos a los que él "representa", sino que el delito estriba en que tanta dispendiosidad puede estar exhibiendo una "capacidad contributiva" de la que el Estado no se beneficia (evasión); o que esos gastos provienen de dinero emergido de alguna actividad inconfesable (lavado). Pero que el mamarracho se patine la guita en putas mientras los chicos tienen hambre, eso no es delito, porque el artículo 19 de la Constitución fija el marco general para concluir en que eso no es delito. Es una "acción privada" reservada a “Dios”. Es una obscenidad liberal, en verdad. Es lo que dijo Grindetti, pero Grindetti no lo dijo porque sea un constitucionalista de nota, sino porque sabe que sus propios están metidos hasta el cogote en el excremento que hoy ahoga a Insaurralde y salpica al “chocolate” Rigau, de modo que mejor sentar plaza de amplio y republicano, no vaya a ser que pronto vengan por mí, dicen que dice Grindetti a sus acólitos más cercanos.

La tensión entre lo privado y lo público ha sido no sólo capítulo antiguo de la filosofía política liberal sino, sobre todo, reflexión fundante de sus pretensiones de universalidad. Pues, en efecto, el liberalismo dice que viene a proteger a “la libertad” de los asedios del totalitarismo. En particular, dice que lo que ocurre en el espacio privado nunca puede ser sometido a las mismas pautas valorativas que rigen en la esfera pública, pues eso es, precisamente, lo que conduce al Estado totalitario. De este modo y según la vulgata liberal, lo actuado por Insaurralde en Marbella, no debería ser motivo de escándalo; ni, mucho menos, configuraría una falta. El breve placer de sonreír junto a las olas en compañía de una mujer atractiva no es, per se, delito. Tal, el núcleo duro y punto fuerte de la ideología liberal, que jamás ningún "intelectual" del nacionalismo popular, ni ningún historiador revisionista o "filósofo" de los que asesoran a tanto por mes, nunca pudo refutar con una reflexión a la altura de la importancia del asunto. Pues el asunto es importante: en la Argentina se libra, también, una batalla cultural.

Y el caso es que es cierto que lo privado y lo público no pueden someterse al mismo rasero axiológico. Es imperioso que haya una separación neta entre lo público y lo privado. De lo contrario, hay totalitarismo. Lo hay cuando todo, incluso la esfera privada, es campo del conflicto y la opinión pública, dice el liberalismo. Pero se trata de una falacia, y el "caso Insaurralde" lo prueba. Pues cuando al sujeto -decimos nosotros- se le reprocha disponer de una vida personal a la que él accede por el esfuerzo y el trabajo de sus "representados" -que son los que garantizan sus emolumentos-, en ese caso no se está reprochando una "actividad privada" sino una conducta esencialmente pública, que es esencialmente pública porque está henchida de politicidad, toda vez que sus efectos se derraman sobre el espacio público que habitan las víctimas de ese despilfarro. Los mariscos del yate significan una “necesidad insatisfecha” para alguien. Esto es politicidad incandescente. Esto es actividad "pública" por antonomasia.

Es saludable, entonces, separar lo público de lo privado. Pero a condición de que no se considere privado todo lo que ocurre entre las cuatro paredes del domicilio particular, sino sólo lo que no tiene efectos inmediatos y directos sobre lo público. Por caso, suicidarse es privado, y el Estado no tiene nada que ir a decir o a hacer en el caso. Así sea que el suicida quiera usar para su cometido el revólver o la cocaína. Si cualquier burócrata de un "Estado socialista" o de uno burgués, quisiera levantar un programa "moral" frente a la intransferible voluntad de ese suicida o de ese adicto con el propósito de sancionarlo, presionarlo o someterlo al escarnio público, estaríamos autorizados a decir que tal Estado es una excrecencia ilegítima y dañina que viene a privar al ser humano de nada menos que su libertad. El paternalismo estatal que pretenda venir a “cuidar” a quienes no lo piden es, a menudo, el umbral de un sendero que conduce a un orden social deleznable, por antinatural. El paternalismo, en todo caso, debería consistir en que el Estado impida que haya condiciones sociales criminogenéticas.

Cuando los políticos injurian al erario público no van presos. Ni es razonable esperar que vayan presos por eso. Pues no hay que pedirle al sistema político que funcione como el propio sistema político dice que tiene que funcionar. Lo que ha ocurrido con Insaurralde no le ha ocurrido a una abstracción llamada "la política", ni siquiera le ha ocurrido al peronismo. Este tipo de quebrantos morales constituye una forma de funcionamiento de la democracia liberal, en cuyo marco los dirigentes tienen la función de gestionar la política para, de ese modo, cuidar que se reproduzcan sin sobresaltos los privilegios de todos cuantos en una sociedad desigual gozan de esos privilegios. Al profesional de la política, los dueños de la economía le deben demasiado, a saber, que baje al barro todos los días, a hacer lo que esos dueños no saben ni quieren hacer pero que les resulta vital para seguir habitando en la punta de la pirámide, pues si no fuera porque los políticos mediatizan a la plebe y la mantienen a raya, ésta irrumpiría en el espacio público en demanda de lo apocalíptico: la igualdad social que, como dicen Walras y Hayek y repite Milei, es un robo.

El liberalismo lleva en sus entrañas -en contra de lo que comúnmente se cree- la simiente de la cizaña y es ésta la que aflora con recurrencia en prosas y discursos de candidatos y no tanto, marchitando así la dorada espiga que, en el seno de la ideología de la "libertad", coexiste con aquella mala hierba dando cuerpo a eso que hoy y en todas partes se mece cual inasible evanescencia autopercibida como alternativa a los "populismos" de toda especie, portadores éstos -lo dicen los liberales- de otra simiente, la del totalitarismo.

Pero el caso es que el liberalismo embrutece a las masas, y ello por una necesidad intrínseca, pues el liberalismo viene en pos de un fin: que las mayorías acepten, como algo natural y necesario, la libertad de muchos junto con la propiedad de pocos. Y para que ese cometido tenga éxito, es preciso manipular a todos, lo cual sólo se consigue mediante masivas operaciones comunicacionales. La única libertad que tolera el liberalismo es la que tiene lugar en un contexto de ignorancia generalizada. Alto nivel cultural y sólida formación política en las masas, resultaría un cóctel inasimilable para la libertad liberal. Por eso los liberales se muestran tan empecinados en el control de los medios de comunicación. Cultura y política devienen, así, el alfa y el omega de un futuro venturoso para los argentinos, para decirlo en el tono sanatero cuyo precursor en América fue un liberal de ley, el doctor Ricardo Balbín. Si aquellas dimensiones del quehacer espiritual (la cultura y la política) hubieran sido la esencia identitaria del gran pueblo sureño, los liberales no podrían haber sostenido en el tiempo pretensiones de gobernar, ni tampoco a sus oponentes les hubiera sido dado agotarse en impulsar aumentos de "demanda agregada" en el mercado olvidando políticas de industrialización y llamando a eso justicialismo. A un pueblo culto y con buena formación política no lo podrían gobernar ni liberales, ni socialdemócratas... ni trotskistas.

Muchas opiniones -decimos nosotros- está muy bien, salvo que alguna de esas muchas opiniones pretenda que asesinar está bien. En este caso no debería haber muchas opiniones pues a los que opinen y difundan que asesinar está bien habría que asesinarlos en sentido metafórico o en el sentido que los contextos permitan. Así también, y toda vez que los partidos políticos son formas de organización de intereses y opiniones, muchos partidos estaría muy mal si del caso fuera tener que aceptar la presencia y actividad de colectivos que opinen y difundan que a un Estado extranjero habría que permitirle la anexión de una parte del territorio nacional con el argumento de que la soberanía es irrelevante, pues lo que importa es el mercado, los fondos de inversión y la posibilidad de hacer negocios. Un partido que opinara y difundiera esto debería ser suprimido como partido y ello no sería ningún atentado contra ninguna libertad sino mero reflejo autodefensivo de una sociedad que pretende afianzar su existencia en la vida y defenderse de quienes la conducen al colapso como entidad política. La candidata que tiene problemas con la economía y con el alcohol ha propuesto precisamente eso: que Reino Unido se anexione Malvinas a cambio de un contenedor de vacunas contra el Covid 19. Como para ir de vientre, la candidata.

Este liberalismo, en fin, es venero inagotable de detritus, esto es, de patógenos en descomposición, pues los sistemas políticos y económicos (y los comunicacionales, que son su epifenómeno) también en algún momento despiden olor a podrido. Es el olor a podrido de la libertad liberal.

El caso es que la geopolítica manda. Y manda hoy, como también mandaba en aquella época en que San Martín cruzaba los Andes; así lo dice la historia, y no sólo la de Mitre, mal que le pese a Martín, el sobrino de Victoria... ¡unos infatuados sin cura estos Ocampo! A esta altura de la farsa criolla en que ha devenido la política doméstica, el "historiador" Martín Ocampo nos viene a ilustrar acerca de una cuestión liminar, a saber, de qué color era el caballo blanco de San Martín, pues el hombre está seguro de que el Libertador fungía como, poco más o menos, agente británico. Sin embargo y si de romper el monopolio comercial con España y de sacudirse su yugo político se trataba, ¿que podía hacer San Martín sino leer atentamente la geopolítica de su tiempo y construir, del mejor modo a su alcance, las alianzas internacionales que toda comunidad nacional necesita para realizar sus intereses en el contexto global? Promediando el siglo XIX, la potencia rival de España era Inglaterra. ¿Con quién se iba a aliar la naciente Argentina? ¿Con Noruega? No, seguramente. Y eso que lo de San Martín no fue ninguna alianza sino apenas, una tácita señal a los descendientes de los inquisidores Isabel y Fernando, (aquellos "católicos" que quemaban disidentes por cuenta del Vaticano) de que la gesta andina no era flor de un día, ni aventura de orates, ni empresa fácilmente neutralizable, y que la restauración en el Río de la Plata no le saldría gratis al benemérito y muy digno señor don Fernando Siete.

Con un bloque o con otro, en suma. Y la pertenencia a uno u otro no requiere de trámite de asociación ni cuota social, como con Boca o River. Es así y está en la naturaleza de las cosas. Y si no, ahí está el bueno de Alejandro Werner, ex director del FMI para el "Hemisferio Occidental", así llamada esta región del planeta pues para Estados Unidos, la Tierra es una comarca propia dividida en regiones, como si nosotros dijéramos, por ejemplo, "Cuyo", o la "Mesopotamia", o el "Alto Valle", son regiones nuestras, de nuestro propio país,... como el "hemisferio" en cuestión es de "ellos", así lo ven, y después se autoperciben como demócratas preocupados por los "derechos humanos". Ahí está Alejandro Werner que no nos deja mentir. Acaba de decir que Massa fue un "hipócrita" que le mintió al filantrópico Fondo pues luego de percibir los desembolsos de siete mil millones se largó a ayudar a los trabajadores y a los que no pueden viajar no ya a Marbella sino ni siquiera al conurbano a visitar a familiares, y que el Fondo, dijo Werner, sabía que eso podía pasar pero prefería correr el riesgo porque lo otro era la Argentina en default y, en ese estado de quebranto, el panorama era peor: que el país se alineara con otro bloque. Lo cual confirma lo que ya sabíamos: el problema de la inflación y de la pobreza, en la Argentina, no es un problema principalmente económico ni financiero (bimonetarismo) sino, en primer lugar, político: no proponerse, nunca, establecer sólidos vínculos comerciales, culturales y militares con el eje Moscú-Pekín. Pero esa es una decisión política que requiere menos clarividencia que pelotas, para decirlo en términos adaptados a la chocarrería vigente en esta campaña electoral y que ya parecen, esos términos, no escandalizar a nadie.

Cuando la Argentina se vio enfrentada al mamarracho que un incapaz de amplio espectro como Mauricio Macri le dejaba a su sucesor en la Rosada, justo en ese instante, la Argentina lo que necesitaba, como el ávido bebé reclama la teta bienechora, era un ESTADISTA a cargo de la presidencia. La historia algo tendrá que decir al respecto. También se refirió a Sergio Massa el señor Werner, expresando: "un político de esta envergadura". Realmente, Massa ha demostrado serlo, y ello contra pronósticos apresurados (incluyendo los míos) , y ya que Dios parece haberse olvidado de los argentinos, ¡Salve, Massa!, los que van a morir con Milei te saludan y en ti depositan la esperanza que nos ponga al abrigo de canallas como ese tal Krause, que supo emular la compraventa de niños que propone su desquiciado jefe, diciendo que la Gestapo conducida por alemanes fue muy eficaz matando judíos, y que si hubiera estado integrada por argentinos habrían sobrevivido casi todos esos judíos. El que dijo eso tendría que estar preso pero para la democracia liberal eso fue "libertad de expresión", sin contar con que, además, al deleznable sujeto lo defiende y justifica ese personaje de Leonardo Padura que infecta nuestra comunidad en esta malhadada hora. El que celebró la "eficiencia" de la Gestapo nazi se llama Martín Krause, y es el eventual "ministro de Educación" del hombre que ama a los perros.

De quien cabe agregar: no hay que confiarse en que, si fuera “presidente”, no va a poder cumplir sus amenazas dolarizadoras porque no hay dólares suficientes en la plaza. Pues no los hay, pero hay garantías para recibir los 60 mil millones que hacen falta. Menem-Cavallo los consiguieron vendiendo hasta a sus hijos. Privatizaron todo, es decir, entregaron un siglo de trabajo argentino objetivado en gas, telecomunicaciones, electricidad, energía, recursos naturales. De ahí provinieron los dólares para guardar en el Banco Central y poner en marcha la "convertibilidad". Ese monto en dólares atesorados por la autoridad monetaria tuvo su simétrico correlato en el circulante que había en el mercado fingiendo que un peso valía un dólar. Todo bien, hasta ahí; salvo un detalle: el valor del dólar no lo fijaba la conducción económica de la Argentina sino la de Estados Unidos, cuya Reserva Federal disponía y decidía mirando el interés nacional de Estados Unidos y no el de la Argentina. No hubo más inflación ni hubo tampoco producción nacional, pues la industria quebró masivamente. Y esos dólares que MiIei no tiene para dolarizar se llaman, ahora, "garantías" y son la Pampa Húmeda y las reservas de litio. Para impedir la traición a la patria que esa entrega significaría, habrá que caminar por la cornisa que separa lo legal de lo legítimo. De esto se trata. Pero, en todo caso, lo que propone Milei ya lo hizo Cavallo antes con la "convertibilidad".

Afortunadamente, Massa se ha puesto la adversidad al hombro y está tratando de apuntalar el edificio que la incompetencia de los otros dejó en vías de derrumbe. Todo está por ganarse, todavía.

Y todo ocurre en un país donde el discurso político ha descendido hasta niveles abisales, tal la chatura y la incultura de los protagonistas. El "debate" ocurrido en "la madre de ciudades" el domingo 1° de octubre fue la pauta de que lo mejor que podría deparar la pornopolítica nacional es el estímulo para que las fuerzas humanas no contaminadas con que todavía contamos los argentinos se dispongan a atender las indicaciones del director que acaba de diseñar un pentagrama que va más allá de la clave de Sol y nos dice a todos que ya es tiempo de crear, como crean los artistas, es decir, de componer nuevas melodías, pues entonar las mismas de siempre va siendo, de modo cada vez más evidente, o bien camino hacia el fracaso, o bien conveniencia de oportunistas que encuentran ventajas en la conservación de usos y costumbres y en la veneración interesada de ídolos que ya fueron y que lo que nunca será pasado será el propio pueblo argentino que es el único capital con que cuenta la Argentina. El que así piensa y dice es Axel Kicillof, y es a él y a Cristina (si pudieran) a quienes se ha querido manchar hoy, por elevación, con el "affaire" Insaurralde. Pues la Provincia retenida por un muy probable triunfo de Kicillof reverdecería los títulos de éste y de la conductora del ex Frente de Todos y actual Unión por la Patria al tope de una fuerza social soberanista a la que nunca pudieron exterminar pero que deberá, ella misma como fuerza social y política, reinventarse en clave geopolítica nueva y valiente si lo que se quiere es que el futuro nos alcance alguna vez. Esto es lo que, en la coyuntura, está en juego, y todo lo demás no es literatura lamentablemente, sino fuegos artificiales y diversionismo ideológico vomitado por los de siempre, ya sean liberales o ultraliberales.

En todo caso, las mismas corrientes subterráneas que recorren, secretas, las nervaduras del fracasado plan criminal contra Cristina son las que dotaron de "energía positiva" a la operación Insaurralde. El enemigo, omnipresente y multiforme, no se distrae con intrascendencias. Sabe cuál es su enemigo y hacia dónde debe apuntar siempre la mira telescópica.

Y colorín colorado, el colofón de tanto desatino no puede ser otro que ratificar tendencias en materia electoral que ya venían insinuándose. Todo es ganancia para Milei que, sin embargo, no crece y se estanca. Pero la candidata de Juntoshará mejor papel que el que muchos le auguran. Si queda tercera, será a un punto, o poco más, de Massa. Y en el balotaje habrá que prenderle velas al santo, sobre todo a los santos radicales a los que Milei les parece muy poco republicano además de un insolente para referirse a Raúl Alfonsín. Pero esto y estar a la defensiva en muy malo. Sobre todo, después de veinte años de probar con los buenos modales. A componer, se ha dicho. Ha dicho Axel, pues con entonar lo conocido, no alcanza.



(*) Abogado, periodista, escritor.
29/07/2016

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