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Columnistas
17/09/2023

Aguafuertes del Nuevo Mundo

De agujeros negros y ciencia bajo ataque

De agujeros negros y ciencia bajo ataque | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

Un estudio de Juan Maldacena -científico formado en la Universidad de Buenos Aires y en el Instituto Balseiro (Bariloche)- está entre los más citados de la historia de la física después de las teorías de Einstein, y acaba de recibir otro premio. Mientras, candidatos presidenciales amenazan a la inversión pública en educación y ciencia.

Ricardo Haye *

Caballito es un barrio porteño ubicado en el centro geográfico de la ciudad de Buenos Aires. Desde allí surgió Juan Martín Maldacena, un físico argentino del que probablemente una inmensa mayoría de nuestros compatriotas nunca escucharon hablar.

Juan estudió Ciencias Exactas en la Universidad de Buenos Aires y luego se graduó en la Licenciatura en Física del Instituto Balseiro, esa entidad académica de excelencia que funciona en el Centro Atómico Bariloche.

Desde hace más de 20 años, este científico argentino trabaja en el Instituto de Estudios Avanzados de Princeton, la antigua casa en la que Albert Einstein enseñó y murió, ubicada en el estado norteamericano de Nueva Jersey.

Es un sino que uno puede figurarse: esos más de 20 años fuera del país, coinciden con la crisis que agobió a la Argentina a comienzos de siglo.

En ese sentido, Juan Maldacena es uno entre miles de connacionales, más y menos calificados, que traspasaron las fronteras en búsqueda de mejores o tan siquiera de alguna posibilidad de desarrollo.

Y mal no le fue. Maldacena acaba de ser distinguido con el premio Yuri Milner a la Física Fundamental, que otorga tres millones de dólares a casa uno de sus receptores.

Ese galardón tiene algunas particularidades. Fue creado por un multimillonario ruso que abandonó la física en 1989 y se dedicó a invertir en compañías como Facebook y Groupon. El hombre se hizo rico y resolvió que una parte de sus ganancias debían volver a la ciencia que lo formó.

Algunos han comparado la recompensa que ofrece este lauro con el Premio Nobel. Sin embargo, hay algunas diferencias. Una es que mientras la distinción escandinava otorga apenas un millón doscientos mil dólares, esta que obtuvo Juan entrega más del doble. La otra divergencia es que el Nobel es concedido a científicos cuyas ideas ya han sido verificadas o probadas, y el que ofrece Milner está dirigido a quienes aún no alcanzaron esa comprobación. El propio Milner le ha dicho al New York Times que “a veces una idea nueva y radical realmente merece un reconocimiento inmediato, ya que amplía nuestra comprensión de, por lo menos, lo que es posible”.

Juan Martín Maldacena y Stephen Hawking.

 

Pese a que es infinitamente menos popular que Lionel Messi o muchas figuras farandulescas, Juan Maldacena tiene una enorme consideración en los círculos en los que se mueve.

Su reputación se debe a que hace más de una década produjo un documento que se conoce como la Conjetura de Maldacena. Ese trabajo alcanzó un número de menciones tan alto que lo ubicaron en el segundo lugar entre los textos más citados de la historia de la física después de la teoría de la relatividad. Su autor advirtió que los postulados de Einstein fallaban en algunas regiones y se permitió corregirlo: "Cuando se produce un agujero negro, el espacio-tiempo colapsa dentro, se produce una especie de lo opuesto al Big Bang, un big crash, donde se comprime todo. Ahí, en esa región del tiempo, la teoría de Einstein no es válida, predice resultados que no tienen sentido", señaló.

Juan logró unificar teorías que parecían irreconciliables, como la de la mecánica cuántica con la de la relatividad de Einstein, y eso le permitió formular una nueva explicación acerca de cómo está formado y cómo funciona el universo.

A fin de que quienes no pertenecemos al núcleo de especialistas en el campo de la física logremos comprender algo del trabajo de Maldacena, puede decirse que describe el funcionamiento de objetos tan grandes como estrellas, galaxias o el propio universo, en forma asociada con la teoría de la mecánica cuántica, que analiza el comportamiento de los mundos infinitesimales, como los electrones o los Quarks.

Para aquellos lectores de esta Aguafuerte que posean elementos de comprensión suficientes, los estudios de Maldacena se refieren a la dualidad calibre/gravedad, relacionando la física gravitacional en un espacio-tiempo y la teoría cuántica de campos en el límite del espacio-tiempo. Esta correspondencia demuestra que los agujeros negros y la mecánica cuántica son compatibles, resolviendo la paradoja de la información acerca de esa porción incógnita del cosmos. También proporciona una herramienta útil para el estudio de sistemas cuánticos fuertemente acoplados, brindando información sobre una variedad de problemas que van desde la materia nuclear a alta temperatura hasta los superconductores de alta temperatura.

Pero lo que en esta coyuntura resulta más significativo entender es que Juan es un típico exponente del proceso de movilidad social ascendente que la Argentina vivió, sobre todo, a partir de la segunda mitad del siglo XX y que su formación la proveyó el sistema público de educación de nuestro país.

Tampoco es un espécimen único en su tipo. La Argentina tiene cinco premios Nobel y todos ellos surgieron de la Universidad Pública. A ese grupo selecto se agrega ahora este hombre, que podría ser el último de nuestros ciudadanos en recoger un reconocimiento equivalente si llegaran a concretarse las amenazas que se ciernen sobre un sistema que nos ha dado prestigio y sin el cual ningún desarrollo futuro es viable.

Las promesas de cerrar el CONICET y eliminar el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación surgidas de un sector de la dirigencia política, van en línea con el cercenamiento y la asfixia presupuestaria a la Educación con la que amagan otros. Ya lo hicieron antes, de modo que no hay razones para creer que no van a volver a intentarlo.

Mencionamos unos pocos datos a modo de antecedentes: en su proyecto de presupuesto para 2017, el gobierno de Cambiemos recortó 1,2 puntos la asignación para ciencia y técnica, y durante toda la administración macrista los fondos destinados a la educación disminuyeron un 35%.

Unos años antes, mientras Fernando de la Rúa presidía el gobierno de la Alianza, se puso en marcha una fuerte reducción de las cuentas fiscales, con bajas de salarios y jubilaciones, despidos de empleados públicos y recortes presupuestarios en salud, educación y asistencia social. El responsable de Economía en ese momento era Ricardo López Murphy. La respuesta callejera fue contundente y el ministro apenas duró quince días en el cargo. Desde entonces, algunas crónicas periodísticas lo llaman “López Murphy, el breve”.

Yuri Milner.

 

Mientras tanto, el otro protagonista de esta historia sobre la valoración de la ciencia es Yuri Milner. Este potentado ruso que concede el premio, es un capitalista de riesgo que financia negocios con potencial de desarrollo. Nada está más lejos de muchos políticos y empresarios argentinos que se ufanan de su apego al mercado y defienden ardorosamente el capitalismo. Ellos acostumbran apostar a lo seguro, jamás invertirán en agregar valor a las materias que produce nuestra economía primaria. Se llenan la boca y les brillan los ojos frente a propuestas anti estatistas como las que hoy se florean en una buena parte del escenario partidario, pero son profundamente incapaces de apreciar los beneficios que reporta la actuación reguladora del Estado. Son individualistas feroces y últimamente se permiten proclamarlo a los cuatro vientos. Para todo lo que no sean ellos mismos y sus intereses rige un “quemeimportismo” despiadado. En buen lunfardo, cualquiera de ellos diría “me ne frega”. En cambio Milner, cuando le preguntan si los premios buscan compensar su alejamiento de la física, no tiene inconvenientes en reconocer que "definitivamente hay un elemento de eso. Es difícil de negar".

A Juan Maldacena la noticia de que había ganado el premio lo alcanzó en Buenos Aires, mientras impartía un curso como docente visitante de la universidad en la que inició su carrera. Una página de la Facultad de Ciencias Exactas le realizó una entrevista en la que su interlocutor le dice: “Me imagino que un premio así te otorga la gran tranquilidad de saber que vas a poder dedicarte a hacer lo que te gusta”. El científico reconoce que es cierto, pero agrega: “De todas maneras, ya tenía una gran tranquilidad trabajando en el Instituto (en Princeton)”.

Huelga señalar el abismo que separa esa experiencia suya con la de sus colegas que se desempeñan en nuestro país.

Pocas semanas después de estos acontecimientos, el decano de la Facultad que lo invitó a regresar temporalmente a Buenos Aires se vio obligado a emitir un documento en defensa de la actividad que los claustros universitarios llevan adelante y que los adalides del ataque al Estado tienen en la mira.

El funcionario académico reivindicó el papel de la investigación, como pilar clave para llevar conocimiento a las aulas. Desfinanciarla significaría un golpe mortal al proyecto de desarrollo para Argentina. Su nota advierte que “ningún país del mundo ha logrado su desarrollo productivo sin una gran inversión pública en Ciencia y Tecnología”, y a renglón seguido reitera: “Ninguno”.

Como concluye el texto del decano, “el camino es con más inversión y más compromiso del Estado para el sostenimiento del sector, y no en el sentido inverso”.

Sería deseable que lo entendiesen los candidatos que hoy pugnan por la presidencia pero, mucho más aún, que se haga carne en la ciudadanía que elige entre ellos.



(*) Docente e investigador del Instituto Universitario Patagónico de las Artes.
29/07/2016

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