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Columnistas
17/09/2023

La decadencia argentina

La decadencia argentina | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

Es preciso dar una batalla cultural para superar ese escepticismo nihilista que nos lleva a decir “este país”; en su lugar, debemos percibir que estamos en un buen país, “nuestro país”, con alto desarrollo humano y en condiciones de mejorar aplicando las políticas adecuadas.

Humberto Zambon

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El discurso neoliberal en nuestro país se basa en dos mitos íntimamente unidos: 1) el que existió una época pasada de crecimiento y riqueza interrumpida por la llegada en 1946 del populismo peronista y 2) que el populismo generó decadencia y la frustración actual como país.

El primero es similar al mito de la “edad de oro” del pasado, uno de los mitos más antiguos y populares en distintas culturas (el profesor Giorgio de Santillana lo encontró en 30 culturas antiguas). Es una edad en la que no se conocía la enfermedad, ni la vejez, ni la guerra; los bienes eran tan abundantes que nadie necesita trabajar para lograrlos y, por lo tanto, no se conocía la propiedad privada ni los conflictos. El mito está presente en las Vedas de la antigua India, en el griego Hesíodo y en el latino Ovidio; en la tradición judía y de allí pasó al cristianismo, donde es el orden natural hasta el pecado original.

Como los mitos son creaciones masculinas, la responsabilidad de la pérdida de la edad de oro recae en la mujer: para la mitología griega en Pandora, regalo que Zeus le manda a los hombres, que se habían apoderado del fuego, don exclusivo de los dioses, con una caja que encerraba todos los males de la humanidad. En el mito judeo-cristiano también es una mujer, Eva, que tentó al hombre con el fruto prohibido. Y también se llamaba Eva la culpable según el mito neoliberal: así, se puede leer en La Nación (1-8-22, artículo firmado por Loria Zanatta): “Creo que en Eva y en el evitismo están las raíces culturales más profundas de la decadencia argentina. Incluso más que en Perón (…)”.

¿Cuándo se inicia la supuesta decadencia? La respuesta neoliberal es, en general, 1946, con el comienzo del peronismo. Así lo sostiene, por ejemplo, Emilio Ocampo: "La decadencia económica argentina a partir de 1946 es un hecho histórico innegable y casi único en la historia del mundo moderno”. Una excepción es el artículo “Auge y decadencia argentina” de José Luis Espert y Ramiro Castiñeira (Infobae, 11-7-22) que fechan el inicio en 1930, con el abandono de libre cambio. Hay que recordar que fue la época del auge conservador después del golpe de Uriburu contra Yrigoyen; la época conocida como la “década infame” y del “fraude patriótico”, obligados al proteccionismo por el cierre mundial de fronteras luego de la crisis de Wall Street de 1929 primero y de la segunda guerra después. Según Espert y Castiñeira, “En definitiva,Argentina se hizo grande exportando e inició su colapsó cuando se alejó del comercio exterior. Su decadencia arrancó cuando hizo carne el “vivir con lo nuestro”, el “Estado presente” y coquetear con el ’Che’”.

Como sostuvo Aldo Ferrer en 1985, con este mensaje la ortodoxia dice: “exportemos productos primarios y restablezcamos las bases tradicionales del crecimiento imperante hasta la crisis del treinta. Con esa propuesta, a la Argentina le sobran 2 millones de kilómetros cuadrados y 20 millones de habitantes.”

Los números de la decadencia. A pesar de que existen buenas estadísticas disponibles, en general no dan números, sino que repiten el concepto como un mantra. Roberto Cachanosky (Infobae, 13-8-23) justifica sus dichos comparando nuestro país con Australia y Canadá, cuyas economías son competitivas de la Argentina y que después de la guerra crecieron a una tasa mayor que la nuestra; lo que no dice es que el principal destino de las exportaciones argentinas era Gran Bretaña y que a partir de 1950 ésta privilegió el comercio con los países del “Commonwealth”, lo que desplazó a Argentina en ese importante mercado. El culpable es el peronismo y no la política imperial inglesa que impulsó el crecimiento de sus excolonias.

Las etapas de la economía argentina.Para analizar este mito podemos usar la siguiente periodización:

1)1900-1929. Libre cambio hasta la crisis de 1929 y luego la guerra

2)1930-1945 Gobiernos conservadores con proteccionismo obligado; finaliza cuando irrumpe el peronismo.

3)1946-1975. A pesar de las profundas diferencias políticas de los gobiernos que se sucedieron en este período, la política económica no tuvo profundos cambios, ni siquiera en los años que 1955-1958, y luego se sucedieron el desarrollismo, el gobierno de Illia, el neodesarrollismo de Krieger Vasena con Onganía y de nuevo el peronismo.

4)1976-2001. El período neoliberal impuesto por Videla-Martínez de Hoz, que no se pudo cambiar a pesar del esfuerzo de Alfonsín y su ministro Grinspun al comienzo de su gobierno, seguido por la experiencia de Menem-Cavallo y de la Alianza.

5)2002-2015. Vuelta del estatismo, al principio por necesidad, por la crisis heredada del 2001, y luego por el “populismo” kirchnerista.

6)2016-2019. Nueva experiencia neoliberal.

Los resultados obtenidos son los siguientes: Tasa anual promedio del crecimiento del PBI por habitante:

1)1900-1929: 1,7%.

2)1930-1945: 0,4%

3)1946-1975: 2,2%

4)1976-2001: 1,1%

5)2002-2015: 3,8%

6)2015-2019: -2,2%

La conclusión es evidente: durante los períodos “populistas” hubo claramente una mejor “performance” económica que bajo el liberalismo económico. Inclusive, 1900-1929 con 1,7% anual es inferior al de 1946-1975 (2,2%). El mejor resultado es el del 2002-2015, a pesar de la crisis financiera del 2008-09, para algunos equiparable a la del 1929.

Origen del mito neoliberal: En el período 1900-1945 el PBI argentino creció a una tasa promedio del 3,7% anual, pero esa tasa esconde fuertes oscilaciones debido a la alta dependencia de la economía argentina respecto a sus exportaciones, que variaban según los ciclos económicos y políticos del centro; además, en ese período la población creció a una tasa del 2,6% anual, por lo que el crecimiento por habitante fue de un módico 1,1% anual (1,7% si se toma 1900-1929), con una alta concentración del ingreso en manos de los terratenientes de la pampa húmeda, esos que pasaban muy pocos meses en Buenos Aires, el verano en la estancia y el invierno paseando por Europa y gastando a menos llenas el dinero que recibían sin trabajar (“tirando manteca al techo”) y que dio lugar al mito de la “riqueza argentina”, mientras que para el grueso de la población nada cambiaba.

Tampoco es verdad que desde 1946 la política económica estuviera dominada por el “populismo”: en 1976, se instauró en Argentina una de las primeras experiencias neoliberales del mundo, con Videla-Martínez de Hoz y que terminó con la crisis de la deuda externa y de toda la economía, de forma que en los hechos (y con amenazas de golpe militar) condicionaron los 6 años de Alfonsín. Hasta que en 1989 en que comenzó la experiencia de Menem y Cavallo de la “convertibilidad” y que terminó con la crisis del 2001. Luego de la crisis vinieron, entre 2003 y 2015, los gobiernos kirchneristas; entre 2015 y 2018 se produjo la vuelta neoliberal con Macri y, desde el 2019, el gobierno actual, que soportó la epidemia del Covid que generó un retroceso económico en todo el mundo. En resumen, 44 años de lo que el neoliberalismo llama “populismo” (tasa global de crecimiento del producto por habitante del 2.7% anual) y 29 años de “no-populismo”, incluyendo las tres experiencias neoliberales (crecimiento del 0,64).

Es decir, el mito de la Argentina próspera hasta 1946, que con la llegada del populismo al poder entró en decadencia, no tiene ningún asidero histórico; en última instancia, si hubiera decadencia sería una responsabilidad compartida, ya que en el período estuvieron las tres experiencias neoliberales, que terminaron del mismo modo: destrucción de la industria y del trabajo nacional por la apertura al comercio mundial, aumento explosivo de la deuda externa, fuga de capitales e inflación y crisis con aumento de la desocupación y la pobreza.

Por el contrario, los hechos parecieran dar razón a una tesis opuesta a la liberal: el desarrollo económico que implica la industrialización del país no pudo madurar por las continuas interrupciones del proceso (tanto por vía militar en 1976, como electoral en 1989 y en el 2015) con políticas liberales que se aplicaron y fracasaron, pero que interrumpieron e hicieron retroceder en el proceso de industrialización. Si hubiera frustración argentina, se debería al hecho de haber quedado a medio camino su desarrollo industrial; cual moderno Sísifo (aquel que, según la mitología griega, fue condenado a empujar cuesta arriba por una montaña una piedra que, al llegar a la cima, volvía a rodar hacia abajo, repitiéndose una y otra vez el proceso), Argentina pareciera condenada a reiniciar una y otra vez su proceso de modernización industrial.

La situación actual. Nuestro país presenta inequidades en la distribución del ingreso, con nivel de salarios reales bajos, altos índices de pobreza y de trabajo informal. Pero, por otro lado, formamos parte del G-20 y, según el índice de desarrollo humano de las Naciones Unidas, somos un país de “desarrollo muy alto” (índice que toma en cuenta el ingreso por habitante, la educación y la salud, mayor a 0,8) ya que el índice es de 0,842 que nos ubica:

1) En el puesto 47 entre los 191 países del mundo;

2) Segundos en América Latina (después de Chile, con 0.855);

3) Mayor desarrollo humano que los 5 países que conformanactualmente los BRICS: Rusia (0,822), China (0.768), Brasil (0.754), Sudáfrica (0.713), e India (0.642)

Ocurre que, como el resto del mundo, estamos viviendo tiempos difíciles. Según el informe de la ONU del año 2022. “muchas personas, especialmente los jóvenes, se sienten frustrados por sus líderes políticos. La sospecha ganó la batalla a la confianza. En todo el mundo, menos del 30% de las personas creen que se puede confiar en los demás, lo que representa la tasa más baja de la historia”.

Es preciso dar una batalla cultural para superar ese escepticismo nihilista (con sabor a tango) que nos lleva a decir “este país” (en general acompañado de la descripción del material del que hipotéticamente estaría hecho); en su lugar, debemos percibir que estamos en un buen país, “nuestro país”, con alto desarrollo humano y en condiciones de mejorar sensiblemente aplicando las políticas adecuadas.

29/07/2016

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