Columnistas
06/08/2023

A propósito de la contradicción

A propósito de la contradicción | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

Lo que debería dividir aguas no es de dónde obtenemos y en qué condiciones accedemos a un préstamo, sino qué actitud tenemos frente a la industrialización de la Argentina como proyecto de país. Eso es lo que indica quién es soberano y quién no lo es.

Juan Chaneton *

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Al bienestarismo de hoy en día le resulta difícil no fracasar porque está preso del sistema político. Éste dice de sí mismo garantizar pluralidad de voces, lo cual es, en apariencia, algo bueno, aun cuando sea cierto a medias. Pero la verdad de las cosas va por otro lado, pues lo que tal sistema político está llamado a generar no es la libre expresión de todos, sino que haya aunque sea una sola voz que se exprese diciendo: el dinero de mis impuestos se usa para mantener a los que no trabajan porque éstos son la clientela electoral de los corruptos. Es un tiro al corazón de un bienestarismo que no cuenta con ninguna artillería comunicativa que le permita empardar el lance. Con que haya un solo imbécil que diga aquéllo, el reguero de pólvora está garantizado y esa estupidez disfrazada de opinión se reproducirá como menta en la humedad. El monopolio mediático garantiza que así sea. Unos actores son funcionales a otros y todos se potencian entre sí. Estos actores son corporaciones (políticas, mediáticas, empresariales, académicas) y todos ellos, en dulce montón, dan cuerpo a lo que unos profesores llaman funcionalismo sistémico y unos sinvergüenzas denominan "democracia".

Así las cosas, hubiera sido mejor que Alberto Fernández se propusiera terminar con 40 años de inflación y no con 20 de kirchnerismo. Sobre todo, hubiera sido más ético, más moral y más exitoso en términos de rédito político.

Educado en una escuela en la que, al parecer, no mirar nunca a los ojos es un insumo de la política práctica, este desangelado presidente se irá en octubre y es de esperar que se vaya para no volver, ni siquiera a la circunscripción capitalina, que fue la que lo arropó y aupó a la cresta de la ola por necesidades prácticas insoslayables, que son las que tienen cara de hereje, según tiene dicho la sabiduría popular.

El peronismo guarda el secreto de su subsistencia en el hecho puro y duro de que su signo fue el bienestarismo y éste es la forma en que la socialdemocracia triunfante en la posguerra europea se manifestó en esta periferia sureña. Que el peronismo sea la forma criolla de la socialdemocracia es una afirmación que podrá escandalizar a Guillermo Moreno, pero eso, a esta altura de la soirée, tiene la misma relevancia que si el escandalizado fuera Luis D' Elía.

Por eso fracasan los que quieren terminar con el peronismo: sería como terminar con la socialdemocracia y éstas, al parecer, disponen de un futuro saludable. Hasta Pedro Sánchez puede, todavía, reverdecer laureles inspirado en resignados fundadores como Bernstein y Kautsky. Pues la socialdemocracia no deja de ser una forma de la resignación.

Cuando el bienestarismo triunfaba en el mundo, había otro sistema político. Y había otro sistema político porque el capitalismo era otro. En la posguerra, había que reconstruir, y las herramientas con que se contaba para tal cometido eran el comercio y las inversiones en viviendas, ropa, alimentos y energía y todos eran bienvenidos a la magna obra en cierne. Y que todos eran bienvenidos significaba que la libre competencia plural devenía modo de manifestarse de un mercado que aún estaba parcelado en agregados nacionales y no era global como ahora.

En vez del FMI había Estados nacionales y, sobre todo, un gran Estado nacional muy ganancioso en una guerra que había causado la miseria de muchos. Y ese gran Estado nacional era el que prestaba dinero, como ahora lo hacen los organismos de crédito. Y las "condicionalidades" que exigía ese "gran hermano" prestamista, eran menos de tipo económico-financiero que ideológicas. Y así, sólo le pidió, a Europa, que, a cambio de las millonarias fortunas del "plan Marshall", el viejo continente, ahora devastado, sólo se comprometiera a luchar intensamente contra el comunismo; si era necesario, fundando un nuevo partido "cristiano" para que las masas siguieran adorando a Jesús de Nazareth y no se les ocurriera cambiar por Marx o Lenín su objeto de veneración. Nació así, en Italia, la "democracia cristiana", un partido "clasista y combativo", pues no tuvo dudas a la hora de defender los intereses de la burguesía italiana con negocios centrales en la banca y la industria automotriz, cosa que hizo sin hesitaciones, eligiendo, también, métodos de combate: organizar bandas operativas violentas para eliminar a sus propios dirigentes si éstos mostraban inclinación al diálogo con el otro gran partido político italiano del momento: el Comunista. Las "Brigadas Rojas" conducidas desde las sombras por el democristiano Giulio Andreotti ejecutaron al democristiano Aldo Moro, partidario de -si los comunistas ganaban las elecciones- entregarles el gobierno por el período que marca la Constitución. Había de todo en aquella democracia cristiana italiana, no sólo corruptos teledirigidos desde Washington. Incluso había liberales genuinos y de buena leche, como Romano Prodi, que en los primeros años '2000 ya era presidente de la Comisión Europea.

En cuanto a los peronistas que miran las cosas del peronismo y del país con mirada que nunca va más allá de un pragmatismo intenso, dicen que Grabois tiene que existir en el peronismo porque "alguien se tiene que ocupar de los pobres en el peronismo". De modo que esa es la función que alucinan para Grabois los peronistas conservadores, es decir, quieren que el dirigente popular sea una función de su ideología conservadora dentro del peronismo. Pero, a lo que parece, Grabois no tiene ninguna vocación por ser funcional a os conservadores que se escudan en el peronismo para que nada cambie en la Argentina.

Grabois tiene que saber -y seguramente lo sabe- que en el peronismo hay que hacer buena letra. Y buena letra en el peronismo significa que, para estar dentro del peronismo y para que a alguien lo consideren peronista, ese alguien tiene que renunciar a constituirse en partido nuevo y de izquierda fuera del peronismo y, por ende, aceptar que se forma parte de algo grande, y aceptar también que eso grande es algo "policlasista" cuyo máximo desiderátum es ganar elecciones dentro del sistema político. Si no se acepta eso, más vale irse del peronismo porque si no, en algún recodo del camino estarían aguardando grandes frustraciones.

El caso es que los pobres de este mundo están obligados a pensar en términos estratégicos, pues lo táctico sólo les depara arena entre los dedos. Sólo en el largo plazo les aguardan las soluciones que los pongan, para siempre, al abrigo de frustraciones recurrentes. Esto es lo que, una y otra vez, parece decir Grabois y tiene escrito Grabois.

Por eso, es un error criticar a Grabois con los argumentos de Amado Boudou y también es un error echar a Boudou de Soberanoscon el argumento de que Boudou legitima el vínculo con el Fondo que despliega Massa. No es un buen argumento. Porque no es a partir de la actitud frente al Fondo que se decanta, en la Argentina, la chapa de soberanista o entreguista, ni vicios y virtudes de los protagonistas; ni la verdad o falsedad de sus enunciados; ni la calidad de hijo o entenado. Si así no fuera, estaríamos discutiendo con un guion escrito por Mauricio Macri que, de ese modo, nos impondría su agenda, pues, al fin y al cabo, discutir sobre el Fondo es discutir sobre políticas de Mauricio Macri: fue él quien perpetró el delito; y hoy el Fondo está aquí como consecuencia de su desastrosa gestión presidencial, y nos estamos peleando entre nosotros por un acto miserable cuyo autor es Mauricio Macri.

Entonces, lo que debería dividir aguas no es de dónde obtenemos y en qué condiciones accedemos a un préstamo, sino qué actitud tenemos frente a la industrialización de la Argentina como proyecto de país. Eso es lo que indica quién es soberanoy quién no lo es. Así, el que pretendiera que sigamos uncidos al dogal de país rural vendedor de producción primaria, ese sería el enemigo y a ese sí habría que expulsarlo de los lugares donde se da cita la gente honrada, pues ese mismo y no otro es el que trabaja aquí para unos intereses que son de allá, y no nuestros. Es un lujo inaudito permitirse prescindir de ciertos compañeros; y mucho más lo es cuando lo hacemos en circunstancias que no son óptimas para la cosmovisión soberanista.

Al fin y al cabo, Néstor pagó y Cristina dijo y dice que hay que pagar. YSoberanos, nada dijo ni dice sobre Néstor y Cristina. El hecho de que la deuda actual sea la consecuencia de un delito perpetrado por la banda Macri-Lagarde-Trump, no cambia las cosas. Soberanos debería saber que a las contradicciones se las procesa, y eliminar a uno de los términos de la ecuación no es procesar sino confesar que se fracasó. Néstor también le pagó al Fondo; y Cristina dijo en Cannes, en 2011, que ella estaba a favor de un "capitalismo en serio" (alusión al capitalismo productivo por oposición a la timba financiera); y Alberto, al fin y al cabo, fue el que nos metió de cabeza en el pozo ciego en el que hoy estamos con el Fondo; y Soberanos no lo crucificó por eso.

Pero una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa, como supo enseñar el maestro Perogrullo. La "economía popular" no está pensada -como erróneamente dice Boudou- como una "economía paralela", ni como un estado de cosas ideal que habría que potenciar y consolidar de cara al futuro. No es ningún objetivo estratégico, según se infiere de textos escritos y no escritos de Juan Grabois. Es, más bien, -si no nos equivocamos en esta inferencia- un intento de organizar, en el teatro de la guerra, a las poblaciones periféricas de las periferias globales a quienes, en el ámbito académico, se denomina "los más vulnerables" y que quien conoce muy bien la tierra baldía de esas periferias, describe de otro modo: "La edad de los ocupantes orillaba los treinta años y ninguno sentía el más mínimo respeto por la ley, la autoridad y el Estado... El Estado era un patrullero y pasaba sólo cada tanto, a levantar la coima de los transas o verduguear a los pibes...". (Juan Grabois: La clase peligrosa;subt. Retratos de la Argentina oculta; Bs. As., Planeta, 1° ed. 2018, p 18).

Y Grabois, que sí sabe de qué habla cuando habla de "economía popular", agrega: "Los hechos tienen una materialidad superior a los derechos. Para los desposeídos, la única forma de obtención de los llamados derechos reales, de algo parecido a un patrimonio, es la acción directa, de facto, que si es victoriosa y se consolida, sólo adquiere cierta legalidad mediante el transcurso del tiempo" (Ibíd:, p 19).

Hay contradicciones, sin embargo, en el pensamiento de Grabois. Y creo que es eso lo que le confiere una fecundidad inusual a ese pensamiento. Por caso, él celebra la reflexión de un "querido amigo" que una vez le dijo: "...no existe el dolor universal sino el de cada persona, el de cada día y hora..." (Ib. p 13). Pese a lo cual, un poco más avanzado el texto, dice, después de describir el dolor y el sufrimiento generalizados en algún suburbio matancero: "Nada de esto es muy distinto a lo que sucede en los cientos de miles de asentamientos del mundo donde reside un tercio de la población humana" (p. 19). Pues un tercio de la población del planeta viviendo en condiciones de miseria y dolor cotidianos, parece ser un "universo" que, en tanto tal, no puede liberarse de su yugo "personal" sin hacerlo, simultáneamente, con el yugo de todos en todos los lugares de Latinoamérica donde existe la explotación del hombre por el hombre. El propio dolor del que sufre no es su dolor personal; es el mismo dolor de su hermano de clase que está junto a él en la dura faena cotidiana de enfrentar a las policías y al sicariato de la droga que coinciden en el teatro en sus objetivos de sujetación y control social. Sin conciencia de universalidad, todo propósito de integración regional tendrá pies de barro o será pura fraseología.

Sin embargo nada de todo esto torna verdad lo que es falso. Grabois y el MTEP no están en contra de la "movilidad social ascendente", lo cual, en todo caso, es una utopía que funciona como engaño que el capital esgrime siempre en su lucha ideológica contra el trabajo. El capital "en serio" que es el que hoy gobierna el mundo global, no quiere ni puede garantizar ninguna movilidad hacia arriba, sino que presiona hacia abajo, constantemente, a la "masa salarial" (Fondo dixit) y genera todo el tiempo la ampliación de un "ejército de reserva" que puebla esos "cientos de miles de asentamientos del mundo donde reside un tercio de la población humana" a los que se refiere Grabois. De modo que habría que puntualizarle a Boudou que si él cree que lo esencial del peronismo y del kirchnerismo es "la movilidad social ascendente" está preso de un anacronismo rampante. El peronismo -debería saber Boudou- no será nada, salvo que desplace su propuesta estratégica desde la economía hacia la política, esto es, salvo que instale la reforma del sistema político en el centro de su programa ideológico. Esto no servirá como insumo de campaña, como sí sirve la industrialización de la Argentina como objetivo nacional de largo plazo, algo que Grabois sabe y ha difundido desde mucho antes que algunos de sus críticos. Grabois no quiere que haya "dos economías": no quiere consolidar la pobreza. Esa es la crítica que Boudou le hace a Grabois. Que es la misma que le hace Pichetto.

No hay que estar del lado de los empresarios -dice Boudou-, sino del de los trabajadores, se infiere. Pero los empresarios chinos, estadounidenses, europeos y japoneses que deberían ser los que inviertan en la Argentina futura para crear empleo y potenciar el producto anual, no querrán saber nada si Boudou, el día de mañana, les va a decir que él está en contra de los empresarios, salvo que diga acá una cosa y afuera diga otra, lo cual tampoco es muy honorable. Huele bastante a oportunismo de izquierda la crítica de Boudou a Grabois en el tema del seguro contra despidos.

Y tampoco parece ajustado a la verdad eso de que la conducción táctica que trajo a Massa también “lo trajo a él” (a Grabois). Más bien parece que “él” está ahí no por la táctica sino a pesar de ella. Grabois no es hijo de ninguna táctica sino de los incendios del 2001, pues se trata de un dirigente precoz en su vocación militante. De un modo u otro y sin necesidad de táctica alguna, siempre hubiera estado: denunciando que aquellos fuegos, hoy son rescoldo, ceniza y brasa, pero siempre prestos a reavivar su llama, porque es el modelo neoliberal el que les suministra combustible a esos fuegos para a que ardan en nuevas hogueras antiinstitucionales.

Las contradicciones se procesan siempre en un marco concreto. Éste es la coyuntura política. En la Argentina, esta coyuntura nos está diciendo que Massa-Rossi aceleraría los tiempos históricos, detenidos desde, por lo menos, 1983, en la medida en que esa fórmula obturaría el regreso de Bullrich o Larreta, que significarían una catástrofe universal para los trabajadores y para la integración latinoamericana. Soberanos haría mejor docencia principista definiendo un objetivo estratégico y ajustándose a él, que echando gente por la ventana en un rapto de obnubilación inmediatista que les podría estar impidiendo advertir lo que se cierne en el horizonte. Repetimos: la soberanía no pasa por el Fondo; pasa por la Argentina industrial o la Argentina pastoril.. Esa es la vara para medir. Y para desinvitar. Boudou está a favor de la Argentina industrial.

Por fin, no es fácil, pensar a Grabois como un político. Es demasiado diferente a los políticos. Más bien, él reverbera, en el borde, como epifanía laica orlada con un fulgor raro y propio. Evoca, más bien, la abnegación del santo, y luce más en línea con Luis Gonzaga, que con un político joven de hoy. Y cuando lo anómalo irrumpe y se hace carne, algo está pasando, o por pasar.

Y no estará de más insistir en que atribuirle a Grabois el desiderátum de “dos economías” es una afirmación, en el mejor de los casos, anclada en una mirada superficial sobre su actividad teórica y práctica. Él titula un acápite de su libro arriba citado ,“Hacia las estrellas”; título que debe a Sartre (así lo dice Grabois), pues el filósofo francés dijo alguna vez que “los ideales son como las estrellas, no se alcanzan pero guían tu camino”. Y ese camino nunca podrá ser “un capitalismo de rostro humano”, pues “se trata de algo demasiado mezquino para dar la vida... Sin un sentido de epopeya, la mera posibilidad de recrear un humanismo mínimo es inviable” -agrega el dirigente político argentino-. Él reactualiza una suerte de mística a la que reputa esencial para luchar y conseguir cambios estructurales en la sociedad, y se pregunta retóricamente: “¿Quién va a luchar con el corazón por un «capitalismo más razonable»”?

Grabois lucha por el poder del Estado, no por “dos economías”: Así lo dice: “No podemos desconocer la cuestión del poder. El poder como capacidad de determinar la vida de las personas y el poder como monopolio de la fuerza legítima: como «Estado»”.

Sabe bien qué es la “utopía naif”. Sabe que es utopía y que es naif, pues el capitalismo no admite ningún retorno a ruralidades románticas propias de desarrollos ínfimos de las fuerzas productivas de la sociedad y sabe también que todo regreso hacia formas más “humanas” de organización social, es un regreso ilusorio porque lo cabalmente humano no está en el pasado sino en el futuro.

Muchos votarán a Grabois en agosto y, si no gana, a Massa en octubre. Es el acto reflejo autodefensivo de quienes nunca se resignan y siempre aspiran a ganar y a no entregar sus banderas. Ese Grabois así fortalecido por una eventual buena performance en las Paso, será el más sólido capital con que contará el pueblo de este país para oponerse, si ese fuera el caso, a cualquier política contraria a la soberancía nacional y a los intereses de los trabajadores que pueda, en malhadada hora, intentar el nuevo gobierno nacional que surja a partir del 10 de diciembre de 2023.

Es lo que dijimos un poco mas arriba: Los pobres de este mundo están obligados a pensar en términos estratégicos, pues lo táctico sólo les depara arena entre los dedos. Sólo en el largo plazo les aguardan las soluciones que los pongan, para siempre, al abrigo de frustraciones recurrentes. Esto es lo que, una y otra vez, parece decir Grabois y tiene escrito Grabois.

Reflexionar y votar. De eso se trata.



(*) Abogado, periodista, escritor.
29/07/2016

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