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El título de esta nota no es de mi autoría. Esta perfecta descripción en pocas palabras que denuncia la injusticia imperante de América Latina le pertenece al Premio Nobel de literatura Ciro Alegría, escritor peruano. Es el título de una novela que me ha impactado de joven (y lo sigue haciendo), y podría afirmar que guio mis pasos. Es una obra literaria indigenista que relata la resistencia heroica de una comunidad ante una injusta expropiación de tierras. El último jefe de la comunidad indígena, Benito Castro, arma a su gente para defender lo único que les da sentido a sus vidas: la tierra. El autor relata:
De pronto llega el mismo Benito Castro con la cara, las ropas y las manos rojas. Se ha manchado atendiendo a sus compañeros y con el borbollón que mana de su propia herida. Cae frente a su casa llamando a su mujer con una voz ahogada. Marguicha acude con su hijo en los brazos.
-Váyanse, váyanse -alcanza a decir el hombre, rendido, ronco, frenético, demandando la vida de su mujer y su hijo.
-¿Adónde iremos? ¿Adónde? -implora Marguicha mirando con los ojos locos al marido, al hijo, al mundo, a su soledad.
Ella no lo sabe, y Benito ha muerto ya.
Más cerca, cada vez más cerca, el estampido de los máuseres continúa sonando.
¿A dónde irían?... si el mundo les era ancho y ajeno, como les repetía el ambicioso y despiadado estanciero Álvaro Amenabar.
Esta novela fue publicada en 1941. Han pasado muchos años de aquel relato ficcional pero basado de innumerables experiencias tan reales como la tierra misma. No es novedad la concentración de tierras y de riquezas en pocas manos en toda América Latina, y en particular en Perú. Cada vez que asoma un gobierno popular que interpela esta realidad, lo hacen tambalear, y a veces lo tumban. Han destituido de un plumazo a un presidente, sindicalista y maestro él, a quien no le pueden acusar más que de ser rebelde.
Miles de peruanos y peruanas siguen saliendo a las calles a lo que han denominado: “La III Toma de Lima”. Piden la renuncia de Dina Boluarte, quien fue designada como Presidenta del Perú el 7 de diciembre del año pasado, tras la destitución y encarcelamiento de Pedro Castillo, electo democráticamente. El presidente depuesto proponía cerrar el Congreso, convocar a una Constituyente y Reformar el Estado, una facultad del Presidente establecida en la Constitución del Perú. Son los tres puntos que están en el petitorio de las actuales manifestaciones, sumando el pedido de renuncia a Dina Boluarte, quien es masivamente no aceptada por la población, al igual que el Congreso Nacional, que supera un 90% de rechazo, según recientes encuestas.
Pedro Castillo está prácticamente secuestrado. Desde el 7 de diciembre no tiene contacto con la familia, ni siquiera por teléfono. Sólo se reúne con sus abogados en forma restringida.
Las protestas seguirán. Habrá nuevas movilizaciones contra Dina Boluarte. La Coordinadora Nacional Unitaria de Lucha del Perú (CNUL) y la Confederación General de Trabajadores del Perú (CGTP) son las principales organizaciones convocante a masivas movilizaciones.
El golpe en Perú está promovido por las mismas causas que fue destituido Evo Morales en Bolivia: el litio. En el país de Chabuca Granda se vencen este año todos los contratos mineros que había firmado Fujimori por 30 años. Perú tiene 880 mil toneladas de litio, según Servicio Geológico de EEUU. Pero desde el país del norte, alguna información se ocultó, porque se descubrió el yacimiento de Macusani Yellowcake (provincia de Carabaya, en Puno) con una reserva de cuatro millones de toneladas de oro blanco. Se calcula un valor de US$ 350 mil millones; más que todos los proyectos de cobre del país. EEUU no sólo pretende quedarse con el litio, sino imponer su precio, además de hacer un gran negocio financiero como lo hizo la compañía Repsol con Vaca Muerta, que sin invertir un peso en los últimos tres años de concesión cosechó millones de dólares producto de la especulación financiera, que terminó con la expropiación del 51% de las acciones de YPF en manos del Estado Argentino.
El gobierno de Castillo se sometió a la institucionalidad neoliberal, terminando con un descrédito popular fenomenal. La base de la clase media urbana es, como en toda la región, la fuente de sustentación para el desarrollo de proyectos dominantes de las oligarquías locales, ancladas y funcionales a la vez del imperialismo yanqui. En ésto tampoco Perú se diferenció de otras experiencias de países del sur del continente. Juan Perón en el siglo pasado hablaba del continentalismo, y en la actualidad, el filósofo boliviano Rafael Bautista, afirma que los procesos defensores de los intereses populares y nacionales no pueden ni deben ser limitados por fronteras sino deben ser continentales, para asegurar su estabilidad y profundización. Los pueblos indígenas insisten en no copiar modelos europeos, sino americanos pre hispanos como el incaico, un socialismo autóctono. Cambiarle el nombre a nuestro continente por abia yala, (tierra madura o tierra florecida) en idioma dulegaya de la etnia guna, presente en Panamá y Colombia, como proponen los Pueblos milenarios, sería un buen comienzo. Hay que atreverse a buscar otro horizonte de vida, otras formas de gobierno; “gobernar obedeciendo al Pueblo”, como dice Evo Morales, o “Mandar siendo mandado”, como enseñó Doña Carmen Manqui (Lonco de la comunidad mapuche Manqui de El Huecú), para que el mundo siga siendo ancho, pero no ajeno.
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