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“Cuanto peor, mejor” es una estrategia política que endilgan a un revolucionario socialista ruso del siglo XIX. “Acelerar el deterioro de las condiciones de vida de los obreros y campesinos precipita la revolución”, se decía en la Rusia pre revolucionaria. Paradójicamente los sectores reaccionarios y conservadores de América Latina en la actualidad abrevan en la misma estrategia pero para lograr efectos contrarios.
Existe una competencia en la derecha latinoamericana para ver quién hace las propuestas más duras y despiadadas destinadas a sus respectivos pueblos. La “gripeziña” negacionista de Jair Bolsonaro en Brasil en el contexto de la pandemia, condenó a muerte a miles de sus compatriotas. También las campañas antivacuna en los demás países de América del Sur, promovidas por líderes conservadores, denunciando un complot comunista y alzando la bandera de una absurda libertad, dio el puntapié inicial al “cuanto peor, mejor”. Una violencia inusitada desde lo discursivo, que fue pasando a la acción.
En nuestro país, Javier Milei o Patricia Bullrich u Horacio Rodríguez Larreta -por nombrar algunos conspicuos dirigentes conservadores actuales-, proponen acabar con toda ayuda social –a los pobres-, acabar con la educación pública, fundamentándolo en que las personas son libres de estudiar o no; también “libres para vender parte de sus órganos o no, tener relaciones incestuosas o no, vender un hijo o no, dependiendo de la demanda del mercado. Y en esta misma línea hacer una gran reforma de las leyes laborales, terminando también con derechos logrados a través de años de luchas y sangre de trabajadorxs. Prometen hacer una gran reforma de los sistemas previsionales que abarque desde subir la edad jubilatoria, -como lo ha hecho el oficialismo neoliberal de Uruguay (elevar de 60 a 65 años)-, hasta terminar con Sistemas de Reparto Solidario y cambiarlos por la ya fracasada estafa de las AFJP, para que el derecho a jubilarse esté lejos de la universalidad.
Ajuste, ajuste y más ajuste parece ser el objetivo. No es casualidad que la Subsecretaria de Estado de EE.UU. Wendy Sherman en su visita a la Argentina haya dicho "a veces hay que atravesar algo de dolor para llegar al lugar correcto". Sufrir para alcanzar un paraíso es muy parecido a “cuanto peor, mejor”
Si existe esa oferta electoral violenta y degradante es porque en la sociedad hay receptividad para esas propuestas. Esto es una obviedad. Lo difícil es dilucidar las causas de esa receptividad.
“El fascismo es un problema económico y político, pero su aceptación por parte de todo un pueblo ha de ser entendida sobre una base psicológica.” decía Erick Fromm. ¿Por qué alguien votaría por quien le dice que lo va a perjudicar? ¿Es la reacción a los gobiernos nacionales y populares de Latinoamérica?. ¿O es la reacción a la “moderación” de los gobiernos que los sucedieron?. En Brasil, Dilma Rousseff a Lula Da Silva; en Uruguay, Tabaré Vázquez a José “Pepe” Mujica, en nuestro país, el moderado Alberto Fernández sucediendo a doce años de kirchnerismo; la continuidad de políticas neoliberales en Chile, incluyendo a la socialista Michelle Bachelet. Si bien con diferentes características y en distintos tiempos, los Pueblos han experimentado la frustración ante las políticas públicas “moderadas” o filo-neoliberales, para hablar más claro. Y sienten el fracaso en el cuerpo porque vivieron previamente gobiernos que sí respondieron a sus expectativas.
Esa frustración, cuando no encuentra un camino racional y posible de cambio, acude a lo mágico y a propuestas autoritarias, que seguramente irán en contra de sus propios intereses. Las frustraciones personales al no poderlas socializar, analizar colectivamente, confluyen en la bronca y quien mejor represente esa bronca, gana su empatía. Una sucesión ininterrumpida de derrotas provoca en cualquier individuo el desmoronamiento de sus esperanzas, de la credibilidad en la representación política, y más aún, de cualquier organización humana que pretenda defender sus intereses. Las expresiones de rebeldía, de antisistema, paradójicamente la expresan hoy los espacios de extrema derecha, que no quieren modificar nada en el reparto de la riqueza, es decir que son ultraconservadores. Expresiones exhibidas y exacerbadas ferozmente por los medios hegemónicos. El individualismo, la desconfianza y la violencia vienen ganando la pelea ante un contrincante que lo desorienta el futuro porque no revisa la historia. Solo revisándola veríamos que para el Pueblo siempre ha sido: “cuanto peor, peor”.
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