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07/05/2023

El pensamiento utópico en el siglo XX, y después…

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Es posible incluir, dentro de las ideas utópicas, al sueño de San Martín, Bolívar, Monteagudo y muchos otros, de hacer de Hispanoamérica o, mejor, de Latinoamérica, un solo país.

Humberto Zambon

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Hasta los años ‘60 del siglo XX (al menos después de 1914, ya que, como dijimos en la nota anterior, “Una utopía moderna”de H. G. Wells que fue publicada en 1905, podría ser considerada la última optimista del siglo XIX,) las utopías se asemejan a la ciencia ficción y se convierten en distopías que, según la Real Academia de Lengua significa “representación ficticia de una sociedad futura de características negativas causantes de la alienación humana” y que son –en general- profundamente pesimistas. No presentan una sociedad mejor ni son el resultado del progreso ni de la racionalidad humana, como las del siglo anterior, sino que son un producto negativo del desarrollo técnico y del ansia de poder de los hombres. Hay que tener presente que fueron escritas en una época signada por guerras mundiales, la crisis y la presencia de totalitarismo triunfantes, que negaban la libertad y los derechos humanos. Así, en el período de entreguerras, aparecieron “1984”de George Orwell y “Un mundo felizde Aldous Huxley. La primera es una profunda crítica al autoritarismo que resulta de la dictadura centralizada y tiene presente al estalinismo (que satiriza en su otra y también conocida obra “Rebelión en laGranja”); la advertencia que existe en todos los hogares de “1984”: “El Hermano Mayor te vigila”, es una muestra del clima opresivo con que imagina que será el mundo futuro. Cabe señalar que Orwell, siendo simpatizante comunista, fue como voluntario de las Brigadas Extranjeras en la guerra civil española y allí se convirtió en socialista libertario (anarquista); su experiencia la cuenta en una novela con mucho de autobiográfico, “Cataluña 1936”, que fue llevada al cine en una excelente película de 1995, bajo el título de “Tierra y Libertad”.

Por su parte, la de Huxley es una sátira del desamparo humano en el capitalismo industrial; al contrario de lo planteado por Orwell, el problema no es la prohibición de libros sino el exceso de información. Huxley (tal como lo hemos citado en una nota anterior) denuncia que avanzamos hacia “una dictadura perfecta (que) tendría la apariencia de una democracia”, o sea una especie de “prisión sin muros en la que los presos ni siquiera soñarían con escapar un sistema de esclavitud, en el que, gracias al consumo y el entretenimiento, los esclavos amarían la servidumbre”

Dentro de la misma línea distópica, pero muy posterior, se puede ubicar a Ray Bradbury con su novela Fahrenheit 451, publicada en 1953. El título hace referencia a la temperatura a la que desaparece el papel (equivalente a los 232,8 grados centígrados), y relata la vida en una sociedad futura donde se queman los libros para evitar así la posibilidad de un pensamiento independiente. Según el autor, está inspirada en la época opresiva de Mc Carthy en los Estados Unidos y su persecución a los intelectuales progresistas en que se llegó a plantear la quema de sus libros. Quema de libros que, por otra parte, se realizó en la Alemania nazi y bajo diversas dictaduras, no solo en América.

Si además de las utopías concretas consideramos al pensamiento utópico, que no detalla un modelo determinado sino objetivos que “a priori” parecen imposible de lograr, habría que incluir a los “socialistas libertarios” (que no tienen nada que ver con los grupos actuales conservadores que se autodenominan “libertarios”) o anarquistas, que tuvieron gran auge en el siglo XIX y principios del XX, y donde se puede incluir a Proudhon (la síntesis de su pensamiento se encuentra en la frase: "todos asociados y todos libres"), a Bakunín y a Protokín.

Es posible incluir, dentro de las ideas utópicas, al sueño de San Martín, Bolívar, Monteagudo y muchos otros, de hacer de Hispanoamérica o, mejor, de Latinoamérica, un solo país. Utópicas por varias razones que explicita el mismo Bolívar: 1) Naturales, como las barreras geográficas y la gran extensión del territorio, que dificultaría las comunicaciones, y 2) la político-sociales, representadas por intereses localistas mezquinos y por la oposición de las potencias hegemónicas, que se benefician con la “balcanización” de nuestro territorio. En la primera década de este siglo se vio la vigencia de estas ideas y la posibilidad de concretarlas, con la creación de UNASUR y con el Mercosur ampliado pero, si bien estaban superadas las barreras naturales, no pasaba lo mismo con las políticas, y los gobiernos conservadores (Bolsonaro en Brasil, Macri en Argentina, etc.) trataron de impedirlo. Su realización es una deuda que tenemos pendiente.

Y también hay que incluir a los movimientos de la segunda mitad del siglo XX, que con el desarrollo de la sociedad de bienestar a partir de la segunda guerra dejó de lado su pesimismo, para reimplantar la idea del cambio social posible y de la creación de una sociedad nueva y justa, especialmente entre la juventud, que no habían conocido el largo período de privaciones que pasaron sus padres, y que denunciaban el consumismo de la sociedad actual, Esa concepción está presente en el Mayo Francés (el lema “prohibido prohibir” nos remite a Proudhon y “la imaginación al poder” a los primeros utopistas), lo mismo que la idea del hombre nuevo, que tanta aceptación tuvo en los años ’60 bajo el influjo de Ernesto “Che” Guevara, que recupera una idea cara a los reformadores y utopistas como Owen, que el hombre es naturalmente bueno y que es producto de la sociedad.

Como dijimos en una nota anterior, en los períodos de crisis, como el que vivimos, se hace necesario el pensamiento utópico, el de lo imposible, para poner un objetivo a la sociedad que vendrá, y que tanto debe al pasado histórico como a los intelectuales que ya pensaron ese imposible. Como dice en su inimitable prosa poética Eduardo Galeano, pensando en América Latina, en un texto que denominó Lastradiciones futuras:

Suenan muy futuras ciertas voces del pasado americano muy pasado. Las antiguas voces, pongamos por caso, que todavía nos dicen que somos hijos de la tierra, y que la madre no se vende ni se alquila. Mientras llueven pájaros muertos sobre la ciudad de México, y se convierten los ríos en cloacas, los mares en basureros y las selvas en desiertos, esas voces porfiadamente vivas nos anuncian otro mundo que no es este mundo envenenador del agua, el suelo, el aire y el alma.

También nos anuncia otro mundo posible las voces antiguas que nos hablan de comunidad. La comunidad, el modo comunitario de producción y de vida, es la más remota tradición de las Américas, la más americana de todas: pertenece a los primeros tiempos y a las primeras gentes, pero también pertenece a los tiempos que vienen y presiente un Nuevo Mundo.

Porque la idea de socialismo no es foránea.Foráneo es, en cambio, el capitalismo (que); como la viruela, como la gripe, vino de afuera.


 

29/07/2016

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