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Ha pasado una semana de las elecciones en la provincia del Neuquén. Es esto lo que analizo a grandes trazos: Perdió el MPN y no sé sabe bien cómo definir a quién ganó. Lo palpable es que perdió el partido provincial y lo menos visible, que el poder económico seguirá vivito y coleando. Está claro que perdió el "aparato invencible", que tiene nombre y sobre todo, apellido; pero no está tan claro cómo se llama el reciente espacio político que resultó ganador, parido de la mano de una mayoría de más del 35 por ciento de los votos. Decir que "fue una interna del MPN" considero que es esconder responsabilidades de la dirigencia opositora y es bajarle el precio a ganarle al aparato del oficialismo, desplegado desde el Estado provincial como nunca. Aparato que nos había convencido -a la oposición histórica- que nada se podía hacer frente a él en épocas electorales. También es bajarle el precio diciendo que “hubo fuego amigo”, como afirmó un conspicuo dirigente entre las filas de petroleros del hasta ahora oficialismo provincial. Pero no hay peor astilla que la del propio palo, y supo cómo derrotarlo al “aparato”.
Sostener que el MPN no perdió es justificar la incapacidad propia de construir poder popular.
Sólo un bajo porcentaje de votos del reciente ganador son propios del MPN, el resto le llegó desde diferentes sectores, principalmente de gente asqueada de las prácticas del MPN y de las conducciones elitistas y nepóticas de espacios pseudo opositores.
Los votos duros del MPN fueron a parar al MPN. Y ésto quedó demostrado en el fracaso de la mayoría de las colectoras que acompañaron a Koopmann.
Seguir echándole la culpa de todos nuestros males al MPN, desde el peronismo y los sectores progresistas de la oposición, además de ser anacrónico a partir del domingo 16 de abril, deja en evidencia la conciencia colonizada de la "dependencia". Preferimos pensar que sigue ganando el MPN, antes de reconocer nuestro propio fracaso.
Lo negativo de este triunfo alternativo al MPN (porque no sabemos cómo se llama) es que instaura una representación legislativa ultra conservadora. Aunque Rolando Figueroa fuese el Che Guevara, no podrá desarrollar políticas progresistas ni mucho menos populares, salvo que aplique los métodos por los cuales decidió salir del MPN, convirtiéndose en lo que dijo combatir.
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