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11/12/2022

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Néstor Tkaczek abandona el rectángulo alargado de una columna en el diario “Río Negro” y salta al libro con sus “palimpsestos”. El resultado: Escritos en la frontera, que, publicado por Ediciones Con Doble Zeta, reúne más de un centenar de textos aparecidos entre 2001 y 2006.

Gerardo Burton

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A veces, pocas, el periodismo suele disfrazar el estilo de sus textos y cambia sus apariencias. Inventa un género si lo necesita, o apela a los existentes y los transforma. Algo así ocurre desde hace siglos con la escritura, y también con algunas obras de arte. Aunque algunos sostienen que nada se inventa, que no hay novedades bajo el sol, lo cierto es que el vehículo material de la escritura, tanto como el de la pintura y el de la escultura, pueden sufrir cambios.

La necesidad, madre de todas las cosas, arde en las entrañas, pone ansiedad en la respiración, aguijonea la imaginación y enfoca con agudeza la visión. Entonces, la materia donde se inscribía un epigrama o un documento o un versículo bíblico abandona su apariencia anterior y recibe un nuevo texto encima del anterior. Así con pinturas que esconden otros cuadros, o fragmentos originales descartados por disgusto, disconformidad o economía. Y el artista pintó encima. También ocurre con esculturas cuyo autor cambia de idea y se evade del boceto original, del que al final se conservan apenas rasgos.

Sin la invención y el uso del papel, las tablillas de cerámica se raspaban con un filo de piedra o cuchillo, el pergamino y el papiro con piedra pómez. En unas y otros no desaparece totalmente el primer escrito: quedan rastros, fragmentos que un ojo experto e imaginativo puede reconstruir siglos más tarde. Los griegos denominaban palimpsesto a este procedimiento que consistía en escribir sobre un soporte ya utilizado. La palabra se compone con el adverbio palin que significa otra vez y el verbo psaein, grabar. Y con frecuencia se encuentra más de una escritura debajo, que acaso puede ser de mayor calidad que la más reciente..

Néstor Tkaczek lleva doce pacientes años raspando libros, apuntes y notas tomadas en libretas o papeles sueltos; lijando con delicadeza comentarios sobre autores, temas, géneros; hurtando con disimulo textos al periodismo y a la crítica literaria y convirtiéndolos en otra cosa. Tkaczek reescribe una y otra vez como en un tejido infinito, sus amores y sus odios literarios, los afanes de autoras y autoras, la vida breve de personajes y escenarios y los denomina, así sin más, “Palimpsestos”. Una columna semanal que construyó, en las páginas de un diario regional, ese edificio literario que eludió el lugar común del canon y trabajó algo que en estos días puede resultar de gran incorrección política: el gusto.

Así, el periodista disfraza al profesor de literatura; el creador esconde al crítico; el amante de las palabras y su sistema, al especialista. La literatura escapó por una ventana de los tristes manuales del secundario al aire fresco de la calle y de los conflictos entre las gentes. Recuperó su misión original: contar, decir, expresar, hacer del decir y del escribir una de las formas de la belleza puesta al alcance de la mano -de los oídos, de la sensibilidad- de cualquiera al que ella toque con su dedo suave, con su áspero grito, con su cálida voz.

Al cabo de un largo proceso, Tkaczek -estimulado, es cierto, por el incansable Mauricio Bertuzzi, su editor- reunió un conjunto de más de un centenar de sus palimpsestos y los distribuyó en varias secciones: Escritores; Escribir y leer: La lengua; Miscelánea; Cafés; Cartas; Viajes; Alcohol; La fábula; Ajedrez; Biblioteca; Bohemia; Quijote.

Esos títulos configuran, acaso por omisión, las preferencias de su autor, cómo ordena su material y qué quiere decirle a su público. Lectores y lectoras podrán recorrer, en una rayuela azarosa, escenas de la literatura de acá, de varios países, de lenguas diversas. El título elegido para el libro no es nada ingenuo: Escritos en la frontera, con lo cual Tkaczek fija las coordenadas de su escritura y desde dónde se asoma al panorama literario. La frontera, el margen, la periferia. Allí también hay una especie de centro parafraseando al poeta Raúl Artola.

La edición de Escritos... se presentó en el hotel La Posada, de Catriel, donde reside el autor, el 25 de noviembre pasado. Allí estuvo el público de Tkaczek, que estaba acompañado por el editor y la docente Lidia Jaugueriberry, quienes se refirieron a la obra.

Propósitos, un ejemplo

Dice Tkaczek en el prólogo que sus textos “nacieron con un propósito pedagógico”, el de acercar al público lector del diario historias y anécdotas del mundo literario, abordar ciertos puntos de vista alternativos al “sentido común cultural” y, especialmente, “el rescate de algún escritor injustamente olvidado”.

Cierto, entre quienes integran esta selección de cinco años, aparecen nombres ausentes de los suplementos literarios e incluso, algunos que faltan de los anaqueles y estantes de librerías y bibliotecas, acaso apartados por la larga mano del mercado. El autor habla de Haroldo Conti, de Osvaldo Soriano, de Pedro Orgambide, de Manucho Mujica Láinez, Marco Denevi, Enrique Wernicke, entre otros. Y refiere su relación con mariani (nacido como Reynaldo Mariani) que, luego de una larga trayectoria como poeta, narrador y editor, murió en Zapala en 2004.

Y escribe Tkaczek sobre mariani: “en esta madrugada extrañamente fría y ventosa de noviembre recorro desde la memoria aquellos recodos en que nuestras vidas se tocaron. Me ayuda, a modo de secreto homenaje, el sonido del saxo de Coleman Hawkins acariciando las notas de 'Red roses for a blue lady'; eso sí, la ceremonia no es completa porque con el fernet y el cigarrillo no lo acompaño”.

En una carta de mediados de octubre de 2002, mariani le anunciaba el envío de “una cartita y una revistita que hacemos a pulmón... Después... se sucederán otras, siempre en el mismo tipo de sobre blanco de 15x20 con un papel pegado que ocultaba el membrete del Banco Nación y siempre con la misma extrañeza tipográfica: la sustitución de la conjunción 'y' por la 'i' latina”. Las revistas, “de culo al barro” y “la kafkarria”, llegaron después. Más tarde, “Coco rayado”. En las tres hay poemas de autores locales -entre ellos Miguel Sabatini, Andrés Cursaro, Bárbara Visnevetsky, mariani- y extranjeros -Ambrose Bierce, Aimé Cesaire, Charles Bukowski-.

Recuerda que mariani mecanografiaba sus cartas. En ellas rescataba autores “que no estaban u ocupaban un lugar marginal en el sistema literario”, subrayaba su “devoción” por Kafka y Chandler y se perdía en digresiones “que llevaban varias notas al pie para aclarar los entrecomillados, los subrayados”. Si los palimpsestos son escritos en la frontera, también lo es mariani, habitante de una frontera interior:

 

Una colección de signos

a veces indescifrables

signos

bombardeando sobre los pantanos de la reiteración (¿La poesía?, dedicado a Ornette Coleman)

 

Justamente, mariani hace que Tkaczek cumpla su propósito, expresado en el prólogo del libro: desmontar la literatura de un ámbito al que acceden algunos “elegidos” y abordarla desde otros campos: los viajes, los cafés, los libros, los alcoholes, los estupefacientes, los juegos. El tejido iniciado con los primeros borrones conserva el secreto deseo de que una frase, un giro o una escena, se conviertan en un hilo que permita desandar el “laberinto de los libros, y conduzca a una persona lejana y desconocida a descubrir a un autor”.

 

Ficha técnica

Néstor Tkaczek, Escritos en la frontera. Columnas publicadas en el diario Río Negro (2001-2006). Neuquén, Ediciones Con Doble Zeta, 2022. 260 páginas. 109 textos.

29/07/2016

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