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Columnistas
21/08/2022

Se hacen llamar “el campo” y “productores”

Se hacen llamar “el campo” y “productores” | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.
Bomberos que luchan contra los incendios en el delta del río Paraná. (Foto: gentileza).

Las palabras con las que se autodenominan los empresarios del agro de la Pampa Húmeda revelan su poder como clase social. Entre ellos hay quienes están implicados en incendios rurales y diferentes delitos. El “campo” son muchos sectores y “producir” lo hacen también otras ramas de la economía.

Miguel Croceri

Enérgico, enfervorizado, Néstor Kirchner decía en discurso de julio de 2008: “No desabastezcan, no nos quemen más los campos, no tiren más humo, no corten las rutas”. Transcurría el drama político, social y económico provocado en aquel año y durante más de tres meses, mediante el sabotaje al tránsito y al abastecimiento en todo el país, por el poder agropecuario fundamentalmente de la Pampa Húmeda y habitualmente llamado “el campo”, cuyos empresarios siempre son mencionados como “productores”. (En el periódico digital InfoCampo constan algunos conceptos del líder político que en ese momento no tenía un cargo público institucional, ya que la presidenta era su esposa y compañera de militancia Cristina Fernández. Nota del 26/07/2008). 

Evocar aquellos sucesos, que en los ambientes políticos y periodísticos se mencionan generalmente como “la 125” -porque ese era el número de la Resolución del ministerio de Economía que aumentó los aranceles para exportación de soja y otros cultivos, lo cual fue detonante del grave conflicto- es un modo de señalar antecedentes en la historia reciente de hechos que Argentina vive recurrentemente y se repiten en la actualidad.

Hoy nuestro país está sometido una vez más a las maniobras económicas de las grandes empresas agrarias y agroexportadoras que, aplicando la más cruda lógica capitalista en busca del mayor lucro y la máxima rentabilidad, presionan para que se devalúe el paso argentino y de ese modo tales sectores incrementan sus ganancias por ventas al exterior.

La más alevosa e impune demostración del poderío empresarial en ese rubro y de su capacidad de someter al sistema político democrático y al conjunto de la sociedad, es el acopio de granos en silobolsas mientras esperan un precio más alto del dólar. O, lo que es lo mismo pero visto desde el reverso, un valor más bajo de la moneda nacional.

(En un artículo publicado a fines de julio por Página 12, se estimaba que debido a esa gigantesca maniobra especulativa había casi 30 millones de toneladas de granos acopiadas en las estancias. Nota del 28/07/22). 

Por otra parte, en días recientes se cubrieron de humo amplias zonas de la ciudad de Buenos Aires debido a las quemas de campos en el delta del río Paraná. Así, el centralismo mediático porteño también se enteró -e hizo enterar a la población argentina en general- de ese ataque a la naturaleza que se repite con dramática habitualidad en diferentes lugares del país.

Se trata de hechos extremadamente graves pero que se tornan costumbre, y jamás se aclara -ni mucho menos se sanciona penalmente- a los responsables de tamaña acción destructiva. De todos modos, para quien quiera verlo, los indicios del origen de los siniestros son harto elocuentes, y también la negligencia y/o complicidad de otros poderes -de jueces y fiscales, en primer lugar- que los encubren.

Delitos de diverso tipo

El ministro de Ambiente y Desarrollo Sostenible de la Nación, Juan Cabandié, afirmó hace pocas semanas que el sistema judicial “cajonea las causas” impulsadas para investigar los incendios rurales para que “no se sepa nada”, por lo cual “se hace muy difícil” impedir las frecuentes devastaciones de bienes naturales irrecuperables.

Agregó que “hace dos años me presenté (como autoridad del ministerio) a la justicia y solicitamos una acción más efectiva. En estos dos años fuimos ampliando la denuncia original con información y no sucedió casi nada”, dijo Cabandié. (Información de Página 12, nota del 11/08/22). 

A su vez, el intendente de Rosario, Pablo Javkin, alertó recientemente que en el delta del Paraná “hay un foco ígneo que tuvo 15 incidentes (de fuego) en 28 meses. No hay ninguna explicación” para ello. Precisó que “aportamos (la información sobre) esta repetición porque ahí tiene que poner el foco la justicia y ahí es donde tenemos que mirar qué sucede”.

El jefe comunal rosarino, quien integra el Frente Progresista santafecino -opositor al kirchnerismo y al peronismo en general- explicó que en la zona por él señalada “es enorme el humedal”, y pidió que “pongan el foco (de la investigación) en esos lugares”. Dijo que como eventuales causas de los incendios “uno puede hablar de la bajante (del río Paraná), de las actividades productivas en la isla, (pero) lo que no se puede dejar pasar es que haya lugares donde entre ocho y 15 veces se encienda fuego una vez cada dos meses en el mismo polígono”. (Crónica del diario El Litoral, de la ciudad de Santa Fe. Nota del 17/08/22). 

Así como existen grandes intereses económicos detrás del desastre ecológico y con riesgo para las personas que significan los incendios intencionales en zonas de humedales, igualmente hay delitos de otro tipo cuyos beneficiarios son empresarios del sector agrario.

Un hecho típico que también es costumbre -como ocurre con los incendios- y que nunca es mencionado en los discursos dominantes, es el contrabando de granos. Apenas un ejemplo de la semana recién transcurrida: la AFIP (Administración Federal de Ingresos Públicos) incautó 7.000 toneladas de granos sin declarar que estaban almacenados en silobolsas. La mayor parte era maíz partido, otra parte soja y el resto trigo. (El operativo se realizó en el distrito bonaerense de Roque Pérez. Publicado en el diario Ámbito, nota del 17/08/22). 

Palabras, resonancias

A pesar de que al menos una gran cantidad -una cantidad indeterminable- de empresarios rurales, incluidos los de negocios inmobiliarios en zonas de campos, son capaces de perpetrar acciones aberrantes y muchas veces delictivas que perjudican a la naturaleza, a las personas y a las finanzas públicas, el sector agropecuario se considera a sí mismo en un nivel de superioridad moral respecto del conjunto de la sociedad.

En consecuencia se hacen llamar “el campo”, y además “productores”, porque ambas son palabras que en el imaginario colectivo tienen resonancias de laboriosidad, esfuerzo, sacrificio, vínculos profundos con la tierra y con la generación de riqueza genuina brindada por la generosidad de la naturaleza.

Todo ello eventualmente sería cierto en términos ideales, pero esas mismas palabras pueden hacerse extensivas a múltiples sectores productivos de la sociedad y a otros millones de personas que no son propietarios/as de enormes extensiones rurales en la Pampa Húmeda de nuestro país.

Sin ir más lejos, también forman parte esencial de “el campo” los/las trabajadores/as que están empleados/as en tales extensiones agrarias, quienes jamás son mencionados en los discursos públicos y frecuentemente sufren condiciones laborales indignas o directamente inhumanas impuestas por sus patrones.

Junto con ellos/as, y como en múltiples ocasiones ha sido abordado periodísticamente en Va Con Firma, la producción del campo en Argentina es generada en gran medida por agricultores pequeños y medianos en todas las regiones del territorio nacional, o por familias campesinas humildes, o por crianceros como los que realizan sus labores en zonas de las provincias de Neuquén y Río Negro, etc. etc. etc.

En cuanto al concepto “productores”, lo son asimismo quienes generan riqueza en otras ramas de la actividad económica, no solo las rurales. Por ejemplo, en la minería, en la industria, en la investigación científica -pensemos solo en el ejemplo de la salud- y en diferentes áreas donde también se “produce” riqueza, ya fuere a través de la extracción de materias primas (y dejando de lado en esta mención la discusión sobre los daños del extractivismo para la naturaleza y el ser humano), o de la transformación de dichos recursos en productos elaborados, o de la generación de instrumentos tecnológicos y de conocimientos en general.

Las palabras con las que se autodenominan los propietarios rurales de la Pampa Húmeda revelan, ante todo, el poder que detentan como clase social. No obstante, dicho poder se exhibe más todavía en el hecho de que casi toda la sociedad los nombra de la misma manera, aun cuando en ese sector haya algunos que hasta son capaces de quemar campos para hacer negocios.

Incluso los medios de comunicación que los critican y cuestionan, generalmente (con pocas excepciones) aluden a ese sector como “el campo” y los consideran “productores” y no “empresarios”. Este último término no es ofensivo ni acusatorio, es solo descriptivo. Pero tampoco es benévolo ni indulgente, e indica con claridad la índole de su actividad y las claves de su función en la economía y en la estructura social.

29/07/2016

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