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Neuquén
08/05/2021

Irma Cuña: el pensamiento y sus máscaras

Irma Cuña: el pensamiento y sus máscaras | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.
Foto: Pepe Delloro

Solía decir que quien escribe utiliza máscaras no para esconder sino para revelar. En su caso, tanto la poesía como el ensayo significaron puertas abiertas a la expansión de los universos personales y regionales.

Gerardo Burton

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Uno

En la obra de Irma Cuña hay un lugar de encuentro, una complementariedad entre su producción ensayística y su pensamiento poético. Desde su muerte en 2004, la mayoría de los estudios se focalizaron en su poesía, pero no en su ensayística. Ahora se trata, entonces, de preguntar por el estilo de la poeta metida a ensayista y de la ensayista que también es poeta. Y por qué, en determinado momento de su existencia, decidió que no le bastaba el lugar adonde había llegado: había algo más, y se dispuso a buscarlo. La pregunta es dónde se detuvo para atisbar el hilo de ese pensamiento que nace, que le exige palabras para expresarse y que la llevará, por otros senderos, al mismo sitio donde la poesía la condujo. Porque, si en su poesía, Irma Cuña es plural, también lo es en el resto de sus escritos.

Lamentablemente no están accesibles al público los ensayos iniciales: El mito de Narciso en la poesía de García Lorca, de 1958 publicado en Cuadernos del Sur, en Bahía Blanca; Símbolos de Don Segundo Sombra. Pedro de Urdemales y miseria, de 1962, publicado en Francia; La muerte en el árbol, de 1965, en México; Grandes líneas de la enseñanza en Franciay Estudio preliminar de la Autobiografía de Carlos Guido y Spano, ambos de 1969.

Dice la investigadora Griselda Fanese que, “desde 1990 (Irma Cuña) se dedicó a estudiar el pensamiento utópico latinoamericano, cuestión que la llevó a escribir América Latina, utopía o realidad; Latinoamérica, utopía latente; América Latina, la utopía como síntoma; Utopía musical en Daniel Moyanoe Identidad y utopía, dos grandes sombras en Latinoamérica. Entre otros reconocimientos a su trayectoria como escritora y como intelectual, fue designada miembro de la Academia Argentina de Letras en 1999”. La también investigadora María Vitarelli –Los reflejos de la meseta, Neuquén, Con Doble Zeta, 2020)-, que dedicó su trabajo al análisis de la obra poética de Cuña, menciona estos títulos y añade los prólogos a dos poemarios: Desde el silencio, de Marta Ramos y Estancia La Adivinación, de Cristian Aliaga.

Aparecen, en la última década y media del siglo pasado, trabajos en publicaciones de escasa o nula circulación –es necesario recordar que desde hace décadas las tiradas de las editoriales universitarias son mínimas- como es el caso del artículo “Perpetua ausencia de una ciudad imaginaria”, en la recopilación realizada por María Amelia Bustos Fernández con el título La Literatura en la Patagonia Norte: Un imaginario en la frontera. También por esos años escribió, por encargo de la secretaría de Cultura de Neuquén, el prólogo para la reedición de La voz del desierto, de Eduardo Talero. En ambos textos, comienza a coagular la búsqueda de la utopía americana: allí está la primera intuición –y el primer indicio- de aquello que se desplegará en los años sucesivos.

Su pensamiento utópico se afincará tópicamente en el mundo bucólico en vastedades planetarias circuladas por torbellinos, sed y desolación. Así creará un imaginario nutrido del clasicismo neorromántico y de una aspiración visionaria del proyecto-actualización de un hombre nuevo: generoso en esfuerzo, tenaz en resistencia, patriarcal en sus relaciones, descreído del industrialismo, conservador y paradisíaco por una inocencia extraída del medio ambiente idealizado por el escritor.(del prólogo a La voz del desierto, de Eduardo Talero, p. 15)

La culminación de este itinerario ocurre en seminarios y conferencias pronunciados hacia finales de los años ochenta, durante toda la década de 1990, es decir en el contexto de auge del neoliberalismo en el continente. Concluye, a toda orquesta, en Identidad y utopía, ensayo publicado en 2000. De este período, el escritor Ricardo Costa dirá que estaban dadas en la provincia las condiciones para la coexistencia de la denominada actitud fundacional –en el período post-dictadura- junto con el proceso de rediscusión de mínimos acuerdos sociales. Esto es, elaborar un nuevo contrato social que habilite una “mirada utópica” en el mediano y largo plazo. Costa recuerda el flujo migratorio masivo del decenio inmediatamente anterior que había modificado el perfil socio-cultural de Neuquén.

 

Dos

Cuando Irma Cuña retornó definitivamente a su provincia natal –hacia 1989-, la efímera primavera alfonsinista ya se había hecho trizas en el aire. Sin embargo, los lenguajes estéticos y expresivos –poesía, música, teatro, artes visuales- lograban sostener, en el ámbito local, actitudes transformadoras que confrontaron el desengaño y la decepción por la continuidad de las políticas neoliberales de la dictadura durante el gobierno de Menem. En esos años se consolidó el movimiento artístico independiente que configuró, con otros sectores políticos y sindicales, la resistencia al modelo. Un caldo de cultivo propicio para el pensamiento utópico, que, según Costa, tuvo un carácter fundacional para la nueva etapa.

En una entrevista aparecida el primer número de la revista Coirón, en mayo de 1983, Irma Cuña respondía a Macky Corbalán y Raúl Mansilla, cómo se plantaría ante las liviandades de finales de siglo y por dónde iría su propia escritura. Dijo entonces que un escritor utiliza máscaras, y éstas son “para revelar en lecturas profundas y sucesivas o alternativas, su postura ante la realidad y el mundo que nos ha tocado en suerte”.

En efecto, hubo una transformación entre sus ensayos primeros y los últimos, y no es sólo por los temas. El viraje que representa El príncipe en su poesía tuvo un correlato en su ensayística. En primer lugar, no es casual que la publicación de ese poema haya sido en 1999 porque, a partir de entonces el horizonte de su poesía se expandirá. La joven poeta había abandonado ya el circuito desierto-oasis-desierto y los temas del neo romanticismo de mediados del siglo pasado, estaba madura para este nuevo estallido: El príncipenutrió su poesía en la América originaria, antes de que el continente fuera denominado así. O sea: su paisaje poético incorporó, a la austeridad patagónica, la feracidad de la selva mexicana. Las máscaras–otra vez- exigen respuestas, proponen revelaciones. ver enlace

Contemporáneamente con esa expansión comenzó a investigar la producción del Juan Benigar, con lo cual profundizó su búsqueda hacia el pensamiento utópico latinoamericano. En la mencionada entrevista de la revista Coirón, aseguraba que “la obra de Benigar, tan importante para el conocimiento del aborigen nuestro, comenzaba a ser recuperada y difundida”. Mientras trabajaba en la recuperación de las libretas manuscritas del lingüista croata junto con Rodolfo Casamiquela –era un proyecto de investigación-, el gobierno de la provincia le encargó el estudio de la cosmovisión mapuche. Ambos trabajos quedaron truncos: el primero, paralizado en medio de un conflicto y el segundo, silenciado, quizá por incómodo, en biblioratos de la burocracia estatal.

Tres

En esta etapa sus fuentes fueron, en primer lugar, las invenciones europeas del siglo de la Ilustración previas a la invasión del continente americano. Pero ella les agregó un valor: su pensamiento incorporó las utopías americanas de liberación, los mitos de retorno a los orígenes, un desciframiento de los relatos que constituyen la historia de un continente siempre nuevo. Ese derrotero, junto con el poético, ocupó las últimas dos décadas de su vida. Lo abordó desde las obras literarias, desde las crónicas que hablaban de la búsqueda de nuevos mundos paradisíacos y de una quimera tras la cual correr, para fortuna y no para la salvación.

¿Qué significó esto? El abandono de Trapalanda –la ciudad de los Césares en la Patagonia- y Jauja, pero a cambio del Edén. Optó por el reino de justicia y paz anunciado en los Evangelios, cambió el anuncio quimérico por la profecía bíblica.

Sobre su mesa de trabajo quedaban los fragmentos de las obras de Benigar, de Carlo Guinzburg, de Ernst Bloch, de Tzvetan Todorov, Tomasso Campanella, Tomás Moro y, sobre todo y especialmente, de escritores –narradores y poetas-. Esos extractos le permitieron analizar el pasado en el presente y en el futuro. Y la novedad: cada hecho, cada personaje, cada lugar escenifican la existencia de cualquier habitante del planeta, de América, de Argentina o de Neuquén. La validez del pensamiento permite que la utopía ingrese en las hendijas del tiempo desde el futuro, pero también desde el pasado porque allí está su larva.

Ahí, las fuentes: nada de ideas de moda, lejos el catálogo de autores y los cánones oficiales. En segundo término, pero no menos importante, se apropió de la literatura escrita desde la colonia hasta la actualidad. Esa literatura que dice mientras narra y encuentra mientras relata. Incorporó así la literatura fantástica, el realismo mágico, el indigenismo, el realismo y todas las vertientes de la poesía –desde la vanguardia hasta la social y política-. De esta manera se configuró el estilo de sus ensayos como una máscara necesaria para narrar las otredades.

El poeta mexicano Homero Aridjis dice, en un poema, que “más rápido que el pensamiento va la imagen”, y quizás ése sea el método. Irma Cuña intuye qué quiere decir y qué rumbo tomará, pero no sabe todavía cómo seguirá su discurso, lo desconoce. Confía sin embargo en sus preguntas, en la madeja que desenredará cuando una palabra, una imagen, una música, en fin, la poesía, enlacen el pensamiento y hagan que éste las siga. Aunque sea merodeando, en espirales, o por meandros que tampoco el pensar conoce. Es el hilo que le permitirá, al pensamiento ya pialado, recorrer el laberinto hasta el desenlace. No tiene marco teórico previo, pero dispone de citas de autores que ella misma busca o encuentra y con ellas lo construye, a la medida de su necesidad expresiva.

Este trabajo es una aproximación a la última producción intelectual de una poeta y pensadora cuya obra aún está inexplorada en ámbitos académicos y universitarios. El ensayo Identidad y utopía, publicado en 2000 por Educo, fue terminado quizás uno o dos años antes. La fecha en este caso es fundamental: su escritura se realizó totalmente durante el ciclo menemista que, como se dijo y se sabe, profundizó el modelo neoliberal en la Argentina. Había un contexto ideológico-filosófico particular: el posmodernismo que relativizaba todo pensamiento y toda religión y convertía en arcaica y pasatista cualquier rebeldía; la muerte de las ideologías que tanto convenía al capitalismo; el fin de la historia por el derrumbe del mundo bipolar, utopía –en realidad contra utopía ya que era totalmente anquilosada- de un mundo homogéneo, unipolar que pronto -2001- estallaría en múltiples fragmentos y varios polos. En este contexto, la utopía pensada por Irma Cuña se erige como un muro profético donde están escritos, no los lamentos, sino las aspiraciones y las esperanzas de los pueblos americanos.

 

Cuatro

La última parte del libro analiza el pensamiento utópico desarrollado en tres novelistas: Andrés Rivera, Daniel Moyano y Héctor Tizón. Del estudio del pensamiento utópico americano en el siglo XIX -Moreno y Belgrano y la revolución de mayo; Sarmiento en Argirópolis, por ejemplo- y su contexto –el influjo de Rousseau, la revolución francesa y la independencia de los Estados Unidos-, Irma Cuña enlaza dos obras de británicos en el Plata: de William Hudson, The Cristal Age, y de William Morris, Noticias de ninguna parte. Luego, pasa al siglo XX, Roberto Arlt –en Los siete locoshay una referencia a la Patagonia- y quizás también Ernesto Sabato en Sobre héroes y tumbas, por ejemplo. De Rivera toma dos novelas: En esta dulce tierray La revolución es un sueño eterno; de Moyano, El trino del diablo; El vuelo del tigrey Libro de navíos y borrascasy, de Tizón, La casa y el viento).

En la época de este ensayo, Rivera estaba produciendo lo mejor de su obra, una narrativa que aborda la historia política argentina desde sucesos aparentemente secundarios que sirven de escenario a los grandes acontecimientos. Y, sin embargo, estos hechos y sus protagonistas pocas veces son consagrados por la historia oficial, aunque son su materia prima. Rivera utiliza la historia para explicar el presente, el presente de la Argentina, e intenta, con la literatura, dilucidar un interrogante allí donde el historiador fracasa.

La novedad de Rivera es que no hace una novela histórica convencional, sino que retuerce el lenguaje y se mete en los personajes históricos, primarios o secundarios, en su vida. La existencia cotidiana no es merecedora de heroísmos, pero acerca las grandes definiciones a dos ámbitos específicos: la voluntad y el azar. Todo personaje, toda mujer, todo hombre, tienen ante sí ambas dimensiones y deciden según ello.

Quizás Irma Cuña esté tratando de decir que hoy también ocurre eso, que la voluntad de poder, la voluntad de cambiar está condicionada por el azar. Pero el azar también está condicionado por la voluntad.

Entonces, quizá sea oportuno preguntarse qué nueva vuelta de tuerca exigirá en estos días el pensamiento utópico para mantener su espíritu profético, sobre todo al cabo de los dos primeros años de una pandemia que está transformando absolutamente la sociedad planetaria.

 

Bibliografía

 

-Costa, Ricardo: Un referente fundacional. Las letras neuquinas (período 1981-2005) y su (in)transferencia al campo educativo, Bs.As., El suri porfiado, 2007.

-Cuña, Irma: Poesía junta, Bs.As., Último Reino, 2000.

-Cuña, Irma: Identidad y utopía, Neuquén, Educo, 2000

-De Matteo, Sergio: Irma Cuña y la palabra (acción) utopía, Santa Rosa, La Pampa, s.e., 2004.

-Fanese, Griselda: “La Neuquenia en clave retórica”, en Morillas, Enriqueta (comp.): Modernidad y transtextualidad en la Literatura de la Patagonia, Córdoba, Alción, 2012.

-Talero, Eduardo: La voz del desierto, Neuquén, FEN, 1995. Prólogo de Irma Cuña.

-VV.AA.: La literatura en la Patagonia norte: un imaginario en la frontera(comp. María A. Bustos Fernández): “Perpetua ausencia de una ciudad imaginaria”, por Irma Cuña, Neuquén, Editorial de la UNCo, 1996.

Véase también https://issuu.com/eesimpresos/docs/confines_10

 

Texto leído en el Conversatorio Vida y obra de Irma Cuña, organizado por el ministerio de las Culturas de Neuquén, el 6 de mayo de 2021.

29/07/2016

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