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27/09/2020

Y los ricos van ganando

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A nivel mundial van ganando los más acaudalados, pero la pequeña batalla en Argentina sobre el aporte solidario la van a perder. Y tampoco hay que descartar que salgan derrotados a nivel global: como enseñan los estrategas militares, el resultado de una batalla no asegura el resultado final de una lucha.

Humberto Zambon

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“Hay lucha de clases, de acuerdo, pero es mi clase, la de los ricos, quien la ha declarado, y vamos ganando”. La frase anterior, que podría haber sido dicha por Mauricio Macri o por Javier González Fraga, conocido por su incontinencia verbal y por la crudeza de sus pensamientos, en realidad pertenecen al inversor norteamericano Warren Buffet, cuya fortuna personal lo ha convertido en la tercer mayor riqueza privada mundial según la escala de la revista Forbes.

Tanto los datos disponibles como los diversos estudios realizados sobre el tema, como el de Thomas Piketty que alcanzó gran difusión pública, así como la experiencia reciente, tanto a nivel nacional como mundial, parecen dar la razón a Buffet. El grado de concentración de riquezas en pocas manos está alcanzando niveles brutales, al punto que resulta muy útil la comparación irónica que tres años atrás hizo Carlos Heller: “hace 6 ó 7 años era necesario un Boing 777 para transportar a los más ricos, aquellos que tenían una fortuna equivalente a la mitad de la población mundial; en 2015 bastaba un ómnibus y ahora bastaría una combi”; efectivamente, según los datos presentados en el foro de Davos, 8 personas (entre los que se encuentra Buffet) poseen una riqueza equivalente a los bienes de 3.600 millones de personas.

Otro dato: según el Institute for Policy Studies, las 643 personas más ricas de Estados Unidos durante la presente pandemia aumentaron su riqueza en un 29%.

Y no sólo van ganando, sino que no quieren ceder nada. Así, en nuestro país, están decididos a dar la gran batalla para no tener que participar del aporte solidario y extraordinario que está en tratamiento legislativo.

También la frase de Buffet pone sobre el tapete una antigua polémica en la teoría económica respecto a la distribución del producto social.

Un primer análisis es el de la economía política, que nace en los escritos mercantilistas y toma carácter científico con los estudios de William Petty en el siglo XVII, Adam Smith en el siguiente y, fundamentalmente con David Ricardo al comenzar el siglo XIX. Es lo que Marx denominó “Escuela clásica”, nombre que perduró en el tiempo y con el que todavía se los reconoce, incluyendo a Marx en esa denominación.

El punto central del análisis clásico se encuentra en el excedente económico, definido como la diferencia entre lo producido y lo necesario para la subsistencia de los que aportan el trabajo, los productores. En la economía moderna interesa saber cómo se distribuye ese excedente entre los distintos sectores sociales, tomando la forma de salarios, ganancias, renta de la tierra o intereses. Interesa que el producto crezca (desarrollo económico) y analizar cómo y por qué se distribuye de determinada forma. 

Analizar la distribución del producto implica reconocer intereses enfrentados, que tomó el nombre de lucha de clases.

Este tipo de análisis generó muchas resistencias, ya que iba contra la idea predominante desde la Revolución Francesa, la de que eliminada la nobleza parasitaria existía una perfecta armonía de intereses entre todas las clases sociales plebeyas. Un economista norteamericano (H.C. Carey en 1848) criticó a David Ricardo sosteniendo que el suyo era un sistema de los desacuerdos, “que en su totalidad tiende a la producción de hostilidad entre las clases…”. En forma similar se manifestó Jevons, uno de los fundadores de la ortodoxia, para quien la teoría de Ricardo conduce a la intensificación de la lucha de clases.

Como reacción frente a la economía política clásica surgió, en la década de los ’70 del siglo XIX, lo que hoy llamamos ortodoxia económica, esa que se suele presentar como “la ciencia económica” y que es considerada la única existente para los economistas del sistema.

La teoría ortodoxa dejó de lado el análisis del excedente económico y su distribución, para dedicar sus esfuerzos a demostrar un supuesto equilibrio y armonía entre el capital y el trabajo, lejos del enfrentamiento de intereses entre las diferentes clases sociales. 

Sostienen, con respecto al tema que tratamos, que existe una tasa natural de desempleo laboral y un salario natural de equilibrio; que existe una relación inversa entre salario y ocupación, por lo que el desempleo es consecuencia directa de salarios elevados por encima del natural; que la flexibilidad en las condiciones de trabajo asegura el equilibrio del mercado laboral y de toda la economía.

Entonces, la función del Estado es quitar las trabas que impiden el equilibrio y dejar que el libre mercado logre la armonía en el mejor de los mundos posibles. Esta es la única teoría económica que se enseña en muchas universidades y en la que, aparentemente, creían los economistas del anterior gobierno.

Ni la experiencia ni los estudios empíricos avalan el criterio ortodoxo, que es más un relato con fines políticos que una hipótesis explicativa de un problema social. Ni siquiera los beneficiados del sistema, como Buffet, creen en esta supuesta armonía.

Pareciera que tiene razón Buffet: a nivel mundial van ganando una batalla. Pero la pequeña batalla en Argentina sobre el aporte solidario la van a perder. Y tampoco hay que perder las esperanzas a nival global: como enseñan los estrategas militares, el resultado de una batalla, como la que actualmente van ganando los ricos, no asegura el resultado final de una lucha.

29/07/2016

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