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03/05/2020

Postales

Roberto Arlt en “el país del viento”

Roberto Arlt en “el país del viento” | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

El autor de “Los siete locos” se ocupará de disfrazar el día de su nacimiento, acaso para hacerlo coincidir con algún mensaje favorable de los astros que determine su vida hacia el éxito. Hay que optar entre el 2, el 7 -la que elegirá para su autobiografía- o el 26 de abril de 1900.

Gerardo Burton

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Nadie puede negar que es un porteño: en el barrio de Núñez, donde quizás esté viviendo en ese momento, la calle se llama Nahuel Huapí, así, con acento en la i, haciendo aguda una palabra que los mapuches -y el resto de los habitantes de la Patagonia- pronuncian grave, Huapi. Pero él, recién enviado a las provincias patagónicas, escribe que “el viento riza las aguas del Nahuel Huapí, con violencia tan levantisca que el brazo del lago parece el trozo de un mar” (“Tranco lento hacia las casas”). Es la mirada de quien naciera en Buenos Aires y con esfuerzo se constituye en escritor profesional -novelista- primero, luego dramaturgo y cuentista y siempre periodista. Su relación con la escritura, como con la vida, estará teñida por una cierta prepotencia, que sabrá explicar en el prólogo de una de sus novelas más célebres, para que “los eunucos bufen”. La ciudad que edificó con su prosa estaría incompleta -él lo sabe- sin esas postales que le proveerán, siempre, las imágenes con que intentará explicar su mundo. La enumeración es extensa: hay aguafuertes porteñas, africanas, españolas, gallegas y vascas, cariocas, del litoral y del Delta del Paraná, las denominadas “silvestres”, en Sierra de la Ventana y, también, patagónicas. Ése será el mapa que el escritor habrá dibujado con su literatura y que completará el planisferio iniciado en los barrios de Buenos Aires.

El 11 de enero de 1934 Arlt partirá desde Carmen de Patagones en un viaje que lo llevará hasta Bariloche. Volverá a Buenos Aires el 19 de febrero siguiente y en ese lapso habrá escrito un poco más de veinte aguafuertes para el diario El Mundo. Esos textos, reunidos, llevarán un título común, “El país del viento”. La pregunta es ¿cómo construye Arlt su mirada? Desconoce absolutamente con qué se encontrará y con qué recursos se aproximará a ese nuevo mundo. En una primera instancia, hará lo mismo que con sus novelas: si las lecturas de folletines, de malas traducciones al castellano de la mejor narrativa contemporánea fueron sus fuentes, ahora ese equipaje le servirá como soporte de su mirada. Algo así como la operación de Sarmiento con el Facundo: menciones a desiertos que acaso nunca vio, citas mal traducidas de otros idiomas. La fabulación, entonces, en primer lugar, le permite establecer un canon trucho, marginal, un canon que no se llama así. Saítta observa en Arlt aquello que Edward Said denomina “actitud textual”. La que se adopta cuando, al entrar en contacto con lo desconocido, no se apela a experiencias existenciales sino a lecturas previas. Así, Arlt utilizará metáforas urbanas para definir la naturaleza y las mezclará con metáforas de postales, de revista de actualidad. En lugar de utilizar el repertorio común de imágenes, compara la altura de las montañas con el Pasaje Barolo o con la Galería Güemes; las ramas se entrecruzan como los rieles de los troleys o de los tranvías. También incorpora elementos técnicos con más o menos prestigio. Por caso, la paleta de colores tiene mucho que ver con las reacciones químicas. Y así. Algunos ejemplos:

Para escribir sobre Patagones hay que ponerse una mano sobre el corazón y entornar dulcemente los ojos. Y no tener miedo del ridículo al afirmar que es diez veces más bonito que Bahía Blanca, que Rosario y que Tandil, a pesar de ser diez veces más pequeño que la parroquia de Caballito. Todas estas y otras innumerables virtudes se le pueden descubrir a Patagones en un día nublado...

Situado en una loma, su declive se precipita sobre el río Negro. En dicho declive, liso como paño de billar (grava tan apisonada que el agua de los carritos regadores no penetra, sino corre), Patagones tiene el color verdoso del cemento portland...

En la misma esquina del trescientos, hay una farmacia desparramando un tan poético olor a iodoformo, que se cree habitar en esos pueblos de sierras, de gente con una renta superior a quinientos pesos mensuales que va a morirse de languidez. (“El pueblo de Patagones”)

no pude menos de acordarme de “La isla del tesoro” y del famoso pirata de una sola pierna y cara ajamonada. (“Vida portuaria en Patagones”)

Hemos ascendido una cuesta enorme, y ya estamos bajándola a incontables kilómetros por hora. Me acuerdo del trencito del finado Parque Japonés. Sólo que aquí hay subidas y bajadas de varios kilómetros. Seguimos en tren de fantástica montaña rusa. Subimos, bajamos, volvemos a subir. El Hudson ronca con esa alegría que deben sentir los motores, como los atletas, al vencer obstáculos. Vamos serpenteando de arriba abajo, entre pintorescos valles, rodeados de montañas. De repente, se produce un fenómeno inesperado. Como si un maravilloso truco escenográfico hubiera levantado el telón de fondo de este escenario prodigioso, el valle se abre y se precipita sobre una inmensa llanura de cobalto...

[¡El Nahuel Huapí!] La cordillera de los Andes me resulta familiar. La silueta de sus cimas dentadas y nevadas, recostadas nítidamente sobre un cielo de índigo, la he visto en fotografías...

Más abajo, el Limay se encrespa entre las piedras, en un inquietante encaje de espuma blanca. Ni más ni menos que si mostrara los dientes como un can enfurecido. (“Llegamos al Neuquén”)

A dos leguas del Nahuel Huapí, el camino sube a una altura que produce vértigo, sobre el borde de un anfiteatro de montañas, en cuyo fondo, entre islas verdes, serpentea el río. Los tonos de color de agua oscilan entre el azul marino pasando por los verdes de sulfato de cobre y los atornasolados del cuello de las palomas. Todos los tintes del acero al templarse se suceden en la superficie de la rápida y rizada sábana de agua. Repuesto del vértigo, sigo la pendiente del camino...

Estos cerros están casi todos rematados por castillos medioevales, fortalezas del siglo diez, deformes y espantables, con poternas que son negros agujeros, almenas a las cuales asoman la cabeza tremebundos encapuchados de granito, puentes levadizos bloqueados por cónicos árboles verdes que dejan ver en la celeste porcelana del cielo, el recortado fondo de betún de un maravilloso país de embrujo. (“El valle encantado del Traful”).

 Arlt retratado por Ricardo Carpani

Arlt se ocupará de disfrazar el día de su nacimiento, acaso para hacerlo coincidir con algún mensaje favorable de los astros que determine su vida hacia el éxito. Hay que optar entre el 2, el 7 -la que elegirá para su autobiografía- o el 26 de abril de 1900. La última es la más probable; al menos es la que fija la partida de nacimiento. Ciento veinte años después y, ya con su obra en el dominio público, aparecerán con frecuencia de hongos ediciones nuevas de sus aguafuertes, inagotables e insuperables viñetas tan ocultas como desconocidas por el público actual, que quedaron en los archivos de los diarios donde habrá trabajado.

Dice que no es un escritor que inventa; es un inventor que escribe. En realidad es las dos cosas: escribe como inventa, e inventa su escritura. Se inventa como escritor: es un periodista que escribe como un narrador; está fuera de los circuitos académicos oficiales -es secretario de Ricardo Güiraldes pero milita con los de Boedo; coquetea con el comunismo pero no es un cuadro político; estrena obras en el Teatro del Pueblo pero es criticado por pequeño burgués: duda, teme, odia: son actitudes y pasiones que, por lo menos, deben ocultarse. Es un escritor que inventa su literatura y, sin embargo, piensa dar el batacazo con las medias vulcanizadas, en un procedimiento que consiste en hacerlas irrompibles al sumergirlas en caucho. Intentará probarlas en su hija Mirta y algunas amigas, que las rechazan porque “parecen botas de bombero” o “patas de elefante”. Incluso, para evitar protestas, su segunda mujer -Elisabeth Shine- decide pintarse las piernas con otro producto comercial antes de usarlas. Ella le dice que abandone los inventos, que escriba, pero Arlt quiere patentar un calendario perpetuo que es su obsesión. Se trata de un almanaque circular que permitiría conocer una fecha determinada en el pasado y en el futuro. Ambos fueron un fracaso, tal como la famosa rosa de cobre que Erdosain proyecta con los hermanos Espila en Los siete locos. Quizás sea este invento ficcional el modelo que imitó en su vida, y no la anécdota que le sirvió para su novela.

La escritura de Arlt tuvo al periodismo como columna vertebral, y siempre en tensión con los otros géneros literarios: primero fue con la novela, que dejó por el teatro cuando había publicado la cuarta -El amor brujo- a los 32 años, invitado por Leónidas Barletta, fundador del Teatro del Pueblo. Su escritura estuvo -está- también en tensión con el periodismo. Si un manual de estilo exige “objetividad” o neutralidad o la desaparición del sujeto narrativo como “yo”, Arlt hace exactamente lo contrario. En sus aguafuertes, es su mirada la protagonista, es él quien conduce la mirada del lector, quien la nutre. Acaso esté allí el secreto de su éxito. En esa última década de vida, el teatro se le apareció como una casi segura fuente de ingresos y lo alternó con los cuentos publicados en revistas que después se reunieron en “El jorobadito”(1933) y “El criador de gorilas”(1941). Arlt no dio el batacazo económico con sus inventos. Quizás sí lo dio con la invención literaria. Es una vanguardia en la narrativa, lo es en el teatro. También en el periodismo.

 Arlt, en el Teatro del Pueblo
 

Ver más en:

Arlt, Roberto: En el país del viento. Viaje a la Patagonia (1934), Bs.As., Simurg, 1997. Ed. y prólogo de Sylvia Saítta.

Espinosa, Carlos: Roberto Arlt en la Patagonia. Sus aguafuertes y andanzas imaginarias. Trelew, Remitente Patagonia, 2014.

La jugosa rabieta, programa sobre viajes, conducido por Diego Rodríguez Reis 

En Caras y caretas:

https://carasycaretas.org.ar/2020/04/06/el-cartografo-de-buenos-aires/

https://carasycaretas.org.ar/2020/04/06/un-inventor-que-escribe/

https://www.youtube.com/watch?v=CzvF_cvYQVI;

https://www.youtube.com/watch?v=9E5axqp7z4E

https://www.youtube.com/watch?v=ET5iN8PLtVA&t=13s

29/07/2016

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