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27/04/2020

A Bolsonaro también lo apoyaron Macri, Magnetto y Lorenzetti

A Bolsonaro también lo apoyaron Macri, Magnetto y Lorenzetti | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.
Título de tapa del diario Clarín. 8 de abril de 2018.

La propagación del coronavirus en Brasil es aterradora por responsabilidad de su presidente ultraderechista, quien llegó al poder como parte del plan de Estados Unidos contra los líderes populares como Lula. Desde Argentina fueron cómplices, por ejemplo, el gobierno macrista y las corporaciones mediática y judicial.

Miguel Croceri

El coronavirus ataca en todo el planeta y amenaza a cualquier ser humano, pero la forma de actuar de los gobiernos y demás poderes públicos o corporativos de cada lugar deriva en consecuencias diferentes y particulares según el caso. Brasil es el país más afectado de Suramérica y es, también, el más extenso, más poblado y económicamente más poderoso de la región, limítrofe con Argentina y con otras diez naciones.

Jair Bolsonaro, el presidente brasileño, es un ultraderechista fanático del capitalismo salvaje extremo, fascista partidario de las dictaduras, también extremista religioso y probablemente desequilibrado mental. Pero su llegada al gobierno no se debe solo a la responsabilidad individual y colectiva de quienes lo votaron, sino a un complejo entramado de poderes de su país y del extranjero que se movieron para propiciar su ascenso.

Dicho proceso fue planeado por Estados Unidos (EU) para desgastar y luego eliminar a las fuerzas políticas y liderazgos populares que en la primera década y medio de este siglo desafiaron -cada cual con sus particularidades y en diferente grado- el control norteamericano sobre la región.

Desde Argentina, ciertos poderes públicos y corporativos intervinieron para propiciar que en Brasil fuera desalojado el gobierno de la presidenta Dilma Rousseff y del PT (Partido de los Trabajadores), liderado por Lula Da Silva. Eso hizo tanto la derecha político-institucional encabezada por el expresidente Mauricio Macri como las derechas corporativas. Entre estas últimas, que son múltiples, se destacan las grandes maquinarias de la comunicación y la fracción dominante del Poder Judicial.

El máximo jefe del Grupo Clarín, Héctor Magnetto, es desde hace tres décadas -desde que Carlos Menem privatizó los canales de televisión porteños con hegemonía en todo el país- el jerarca más poderoso de las cadenas mediáticas. En la judicatura el mando es más inestable, pero quien más peso tuvo durante una década fue Ricardo Lorenzetti. Presidió la Corte Suprema desde enero de 2007 hasta diciembre de 2017. Si bien actualmente está relegado por las disputas de poder internas, sigue integrando el tribunal.

Observar, con unos pocos datos y a modo de ejemplo, el desempeño que tuvieron Macri, Magnetto y Lorenzetti tanto en contra de Lula y Rousseff como en el consecuente ascenso de Bolsonaro, permite apreciar la complicidad de la derecha argentina en la tragedia que vive hoy Brasil, donde las perspectivas del coronavirus son aterradoras por responsabilidad principal de su presidente.

Magnetto

El Grupo Clarín formó parte del aparato de legitimación internacional del golpismo brasileño. Mientras se ejecutaba la estrategia sediciosa para destituir a Dilma, los distintos medios de la cadena cumplían su tarea propagandística disfrazada de periodismo. 

Fue rotundo su respaldo al antidemocrático juez Sergio Moro, quien articuló toda la arquitectura judicial para favorecer el golpe con el pretexto de la “lucha contra la corrupción”. Ese sujeto sería luego designado por Bolsonaro como ministro y en estos días es noticia por su desplazamiento del cargo y la crisis política que eso genera en medio de la pandemia. Probablemente sea el futuro candidato presidencial de la derecha, como figura de recambio ante la pérdida de poder de Bolsonaro.

Durante la gestión de Rousseff, al ejecutar sus simulacros de investigaciones judiciales “contra la corrupción” con el fin de encarcelar a Lula, Moro perpetraba acciones de espionaje sobre la presidenta y grababa sus conversaciones telefónicas. En Argentina, el canal TN del Grupo Clarín era uno de los que recibían y difundía esas grabaciones clandestinas.

En un momento la entonces mandataria designó a su antecesor y líder político del PT como Jefe de Gabinete. Ella sabía que en cualquier momento podrían apresarlo. A su vez, el personaje golpista que fungía como “juez” y que espiaba a ambos, hizo público el audio de una breve conversación donde Dilma le avisaba a Lula que le enviaba con otra persona el acta de designación para que la usara “si era necesario”. Quería decir, si pretendían capturarlo.

En pocas horas, la emisora televisiva de Clarín dedicada a “noticias” agitó de forma sensacionalista el tema y repitió decenas de veces, o tal vez más de un centenar, la grabación ilegal y clandestina. (“Explosiva llamada de Dilma a Lula: ‘Usá el acta de asunción cuando la necesites’”, es el título elegido para publicar el audio capturado mediante espionaje del juez Moro, que TN mantiene accesible en su archivo digital. Nota del 16/03/16). 

Los golpistas representados por Moro, y en Argentina apoyados, entre muchos otros, por el cártel mediático de Magnetto, iban cumpliendo uno a uno sus objetivos. En el episodio recientemente narrado, Lula asumió como jefe de gabinete pero a las pocas horas debió renunciar por el asedio de las corporaciones judiciales y mediáticas. (“Duró unos minutos: un juez anuló de forma cautelar el nombramiento de Lula como jefe de gabinete”, se regodeó el canal magnettista al titular la noticia. “El expresidente había jurado en medio del escándalo por presunta corrupción”, agregó TN según consta en su archivo digital. Nota del 17/03/16). 

En agosto de 2016 la presidenta fue destituida y asumió en su lugar el tránsfuga Michel Temer, quien era vicepresidente. (“Tránsfuga”, entre otras acepciones, define a quien se cambia de bando). Se mantuvo así la apariencia “legal” e “institucional” que es propia de los llamados “golpes blandos”, donde la violencia militar que caracteriza el golpismo clásico -los golpes “duros”- queda en segundo plano.

Con Temer en el gobierno, continuó la estrategia para eliminar a Lula de la competencia electoral. Moro le dictó sentencia, las instancias superiores de la judicatura lo avalaron, y así llegó la orden de captura en abril de 2018. Previo a quedar detenido, el ex presidente se trasladó al sindicato metalúrgico de Sao Bernardo do Campo, en la periferia de San Pablo, donde había iniciado su trayectoria sindical y política. Permaneció casi dos días rodeado de gente que lo respaldaba, y luego se entregó a la Policía.

Al hecho de que un líder popular hiciera una demostración de resistencia democrática antes de quedar preso víctima de un régimen corrompido, el diario Clarín lo denominó “show político”. Y al hecho de poseer un departamento en un balneario de clase media -por lo cual fue condenado sin pruebas y solo porque Moro dijo tener la “convicción” de que lo había recibido como pago de sobornos- dicho diario lo llamó “corrupción”. 

Todo ello quedó reflejado en la tapa de Clarín el 8 de abril de 2018. (La imagen del título que se publicó esa vez, encabeza la ilustración principal de esta nota. Y aquí se reproduce la tapa completa).

Lorenzetti

El juez argentino Ricardo Lorenzetti, quien hoy sigue siendo miembro de la Corte Suprema pero en aquel momento era, además, el presidente del tribunal, avalaba la estrategia planificada en EU para perseguir, aquí, a Cristina Kirchner, y en cada país a sus respectivos líderes populares.

Hace tres años, y junto con Clarín y los demás medios dominantes, Lorenzetti montó un escenario político para mostrar a Moro como ejemplo de la “lucha contra la corrupción”. Fue en abril de 2017, cuando Dilma ya había sido derrocada y gobernaba Temer.

El “homenajeado” participó en Buenos Aires de al menos una reunión “reservada” y “sin público” con jueces argentinos, con el elegante pretexto de un “intercambio de experiencias”. El diario Clarín lo informó regodeándose. El operativo combinado de propaganda se realizó para fortalecer a la judicatura local que perpetraba contra Cristina lo mismo que el brasileño hacía contra Lula.

La imagen que simbolizó ese episodio fue la foto entre Moro, Lorenzetti y el juez ultra-antikirchnerista (ahora fallecido) Claudio Bonadio. El diario cabecera de la cadena mediática, en la aparente “noticia” con la cual disfrazó su habitual montaje para la manipulación informativa, se ocupó de resaltar en el epígrafe de la foto que, ese mismo día, Bonadio “procesó a Cristina Kirchner por asociación ilícita”. (Publicado por Clarín. Nota del 04/04/17). 

Macri

El triunfo electoral de Macri en 2015 y el derrocamiento de Rousseff en 2016 fueron los pasos más importantes para que EU y las oligarquías locales recuperaran el control político de Suramérica tras la etapa de los procesos populares y soberanistas.

La complicidad del macrismo con el golpe judicial, mediático y finalmente parlamentario en Brasil, quedó plasmada el día en que la presidenta Dilma fue destituida por una mayoría legislativa de derecha y ultraderecha ligada al poder empresarial, la corrupción, el extremismo ideológico, el fanatismo religioso y la exaltación de las dictaduras. 

Ante esa degeneración de la genuina representación democrática, “el gobierno argentino manifiesta que respeta el proceso institucional verificado en el hermano país”, dijo en su momento la declaración oficial de la cancillería macrista. (Crónica del portal Política Argentina. Nota del 31/08/16). 

Meses después Lula fue encarcelado y le prohibieron ser candidato, con lo cual se completaron las condiciones fraudulentas que derivaron en el triunfo de Bolsonaro. (“No toda votación es democrática”, afirmaba un texto de este columnista publicado por Va Con Firma en diciembre de 2018. El artículo, recordando el fin de la dictadura argentina en 1983, tenía como título “La democracia que conocimos hace 35 años terminó en 2015”. Nota del 10/12/18). 

El electo presidente brasileño asumió el 1 de enero de 2019. Dos semanas después Macri viajó al país vecino en visita oficial. (El periodista Román Lejtman, habitual propagandista de las posiciones de Estados Unidos y de Israel, escribió esa vez que ambos jerarcas “conectaron: descubrieron que tienen muchas cosas en común y que esa unidad de criterio puede abrir un capítulo inédito en las relaciones” entre los dos países. El artículo anunciaba en su título que “Macri y Bolsonaro promueven una inédita alianza estratégica para las relaciones bilaterales entre Brasil y Argentina”. Nota del 17/01/19). 

Antes del coronavirus

Macri y Bolsonaro en el poder marcaron un momento de auge de las derechas sometidas a la estrategia estadounidense. Los presidentes de los dos países más importantes de Suramérica, serviles de Donald Trump, consolidaban el dominio en la región de las oligarquías locales y del imperio capitalista trasnacional con epicentro en EU. La única excepción en ese momento era el triunfo en México de Andrés Manuel López Obrador.

En la segunda mitad de 2019 (primero en las elecciones primarias de agosto y luego en las generales de octubre), el panorama en el sur continental se alteró con la victoria de la fórmula presidencial del Frente de Todos, integrada por Alberto Fernández y Cristina Kirchner. Argentina se convirtió así en el único país de la región que, por el momento, derrotó mediante elecciones a un régimen de derecha pro-norteamericano y neoliberal.

Más recientemente, hace pocas semanas, el coronavirus irrumpió trágicamente en todo el planeta. Los respectivos gobiernos de Argentina y de Brasil responden de forma absolutamente opuesta ante la amenaza para la salud y la vida de todas las personas. Los resultados también son opuestos, si se los observa por la trágica estadística de los contagiados y muertos en cada lado.

Ni Alberto Fernández ni Jair Bolsonaro están en sus respectivos cargos presidenciales por casualidad. El azar también influye pero además hay causas. El brasileño llegó al cargo como emergente de un proceso de degradación democrática en su país que, desde el nuestro, fue apoyado por la derecha político-institucional y por las corporativas.

En este momento amenazante para todas las personas, con daños humanos y económico-sociales más graves o menos pero siempre trágicos y devastadores en los distintos países, y para el pueblo brasileño con consecuencias particularmente aterradoras, puede ser útil recordar que personajes como Macri, Magnetto o Lorenzetti, por ejemplo, fueron cómplices del ascenso de Bolsonaro.

29/07/2016

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