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03/06/2021

Raras cuestiones nuevas

Raras cuestiones nuevas | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

El covid devolvió a los titulares de los diarios el miedo a la muerte, en una sociedad que hace lo imposible por ocultarla. Pero no pudo desalojar la respuesta de la poesía y del arte, esa salida por la tangente hacia nuevos horizontes.

Gerardo Burton

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 Uno

Todo comienza en una charla que comparten periodistas y fotógrafos en un grupo de guasap. Como suele suceder en estos tiempos de pandemia, hay más preguntas que respuestas, porque inquirir no es un verbo privativo de censores o directores espirituales, y las inquisiciones no siempre obtienen aquello que buscan.

La pregunta gira en torno del nuevo libro del novelista Martín Kohan, La vanguardia permanente, un ensayo sobre literatura argentina que sirve de punto de partida. Desde la reflexión acerca de si las vanguardias son moderadas, están en el pasado o en el futuro, si fusionan el arte con la vida o responden de manera revulsiva a una determinada cultura dominante –y asfixiante-, la conversación virtual se enfoca en la descripción de los días de pandemia.

Entonces, alguien pone más precisiones. Dice que “las devastaciones bélicas o de otra naturaleza traen consecuencias más allá de la coyuntura política. Me parece que son culturales y estos movimientos generados provocan cambios de fondo”. Poco antes, había recordado que, después de 1945, ya finalizada la guerra, “surgió la generación beatnik en Estados Unidos, como reacción a la devastación y la falta de perspectiva. Entonces, ¿podría surgir algo así en la post-pandemia? Porque las manifestaciones culturales ponen bases para otros desarrollos”, agrega.

Dos

Estamos a finales del otoño y el viento de la cordillera es frío esta tarde. Sin piedad, los árboles quedan más desnudos todavía y las hojas muertas del otoño murmuran en remolinos hasta que calma el viento. La desolación es feroz: al final de la tarde se habrá batido otro récord de contagios y muertes por covid en el país y en Neuquén, y no es nada gracioso ni triunfal. El Limay está crecido no por más precipitaciones sino por mayor erogación para generar electricidad. Es apenas un disfraz de la sequía que ya asuela este valle desde hace más de una década.

El poeta norteamericano William Carlos Williams pedía a sus discípulos beatniks que, como poetas, se decidieran a “contar lo que sucesivamente vi y lo que escuché”, y Jack Kerouac le respondía con la necesidad de “capturar esos pequeños detalles que los escritores tendemos a olvidar”. ¿Detalles? ¿A quién le interesan los detalles? El escenario inmediato puede ser el Apocalipsisde Juan con los cuatro jinetes o las siete iglesias mezclado con el andar desangelado de un padre y su hijo por una ruta que relata Cormac McCarthy. Ambos arrastran un changuito de supermercado cargado con víveres y objetos en desuso rescatados del desastre mientras huyen de enemigos desconocidos, crueles e ignotos. También escapan del hambre y de la desolación. Nadie conoce el origen de esa desolación y de esa guerra, la destrucción se extiende como una plaga invisible: hay enemigos de quienes huir, pero también compañeros y a éstos buscan padre e hijo. Son dos fantasmas en un mundo de fantasmas.

Tanto en el Apocalipsisde Juan como en La carretera, de McCarthy –y quizás también en La peste, de Camus- se trata de finales, de tiempos que se terminan y de civilizaciones en decadencia. Y de preguntas cuyas respuestas se escapan como agua entre piedras. Hay clausuras.

Son finales de civilizaciones convertidas en imperios que otrora dominaron naciones; sojuzgaron a los pueblos rebeldes; premiaron a los traidores y se asociaron con otros, poderosos como ellos. Estas civilizaciones dominantes actúan como si fuesen a perdurar por mil años y que con ellas terminará todo. Pero lo real es que un poder sale de escena para que entre otro.

McCarthy describe un escenario de guerra total y destrucción del ambiente con estilo de ciencia ficción; a él le sirve describir ese universo asfixiante de desconfianza donde son escasos los gestos de solidaridad. Es el fin de un mundo -¿el capitalismo?- y la incertidumbre por los días que vendrán: el mundo “normal” está trastocado. El autor del Apocalipsis, en cambio, echa mano a los símbolos y mitos vigentes en época del imperio romano. Hay un denominador común de destrucción y desamparo, de final violento y de condenas masivas y escasas salvaciones. El cotillón destructivo planteado por el autor –alusiones a déspotas sangrientos, a traiciones en serie, a mentiras consagradas como religiones y a injusticias sostenidas por ricos y poderosos- servirá para designar con el adjetivo de apocalíptico a cualquier catástrofe más o menos importante y definitiva. Y, sin embargo, el libro tiene un final abierto: la frase final es “Ven, señor (maranatha en arameo)”. Y así termina la Biblia, no con un anatema sino con una plegaria.

Tres

De regreso con los poetas beatniks. En el prólogo al libro Aullido, de Allen Ginsberg, Williams dice:

La fe en el arte de la poesía va de la mano con este hombre en su Gólgota, desde ese matadero parecido en su forma al de los judíos en la guerra pasada. Pero esto ocurre en nuestro país, en nuestras más queridas proximidades. Estamos ciegos y vivimos nuestras ciegas existencias en absoluta ceguera. Los poetas están condenados, pero no son ciegos, ven con los ojos de los ángeles. Este poeta ve a través y alrededor de los horrores que participa en los más íntimos detalles de su poema. No evita nada, por el contrario, experimenta todo a fondo. Lo contiene. Lo reclama como propio y creemos, se ríe de él y tiene el tiempo y el desafío de amar a un compañero de su elección y registrar ese amor en este bello poema.

Williams está diciendo, en la mitad del siglo pasado, que los poetas, los artistas no están ciegos pues ven “a través y alrededor de los horrores”. Y así Ginsberg puede proferir su grito profético:

Yo vi las mejores mentes de mi generación destruidas por la

locura, hambreadas, histéricas, desnudas

arrastrarse por las calles de los negros en el crepúsculo en busca de

un pico desesperado,

hipsters de cabeza de ángel ardiendo por la antigua conexión celestial al motor estelar en la maquinaria nocturna,

esos que en la pobreza y en andrajos y con ojos huecos y en lo alto se

incorporan fumando en la oscuridad sobrenatural de los

departamentos con agua fría corriente y flotan cruzando los

techos de las ciudades y contemplando el jazz… (fragmento de Aullido, Allen Ginsberg, versión G.B.)

 

En un documental de Martin Scorsese que refiere una gira de Bob Dylan hacia mediados de la década de 1970 –Rolling Thunder Revue- con una tropa delirante –entre quienes estaban también Joan Baez, Joni Mitchell, Timothy Leary, entre otros- Ginsberg abría con este poema los conciertos en cada pequeña ciudad por donde pasaban. Fue el mismo año de la derrota de Estados Unidos en Vietnam, y todavía no habían ocurrido la caída del muro de Berlín y la implosión soviética ni el posmodernismo ni el neoconservadurismo Reagan-Thatcher. Y menos todavía, no había llegado una pandemia que parece cabalgar el cuarto caballo, el de la muerte y la pestilencia.

¿Podrían Ginsberg y los suyos plantarse desde la profecía nuevamente? No están, Ferlinghetti fue el último en irse, hace poco, a los 98 años. Sin embargo, es comprensible esperar que la poesía responda y amplíe los horizontes a seguir: basta con recordar a los poetas que acompañaron las revoluciones y las transformaciones en los años setenta en América Latina –Idea Vilariño, Ernesto Cardenal, Roque Dalton, Roberto Fernández Retamar, Javier Heraud- o a quienes se embanderaron con la defensa de la república española en la tercera década del siglo pasado. Y pueden seguir las firmas, porque siempre hay una palabra poética y hay una puerta que el arte abre desde el subsuelo de la historia.

Cuatro

En otro mensaje de guasap, luego de una lectura de poesía y escritura de dos continentes –América y Europa-, una artista dice que el covid devolvió a los titulares de los diarios el miedo a la muerte, en una sociedad que hace lo imposible por ocultarla, como también escamotea el paso del tiempo. Todo debe ser joven y saludable y la muerte y la enfermedad no existen, según propalan la publicidad y los relatos más o menos oficiales. Y las religiones, que podrían –y deberían- ofrecer mensajes para nutrir la vida y hacerla más plena, se ocupan sobre todo de mantener los cerrojos morales. Pero nada puede desalojar al arte y a la poesía en su búsqueda de una salida, aun por la tangente, hacia nuevos horizontes de cuestionamiento a los poderes establecidos, sea desde la negación y la indiferencia, sea desde la sátira o desde la estricta lucha contra ese poder, para derribarlo. Y el dominio del lenguaje, en este caso, es un territorio no menos estratégico pues es ésta una cuestión absolutamente política.

En ese contexto, y antes de la pandemia, el arte aprendió a circular por andariveles alternativos al mercado y sus estrategias de diversión y entretenimiento, y, especialmente, a las estéticas oficiales u oficiosas. Les opuso redes de entendimiento y comprensión que eluden el fin de lucro y también, aunque con mucho esfuerzo, la competencia entre la gente como estímulo a la creación.

Entonces, ¿qué harán los poetas y los artistas en medio de una pandemia donde sólo el miedo a la muerte puede hacer razonar a las gentes? Y eso es algo que ocurre siempre cuando ya es tarde. ¿Hablarán acaso de la necesidad de una nueva conciencia que indica que la dependencia entre unos y otras, y otros y unas es cada vez mayor y, sobre todo, es estratégica? ¿Y que esa interdependencia no excluye, sino que incorpora de una vez para siempre al planeta y su ambiente? ¿Habrá alguna posibilidad de que el capitalismo prebendario y depredador termine su gobierno? ¿Cuáles serán las redes que salvarán de la caída sin esperanza? ¿Habrá redes? ¿El temor al futuro no disfraza el temor a consolidar un pasado de injusticias? ¿Habrá una economía con otro rostro? ¿Quedará manco de su mano invisible el mercado? ¿Habrá derrame o será necesario un aluvión? Acaso sea conveniente tener en cuenta que “la vida es eso que te pasa mientras estás ocupado haciendo otros planes”.

29/07/2016

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