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El hecho de que el presidente Alberto Fernández se haya contagiado de Covid, incluso habiendo sido vacunado, conmueve de manera muy particular a los ambientes políticos y produce impacto público en general. Sin embargo, la pandemia es un problema grave y trágico para toda la sociedad argentina y la humanidad entera, y no solo para los gobernantes.
Señalar esa obviedad quizás no sea tan obvio si se tiene en cuenta que la oposición mediática -las cadenas de medios de la derecha, que son la gran mayoría de los medios porteños con penetración en el conjunto del territorio nacional, especialmente los canales televisivos con más audiencia- y la oposición político-institucional (Juntos por el Cambio y algunos otros sectores) despliegan desde hace un año un salvajismo despiadado y violento para que el oficialismo fracase en su estrategia frente el coronavirus, como si el asunto fuese solamente “un problema del gobierno”.
Los ejemplos del accionar anti-gubernamental y anti-social, tanto mediático como partidario, son infinitos. Quizás la mención de algunos casos ayude a comprender su magnitud y agresividad.
* La presidenta del Pro, Patricia Bullrich, definió como “casi terrorista” a Pedro Cahn, uno de los expertos en Infectología más importantes del país, que forma parte del comité científico asesor creado por el presidente al comenzar la pandemia. Fue el año pasado, debido a que el médico había dicho que el Covid no entra por sí solo a la casa de nadie sino que “si uno sale a la calle, busca al virus”. Era una explicación sobre por qué había que “quedarse en casa”, como se debía hacer en los primeros tiempo del aislamiento preventivo. (Noticia del diario Ámbito, nota del 26/05/20). Por otro lado, Cahn es una eminencia ética y humanitaria que tiene, entre muchos antecedentes, el de haber sido un pionero en la lucha contra el sida en los años ‘80, para lo cual creó la Fundación Huésped que -solo en una primera etapa, porque después hizo mucho más- recibió y dio contención a pacientes de esa enfermedad por entonces desconocida, que eran estigmatizadas/os, rechazadas/os y discriminadas/os por casi toda la sociedad.
* Miguel Pichetto, ex candidato a vicepresidente de Mauricio Macri, calificó de “Doctor Muerte” al ministro de Salud de la provincia de Buenos Aires, Daniel Gollán (también ministro del área a nivel nacional en el último tramo de la presidencia de Cristina Kirchner). El dirigente peronista/cambiemita justificó su violenta expresión en el hecho de que Gollán alertaba sobre el “colapso” del sistema de salud si la población no cumplía con los cuidados y las restricciones establecidas. (Información del diario Cronista, nota del 29/07/20). Eso fue a mediados de 2020, y se puede afirmar que las advertencias de Gollán están hoy tan vigentes o más que entonces.
* Unos 300 simpatizantes cambiemitas que fueron presentados como “intelectuales y artistas”, donde había algunos/as pocos/as provenientes de ámbitos académicos o artísticos y los/las demás eran ex funcionarios/as macristas, en mayo del año pasado acudieron a un ridículo neologismo para afirmar que el país vivía “una infectadura” (se supone que quisieron decir algo así como una “dictadura de los infectólogos”). No solo era un ataque político al oficialismo nacional que -incluso con la colaboración de gobiernos provinciales y municipales de Juntos por el Cambio- trataba de minimizar los daños de un virus desconocido que meses antes había aparecido en el mundo, sino un agravio y una repugnante falta de respeto hacia especialistas en Infectología y otros/as expertos/as en ciencias médicas que, a pedido del gobierno, colaboraron y colaboran asesorando a las autoridades públicas. La declaración no se anduvo “con chiquitas” para el título: “La democracia está en peligro”, dijeron los/las firmantes, en alusión a la cuarentena y demás medidas de cuidado contra el Covid que regían en los primeros meses de la pandemia. (Crónica de Infobae, nota del 29/05/20).
* En abril del año pasado, apenas a 20 días de vigencia del aislamiento social preventivo obligatorio (ASPO) que se dio en llamar “cuarentena” -se repite: a 20 días de su vigencia- el periodista y predicador de ultraderecha Jonatan Viale dedicó un editorial televisivo completo para afirmar que el gobierno, sectores de la oposición y parte de la sociedad estaban “enamorados de la cuarentena”. (Publicado por A-24, la página web del propio canal de noticias de la cadena América, en la cual se desempeñaba Viale en ese tiempo. Posteo del 10/04/20). Esa frase, reveladora de una grado extremo de pobreza intelectual y estupidez argumentativa, fue luego reproducida al infinito por otros voceros/as mediáticos/as y políticos/as para atacar a la estrategia de defensa contra el Covid y desalentar a la población en cuanto a su cumplimiento.
* Recientemente y por el mismo canal, otra predicadora de ultraderecha, Viviana Canosa, mantuvo por varios minutos en la franja inferior (“zócalo”) de la pantalla la atemorizante pregunta “¿Nos van a volver a encerrar?”. Mientras esa frase aparecía inscripta en la imagen, ella expuso en su comentario la ridícula fantasía de que si un gobierno dispone que la gente debe aislarse en los domicilios para evitar la propagación del virus -como se hizo al principio y eventualmente podría ser necesario en otros momentos- es porque tiene una maléfica y demoníaca intención de “encerrar” a las personas. (Puede verse también en el sitio de A-24, posteo del 29/03/21). Son operaciones comunicacionales muy dañinas que se deben al fanatismo político, el extremismo ideológico y la necesidad de “calentar la pantalla” como parte del espectáculo televisivo para subir en el rating, y que pueden provocar efectos de temor y angustia en la comunidad, y a la vez fomentar el odio al sector político gobernante, en franjas de las audiencias televisivas proclives a creer en ese tipo de discursos.
* Quizás la acción pública más salvaje de la estrategia opositora para que el gobierno fracase en su intento por disminuir los contagios y muertes por coronavirus, fue protagonizada por Elisa Carrió. Se trata de la dirigente que, por lejos, más utiliza la violencia de las palabras, lo cual es parte de la “violencia simbólica”, al menos desde el año 2008. (Más de una docena de ejemplos fueron descriptos por el autor de esta columna hace cuatro años en Diario Contexto de La Plata. Nota del 26/03/2017). Casi sobre la Navidad de 2020, cuando empezaron a llegar a Argentina las dosis de la vacuna Sputnik V desarrollada por un prestigioso laboratorio de Rusia, Carrió denunció al presidente de la Nación, al entonces ministro de Salud y a su viceministra por intento de “envenenamiento” a la población. (Semejante acusación tuvo repercusión en otros países. Por el ejemplo, el diario mexicano Jornada se hizo eco del caso. Nota del 23/12/20).
* El pasado jueves, un día antes de realizarse la prueba de antígenos -la primera de las dos que le dio positivo de Covid- el presidente Fernández se quejó en una entrevista radial por la falta de colaboración de la oposición para una de las tareas más difíciles en todo el planeta a raíz de la pandemia. “El esfuerzo de conseguir vacunas lo hacemos en absoluta soledad. Yo escucho hablar a gente que ha gobernado este país diciendo que cuando ellos gobernaban estaban en el mundo y que si ellos estuvieran (en el gobierno actualmente) conseguirían más vacunas. Bueno: entonces, si a ustedes el mundo los ama y tiene por ustedes un respeto que por mí no tiene, ayúdenme a conseguir vacunas”. (Declaraciones a Radio 10, reproducidas por el portal Minuto 1. Posteo del 01/04/21).
* De inmediato salieron a criticar al jefe del Estado varios referentes de Juntos por el Cambio, incluida la jefa -junto con Mauricio Macri- del sector ultraderechista del Pro, Patricia Bullrich. También dos dirigentes que antes eran radicales conservadores con cierto sentido de la prudencia y el decoro, el cordobés Mario Negri y el mendocino Alfredo Cornejo, pero que actualmente -quizás influidos por la notoriedad política que obtiene Carrió con su prédica violenta e impune- se suman a discursos más extremistas. El mendocino, como si el Covid fuera solo un problema del gobierno, le dijo burlonamente por Twitter al presidente que “el que tiene que buscar vacunas es usted”. (Reporte de Infobae, nota del 01/04/21). Además Cornejo, hoy diputado nacional por Mendoza y antes gobernador de la provincia, está lanzado a propagar ocurrencias delirantes y generadoras de nuevos enconos y odios, y potenciales conflictos desintegradores del territorio argentino: “Cada vez tiene más sentido la idea de Córdoba y Mendoza de separarse del país”, reafirmó la semana pasada. (Información de Perfil, nota del 29/03/21).
* Faltaba todavía que el presidente contrajera Covid, para que otra diputada mendocina, Hebe Casado, manifestara abiertamente su deseo de que también se enferme la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner (CFK). La legisladora pertenece al macrismo y además es médica. En su cuenta de Twitter, y llamando de forma burlona “el vacunado” a Alberto Fernández, Casado escribió: “Díganme que estuvo con CFK en las últimas 48 horas (insertando aquí un ícono que simboliza estar rezando por ello o pidiendo por favor que algo ocurra) el vacunado”. (Información de Página 12, nota del 03/04/21).
Estrategia violenta
El detalle de casos podría ser más extenso, pero los ejemplos aquí citados son suficientes para repasar el feroz salvajismo que ha perpetrado la oposición, tanto en la rama mediática como en su expresión formalmente “política”, en plena pandemia del coronavirus.
Si bien el propósito de esa estrategia es que a la gestión del Frente de Todos le vaya mal en su intento por reducir los contagios y muertes, porque entonces “la culpa” será del gobierno y eso puede redituarle beneficios político-electorales a los sectores contrarios al oficialismo, de esto mismo se desprende que el accionar opositor es un ataque contra la salud pública y la propia vida de las personas.
No se trata de un debate “de ideas” respetuoso y socialmente útil entre ciertas manifestaciones de derecha, centroderecha, etc. frente a otros posicionamientos político-ideológicos que pueden denominarse progresistas, o de centroizquierda, o nacional-populares, o de izquierda, etc. Es, en cambio, un fenómeno de gravedad extrema.
Mientra el país y el mundo atraviesan una tragedia colectiva, personajes públicos de cierta importancia en la sociedad o directamente muy importantes -ya sea por su responsabilidad en instituciones políticas del Estado o bien por su influencia en las audiencias televisivas y demás medios de comunicación, todo ello multiplicado en las redes digitales-, anteponen intereses miserables aunque eso pueda costar que la calamidad del Covid sea todavía mayor.
Difícil imaginar una actitud más extremista y potencialmente violenta en contra del bien común de la población y de los derechos e intereses más básicos de cualquier ser humano.
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