25/03/2021

Aguafuertes del Nuevo Mundo

Dinosaurios de nuestros días

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Si decimos “terraplanista”, “antivacuna” o “neoliberal”, hay similar negacionismo. Trump y Bolsonaro llegaron a ser presidentes, por lo cual personajes extravagantes o pérfidos de nuestro país también hacen sus cálculos.

Ricardo Haye *

Augusto Monterroso nació en Honduras, pero se nacionalizó guatemalteco y vivió exiliado en México, donde falleció en 2003. Escribió novelas, poesía y ensayos, pero los que le dieron celebridad fueron sus cuentos brevísimos y particularmente uno que solo utiliza siete palabras: “Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”.

El propio autor decía que las interpretaciones de este texto «eran tan infinitas como el universo mismo». Lo cierto es que el mini-relato, publicado en 1959, sigue siendo la estrella de todos los foros académicos sobre micro-ficción.

¿Pueden ser los dinosaurios tema de una sección que presume de llamarse “Aguafuertes del Nuevo Mundo”? ¿Por qué hablar de una especie extinguida hace más de 60 millones de años si lo que queremos es imaginar el mundo que viene?

El recuerdo de Monterroso y los interrogantes que enunciamos fueron disparados por un informe audiovisual encontrado en la red que trasciende lo gracioso para proponernos un tema de reflexión.

Su título es “Dos de cada tres dinosaurios siguen negando su extinción” y en su desarrollo expresa que estos saurópsidos aparecidos en el período triásico niegan que un asteroide chocara con la Tierra, provocando su muerte. Ingresando en el terreno del absurdo el relato señala que, aunque ya no quedan dinosaurios en nuestro planeta, casi un 65% de estos animales continúa sin aceptar su desaparición y tildan de “mentirosos” a quienes aseguran que han muerto. Los paleontólogos citados en el trabajo sostienen que la dureza de su cerebro es lo que les impide aceptar su realidad. (Véase aquí)

Un ejercicio muy sugerente es cambiar el sujeto “dinosaurio” por el de “terraplanista”, o “antivacuna”, o “neoliberal”, y el sentido del negacionismo seguiría igual de vigente.

Gente testaruda, cuya corteza cerebral es impermeable a cualquier otra cosa que aquella en la que creen y a la que se aferran terca y obstinadamente, pulula sobre la faz de la tierra.

Lo que no deja de llamar la atención es que el informe internacional que compartimos, incluya un ejemplo de tiranosaurio rex localizable en la Argentina. ¿Será que nuestro país supera a naciones en las que millones de sujetos prehistóricos votan a Trump o a Bolsonaro? ¿Podemos nosotros ser más cavernícolas que países que hasta hace un rato sostenían la segregación racial? ¿Acaso no aprendimos nada del oscurantismo que nos hizo poner en el vocabulario del mundo la expresión “desaparecido”?

El mayor problema del pensamiento retrógrado no es que suscriba o apoye ideas o instituciones políticas o sociales de tiempos pasados, sino el de creer que sus opiniones son mejores que las de los demás. La noción de “raza superior” tiene que ver con ese concepto mesiánico y totalitario. Esa es la base del autoritarismo, que dio origen a los campos de concentración y exterminio; a la quema de libros; a la prohibición de expresiones culturales; a la supresión de identidad en criaturas recién nacidas.

Esa barbarie, ese salvajismo inhumano no puede formar parte de los cimientos del mundo nuevo que esperamos que llegue. Pero sería un gravísimo error el de subestimar las posibilidades de crecimiento de manifestaciones de ese tipo. Muchos analistas políticos se tomaron en broma las posibilidades de Trump y de Bolsonaro cuando aún eran candidatos. Y los dos llegaron a ser presidentes.

En nuestro país tenemos un buen conjunto de personas entre extravagantes y pérfidas que deben estar haciendo cálculos para seguir el mismo camino.

No alcanza con considerar que alguien es cabeza de termo sin tomar en cuenta las condiciones y las necesidades sociales de época y la extraordinaria trama de conspiraciones que urden los grupos de poder para reforzar sus mentiras, darles visos de realidad y hasta hacernos creer que eso que nos moja es lluvia y no las meadas de privilegiados siniestros.

Necesitamos una fase reparadora de desacondicionamiento mental, que nos proteja de la exacerbación desfasada de conductas emocionales o cognitivas negativas que propician la resignación y el fatalismo. Pero, al mismo tiempo, que aliente la voluntad de participación comunitaria y social y proponga contradiscursos esclarecedores que favorezcan nuestra capacidad de discernimiento y estimulen el sentido crítico de los individuos.

Solo así descenderá la cantidad de quienes sostienen que la Tierra es plana, que las vacunas envenenan o que Nisman fue asesinado por un grupo comando camporista-venezolano-iraní con apoyo extraterrestre. Y, con un poco de fortuna, también se reducirá el número de personas que votan a infradotados perversos.



(*) Docente e investigador del Instituto Universitario Patagónico de las Artes.
29/07/2016

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