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15/03/2021

Los extremistas ultra-capitalistas se hacen llamar “libertarios”

Los extremistas ultra-capitalistas se hacen llamar “libertarios” | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

Los grupos encabezados por Javier Milei y José Luis Espert se autodenominan con una palabra asociada a la “libertad”, lo cual “cae bien” en ciertos sectores de la sociedad, incluidos algunos/as jóvenes. ¿Pero por qué desde espacios políticos populares no se los llama como lo que son?

Miguel Croceri

La libertad es tal vez el más trascendente principio o valor ético, moral, ideológico, político, etc. que haya forjado la humanidad a lo largo de la historia. Quizás sea así porque se trata del deseo más profundo, fundante, esencial, indispensable, de la propia constitución espiritual del ser humano. Pero esto es materia de debate filosófico, ético y de otros campos de los saberes, ajenos al interés de esta columna de opinión y de los conocimientos del autor.

En este artículo, la mención a la trascendencia de la libertad tiene la función de llamar la atención sobre el uso político de la palabra, concretamente en la Argentina de hoy. Y en particular acerca de su impacto favorable en ciudadanos/as que han forjado su ideología política con desprecio, rechazo, odio, etc. hacia la política y el Estado.

Pero más específicamente aún, el propósito es reflexionar en torno de la empatía, de la conexión profunda, del sentimiento de pertenencia o adhesión que todo lo que tenga que ver con la “libertad” pueda producir en generaciones jóvenes proclives al desconocimiento de la historia reciente argentina, reacios a interiorizarse siquiera en cómo ocurrieron los grandes acontecimientos sociales y políticos del siglo XX y lo que va del XXI, y que en cambio reemplazan ese acervo intelectual y emocional por vulgaridades, mentiras, trampas, frases cortas de alto impacto, insultos, agresiones y diferentes formatos violentos que circulan de a millones por día en las redes digitales y los medios de comunicación más influyentes en la conformación de la opinión pública.

Generalmente, y aunque todo depende de la cosmovisión de cada persona o comunidad, una palabra, concepto, idea, sentimiento, etc. que esté asociado a la “libertad” tiene de por sí una ventaja. Predispone favorablemente a quien la escucha/percibe. Y el uso de una terminología que parten de esa raíz significante, es un arma -legítima, desde el lado de quien la utiliza- de lucha política.

En la Argentina de estos tiempos, referentes y sectores de derecha, o directamente extremistas de derecha, cuyo principio ideológico esencial es exaltar el capitalismo a ultranza y el poder de las corporaciones propietarias de grandes volúmenes de capital, se hacen llamar “libertarios”.

Las figuras más conocidas son Javier Milei y José Luis Espert. También es muy activo un dirigente que en épocas anteriores fungía como periodista “independiente”: el mendocino Luis Rosales. Además, con ellos tienden a aglutinarse otros dirigentes de similar matriz ideológica, incluidos veteranos conservadores antiperonistas y ultra-antikirchneristas como Ricardo López Murphy (señalado públicamente desde los años ‘90 y hasta su paso por el gobierno de De la Rúa como afiliado radical) y el correntino José Antonio Romero Feris. Asimismo, los provocadores ultraderechistas Yamil Santoro y Darío Lopérfido, entre otros/as.

(Solo como ejemplo de las noticias que circularon en días recientes sobre ese “nuevo espacio” político que se prepara para competir en las elecciones legislativas de este año, puede consultarse una crónica del portal Perfil. Nota del 10/03/21).

Aclaración: no todos los nombrados en el párrafo anterior se identifican como “libertarios”, sino que algunos se autodefinen como “republicanos”, “liberales” o “de centro”. Pero estos tres últimos términos no son nuevos en el discurso político argentino. Lo novedoso es presentarse como “libertarios”.

Palabras que “caen bien” y “garpan”

“Libertarios” es un término que “cae bien”, que produce agrado y empatía en ciertos grupos de la sociedad, incluidas personas jóvenes (como antes se mencionaba). Una palabra derivada de la “libertad” tiene un valor semántico que “garpa” -que paga, que es ganador, por decirlo de manera figurada-. Utilizar esa palabra/noción tiene la ventaja de conectar, de modo probablemente inconsciente, con aquello (referido en el primer párrafo de esta nota) que la libertad representa desde siempre para el espíritu humano.

Pero el “negocio” político de esa derecha o extrema derecha ultra-capitalista y pro-Estados Unidos, es que desde corrientes de pensamiento y concepciones ideológicas opuestas a las suyas ni siquiera se polemice sobre el término con el que se autodefinen. Dicho de otro modo: aludir a tales sectores con la denominación que a ellos les conviene y les reditúa para interpelar a la sociedad, es hacerles el juego tontamente.

Es como llamarle “Lilita” a Elisa Carrió o “Justicia” al Poder Judicial. Es desconocer la dimensión inconsciente de los discursos, el valor emotivo o eventualmente afectivo de las palabras, y en general la importancia de la micro-semántica en las disputas políticas.

En consecuencia, en los discursos políticos enunciados desde fuerzas populares, o nacional/populares, o progresistas, o de izquierda, o de centroizquierda, o de otras identidades que en mayor o menor medida impugnen los intereses de las clases sociales privilegiadas y de los factores de poder locales o extranjeros que dirigen las estructuras de dominación sobre el conjunto de la sociedad -la argentina y las sociedades latinoamericanas en general-, quizás sería conveniente repensar y revisar la terminología con la cual se alude a sectores que defienden intereses exactamente opuestos.

Los “libertarios”, solo defienden la libertad del poder capitalista. Son los fanáticos de que la vida individual y colectiva de las personas esté sometida al ultraje y el abuso de “los mercados” o de “el sector privado”, como también suelen decir para expresarse más elegantemente y disimuladamente.

Nótese que en Argentina (a diferencia de, por ejemplo, Chile o España) nadie se considera “de derecha”. Por razones que probablemente ya han sido indagadas por especialistas en semántica política, en nuestro país esa identidad política, y específicamente esa palabra, “no garpan”. No caen bien. No suscitan empatía, adhesión, afinidad, sensación de pertenencia.

Y los autodenominados “libertarios” son, ante todo, de derecha. Entendiendo por tal a las concepciones ideológicas que postulan un tipo de sociedad donde se mantiene un esquema de dominación social. Donde ciertas clases y sectores detentan la riqueza y el poder, mientras que el resto de la población está obligada a un lugar subordinado, con insatisfacción de sus necesidades y derechos, y frecuentemente sufriendo por esa situación.

El lugar subordinado lo sufren los/las trabajadores/as ocupados/as y desocupados/as, el conjunto de las clases bajas o medias/bajas, y fundamentalmente quienes viven en la miseria o pobreza extrema, pero también afecta a gran parte de las capas medias que muchas veces tienden a adoptar como propios los intereses y valores de las clases superiores.

Contra “el Estado” y “los políticos”

Los “libertarios” quieren que el mundo, y dentro de él nuestro país, sigan así. Que ese esquema de dominación social nunca se modifique. Que no haya conflicto, disputa o controversia que ponga en discusión la sociedad estructurada sobre la base de un capitalismo salvaje extremo.

Por eso su enemigo declarado es “el Estado” y todo lo que sea “estatal” y público, así como estigmatizan y defenestran a “los políticos” y a “los sindicalistas”. Detestan a la política como actividad de disputa de poder expresada en partidos, sindicatos u otras organizaciones que solo constituidas como tal -como organizaciones, y con el mayor nivel de legitimidad y arraigo popular posibles- pueden enfrentar a los intereses capitalistas y al conjunto de las corporaciones o poderes de facto.

La razón de ser última de quienes se ponen ese nombre asociado a “la libertad” es el sostenimiento y si fuera posible una mayor expansión del capitalismo a ultranza. Que sigan por siempre los grandes capitalistas manejando el mundo, bajo la hegemonía política, militar, propagandística, etc. de Estados Unidos, y que el resto se aguante como mejor pueda. Ese es su plan político.

¿Cuál es la razón, entonces, para que desde corrientes político-ideológicas opuestas se los llame “libertarios” porque ellos se pusieron ese nombre marketinero y conveniente para su acumulación de poder? ¿Por qué no se los llama como lo que son, o al menos se discute y polemiza sobre cómo nombrarlos?

Son de derecha, además extremistas por su grado de fanatismo y radicalización, y por lo tanto son ultra-capitalistas.

Y además son eventualmente violentos en su discurso público, lo cual los torna doblemente peligrosos: por los intereses que representan, y porque generan mayor agresión y odio en el debate político y social.

Esta característica de agresividad puede no caberle a todos/as los/las dirigentes denominados “libertarios” por igual, pero sí al menos al más mediático y “famoso”: Javier Milei. Se trata de un sujeto que en cualquier momento de una aparición suya en medios de comunicación o redes digitales, descarga un aluvión de insultos, manifestaciones de odio, agravios y todo tipo de violencia simbólica contra sus interlocutores/as presentes en un estudio de televisión, por ejemplo, o contra otras personas a las cuales se esté refiriendo.

Se repite: el agravante de la violencia puede estar en algunos/as dirigentes sí y en otros no. Pero desde el punto de vista de la confrontación de discursos para la lucha política, el problema de fondo es otro.

Si el “negocio” de grupos -que están creciendo políticamente- de la derecha y la extrema derecha es que la gente crea que son “libertarios”, una tarea necesaria de los/las dirigentes y militantes de las fuerzas populares es desenmascarar el contrabando semántico que transporta esa palabra y hablar claramente, o al menos reflexionar y debatir, sobre la ideología que impregna a esos sectores y los intereses que representan.

29/07/2016

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