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29/06/2020

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Nombrar La Pampa

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Edgar Morisoli arraigó en La Pampa a finales de los años cincuenta. Llegó con su familia a La Adela para estudiar el río Colorado y trabajar en la sistematización de tierras. No se fue más de La Pampa, y el paisaje no se fue más de su poesía. Murió este 16 de junio pasado a sus 89 años.

Gerardo Burton

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“No estoy en condiciones de definir la poesía, yo la he asediado a lo largo de muchos años” ha dicho el poeta en una entrevista en 2011, poco antes del lanzamiento de su libro Porfiada luz. Con Olga Orozco y Juan Carlos Bustriazo Ortiz, es la tercera gran vertiente de la poesía pampeana: si una osciló entre el neorromanticismo y el surrealismo y el segundo dio vuelta el lenguaje como un guante, tallándolo como si fuera una piedra amable, en Edgar Morisoli el paisaje es memoria del uno y del pueblo; no sólo historia. La memoria es colectiva y permanece en los pliegues del tiempo y del espacio, en cambio la historia suele ser una narración -parcial- de la memoria contada por otros. “Un paisaje no existe hasta que un hombre lo mira”, porque “ahí la geografía se convierte en paisaje, cuando algo le dice. He tratado de que esté presente en toda mi obra”, afirmará este poeta en una conversación con Daiana García Cueto.

“Nombrar es destruir”, escribe en el poema “Cementerio de los hachadores”, de Salmo bagual, el libro con que en 1957 comenzó su ciclo en La Pampa. Antes habrá un olvidado volumen escrito a los quince y publicado a los diecisiete años en su Santa Fe natal con financiación familiar. De ese inicio recordará la predominancia del yo, la voz prestada de sus voraces lecturas hasta el hallazgo de una manera de decir. Si bien el yo poético subsiste, “aparecen otros impactos de la realidad más poderosos, como los hechos sociales, públicos e históricos”. De estos acontecimientos, que abarcan la historia de la Patagonia y las luchas de los pampeanos por el agua “robada”, hablarán sus poemas, compuestos en un “estado de emergencia” que alcanza tanto a la poesía amorosa como a la lucha política o a la reflexión poética. En un lapso de veinte años, Morisoli no publicará libros: declarado cesante por tres dictaduras -la que volteó a Frondizi; la de la Revolución Argentina y la de Videla, Martínez de Hoz y compañía, la búsqueda de trabajos fue su principal ocupación. Seguía componiendo poesía en el silencio, casi clandestino y en resistencia, y recién volverá con Obra callada en 1994, donde estarán sus manuscritos de ese duro paréntesis. Parte de la historia patagónica aparece en “El sur es negro y rojo”, una vidalita -o aire de vidalita- que musicaliza Delfor Sombra:

El sur es negro y rojo 

Año veintiuno,

Vidalita,

Coronel Varela

La peonada muerta,

Vidalita,

Su miseria en vela.

Mil esquiladores,

Vidalita,

Fueron masacrados

Porque los «señores»,

Vidalita,

Se habían asustado.

Vidalita negra, de Santa Cruz,

Soledad y muerte,

Pueblo fusilado, cielo sin luz,

¡Guay cuando despierte!

Como las espinas

Del quilimbay

En el viento frío,

Voluntad arisca,

Vidalitay,

La del pueblo mío.

Patagonia negra,

Vidalita,

Patagonia roja,

Se alzará esta tierra,

Vidalita,

Que la sangre moja.

Vidalita amarga la de Trelew,

Vidalita fuerte,

Pueblo fusilado, tierra de pie,

¡Guay cuando despierte! (Ver en Youtube)

 

Salmo bagual llamará la atención de los funcionarios de cultura en La Pampa y alcanzará su versión en papel. De ahí en adelante, hay más de veinte títulos de poesía y uno o dos de ensayos, sin contar sus artículos periodísticos. El poeta Sergio De Matteo considera que la radicación de Morisoli en La Pampa no significará establecer una residencia; por el contrario, se trata de un arraigo, de enraizarse, términos “mucho más cargados de identidad y exactos para un 'nombrador'” como Morisoli. Este topógrafo nacido en el pueblo santafesino de Acebal en 1930, habrá llegado en 1957 a La Adela para estudiar al río Colorado. Allí trabajó en la sistematización de las tierras para su puesta en producción. Más tarde pasará a 25 de Mayo y luego a Santa Rosa. No se irá más, hasta su muerte, ocurrida este 16 de junio pasado a sus 89 años.

“Golpeó mucho”, dice la voz del músico Gerardo Lalo Molina en el teléfono, con quien el poeta ha coincidido “en música y canto”. Molina cuenta que Morisoli “era un pampeano igual que cualquier otro: siempre decía que había elegido esta tierra para quererla”. Esa elección incluye, desde siempre, a Margarita Monge, también poeta, y a sus hijos Juan Pablo y Moira, quienes lo acompañan desde Campana hasta La Adela en busca de trabajo. De Santa Rosa al oeste, La Pampa es tierra desértica, ganada con esfuerzo para la producción: su vegetación es de estepa -jarilla, monte bajo, bardas-, ahí comienza -o termina- la Patagonia. El cierre del Atuel en 1947 seca todo, recuerda Molina y los pobladores, asentados hasta entonces en tierras fiscales, emigran hacia el este en busca de trabajo. Este músico, nacido en 25 de Mayo, criado en Puelén (https://www.youtube.com/watch?v=Hwm_odAKA7E)reside en su ciudad natal, compuso varios temas con poemas de Morisoli, salvo uno, “Alabanza del agua”, una denuncia contra los emprendimientos hidroeléctricos de Mendoza que perjudican los territorios aguas abajo, como pasó con el Salado y el Atuel. Y Molina recuerda el método de trabajo con Morisoli: “él acercaba los poemas, la poesía estaba antes que la música, salvo en esta 'Alabanza del agua'. Le recordé que Armando Tejada Gómez le ponía palabras a la música, al ritmo, y él me decía que no sabía si iba a poder. Yo le contesté que si lo hacía Armando, cómo no iba a poder hacerlo él. Y salió nomás”.

 

1

Alma pluvial del aljibe

niebla, nieve, manantial,

providencia de los ríos,

consuelo del medanal.

 

Desde el Agua del Rebozo

hasta el Agua del Chañar,

el agua nombra mi tierra

y el agua la hace penar.

 

Del agua nació la vida,

de la vida la canción.

Que el que cante nunca olvide

que es agua del corazón.

 

2

Agua brava de las crezcas,

agua mansa del jagüel.

Cantarito el de tu boca,

no me canso de beber.

 

Rocío brilla en tus ojos

cuando la noche es amor,

y un río creciendo viene

por la sangre del cantor. (Alabanza del agua)

 

 

Una de las consecuencias de la denuncia es el Cancionero de los ríos, un repertorio de canciones que reúne cerca de cien composiciones, la mayoría de tradición folklórica, cuyo denominador común es el reclamo de La Pampa hacia la provincia de Mendoza por la libre distribución y el uso equitativo de las aguas del Atuel. La primera edición de este cancionero fue en 1985 y tuvo cuatro reimpresiones hasta 2015. Ahora, la puja es por la represa Portezuelo del Viento, cuya construcción y puesta en marcha amenaza con hacer mermar mucho más el caudal del Colorado. Recién en los últimos tiempos el reclamo pampeano despertó la solidaridad -tibia hasta entonces- de las demás provincias integrantes del comité de manejo de ese recurso hídrico: Río Negro, Neuquén y Buenos Aires.

El escritor Walter Cazenave, al referirse a la búsqueda de músicos y poetas pampeanos -los de “la tercera generación”-, dice que Molina tiene “el privilegio de ser uno de los más cabales intérpretes del cancionero pampeano, que sorprende a quienes acceden a él por primera vez. Por sus expresiones afloran los paisajes singulares y desconocidos arrullados por la maravilla de la calandria, el tránsito por las tierras áridas y sus cauces perdidos, o el desierto de piedra y su inmensidad reflexiva. Y con ellos la maravilla del sentimiento que lleva al canto. Dicho con la simpleza y la profundidad de la poesía”.  Morisoli ha dicho que la canción es “mucho más que un texto poético musicalizado. No constituye una simple 'suma'; ni siquiera una 'integración' de ambos elementos artístico-expresivos. Es otra cosa, una tercera realidad, distinta, única, en cuya gestación poesía y música participan pero sin agotarla. La canción es canción y en eso reside su identidad profunda y su valor”, concluirá.

          Nunca terminará, es infinita esta riqueza abandonada, Edgar Bailey

 

¿Volverá el hombre hacia la tierra

los ojos ciegos de no mirar?

¿Se acordará de los rumores

y el silbo azul del maciegal?

¿Buscará rumbo oliendo el aire

recién llovido, el aire austral?

Río de amor, ¿dónde confluyen

intimidad y humanidad?

"Nunca terminará es infinita esta riqueza abandonada..."

 

Sí, es infinita. Pero su alma

lo es más, y late a nuestro lado.

Ya nadie sabe nombre de estrellas,

nombre de hierbas o de pájaros.

Ya nadie lee la escritura

de las bandadas en lo alto,

ni contempla la abierta noche

para alcanzar mensaje de astros,

ni distingue aroma de aroma,

trino de trino, rastro de rastro.

Y hasta el idioma de los vientos

que comprendimos desde antaño,

hoy habla en vano a nuestro oído

porque ya el hombre lo ha olvidado.

 

Cautivo al fin, el que abandona

resulta él mismo abandonado.

"Nunca terminará, es infinita..."

 

(Recuerdo las grandes criaturas

del mar: al pie de los acantilados

la voz profunda del oleaje,

ronca salmodia, coro arcaico

de la grey de las roquerías,

y sus cachorros congregados

bajo custodia de ternura

contra el peligro o el espanto...)

 

¿Cómo no ver también en ellos

temblor de espíritu, secreta

llama del mundo: la corola

amotinada en primavera,

el largo sueño que nos une

con todo y todos, la bandera

del cielo al tope de la sangre

y este collar que nos enhebra?

 

Se limpiarán los ojos ciegos

con libre luz, en libre tierra. (Con libre luz, en libre tierra, dedicado a Horacio Marani)

 

Por la poesía de Morisoli desfila la “saga toda del americanismo”, continúa Cazenave: es natural entonces la incorporación de términos en mapuzungun, más allá del acervo toponímico pampeano; la inclusión del relato de la campaña de Roca, de los fusilamientos en el sur patagónico y de la masacre de Trelew en 1972, como se vio más arriba en el poema “El sur es negro y rojo”. La mirada del poeta adquiere una perspectiva solidaria con el devenir “heroico de gentes sencillas y comunes”. Esas gentes que, como relata Molina, “no es común que quieran tanto a alguien que viene de afuera, y a Edgar lo trataban como un par, como un amigo más”. Las esperanzas y angustias, las alegrías y las tristezas de estas gentes son rescatadas del olvido y potenciadas en su proyección poética y musical, como ocurre con el relato de la exhibición de dos mujeres en la Exposición Universal de París:

María Quenupil y Remigia Solana,

entregaron sus finas labores de telar

y de pluma, al garrido doctor y Secretario de la Gobernación,

allí, en General Acha,

para ser enviadas… ¿a quién? ¿a dónde? ¿a París de Francia?

De cualquier modo, lejos. Muy lejos, tras la mar, tras el Agua

Grande… ”Habrá una feria”, les dijeron.

 

Y hubo una feria, inmensa, “universal”,

se inauguró la Torre Eiffel, y en alguna vitrina

del Pabellón Argentino, sector Pampa Central y medio ocultas,

lucirían las finas labores de telar

y de pluma de choique, el arte de la tierra que aportaron

María Quenupil y Remigia Solana.                                                     

En esa misma feria, prisioneros

en una enorme jaula con barrotes de hierro,

se exhibieron al público como fieras salvajes

–supuestos “antropófagos”–

una familia entera de indígenas fueguinos. Eran selk’nam, los hijos

del Sur que fue un gigante: el silente Tarémkelas,

y de una seductora irresistible: la Bóveda Celeste.)

 

En los toldos y ranchos de la planiza, en Acha

–entonces, como ahora, barrio del pobrerío–,

María Quenupil y Remigia Solana

nada supieron de esto. ¿Qué fue de aquellas fajas

tejidas, de las plumas, de los sabios colores logrados con raíces

y cortezas del monte? ¿Acaso conocieron o llegó hasta sus manos

el lujoso catálogo bilingüe

que registró sus nombres?

 

(A los selk’nam cautivos

los pudo rescatar la Embajada Chilena

previo pago –”compensación de gastos”–,

al abyecto raptor.)

 

María Quenupil y Remigia Solana,

ignoraron que fuese el Centenario

de una Revolución traicionada hacía tiempo.

Liberté. Egalité. Fraternité.

María y Remigia. Hoy nadie las recuerda. (General Acha-París, 1889, dedicado a Cristina Ércoli, en “Porfiada luz”, 2011)

 

Datos biográficos

Edgar Morisoli nació en Acebal, Santa Fe en 1930 y murió en Santa Rosa, La Pampa, el 16 de junio de este año. Fue poeta, escritor y periodista; participó de la fundación de la Asociación de Escritores Pampeanos. Varios poemas suyos fueron musicalizados por Reinaldo Labrín, Guillermo Mareque, Delfor Sombra, Lalo Molina, Cacho Arenas, Oscar García, Beto Leguizamón, Guri Jáquez, Raúl Santajuliana, Ernesto del Viso, Juani De Pian, Juan Manuel Santamarina, José Gabriel Santamarina, Luis Wanzo y Mario Díaz, editadas por diversos sellos de Argentina y México. Entre ellas se encuentra la cantata: “Epopeya del Riego” (1990).

Obras publicadas: Salmo bagual, 1957/1959; Solar del viento, 1966; Tierra que sé, 1972; Al Sur crece tu nombre, 1974; Obra callada (1974-1986), 1994; Cancionero del alto Colorado, 1997; Bordona del otoño/ Palabra de intemperie, 1998; Hasta aquí la canción, 1999; Cuadernos del rumbeador, 2001; La lección de la diuca, 2003; Última rosa, Última trinchera, 2005; Un largo sortilegio, 2006; Tabla del náufrago, 2008; Pliegos del amanecer, 2010 y Porfiada luz, 2011, entre otros.

 

Ver más en:

Milonga El Desgajado 

Morisoli por sí mismo: Parte 1 Parte 2 Parte 3  

Edgar 

Mi poesía es abierta al mundo - Edgar Morisoli

Repositorio Filo Uba

Las palabras ardientes del poema el arraigo - www.excentrica.com.ar

Rotas caligrafía: El paisaje como texto o una poética implicita

Dossier Morisilo - www.aguardiente.com.ar

29/07/2016

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