Columnistas
17/09/2023

Nadie había criticado a Milei por violento

Nadie había criticado a Milei por violento | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

Paradójicamente, ahora es Patricia Bullrich quien dice que su rival “practica la violencia” para hacer política. Durante al menos dos años, desde que el ganador de las elecciones primarias fue candidato a diputado en 2021, las dirigencias y medios de comunicación democráticos le dejaron pasar de todo.

Miguel Croceri

Es una tremenda paradoja pero es real: días atrás Patricia Bullrich criticó a Javier Milei porque “practica la violencia como forma de hacer política”.

El episodio es revelador de las inmensas carencias conceptuales y discursivas del peronismo en general y del kirchnerismo en particular, así como de la izquierda, la centroizquierda y el conjunto de los sectores progresistas, que jamás habían criticado por esa condición -la de ser “violento”- al candidato que provocó un tembladeral político cuando resultó el más votado en las elecciones primarias.

Todas las explicaciones, reflexiones, intentos de comprensión, etcétera, acerca de por qué Milei irrumpió en el sistema político y se convirtió en un candidato con chances de ser presidente de la Nación, giran en torno de razones económico-sociales. Ese tipo de argumentación puede ser muy valiosa y eventualmente acertada para entender esa impactante novedad y sus múltiples implicancias.

En cambio, es más difícil conocer las razones por las cuales, durante varios años, las fuerzas políticas e incluso los medios de comunicación de raíz democrática y popular se las dejaron “pasar todas” al economista ultra-capitalista y actual aspirante presidencial de la extrema derecha.

Milei viene repartiendo insultos e instigación a cometer delitos al menos desde 2018, según información que consta en sitios web de carácter periodístico o de otro tipo, así como en las redes digitales. Y particularmente desde que fue candidato a diputado nacional en 2021.

Pero jamás nadie se lo reprochó hasta que insólitamente acaba de hacerlo Bullrich, su competidora en la disputa presidencial pero con quien tiene profundas afinidades ideológicas, y que además sería potencial aliada en un eventual régimen dominado -desde el Congreso, el Poder Judicial y las corporaciones privadas- por la derecha y la ultraderecha, si Milei ganara las elecciones.

La pelea retórica, que tuvo lugar en la semana recién transcurrida, empezó en el canal televisivo La Nación Más cuando el referente de La Libertad Avanza (LLA), refiriéndose a su rival de Juntos por el Cambio (JxC), dijo: “Tirar bombas está mal, ¿no? Y están poniendo una candidata a presidente que tiraba bombas en los ‘70, vamos. Era bien peronista. Y bien peronista de izquierda”.

Ella le contestó en declaraciones radiales: “Tengo un pasado en la Juventud Peronista, siempre lo asumí, siempre dije que me parecía que había que superar y ser crítico de la violencia como forma de hacer política. Yo lo superé (…) hace muchísimos años, muy joven. Que eso me lo diga alguien que hoy practica la violencia como forma de acción política… me parece que vale más mi aprendizaje, que aquel que lo hace a los 50 y pico años (de edad)”. (Un resumen de este contrapunto puede verse en el diario La Nación, nota del 14/09/23). 

Y también, Bullrich añadió algo que ojalá hubiera sido señalado por algún/alguna dirigente hace dos o tres años: “Al que piensa distinto, (Milei) le dice que es una cucaracha. O le dice ‘mogólico’, que es una palabra absolutamente ofensiva. Esa es una violencia muy fuerte, ejercida en el tiempo actual. Es muy importante entender que cuando transformás a la persona en una cucaracha, o decís que sos un animal al que podés aplastar con el pie… bueno, eso es violencia”.

Este último párrafo de la candidata cambiemita es tan hipócrita como conceptualmente impecable. La brutal paradoja es que ella forma parte de la derecha que, representada por dirigentes de la política y por personajes de los medios de comunicación, utilizan todo tipo de agresividad contra el kirchnerismo y contra sectores de la sociedad a los que consideran enemigos.

(“Impunidad para instigar a la violencia política”, se titulaba un artículo publicado en Va Con Firma a mediados del año pasado, dos meses antes del atentado contra Cristina Kirchner. Nota del 26/06/2022. Otro artículo acerca de la misma temática, de hace cinco meses, llevaba por título “’Meter bala’ y ‘dinamitar todo’, cada vez más violentos”. Nota del 16/04/23). 

Insultos

A Milei, la violencia de sus gestos y sus palabras nunca la acarrearon algún costo político, sino lo contrario.

Incluso desde la Iglesia Católica también le dejaron “pasar todas” hasta hace pocas semanas, cuando le dijo al Papa “representante del maligno en la Tierra”. Es algo que ya había manifestado mucho antes y que constituye una opinión crítica, pero no llega al nivel de la violencia retórica con que el candidato y actual diputado de LLA viene atacando al Pontífice desde al menos cuatro años atrás.

Ya en abril de 2018, el dirigente libertariano calificó a Francisco como un “zurdo hijo de puta”. (“Zurdo” es un término despectivo propio de la crítica política ejercida desde la derecha, la ultraderecha o el macartismo, pero el resto es insulto puro). En enero de 2019 le dijo “sorete mal cagado”, y también “la mierda que sos” seguido de otro insulto expresado en iniciales de palabras soeces: “LRPMQTRCRMP”. El 1 de noviembre de 2020 agravió al jefe de la Iglesia Católica señalándolo como “el imbécil que está en Roma”.

(Los ejemplos de este párrafo constan en una reseña publicada en agosto por la organización no gubernamental La Alameda, de gran trayectoria en la lucha contra la trata de personas, la esclavitud y el trabajo clandestino en condiciones inhumanas, que se fundó hace dos décadas y está ligada a Jorge Bergoglio desde que este era arzobispo de Buenos Aires. Posteo del 17/08/23).

Incluso los sectores católicos que más luchan contra las injusticias sociales y defienden las causas humanistas y los valores democráticos, por ejemplo los llamados “curas villeros”, tampoco habían reaccionado ante los insultos de Milei hacia el Papa. Recién lo hicieron a comienzos de este mes, a través de una misa “de desagravio” al Pontífice. (Crónica del portal Perfil, nota del 05/09/23). 

El postulante presidencial más votado en las elecciones primarias, hace dos años también agredió de palabra a Horacio Rodríguez Larreta. Se refirió a él diciéndole “zurdo de mierda” y “sorete” (iguales insultos que contra el Papa), “te puedo aplastar aun en silla de ruedas”, y además “pelado asqueroso de mierda”. (Publicado en el sitio web del canal de noticias TN, posteo del 27/08/2021). 

Los discursos políticos violentos -como cualquier otro expresado desde lugares que tengan influencia en la opinión pública- se suelen multiplicar. Y hasta puede suceder que a alguien le toque “beber de su propia medicina”. Así ocurrió en un episodio de resonancia nacional que comenzó en Neuquén, cuando el actual diputado provincial electo Carlos Eguía lanzó tremendos insultos precisamente contra su ex referente nacional, es decir el propio Milei.

Lo hizo al anunciar la ruptura política entre ambos, en junio pasado. Quizás la parte más feroz de todo lo que le dijo el dirigente neuquino al fundador de La Libertad Avanza, fue que “se merece que lo escupamos por la calle”. (Crónica de A24, nota del 15/06/23). Si alguien decidiera tomar sus palabras al al pie de la letra y pasar a los hechos, la violencia política se haría cada vez más generalizada y tomaría la forma de una espiral infinita.

Tomarlo como “natural”

A esta altura quizás sea necesario explicitar la obvio: cualquiera de las palabras reproducidas o señaladas en los párrafos previos, y consideradas como “insulto”, están en el habla cotidiana de la población desde quién sabe cuándo. Ello puede merecer múltiples consideraciones que escapan a los propósitos de este artículo y a los conocimientos del autor.

Lo que aquí se critica, y de forma rotunda, es que así se constituya el lenguaje habitual de un dirigente político -Milei o cualquier otro/otra-, así como de las figuras mediáticas y demás personas que tengan influencia pública. Sobre todo si están relacionados con la actividad política, que es el ámbito donde se disputan -por ejemplo mediante los discursos, aunque no solo a través de ellos- los intereses que confrontan dentro de una sociedad y sus respectivas representaciones en altos cargos del Estado.

Tomar como “natural”, habitual, corriente, “normal”, a los insultos, agravios, palabras soeces y demás manifestaciones retóricas similares, y más aún si se hacen personas que ocupan lugares de poder -ya sea el poder de un medio de comunicación, y peor todavía el de un/una dirigente político/a o por ejemplo un diputado, caso Milei-, son recursos discursivos que fomentan el odio y la violencia, incluso eventualmente el ataque físico.

Hasta hace unos años Milei podía ser considerado como un economista mediático, fanático del capitalismo y “los mercados”, que se encargaba de despotricar contra todo lo estatal, lo público, “la casta política”, los movimientos populares, los sindicatos, las organizaciones sociales, los feminismos, etcétera.

Pero el menos desde que en 2021 se postuló como diputado nacional -y a la sazón consiguió ese cargo, desde el cual siguió proyectándose hacia el lugar preponderante de hoy-, es inadmisible que nadie lo hubiera criticado por violento prácticamente hasta ahora.

Un momento “célebre” (es una forma irónica de decirlo) fue hace dos años durante su campaña electoral. Allí dijo con total impunidad, y con su habitual gesto y tono desencajados, desquiciados, a los gritos, que había que “dinamitar” y “hacer volar por los aires” el Banco Central. (Fueron declaraciones televisivas en diálogo con su entonces propagandista Viviana Canosa, y recogidas, con video incluido, por El Destape. Nota del 12/07/2021). 

A nadie de signo ideológico opuesto -por caso un/una dirigente de izquierda, o cualquier otro/a que se considerara antiimperialista, o antioligárquico, o anticapitalista- se le permitiría decir en público, por ejemplo, “quiero dinamitar” o “quemar” a tal o cual banco privado, o a las instalaciones de tal o cual medio de comunicación poderoso, o al edificio de tal o cual empresa extranjera, etcétera. Pero a Milei le toleraron todo.

Incluso en la actualidad, cuando el conjunto de la sociedad civil democrática están/estamos asombrados por la cantidad de votos que consiguió y por su legitimidad en amplios sectores populares, se le critican nimiedades como su peinado o peluca, la relación con un perro muerto, el vínculo con su hermana, etcétera. O en el mejor de los casos, tarde y mal, se polemiza acerca de sus ideas económicas.

Pero nunca nadie, salvo excepciones, trabajó con seriedad en los últimos años para que la opinión pública tomara conciencia de que Milei era/es, sobre todo y aún antes de los intereses oligárquicos que representa, un multiplicador -aunque no el único- de prédicas violentas peligrosas para la convivencia política y social.

29/07/2016

Sitios Sugeridos


Va con firma
| 2016 | Todos los derechos reservados

Director: Héctor Mauriño  |  

Neuquén, Argentina |Propiedad Intelectual: En trámite

[email protected]