Columnistas
22/03/2021

Argentina y Brasil

Lucha por la salud y la memoria democrática, al revés de Bolsonaro

Lucha por la salud y la memoria democrática, al revés de Bolsonaro | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

Mientras aquí se intentan disminuir los daños del Covid, la situación en la nación vecina “representa un peligro para América Latina y el mundo”. Y mientras nuestro país conmemora el Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia, el gobernante brasileño hace apología de la dictadura.

Miguel Croceri

El coronavirus es una tragedia para el planeta entero y ningún país, ninguna sociedad, ningún pueblo, están a salvo. Sobre esa realidad evidente, luego pueden hacerse infinitos análisis en cuanto a las consecuencias de la enfermedad en cada lugar y juicios de valor acerca del desempeño de las respectivas autoridades de las diferentes naciones para enfrentar la pandemia.

Sin embargo, trágicamente, Brasil es el país donde el cuadro epidemiológico y sus consecuencias mortales son gravísimas y además peligrosas a nivel mundial, así considerados por los máximos organismos internacionales.

“El Covid pone a Brasil bajo ‘una amenaza extrema’ que representa un peligro para América Latina y el mundo”, tituló hace pocos días el sitio web “Noticias ONU”, que es una agencia informativa de la Organización de Naciones Unidas donde los temas de interés internacional son abordados desde una perspectiva humanitaria.

Según se indica en el resumen de la noticia, “los expertos advierten que la situación podría tener implicancias más allá de las fronteras nacionales y afectar a países vecinos”. El texto periodístico desarrolla el tema en base a declaraciones del director de Emergencias de la OMS (Organización Mundial de la Salud), Michael Ryan. (Publicado en Noticias ONU, nota del 12/03/21). 

Como se sabe, desde el punto de vista de su extensión geográfica Brasil es prácticamente la mitad de Suramérica y tiene fronteras con 10 países del subcontinente. (Todos, excepto Chile y Ecuador). Y, como también se sabe, la cantidad de contagios y de personas muertas en territorio brasileño por causa del Covid-19 no se deben solamente a la malignidad propia del virus, sino a la forma en que decidió enfrentar la pandemia -o quizás podría decirse “no” enfrentarla- el presidente ultraderechista Jair Bolsonaro.

Mientras tanto, en Argentina y en las demás naciones lindantes se evalúan o directamente se han resuelto restricciones de la circulación de personas desde y hacia Brasil.

En nuestro país, el presidente Alberto Fernández afirmó en su discurso por cadena nacional la semana pasada que “las nuevas variantes del virus hacen riesgoso” salir del territorio nacional, recalcó que “está totalmente desaconsejado viajar al exterior”, y dijo que quienes lo hagan, “al regresar deberán aislarse y someterse a controles estrictos”. También destacó que “las fronteras continuarán cerradas para turistas extranjeros, como lo están desde el 24 de diciembre” pasado.

Las palabras del mandatario nacional no hicieron mención específica a ningún país extranjero, pero la lucha de la mayoría de los gobiernos de Suramérica y del mundo -más allá de errores o aciertos en cada caso, y también más allá de posibilidades de acceso a las vacunas debido a la violenta apropiación de las mismas que realizan los laboratorios y Estados más poderosos-, se choca con la criminal política de Bolsonaro.

Democracia y dictadura

En otro plano del ejercicio de la política y de los asuntos de importancia para las sociedades, también el desempeño histórico de Argentina, desde que recuperó las bases políticas democráticas en 1983, es opuesto al que Brasil lleva adelante en la etapa bolsonarista.

En nuestro país, la efeméride del último golpe de Estado contra un gobierno constitucional, perpetrado el 24 de marzo de 1976, ha devenido en el Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia. Hace un año las conmemoraciones se redujeron casi exclusivamente a las redes digitales y medios de comunicación, justamente porque en esos días comenzaba el aislamiento social preventivo obligatorio para enfrentar al Covid. Este año, con algunas “flexibilizaciones” y ciertas actividades presenciales, también la forma de singularizar la fecha están condicionadas por la emergencia sanitaria.

Más allá de las modalidades en particular, el Día de la Memoria en Argentina es un caso excepcionalísimo o único a nivel mundial -cuál de las dos opciones es la correcta queda sujeto a estudios y comprobación rigurosa- donde existe anualmente una jornada específica, institucionalizada por el Estado y legitimada socialmente, para repudiar a una dictadura genocida y a sus perpetradores, y al mismo tiempo exaltar los Derechos Humanos, las luchas populares, la democracia y la paz.

Todo lo contrario ocurre en el vecino y hermano Brasil, gobernado por el ex militar ultraderechista violento, impune y desquiciado. Acerca de su llegada al poder debe recordarse que si bien “ganó una elección”, y aún hoy conserva apoyos considerables en determinados sectores de la sociedad, es una trampa suponer que se trató de una elección “democrática” y no advertir que durante los años previos hubo una devastación del Estado de Derecho y las libertades constitucionales para derrocar al gobierno de Dilma Rousseff y el PT (Partido de los Trabajadores), y posteriormente meterlo preso a Lula e impedirle ser candidato. (El autor de esta nota publicó sus consideraciones en Va Con Firma cuando se produjo aquel resultado electoral. Nota del 29/10/2018). 

Brasil sufrió una dictadura entre 1964 y 1985 (aunque este último año su final fue relativo, ya que los jerarcas dictatoriales solo permitieron elecciones indirectas a través de una “colegio electoral” condicionado por los golpistas, y recién en 1999 se pudieron realizar elecciones “directas”). El golpe del ‘64 fue perpetrado el 31 marzo. Bolsonaro asumió como presidente el 1 de enero de 2019, o sea cuando faltaban dos meses y medio para el aniversario número 55 del asalto militar a las instituciones políticas del Estado.

Pues bien: el 31 de marzo de 2019 el mandatario ordenó realizar dentro de los cuarteles “las conmemoraciones debidas” para exaltar lo ocurrido 55 años antes. Al explicar la decisión, un vocero oficial dijo que “el presidente no considera al 31 de marzo de 1964 un golpe militar. Considera que la sociedad reunida, percibiendo el peligro que el país estaba viviendo”, consiguió en aquella jornada unir “a civiles y militares para recuperar y devolver a nuestro país el rumbo. Y (si eso) no hubiese ocurrido, hoy tendríamos aquí algún tipo de gobierno que no sería bueno para nadie”. (Los detalles del tema, incluidas las palabras del vocero, constan en una crónica publicada por la plataforma francesa de noticias France 24. Nota del 26/03/19). https://www.france24.com/es/20190326-bolsonaro-aniversario-golpe-militar-brasil

Pero Bolsonaro, que en declaraciones públicas ha exaltado innumerables veces a la dictadura de su país, desde la presidencia avanzó más todavía y en 2020 la página web oficial del gobierno de la República publicó un comunicado donde define al golpe de 1964 como “un hito de la democracia brasileña”.

Semejante apología de la violencia antidemocrática fue impugnada judicialmente por diputados del PT, que en principio lograron una medida cautelar para que el texto fuera eliminado del sitio en Internet de las máximas autoridades del país. Sin embargo, recientemente el Tribunal Regional Federal Nº 5 de Brasil aceptó una apelación del Poder Ejecutivo y resolvió que el comunicado de apología de la dictadura se mantenga en la web oficial gubernamental. (Información de la emisora argentina Radio AM 750. Publicación del 20/03/21). 

Principal culpable

En un tema que pone en juego nada menos que la salud y la vida de la población en general -cómo actuar ante la pandemia del Covid-, y en otro donde cada gobierno adopta posiciones respecto de sistemas políticos esencialmente opuestos -exaltación de la democracia o apología de la dictadura-, Argentina y Brasil exhiben, en esta coyuntura histórica, realidades completamente distintas.

Sobre el primero de ambos asuntos, el gobierno nacional argentino, en general de modo consensuado y coordinado con gobiernos provinciales y municipales, ejerce una política de lucha a favor de la salud pública que a pesar de las consecuencias trágicas que provoca el coronavirus, ha permitido hasta el momento -cumpliéndose en estas semanas un año de los primeros contagios de la enfermedad detectados en el país- que al menos los sistemas de atención médica no hayan sido sobrepasados para atender a los afectados.

Ese resultado que atenúa los daños de la pandemia, se obtuvo gracias a decisiones políticas de los gobernantes de Nación, provincias, municipios, etc. y al comportamiento de una parte mayoritaria de la población para cumplir con las restricciones que intentan evitar los contagios dentro de lo posible.

Y además es un logro obtenido a pesar de la ferocidad criminal con que los canales televisivos y demás medios que integran las cadenas mediáticas de la derecha, sumados a los dirigentes más extremistas de Juntos por el Cambio (ex Cambiemos), han bombardeado durante toda la pandemia la estrategia sanitaria desplegada desde el Estado, a fin de que una mayor cantidad de enfermos y de muertos sea evaluada por el electorado en el momento de votar como un fracaso del gobierno nacional por su propia responsabilidad.

En cuanto al otro asunto que refleja un contraste rotundo entre nuestro país y Brasil, las evidencias eximen de la necesidad de mayores explicaciones: Argentina cultiva de manera fecunda la memoria democrática, como se demuestra cada 24 de marzo, mientras que en la nación vecina su presidente hace exactamente al revés.

Cabe remarcar que la afrenta de Bolsonaro contra el valor humanitario, ético y político de la democracia no solo es vista críticamente por gran parte de la opinión pública internacional, sino que también avergüenza y repugna a amplios sectores de la población brasileña y sus representaciones políticas.

Cierto es que ni una cosa ni la otra -ni lo que ocurre en Argentina ni tampoco lo de Brasil- obedece pura y exclusivamente a sus gobiernos o presidentes. También hay diferencias profundas en la cultura política de las respectivas sociedades y en los procesos históricos que han conducido a una u otra situación. La realidad es siempre compleja y contradictoria, más aun tratándose de la vida colectiva de las naciones.

De todos modos, quien detenta el cargo estatal más importante de un país tiene, por esa sola razón, poderes, atribuciones y capacidad de decidir que lo hacen particularmente responsables por hechos que, luego, traen consecuencias para todo el conjunto social o porciones muy grandes del mismo.

Bolsonaro es el principal culpable de que la tragedia del Covid sea mayor para las brasileñas y brasileños que para otros pueblos del mundo, y que además eso constituya un peligro internacional, en especial para nuestro país y los otros nueve que comparten fronteras con Brasil.

También Bolsonaro es un apologista impúdico e impune de la dictadura sufrida por su país en el periodo 1964-1985. Un gobernante así tiene un peso muy determinante para que sea tan abismal el contraste entre ese rasgo de la política brasileña actual por un lado, y por el otro la construcción de la memoria histórica argentina que se refleja cada año -y aunque no solo en esa jornada- en el Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia.

29/07/2016

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