Argentina
28/04/2024

Disparen contra la prensa

Disparen contra la prensa | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

Orkos, mentirosos y ensobrados. El presidente Javier Milei no ahorra descalificaciones contra periodistas y medios ¿Apuesta por silenciar, lisa y llana intimidación o una estrategia comunicacional basada en la provocación y el alto impacto? Los riesgos para el acceso a la información y la pluralidad de voces.

Daniel Giarone

De María O’Donnell a Romina Manguel, de Jorge Lanata a Marcelo Bonelli, de Jorge Fontevecchia al Grupo Clarín. Lo que sorprende del ataque del presidente Javier Milei a periodistas y medios de comunicación no es el tono ni la virulencia de los agravios sino su indiscriminación.

La furia presidencial alcanza a periodistas que han demostrado no estar lejos del ideario neoliberal, como también a corporaciones mediáticas siempre dispuestas a hacer “buenos negocios” con el gobierno de turno.

Ensobrados, mentirosos, orkos, casta, hipócritas, zurdos o kirchneristas son los dardos envenenados que el primer mandatario suele dedicar a quienes lo critican. Incluso a aquellos que han esbozado una crítica tibia, a veces en forma de pregunta.

Si bien es cierto que no se aparta de un discurso general que circunscribe la disputa política a dos campos antagónicos e irreconciliables, el de “la libertad” y el del “marxismo cultural”, el ataque contra la prensa puede tener efectos devastadores para la democracia, dado que pone en juego el acceso a la información y la pluralidad de voces.

Mientras el presidente, quizás el más lúcido de los anti status quoque mejor defienden el status quo, afianza un modo de intervención pública que lo mantiene por la senda del stand upy el troleoque lo llevo a la Casa Rosada, periodistas y medios se preguntan qué hacer.

“Milei va contra los medios porque entiende que la comunicación es fundamental para su proyecto político. Los trabajadores de prensa tenemos que ver cómo no nos quedamos solo en la reivindicación sectorial para defender nuestro oficio desde una mirada más global como clase trabajadora”, dice Mariana Mandakovic, secretaria de organización de la Federación de Trabajadores de Prensa (Fatpren) a Va Con Firma.

“Hay algo de lo concertado y planificado que funciona con la idea de construir un enemigo, con la idea de plantar noticias falsas (fake news), con infundir temor para silenciar voces críticas, pero también algo propio de la personalidad. Parte de todo esto es muy espontáneo y propio de la voz presidencial que muchas veces lidera el odio y la confrontación”, suma Paola García Rey, directora adjunta de Amnistía Internacional Argentina (AI), en diálogo con Va Con Firma.

Amigo/Enemigo

La construcción del Presidente como un outsiderantisistema que llegó al poder para destruir a la casta por dentro, incluye a los dueños de los medios. En su última cadena nacional Milei dio a entender que eliminar la pauta publicitaria oficial le vale el ataque de quienes lucran con el Estado (al que, se sabe, considera una organización criminal).

Que el grupo Clarín (a quien estaba dirigida la referencia presidencial) haya tenido (y tenga) esta lógica, no desmiente el intento de instalar una narrativa basada en una épica que tiene como elemento central la lucha contra “los privilegios” y el “establishment”.

Esa pelea aparece como indispensable para liderar lo que buena parte de la prensa mundial ya denomina el experimento anarco-capitalista argentino: el de un país sin Estado, conformado por individuos sin ningún tipo de organización colectiva y con las grandes corporaciones globales como integradoras de lo social.

Es esta batalla, que en buena medida se dirime en el plano cultural, la que coloca en el frente de ataque a la actividad periodística. “Vivimos un atropello como no lo hemos tenido nunca. El gobierno tiene una política neofascista y esa se ve, por ejemplo, en el desmantelamiento de los medios públicos”, explica Mandakovic.

Y agrega: “El mapa de medios en la Argentina incluye a los privados, a los públicos y a los autogestivos y el gobierno ha atacado a todos. Basta mirar cuál es el salario básico que tenemos los trabajadores de prensa en todo el país para darse cuenta que estamos ante una actividad con salarios por debajo de la línea de la indigencia”.

En tanto, García Rey subraya que “hay mucha confrontación, odio y violencia. Se construye un otro como ‘ensobrado’, ‘casta’ o ‘los mismos de siempre’, un enemigo donde cualquier tipo de insulto o de persecución se encuentra justificada y legitimada. Esto es algo que ya notamos en otros países, como por ejemplo en los Estados Unidos con Donald Trump o en Brasil con Jair Bolsonaro”.

Situación que, además, sirve para marcar la agenda. “En un contexto de crisis económica como el que vivimos -sostiene la directiva de AI- esto es funcional a desviar la atención. En lugar de discutir sobre los problemas que atravesamos se crean escenarios de mucha violencia para que estemos más preocupados por esta que por lo que pasa realmente”.

En la mira

A mediados de marzo Amnistía Internacional difundió un informe sobre los primeros cien días de gobierno de Javier Milei, en uno de los documentos más críticos sobre la administración libertaria publicados hasta el momento por un organismo internacional.

El trabajo da cuenta de las consecuencias económicas y sociales de las políticas desarrolladas desde el 10 de diciembre último, y se detiene en la violencia discursiva que las acompaña, generalmente en el decir del propio Presidente.

“Documentamos el despliegue sobre todas las voces: desde la oposición hasta el periodismo; y dentro de este, una marcada incidencia inicial hacia las mujeres, como sucedió con los ataques a Silvia Mercado, Luisa Corradini o María O’Donnell, para después extenderse a Marcelo Bonelli, Jorge Fontevecchia o Jorge Lanata. Un despliegue de odio y confrontación contra todas las voces”, destaca García Rey.

Y va más allá: “Hay una idea generalizada de la censura y el silenciamiento cuando hay algo que no gusta o que se vislumbra como una posible crítica. Hemos visto peleas entre el periodismo y diferentes gobiernos, pero hoy estas adquieren niveles de virulencia que desencadenan otras instancias de violencia de la mano de seguidores oficialistas, fundamentalmente a través de las redes sociales”.

Una mirada similar tienen los trabajadores de prensa. Mandakovic considera que “el gobierno no acepta que se investigue, que se aporten datos, que se pueda demostrar que se avasallan derechos. Apuestan a las redes sociales, y atacar a los periodistas, en cierta forma, es bajarle el precio a una actividad que, salvo para los que son operadores políticos, es incómoda”.

Entre los ejemplos, la dirigente de Fatpren señala el de su colega Romina Manguel, a quien “el Presidente atacó por repreguntar, que es una función básica del periodismo; fundamentar una pregunta y repreguntar”.

“Hemos llegado a este deterioro institucional, a un gobierno que reivindica el Golpe de Estado de 1976 y aplica su política económica, porque hay un menoscabo enorme de la actividad periodística, en tanto respeto a la libertad de expresión y a concebir a la comunicación como un derecho humano fundamental”, agrega.

Lo que viene

La praxis comunicacional libertaria impulsa una paradoja similar a la que produjo Carlos Menem en los años 90: periodistas, medios y colectivos vinculados a la comunicación, con miradas diferentes e incluso antagónicas, son agrupados “en la misma vereda”.

Pero a diferencia de lo ocurrido hace tres décadas, cuando la relación entre las empresas periodistas y el poder político y económico no formaba parte del debate público, hoy ninguno de los actores puede hacerse el desentendido.

“Esta realidad nos plantea la necesidad de ir más allá, buscando puntos de encuentro con entidades que pueden tener un sesgo más profesionalista y con las que sostenemos diferencias, pero con las que podríamos coincidir para intentar instalar el debate sobre la dimensión brutal de lo que está sucediendo”, destaca Mandakovic.

La dirigente gremial agrega que “hay que hacer todo lo que esté a nuestro alcance para poner un límite. Hay que ir a debatir a todos lados. Tiene que haber educación pública, salud pública y también comunicación pública, en tanto son derechos humanos. Hay que poner en debate la profesión desde esta perspectiva”.

“Desde Amnistía Internacional -acota García Rey- nos parece clave poder mostrar cómo se entretejen las estrategias violentas, para poder generar narrativas más sanas en función de la agenda que tiene la Argentina hoy”.

“La gente está atravesando una situación social extrema que lo que menos necesita es confrontación y pelea sino una construcción democrática robusta, que proteja las instituciones y proyecte un país sin polarización para abordar la crisis”.

“No creemos que la Justicia sea la única herramienta, pero es cierto que hubo quienes han recurrido a ella para que se ponga fin a situaciones de amenazas que aparecen muy activas en el mundo on line y que trascienden al mundo off line”, señala desde la organización humanitaria.

Y subraya: “Hay que construir un consenso social amplio, que deje de lado los discursos de odio, las noticias falsas y la confrontación como herramientas de no-diálogo que atraviesan a la sociedad argentina”.

El desafío parece ser hasta qué punto periodistas y medios pueden poner a un costado perspectivas e intereses diversos, incluso contradictorios, para hallar lo común. En definitiva, si el espanto ante la novedad libertaria une más que el amor.

29/07/2016

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