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Entrevistas
07/05/2023

"El cambio de orientación política juvenil es más importante que el voto a Milei"

"El cambio de orientación política juvenil es más importante que el voto a Milei" | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.
Foto: Gentileza

El sociólogo Pablo Semán sostiene qué es un error identificar a los jóvenes con posturas anti políticas y consideró que paralelamente con el crecimiento del candidato “libertario” hay “un proceso de participación política”.

Laura D' Amico

Pablo Semán es licenciado y doctor en Antropología Social. Junto al licenciado en Sociología y doctor en Ciencias Sociales Nicolás Welschinger, son co autores de "Las mil flores libertarias", publicado en mayo en Le Monde Diplomatique. Allí, los autores, que vienen estudiando a jóvenes del Área Metropolitana de Buenos Aires desde la pandemia, se enfocan en su relación con la política tradicional y su rechazo al "estado del Estado", y explican su inclinación por la propuesta libertaria que encarna Javier Milei.

En diálogo con Va Con Firma, Semán explicó por qué es un error identificar a los jóvenes con postura anti políticas y, por el contrario, consideró que "a la luz de todo este crecimiento de Milei lo que va ocurriendo es un proceso de participación política de jóvenes, tanto como fue el kirchnerismo, donde todo el mundo decía 'qué bueno, volvió la política, los jóvenes se vuelven a interesar'. Acá está pasando eso", afirmó.

Semán advirtió que en todo el arco político "hay un trato infantilizante a los votantes de Milei que incluso aleja a los que dicen eso de la posibilidad de un diálogo con esos votantes para cambiarles el voto".

Sobre el rol de los medios de comunicación, sostuvo que "hay una idea incorrecta que es que si uno atiende al fenómeno lo magnifica" y consideró que "lo que haga el periodismo político hoy ya no cambia el efecto de esa construcción cultural que lleva ya muchos años". En cambio, consideró que las redes sociales son "un vehículo de construcción de una sensibilidad muy diferente a la que era dominante en las esferas que la gente más grande tiene como visibles y como influyentes".

-Ustedes vienen desarrollando una investigación con jóvenes del AMBA de entre 17 y 26 años de diversos sectores sociales. ¿En qué consiste ese estudio?

-Nosotros tenemos una larga trayectoria de trabajos sobre jóvenes. Yo siempre estuve atento a algunos fenómenos sociales y culturales que ocurrían con los jóvenes y retomamos eso junto con Nicolás al final del primer año de la pandemia, donde empezamos a ver qué había pasado con los jóvenes durante la pandemia. Ya veníamos con un trabajo de campo que dio un primer libro (se refiere a "Dolores, experiencias y salidas. Un reporte de las juventudes durante la pandemia", RGC Ediciones) y fue como un examen de la situación de los jóvenes y después seguimos porque habíamos encontrado algunas cosas que nos llamaron la atención. El ascenso de Milei entre los jóvenes, inclusive de sectores populares, estaba presente desde el año pasado. O sea, eso no es de ahora. Es interesante ver por qué, si ya estaba presente y no solo para nosotros, ahora aparece como una novedad. A nosotros nos aparecía, en una serie de como cien entrevistas o más que hicimos durante el final de la pandemia, una experiencia de distancia, de conflicto, de relación muy complicada con el Estado y con la política. No es que se niegan a que intervenga el Estado, sino que ven que el Estado interviene mal, entonces la impugnación de Milei al Estado recoge parte de su desencanto.

-¿Cuáles son las trayectorias de los jóvenes que nacieron del 2000 en adelante, que no vivieron el kirchnerismo como la primavera post 2001? ¿Cuál es el punto de conexión de esas trayectorias con el discurso de Milei?

-Eso que veníamos viendo antes se agudizó en la post pandemia porque los empleos que encuentran estos jóvenes son empleos que se benefician, al menos en lo inmediato, de la ausencia de regulaciones. Esa crítica del estado del Estado se agudizó y se fue agudizando la crítica a la política en general. Pero yo creo que es, sobre todo, contra este gobierno. El kirchnerismo carga consigo dieciséis de los últimos veinte años y a ese cálculo no son ajenos los jóvenes. Aparte la mayoría no tiene recuerdos buenos del kirchnerismo, que son los que pueden tener sus padres. Son jóvenes de entre 16 y 24 años. Lo que les llegó son los últimos coletazos de algunas cosas importantes que había logrado el kirchnerismo. Lo que nosotros vemos es que estos chicos llegan a acercarse a Milei, no porque lean a autores liberales, sino porque tienen experiencias que les hacen ver lo inconveniente del estado del Estado, como decimos en el artículo.

-Decís que son jóvenes que repudian al Estado. ¿Cómo analizan que si Milei ganara las elecciones también pasaría a formar parte del Estado?

-Yo creo que las preguntas que se les hacen a los jóvenes dependen de qué estén votando. No hay, por ahora, tantos sociólogos libertarios que les pregunten a los jóvenes tan urgentemente como le preguntarían a los jóvenes más o menos kirchneristas y ese es un problema. Las contradicciones las tiene todo el mundo. Hay gente que es de izquierda y es democrática pero cree que por razones geopolíticas tiene que apoyar a Daniel Ortega y si estuviera viviendo con el gobierno de Daniel Ortega le estaría tirando piedras. Ese tipo de contradicciones que mucha gente democrática y de izquierda admite en sí misma son contradicciones que admiten los votantes de Milei en sí mismos. Lo que hay que ver, para mí, es que a la luz de todo este crecimiento de Milei lo que va ocurriendo es un proceso de participación política de jóvenes, tanto como fue el kirchnerismo, donde todo el mundo decía "qué bueno, volvió la política, los jóvenes se vuelven a interesar". Acá está pasando eso. Y esos procesos de politización son rápidos. Y una de las cosas que aprende cualquier persona cuando se politiza es a distinguir entre lo táctico y lo estratégico. No es un monopolio de la izquierda, ni del peronismo de izquierda hacer esa distinción. Como cualquier persona que hace política dicen construimos con lo que hay. La gente siempre tiene un mínimo de realismo. Incluso los más dogmáticos pueden decir "queremos la extinción del Estado pero pasamos por el Estado actual". Y hay otros que no son tan dogmáticos, como en cualquier partido político, como en la gente que votó al cristinismo en 2011, había gente que pensaba muy ideológicamente o muy doctrinariamente que esa era una etapa de acumulación de fuerzas para profundizar la transformación. Y había otra gente que votaba a Cristina porque podía consumir más y eso es importante en su experiencia, y admitía otros tipos de contradicciones. Bueno, lo mismo pasa con la gente que se acerca a Milei. Hay gente muy doctrinaria que hace todo el razonamiento teórico muy sofisticado y hay gente que no es tan doctrinaria y no se toma, en un inicio, tan a pecho la idea de extinguir al Estado. No razonan como los teóricos que sigue Milei, que son los minarquistas, que dicen que lo único que debería hacer el Estado es proteger la vida y la propiedad. Lo característico del proceso de politización de estos jóvenes es que también pueden abrazar o superar o elaborar o creen controlar las contradicciones de su voto.

-Ustedes señalan que "suele decirse que el voto de los jóvenes es un voto antipolítica" y luego explican que la de Milei, por más que sea reaccionaria, no deja de ser una propuesta política. ¿Decimos que los jóvenes son antipolíticos cuando la opción que toman no coincide con la que nos gustaría?

-La sociedad política ampliada, los partidos, el periodismo, los analistas, los antropólogos y los sociólogos como yo, formamos parte de un razonamiento político consolidado, más o menos rutinario, entonces no termina de entender esto que pasa y no lo termina de aceptar. Desde ese lugar, una cosa es decir que son antipolítica y otra es decir que son emocionales, cuando esa misma gente, me incluyo, se la pasó diciendo qué lindo que volvió la política a los jóvenes, con sus cánticos y sus emociones. Entonces, es antipolítica cuando no es una política que yo quiero y son emocionales cuando no son las emociones que yo quiero. Hay un trato infantilizante a los votantes de Milei que incluso aleja a los que dicen eso de la posibilidad de un diálogo con esos votantes para cambiarles el voto. Una de las cosas que más se dicen en todo el arco político y en toda la sociedad política ampliada es "los votantes de Milei son virgos y son otarios". No me parece que sean eso, no me parece que sea la forma de tratarlos y evidentemente mucha eficacia no tuvo esa operación política. Para mí lo que se ve es que hay muchísima gente que está mirando a la sociedad pero el radar que tiene deja escapar más cosas de las que detecta.

-¿Qué rol tienen los medios de comunicación en agrandar el fenómeno Milei?

-Hay una idea incorrecta que es que si uno atiende al fenómeno lo magnifica. La verdad que no es así. Quinientos periodistas hablando de Milei no amplifican a Milei, a esta altura, que tiene millones de votos. Me parece que lo que hay detrás de una parte de la gente que apoyó las ideas de Milei -pero esto ocurrió hace cinco años o más- es que hay gente que dijo "vamos a plantear nuestras ideas aunque no sean aceptadas, aunque no haya el más mínimo consenso para ellas". En ese momento se dedicaron a ampliar el horizonte de lo decible, se bancaron que los criticaran muchísimo, y finalmente lograron instaurar la posibilidad de decir lo que dicen que muchas veces, para mí, son barbaridades. En segundo lugar, el criterio que fundamentaba a esa decisión es que ellos tenían en claro que las mayorías políticas son efectos de las construcciones culturales entonces se dedicaron a hacer esa construcción cultural. Lo que haga el periodismo político hoy ya no cambia el efecto de esa construcción cultural que lleva ya muchos años. Dije cinco y me equivoco, son por lo menos diez años. Además ocurre otra cosa y es que, sobre todo en la generación más joven, esa construcción cultural se hizo por medios entre comillas alternativos como las redes sociales, donde la palabra docente, universitaria, no tienen tanto valor o no tienen más valor que la opinión de cualquiera. En las redes sociales todo el mundo es igual, más igual que en ningún otro plano. Las redes fueron un vehículo de construcción de una sensibilidad muy diferente a la que era dominante en las esferas que la gente más grande tiene como visibles y como influyentes. Eso, en términos políticos, sucedió hace mucho tiempo y es un fenómeno muy rápido. Yo diría que estamos en la segunda generación de jóvenes que es parte de esta emergencia. Entonces uno se asombra, pero no debería, que una buena parte de jóvenes de diversos segmentos sociales esté inspirado en esa sensibilidad.

Más allá de lo que va a pasar, porque no se sabe siquiera si se va a presentar, ¿no?, lo que me parece importante es que hay una parte de la vida social y política argentina que queda oculta a incluso gente que se especializa en observarla. Por otro lado, lo que trae Milei que no ha sido observado pero no es que sea invisible, es una transformación importante de los parámetros de exigencia política de una parte de la población. Insisto que Milei podrá no presentarse, podrá no ganar, pero una vez que se abrió camino la idea de que él está todo el resto de la sociedad política (dirigentes, analistas, periodistas) empieza a hacerse eco, ya no de que existe sino también de sus propuestas. Entonces parece que todo el mundo está discutiendo la agenda de él. Esto sucede. Los principales candidatos de la oposición y los que pueden ganar, para no perder votos, se hacen cargo de alguna de las cosas que dice Milei.

-El voto a Milei se puede pensar como transversal, ¿por qué se lo asocia solamente a los jóvenes?

-Empezamos hablando del voto a Milei pero hay un fenómeno más importante. Las condiciones de existencia de la juventud cambiaron y para los que tienen hoy entre 16 y 22 cambiaron muy rápidamente. En parte por las redes sociales, en parte por la estructura del mercado de trabajo, que cambió muchísimo, en parte por la pandemia, en parte por el asentamiento de ciertas fuerzas políticas. Entonces el cambio de orientación política de los jóvenes es más importante que el voto a Milei, en el sentido de que hay una orientación más individualista y más liberal en muchísimos jóvenes. Incluso una visión individualista se construyó desde la izquierda en cuestiones de género y de sexualidades, que también es parte del ideario individualista, aunque muchos dijeran que no, que esta afirmación los ofende. Hay que ver que esa plataforma cultural, esa sensibilidad que marca mucho la experiencia de una generación no se traduce directamente a un voto ni mecánicamente siempre al mismo voto. Esta es una generación que cambió y hoy muchos de ellos pueden votar a Milei. Pero si no estuviera Milei votarían algo parecido o buscarían algo parecido en otros candidatos. Por eso muchos candidatos de Cambiemos buscan ese voto y lo logran. Patricia Bullrich, por ejemplo, acomodó mucho de lo que dice a esa sensibilidad. Y agrego que muchos de estos jóvenes están afectados por una problemática de inseguridad y Patricia Bullrich, probablemente, es la que recoge más votos de Milei porque además de todos sus motivos más liberales están sus motivos más relacionados con la cuestión de la seguridad. No hay una correspondencia directa o mecánica de que la nueva generación, por tener una sensibilidad diferente, va a votar siempre al mismo candidato y solo a Milei. De hecho, es muy alto el voto a Milei entre los jóvenes pero no es que la mayoría de los jóvenes lo vota porque no hay una mayoría, en este momento, para ningún candidato entre los jóvenes.

-¿Qué relación tiene la postura anti estado que advierten en los jóvenes con el aislamiento que instauró el gobierno durante la pandemia?

-La pandemia fue muy influyente en forma directa e indirecta. Directa, porque hizo de los jóvenes un blanco y no una víctima, porque los jóvenes no se podían enfermar pero sí podían enfermar entonces fueron enfocados y parecía que con datos y en el teléfono resolvían todo solos. No era así. Y en forma indirecta porque, pasado el tiempo, los jóvenes fueron recomponiendo su visión de la pandemia y en eso fue muy parecido al resto de la sociedad: la política pandémica del gobierno, que inicialmente fue muy aceptada porque nadie pensaba que la pandemia iba a durar tanto, fue progresivamente repudiada porque no contenía a la gente que estaba quemando ahorros, ingresos, patrimonio, instalaciones. Esos pibes progresivamente fueron abandonando el consenso sanitario que el gobierno, al mismo tiempo, radicalizó. Creo que la medida sobre los colegios no fue casual que fuese una de las más discutidas. Este se convirtió en un mal gobierno para mucha gente entonces todo lo que hizo que antes esas personas calificaban como bueno, ahora lo ven como malo.

-Cuando Alberto Fernández dice, por ejemplo, que crece el empleo pero no aclara que es empleo precario, ¿deja afuera a estos jóvenes que sufren la precarización?

-Ahí hay una cosa más complicada todavía. Los jóvenes no se quejan tanto de que el empleo sea precario sino de la inflación. El empleo en blanco, con todas las ventajas, es una realidad de otras generaciones. Si les preguntás a estos muchachos y a estas chicas te dicen que "sería mejor pero no sé si es posible". De lo que se quejan es de las regulaciones de hecho. Por ejemplo, la tentativa de tener un sindicato de repartidores en parte resultó repudiada por jóvenes repartidores. No sé si mayoritariamente, pero no prosperó. Lo que ellos ven no es tanto el problema de la falta de protección como sí el de la intervención del Estado en la percepción de sus ingresos, en la posibilidad de hacer su trabajo. Hay categorías de empleo que son precarias o son intermitentes, que ganan muchísimo más porque ganan en dólares, y perciben eso de una manera mucho más aguda porque hay muchos chicos que se iniciaron en el mercado laboral como programadores, que cobran en dólares y cobran en el dólar oficial. Y esos chicos están mucho menos preocupados por la protección al trabajo que por el cepo. Por ejemplo, la percepción que tienen los chicos que trabajan en el reparto, en su mayoría, no es tan crítica de ese tipo de empleo. Dicen: primero, trabajo cuando yo quiero; segundo, tengo la plata regularmente, no hay atrasos en los pagos. Además, en parte, no tienen jefe. Ellos encuentran una serie de ventajas que quienes miran las cosas desde afuera de la experiencia de los jóvenes no las ven. Entonces, finalmente, la sociología crítica del mundo contemporáneo conecta con los jóvenes menos que Milei que dice "acá la cosa es meterle para adelante, pedalear".

-¿Cómo podría el FdT intentar recuperar a ese sector? ¿Puede seducirlo?

-El FdT tiene un piso de votos que, para mí lo sobreestiman pero no deja de ser importante, que tiene que ver con la experiencia de los padres de algunos jóvenes o con las aspiraciones igualitarias de alguna gente que le puede creer al FdT. Creo que el FdT debería tratar de fidelizar ese voto porque antes que pensar en recuperar votos lo que debería plantearse es parar de perderlos, porque viene en caída libre. Supongo que cierto consenso en su conformación le vendría bien y creo que le serviría lo que hizo Cristina Fernández, que fue galvanizarse y elegir un enemigo. Pero eso que le conviene al FdT no sé si le conviene a la sociedad argentina. A mí me parece, y esto excede el artículo que escribimos, que vamos hacia un endurecimiento del régimen político.

-¿Por eso Cristina le habló a Milei en La Plata? ¿Por qué lo subió al ring?

-Creo que es una estrategia relativamente ventajosa para el FdT en el corto plazo pero muy desventajosa para los democráticos nacionales y populares en el mediano y en el largo plazo. A ella le conviene rivalizar con Milei entonces los votos del FdT los va a tener todos y tal vez tenga además algunos votos de Larreta. Hay gente que está en el medio que votaría al FdT si el rival fuese Milei. Yo veo que ese cálculo de Cristina es absolutamente racional. Y yo preferiría que no hiciera esa política y ver cuánto más suma Cristina animándose a competir con Larreta.

29/07/2016

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