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Ver y oír

Berlín, tan lejos, tan cerca

En el libro 1989, cine y Muro de Berlín, Florencia Eva González, investigadora, ensayista y docente, se sumerge en el cine alemán y norteamericano producido alrededor del Muro como el enclave donde se escenifican las tensiones entre capitalismo y comunismo, donde pasados y presentes siguen cruzándose.

Pepe Mateos

"El cine brinda la posibilidad del diálogo entre distintas épocas; el tiempo en que es producida la película, el momento en el que transcurre y en el que es vista. Cada época construye sus lenguajes, sus acciones y omisiones. Tratamos de comprender nuestra época y las pasadas a través de esos cruces. Ver cómo dialogan esos pasados, traer esos pasados al hoy tiene un sentido y eso habla del presente. Partí de esa idea para escribir 1989, el cine como forma de lectura de la historia, teniendo a la caída del Muro como hito central. Tomé el cine alemán que siempre me interesó, en particular el de los años 20 que fue de vanguardia, luego el cine de la RDA (República Democrática Alemana, disuelta tras la caída del Muro) y las películas norteamericanas que hablaban de alemanes y rusos que contribuyeron a crear un potente imaginario durante la Guerra Fría”, se explaya Florencia González, la autora de un fenomenal compendio y análisis de las películas que circularon alrededor de la cuestión del Muro, en un antes y después que llega hasta un presente dominado por una visión unicista del mundo.

“Pensando en Berlín, su escenario es atravesado con el mismo vértigo que el territorio cinematográfico. Poseído por la misma materia histórica que la propia Historia”. Dice un párrafo en el prólogo de 1984, un prólogo rico en conceptualizaciones para internarnos en un libro que no habla solo de películas. Continúa un poco más adelante: “ Berlin significa mucho más que el contraste entre dos regímenes; es la puerta de apertura y cierre del régimen comunista que cruza el mundo de ideas del siglo XX”.

“Me encanta el cine alemán”, dice Florencia, “hay algo de extrañeza que propone para una mirada argentina que paradojalmente produce una familiaridad que no logro ubicar en dónde está. No tengo nada de alemán, ni me siento identificada con nada de ese mundo, y sin embargo siento algo que me atrae y hace verme, pero no sé qué es”.

"Además del cine alemán vi mucho de lo producido por EE.UU., donde se demonizó desde la aparatología simbólica del cine todo lo que venía de Europa Oriental y en particular lo ruso. Mi intención fue ver cómo el cine intervino en crear las condiciones para la caída de un sistema, analizando películas de espías, ciencia ficción o de autor desde distintos lados. Miré muchas películas de espías, que son un género en sí, que no me gustan demasiado, aunque sí la idea del espía, de lo oculto, de lo que no se dice como un deseo manifiesto que en realidad es otro. Todo eso está en Berlín".

“Tenía 18 años cuando cayó el Muro y recién entraba a la Universidad. Lo veía con cierto disgusto por un lado y fascinación por otro, me atraían las imágenes que llegaban de la gente demoliendo el Muro, algo que asociaba con Pink Floyd que me gusta muchísimo. Algo no me cerraba en ese derribar a un muro, aunque tuviera el sentido de la libertad que está implícito en la caída de un límite. Sentía algo contradictorio que en ese momento no podía elaborar como sí lo puedo hacer hoy”, describe Florencia rememorando esos días de 1989 y sus circunstancias. “Fui una sola vez a Berlín y me llamaron la atención las alusiones constantes al nazismo, una presencia continua. En Berlín es tangible la presencia de la historia, y a diferencia de otras ciudades europeas no está cristalizada en el pasado, está abierta al futuro, sigue tallando en la realidad”.

"Durante las luchas de los años 60 y 70, la memoria no fue un objeto de culto. Se integraba la memoria a la política para vencer a enemigos del presente, no para conmemorar víctimas del pasado. Con las revueltas del año 68 sonaron los últimos estertores que culminaron en un mundo que terminó cristalizando un presente sin alternativas. La caída del Muro de Berlín completó el proceso". Así comienza el capítulo titulado Presente versus el Resto de los Tiempos, donde se aborda otra cuestión clave, la melancolía en el cine.

"El cine es melancolía" dice Florencia, "es algo que el cine capta perfectamente, y cuando no es posible mirar al futuro por que está obturado se mira para atrás, y el lugar para mirar es de muertos, mártires. Es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo”.

"Treinta años después los restos del Muro yacen desperdigados. En Berlín se dirimía como en ningún otro lugar del mundo, cuál sociedad era mejor. La pregunta, ¿cuál sociedad era la sociedad más justa? se transforma en ¿qué cuadra es mejor para consumir?”.

Casi 200 películas son citadas en el libro. Dziga Vertov, Stanley Kubrick, Werner Herzog, Alexander Kluge, Serguei Einsenstein, Win Wenders, Bernardo Bertolucci, entre decenas de directores, más o menos conocidos, recorren sus páginas a través de una escritura que despliega interrogantes e interpretaciones y que no está exenta de cierta poética.

Hacia el final, Florencia se pregunta: "¿Y si el Muro en realidad no cayó? Cayó el mundo que lo sostenía pero sigue firme la franja que divide fatalmente a los ganadores y perdedores de la era actual. Franja tan cruel como tangible que divide a EE.UU. de México, Israel de la Franja de Gaza, las villas de la ciudad rica. ¿Qué hacer? Ya lo preguntó Lenin y ahí yace entre turistas que constatan a raudales su revolucionaria quietud”.

1989, cine y muro de Berlín, la memoria de las ruinas. Publicado por editorial Caterva. un libro sobre las películas que son una de las formas en que no solo se contó la historia, sino que también se la construyó.

29/07/2016

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