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Ver y oír

Hablemos de fútbol, no politicemos todo

Con el Mundial se abre a escala planetaria un evento que trasciende ampliamente el hecho deportivo y se pone en tensión una amplia gama de problemáticas, desde los manejos de la FIFA hasta cuestiones racistas, homofóbicas, de explotación y geopolítica junto a expresiones de auténtica alegría y emotividad vividas en forma colectiva.

Pepe Mateos

 

El sábado por la tarde, luego del triunfo de la selección argentina contra México, Fabián Piedras, docente, fotógrafo, militante político, caminaba por las calles del barrio con una amplia sonrisa. “No se de que nos íbamos a disfrazar si hoy perdíamos”, dice. “Estuve desde la mañana pensando qué si perdíamos iba a haber una tristeza enorme en la gente, eso me preocupaba más que lo deportivo. Sentía que era como si estuviéramos maldecidos, que nos cayera una tras otra, que nada nos sale bien. Con este triunfo estamos un rato un poco mejor. Necesitamos pequeñas alegrías que nos permitan continuar a pesar de todos los problemas, es como un alivio, que además y no es poco, es colectivo, ahí hay una mística tan genuina que no te la genera ni el mejor tecnócrata de la manipulación mediática”, resume Fabián.

Se habla mucho de fútbol siempre y mucho más en un Mundial, en el que todos tienen (tenemos) algo para decir aunque algunos recién hayan entendido el concepto de orsai después del partido con Arabia Saudita. El fútbol está en todos lados y la geopolítica es parte del asunto. Nada más evidente que eso fue el partido entre EEUU e Irán que vino recargado de tensiones acumuladas desde hace décadas si tomamos la participación de EEUU en el derrocamiento en 1953 del primer ministro Mohammad Mossadegh, elegido democráticamente, e impuso el gobierno monárquico del Sha Reza Pahlevi, a quien refugió luego, cuando en 1979 estalló la Revolución Islámica. Una larga historia entre tantas que no se pueden soslayar cuando se pretende que solo se hable de fútbol. De paso Biden aprovechó este momento para cerrar una importante venta de armas a Qatar.

Maria del Carmen Feijoo, socióloga, especialista en políticas públicas de desarrollo social y de género, observa con atención y algo de sorpresa el fenómeno del fanatismo por la selección argentina en lugares impensados como Bangla Desh. “Lo toman como un triunfo propio por la simpatía por un país, el nuestro, que si bien es casi blanco, no es parte del bloque dominante, que a nivel mundial representa valores como los Derechos humanos que es muy fuerte. Funciona como una especie de retaliación, estamos jodidos pero tenemos polenta para seguir peleándola. Internamente es como un analgésico, una reparación para un pueblo que está muy dañado, con malas condiciones de vida, con situaciones como la inflación o distintas formas de precariedad y el fútbol es un momento muy intenso de expresión colectiva pero no tapa la crisis. También hay que pensar en colocar esto como el primer respiro colectivo del mundo después de la epidemia del Covid, hay una excitación excesiva porque es la primera cosa mundial en que se vuelve a respirar un aglutinamiento que con el Covid había desaparecido”.

La concatenación del deporte con política tiene varios hitos puntuales, como la realización de los juegos olímpicos en la Alemania hitleriana o el Mundial ‘78 que la dictadura intentó capitalizar a su favor con la ilusión que el éxito iba a garantizar una adhesión automática al gobierno militar .

Hugo “Cachorro” Godoy, secretario general de la CTA Autónoma y titular de ATE, vivió ese momento como preso de la dictadura en la Unidad 9 de La Plata. “Había una radio en la cárcel manejada por presos comunes que todos los días cerraba la transmisión con Roberto Carlos cantando ‘Te agradezco Señor’, una tremenda ironía y durante el Mundial transmitían los partidos y aunque repudiábamos la evidente y grosera manipulación política no dejábamos de manifestar nuestras alegrías y pasiones. Se puede intentar manejar esa atmósfera, que aunque parezca artificial también es parte de la realidad, generada por los hechos deportivos, pero siempre las problemáticas, las aspiraciones, la demanda social aparecen y se cuelan por alguna rendija. Eso no quita lo genuino de las manifestaciones colectivas de alegría aunque se intente aprovecharlas en algún sentido y en este momento en el medio del Mundial continuamos la lucha y convocamos a una jornada nacional por un aumento de emergencia y por el salario universal”, concluye Cachorro.

“No estamos obligados a ganar el Mundial”, dice casi como una provocación, Carlos Aira, lúcido periodista deportivo que conduce “Abrí la cancha” por RadioGráfica. “Partamos de la base que en nuestra condición humana no estamos obligados a objetivos magnos, transitamos la vida lo más dignamente posible. Hace ya muchos años que el fútbol es parte de una industria y en nuestro país todavía se sigue viviendo de un modo particular. Existe un componente pasional auténtico pero también un componente pasional artificial, inducido por un sistema comercial y está instalada la idea que el nuestro es el mejor fútbol del mundo y aunque fuera así tampoco estamos obligados a ganar. Ese es un concepto que se instala en los ‘80 con la trama de la ‘guerra’ entre Menotti y Bilardo fomentada por ciertos sectores periodísticos y prende la máxima que no sirve ser segundos, que eso es ser el campeón de los perdedores, sino sos el campeón sos un fracasado. Eso se hizo carne y es muy cruel. Querámonos un poco y aflojemos con la crueldad, aflojemos con la pasión exacerbada por una maquinaria comercial, esa pasión de póster publicitario que no es la pasión del hincha que reconoce el valor de los suyos y también de los rivales”, resume Carlos Aira, para separar lo genuino de la pasión de todo aquello que está relacionado con el poder de una industria y de una FIFA que funciona como una especie de Naciones Unidas paralela que realiza inmensos negociados que tienen al fútbol como eje.

Para Pablo Alabarcés, sociólogo, considerado uno de los fundadores de la sociología del deporte latinoamericano, no existe una relación directa entre el humor social que provoca el fútbol, en este caso un Mundial, su máxima expresión competitiva y el uso que se puede hacer políticamente de él.

En una entrevista a la revista Jacobin, expresa : “existe el mito de lacortina de humo, una teoría en la que la clase dirigente cree que la copa mundial de fútbol genera un efecto de distracción en la gente, gracias al que se puede hacer políticamente casi cualquier cosa porque nadie se va a dar cuenta. Esa tesis no es compartida solo por las clases dirigentes, sino que también por una enorme cantidad de individuos de a pie que sostienen que a un montón de otra gente (pero nunca a ellos mismos, ya que nunca nadie va a sentenciar la eficacia de la cortina de humo desde su propia experiencia) es embaucada durante el mundial por la dirigencia política, gracias al modo en que el evento opaca la conciencia de la población. Esta tesis, por supuesto, es insostenible”.

Es solo fútbol, pero no es solo fútbol, es mucho más. No hay una relación directa o automática entre el fútbol y la política, esa es una ilusión que se desmorona fácilmente. La trama que vincula al fútbol con la política es más compleja y no está basada en un resultado, tiene que ver con conductas sociales que se replican a partir de idearios que se generan desde el deporte. Aunque ganemos un mundial y festejemos todos juntos de ninguna manera eso va a ser un símbolo de unidad nacional, un Mundial no repara las profundas fracturas que atraviesan nuestra sociedad.

Aunque como decía Fabian en su caminata luego del triunfo frente a México. “que íbamos a hacer con tanta tristeza si no ganábamos?

29/07/2016

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