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“Tengo el recuerdo absolutamente vívido de haber visto a la Camerata Bariloche a los 4 años en un televisor blanco y negro interpretando Bach y decirle a mi papá, me gustan esas guitarritas, no son guitarritas, son violines, boludo, me contesta pedagógicamente, a lo que respondí: quiero tocar eso. Así fue que entre los 6 y 13 años estudié violín en el Conservatorio hasta que me encandilé con el rock progresivo inglés, en especial con Jethro Tull y me pasé a la flauta traversa. Me interesaban mucho las conexiones entre el rock, la música clásica y en especial la renacentista que es una de mis grandes pasiones”.
Lugar común: hablar de alguien que circula por distintas disciplinas diciendo que es como un personaje del Renacimiento. Algo de eso se puede decir de Julián, licenciado en matemática aplicada con un máster en inteligencia artificial en Estados Unidos; que ejecuta un instrumento, la viola da gamba que tuvo su apogeo en la corte de Luis XVI, que tiene un pie puesto en la pintura y que entre tantas otras actividades dejó en suspenso una novela sobre los desaparecidos en la dictadura.
Aunque más que un personaje renacentista lo podríamos equiparar a un explorador, un conquistador que no busca apropiarse de los territorios sino asimilarlos, integrarlos a una vasta comprensión del derrotero cultural que nos conforma.
“Me había fascinado con la música antigua tocando la flauta en un conjunto de ese estilo en la universidad de EE.UU. donde estudiaba Inteligencia artificial, en una época, principios de los ‘90, en la que la inteligencia artificial todavía no tenía ninguna aplicación.
Luego de eso, en un viaje a París descubro la viola da gamba, un instrumento que cayó en desgracia luego de la Revolución Francesa porque estaba muy ligado a la aristocracia. Casi al mismo tiempo vi una película, “Todas las mañanas del mundo” que narra la historia real de un gambista y su discípulo y ahí me dije, quiero tocar la viola da gamba y me fui a El Bolsón a visitar a García Morillo, músico y luthier que hacía violas da gamba, le encargué una y empecé a estudiar con un maestro, Ricardo Massun, que era el único que había acá a principios de los 2000.
En el año 2003, estaba haciendo un seminario sobre música barroca en el Camping Musical Bariloche con un gran maestro argentino, Gabriel Garrido. Una mañana de mucho frío, con todos medio dormidos, un tenor intentaba cantar un aria de una ópera de Monteverdi, La coronación de Popea y Garrido empieza a gritarle diciendo que así no se canta y dice esto se hace así. Agarra una guitarra criolla y canta el aria de la ópera y ahí me despabile de una manera muy extraña; me dije acá esta pasando algo muy raro. Cuando terminó el ensayo me acerque muy discretamente al maestro, al que todos le teníamos pavura y le digo, disculpe maestro, le quiero hacer una pregunta, cuando usted se puso a cantar el aria yo escuché una zamba y me mira y me dice, ¿de donde carajo te creés que vino el folclore, boludo? y ahí fue el rayo, la iluminación que me cayó. Una idea que no es mía pero hay que elaborarla, estudiarla, descubrir las conexiones y reinventarla.”
“Hay una gran situación de vergüenza y desconocimiento de lo que verdaderamente somos y de dónde venimos, somos lo suficiente europeos como para sentirnos superiores al resto de los latinoamericanos pero lo suficientemente indígenas para sentirnos inferiores a los europeos, entonces somos coyas que nos creemos franceses atravesados por la frustración de no ser franceses y la vergüenza de ser coyas. Somos las dos cosas y eso más que un defecto es una gran virtud, por que es una cosa híbrida, da una mezcla, una cosa original y a eso tenemos que sumarle otros aportes, como el componente negro.
A mí lo que me interesa mucho es el borrado de los límites, difuminar las cosas, que es algo profundamente barroco, sobre todo en la música, que tiene muchas categorizaciones de valor.
Toco un instrumento, la viola da gamba que históricamente estuvo asociado a la aristocracia, cuyo declive final es con la Revolución Francesa. Cuándo les cortaron las cabezas a Luis XVI y a María Antonieta también quemaron las violas da gamba, pero si yo agarro ahora en pleno siglo XXI una viola da gamba y toco una vidala y toco una chacarera, ese solo hecho es un estamento ideológico-político muy fuerte, porque estoy borrando los límites. ¿Cómo puede ser que estoy tocando una música indígena folclórica, entre comillas, de poca estatura, con un instrumento tan aristocrático? Ese cruce es lo que a mi me interesa, eso es lo que realmente pasa en realidad, porque la música, las canciones son vasos comunicantes a través de los siglos y a través de las culturas. Toda mi tesis, toda la idea de esta música surge de la base que el folclore argentino en particular y el latinoamericano en general es una derivación de la música del renacimiento español que trajeron los conquistadores y la música del barroco italiano que trajeron los jesuitas.”
“Nosotros pensamos que fuimos colonizados por España pero España en la época de la conquista no era una, ellos mismos hablaban de las Españas y nosotros la asociamos a Castilla pero España también era Aragón que antes de la unión con Castilla por los Reyes Católicos era un imperio hacia el mediterráneo oriental, tenía posesiones en Turquía, Grecia, Sicilia, de Nápoles para abajo todo Italia fue española hasta el siglo XVII y tenía un contacto con un montón de músicas orientales. El adelantado podía ser castellano pero también venían dos o tres aragoneses medio borrachos con un laúd, cuyos abuelos habían escuchado una música turca o una cosa griega y todo eso hace un gran puchero que es interesantísimo.
Además lo que sucede y eso tiene que ver mucho con la música argentina es la acción de los jesuitas en la región mesopotámica, que tenían la política de evangelizar a través de la música y tuvieron mucho éxito con los guaraníes, porque los guaraníes son un pueblo cuya cultura se basa en la canción, no tienen cultura escrita pero sí un idioma profundamente musical y toda la enseñanza se basa en canciones, canciones para aprender a pescar, para enseñarte a caminar por el bosque, para todo. Cuando los encontraron, los jesuitas se fascinaron, vieron que tenían mucho talento para tocar el violín, pero venían con esa cosa férrea europea y les dejaban tocar solo durante los servicios y las ceremonias religiosas y después los guardaban, pero a los guaraníes les gustaba tanto tocar el violín que se empezaron a fabricar sus propios violines cuyo cuerpo era una caña tacuara, tenía un sonido muy suave para no alarmar a los jesuitas, y así llegamos a la chacarera.
En el Archivo General de la Nación encontré partituras de Julián Atirabu, un violinista de Yapeyú, que en 1807 viene a tocar a Buenos Aires, con características sumamente interesantes, partituras que se podían leer en forma invertida, una forma que es una proeza compositiva y el único ejemplo que conocemos similar es de unas piezas compuestas por Mozart. Eso refuerza completamente mis teorías equiparando el genio de la música europea con lo que hizo un indio guaraní acá a principios del siglo XIX. Hay que dejar de lado todo el eurocentrismo y encontrar todas esas joyas ocultas que fueron destruidas por la historia argentina, porque la historia argentina, sobre todo en el siglo XIX es una gigantesca guerra civil entre Buenos Aires y las provincias. En esa guerra sucede que Buenos Aires empieza a mirar a Europa y las provincias siguieron desarrollándose solas, con sus economías y culturas regionales al margen de Buenos Aires y para mí, ahí hay un corte, las provincias argentinas se separan de Europa de donde habían mamado toda esa información musical y siguieron evolucionando solas y tuvieron otros insumos como la cultura de los esclavos africanos. Todo eso va dando origen al folclore y el folclore se puede entender como una música tremendamente evolucionada a partir de la música renacentista y barroca.”
“En un momento, alrededor de 2010, un amigo músico y productor, Acho Estol me propone hacer un disco de viola da gamba de música barroca y le digo sin pensarlo mucho: No, lo que yo quiero hacer es un disco que refleje las influencias de la música renacentista en el folclore argentino. ¿Queeee? ¿Qué acabás de decir? me dice intempestivamente y me mira como si estuviera desvariando. No sé, le contesto. Es una idea copada me dice y ahí empezamos a trabajar en “Viejo nuevo mundo”, el primer disco de la trilogía que continuó con “Desembarco” y finaliza con “Cabeza de vaca” que ya está grabado pero aún no salió en formato físico.
Se llama “Cabeza de vaca” un poco por esas osamentas que encontramos secas en los campos y en gran parte como referencia a Alvar Núñez que fue un conquistador atípico, uno de los cuatro sobrevivientes de una expedición de 600 hombres. Fue prisionero de indígenas en La Florida, luego de curar al hijo de un jefe se convirtió en una especie de chamán. Once años después vuelve a España y escribe “Naufragios” que se considera la primera narración histórica sobre los territorios del Golfo de México. Es nombrado adelantado del Río de La Plata y se supone que es el primer europeo en contemplar las cataratas de Iguazú y en 1544 es enviado preso a España acusado de abuso de poder, cuando en realidad lo que había hecho era establecer las Leyes de Indias que protegían a los indígenas de los abusos de los conquistadores.
Cabeza de Vaca es el que mejor entendió la realidad indígena en el siglo XVI y que buscó otra forma de vincularse con el nuevo mundo con el entendimiento y la integración y no con la espada. Como una figura del sincretismo me parece un símbolo perfecto del proyecto musical en el que la música folclórica argentina y latinoamericana se entienden como evoluciones de lo europeo. Entendiendo este mestizaje cultural podemos interpretar la música como debiéramos y tener otras formas de pensar y de sentir el continente americano.”
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