La visita del ex ministro de Economía Axel Kicillof ha dejado muchos elementos políticos a interpretar. Uno de ellos incluye a la Legislatura de la provincia de Neuquén.

Si se quisiera contar con estricta justicia la trama organizativa que la hizo posible, debe buscarse en el interior de lo que ya se podría llamar el interbloque del Frente para la Victoria, un espacio de 6 legisladores que no sólo incluye a los 4 que pertenecen al Partido Justicialista, sino también a los miembros del Frente Grande y de Nuevo Encuentro.

El grupo actuó en forma coordinada y fue fundamental para que toda la actividad mostrara la homogeneidad y contundencia que mostró.

Sin embargo, esta “unidad en la acción” demostrada estos días y consumada ayer, tiene sus espinas. El tránsito legislativo no es cómodo para nadie y en cada votación se debe comenzar prácticamente desde cero.

Puede que no sea ello un demérito, si se lee con corrección y se aprovecha esa aparente debilidad en una fortaleza (los aficionados a las filosofías orientales impartidas por el maestro Sun pueden dar fe a este postulado, escrito en “el arte de la guerra”, texto derivado en manual de autoayuda para cierta clase política).

Es que es común confundir a la unidad con la unicidad, aunque tanto la teología como las matemáticas demuestren que no son lo mismo.

En política se busca siempre la unidad, la sola cosa, el grupo hecho uno. Un mandato alimentado desde el poder, que la aconseja a boca de jarro en los grandes salones, y la dinamita en silencio en los estrechos pasillos.

La unidad es una aspiración condenada al fracaso en tanto exige una posición única e inquebrantable de un grupo de sujetos de formación diversa. Los ámbitos legislativos son los que mejor expresan este fracaso, toda vez que condenan a los protagonistas a mostrarse unidos en cada paso.

El contraste, claro, suelen ser los ejércitos.

Machacar sobre el mortero con las muchas diferencias que se observan o con las discusiones con las que se expresan a menudo los protagonistas, no sólo contribuyen en muy poco a la unicidad de criterios sino que también es un ejercicio mentiroso.

En cambio, la Legislatura neuquina es testigo, por estos días, de varios ensayos de unicidad.

Las acciones judiciales y legislativas contra los tarifazos, conducidas por el bloque que responde a Ramón Rioseco, es compartida por gran parte de la oposición.

También la resistencia al endeudamiento provincial con la reserva del fondo de garantías de la Anses que, aunque fallida en su concreción, logró juntar a casi todos, o las objeciones al proyecto de recupero financiero en Salud, acciones motorizadas por legisladores del FpV.

La insistente petición de coparticipar de una manera más eficaz los recursos que ingresan a la provincia, si bien no logran materializarse en una norma legislativa, cuentan con el consenso de todos los bloques opositores.

Lo propio sucede con la aspiración de incluir dentro del sistema electoral provincial a la segunda vuelta o balotaje, una iniciativa que sería apoyada de derecha a izquierda y que, de prosperar, pondría en serios apuros a los valores democráticos del partido de gobierno, que se aferrará a su propia interpretación de las leyes para resistirlo.

En todos estos casos no hay unidad. Hay unicidad. O sea (y en términos matemáticos) una sola solución posible a un problema que puede ser abordado de diferentes maneras y por los diversos elementos que lo componen.

La unicidad es lo que podrá explicar que el otro interbloque de hecho que se perfila en la Cámara, que se referencia en Cambiemos pero que no responde sólo al intendente Horacio Quiroga, confluya en alguno de estos puntos con el resto de los legisladores opositores.

También explicará que los dos legisladores de la izquierda, los tres de Une y los dos de Libres del Sur, encuentren algunas soluciones comunes dentro de su vasta heterogeneidad, junto al resto de los nombrados.

Pero no habrá unidad en los términos en los que se aspira comúnmente. No habrá aún unidad electoral en el 2019, mucho menos en el 2017, si lo que se intenta cada vez que hay confluencia de intereses es eternizarla para que de allí no salga una disidencia más.

No hay un solo proyecto de provincia, pero puede haber, ante determinados problemas, una unicidad en la solución que contenga a muchos elementos. No es una aspiración sencilla. Pero sin dudas no es imposible.