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Columnistas
04/08/2016

La política como patología

La política como patología | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

Al peronismo se lo redujo a una patología social. Una parte de la sociología de los años '60 hablo de engendro y enfermedad. En tiempos más recientes ocurre algo similar con el kirchnerismo.

Gabriel Rafart *

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Desde las miradas conservadoras los movimientos políticos y sociales de ruptura son abordados a partir de una única pregunta: ¿cómo fue posible su surgimiento? Este tipo de interrogante también es común entre muchos estudiosos de academia y divulgadores interesados en defender un orden que se supone dado. Especialmente entre quienes pretenden explicarlo todo linealmente, estableciendo que algo indeseado interrumpió un camino ya trazado. El resultado es una formula única, de alto impacto discursivo y alejada de toda complejidad explicativa. En los tiempos que corren es una apuesta destinada a generar emociones. El expediente es tan viejo como la humanidad misma. Ha sido utilizado una y mil veces en los últimos 150 años para defender las políticas mayormente liberales y conservadoras. Sobre todo para enfrentar  algún movimiento de masas y lideres que pretenden levantar la bandera de la igualdad social y tensionar con el tipo de capitalismo imperante.

Fue a  fines del siglo XIX, con el amanecer de una disciplina nueva como la sociología, que se ensayó este tipo de respuesta única. El objetivo era enfrentar opiniones favorables a una amplia reforma social. Ciertamente, había que responder a reformadores de diversas escuelas ideológicas que querían si no quebrar al menos moderar las desigualdades generadas por el capitalismo. De allí surge una visión “científica”,  tan exclusiva y convencida de una única naturaleza humana y un exclusivo orden mundial. En ese tiempo, reaccionarios de toda laya impusieron un lenguaje médico e higienista. Mayormente en términos de salud y enfermedad. La idea básica era que mentes y cuerpos enfermos se proponían alterar las leyes de la historia, aquellas que habían hecho triunfar el capitalismo de libre mercado. Para eso se hablo de la pobreza como enfermedad, producto de un mal cuerpo que había sido animado por las malas conductas. Una psiquis enferma comprometía la salud física.

Efectivamente, fue el inglés Herber Spencer quién en un clásico libelo publicado en 1884 decía que “la pobreza es el castigo natural de su inconducta; querer separar la pena del mal comportamiento es ir contra la naturaleza”. Con ello quería abordar la cuestión de la pobreza en una Inglaterra potencia mundial que contaba con la clase más rica del universo y un inmenso mundo de trabajadores urbanos pobres. Spencer avanzaba desde ese vocabulario medico para insistir en que: “Se supone que se puede suprimir todos los sufrimientos –lo que no es cierto-, y que deben suprimirse –lo que no es correcto, pues el sufrimiento es medicina”. Le daba cientificidad a su disciplina con eso de que “La supervivencia de los más aptos por selección natural es tan cierta en biología como en sociología”. Desde ya atacaba toda intervención de los poderes públicos que se proponían atacar la pobreza: “Se descuenta que el Estado debe remediar todas las miserias, como no hubiera otro medio”. Su solución: competencia, libertad e individualismo.

Ese tipo de lenguaje sigue presente. Fue capaz de imponerse en el clima de ideas de territorios  tan distantes como la Argentina de hace un siglo. Su prehistoria puede verse en las voces sarmientinas de civilización y barbarie. Más adelante fue destinado a atacar el anarquismo. Encontró una nueva oportunidad frente al arribo del peronismo. A este se lo redujo a una patología social. Una parte de la sociología de los años sesenta hablo de engendro y enfermedad. En tiempos más recientes ocurre algo similar con el kirchnerismo. De hecho este último es expuesto como la continuidad de aquel tiempo del peronismo, como actualización de aquella patología.

Todo aquello habla de la política como enfermedad abonando un discurso que se propone antipolítico. Se construye a base de estas metáforas que no solo naturalizan, también personifican las instituciones y los actores sociales. Todo en clave de terapia, dolor, sufrimiento, padecimiento. No resulta extraño que el Mundo Pro recurra a este lenguaje aunque resulte improbable que el dolor fortalece.  



(*) Historiador, autor del Libro “El MPN y los otros”
29/07/2016

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