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Barcelona. Tres años tenia Chucho cuando su padre lo agarró en una situación que le cambiaría la vida. En una pose que lo marcaría y lo marca. En una acción que no recuerda, tal vez porque lo intentó olvidar, o porque su anatomía no se lo permitió. Lo que estuvo y está claro era que aquello fue heredado de su padre. Lo que genera dudas será saber si el alumno superó al maestro. O, en este caso, si el hijo superó al padre.
A cuarenta y pico de kilómetros de La Habana, bajo la presidencia de Fulgencio Batista, nació Dionisio de Jesús Valdés Rodríguez. Nadie supo cómo, pero cuando tenía un poco más de veinte meses estaba sentado tocando el piano. Ni su madre, ni su padre podrían haber imaginado que aquel cubano ganaría seis premios Grammys de once nominaciones y se convertiría en un revolucionario del Jazz. Y menos aún Bebo, quien lo sorprendió con tres años de edad en su piano. No jugando, tocando. Intentando apretar las mismas teclas que él hace un rato había estado acariciando: “yo no lo recuerdo, pero mi padre siempre me lo contaba”, afirmó Chucho en varias entrevistas.
Los años que siguieron se la pasó girando por todo el mundo y la pasión que nació antes de que tenga conciencia hizo que sea un embajador de Cuba, pero por sobre todo de la música del Jazz. Salió y entró del continente, pero jamás perdió ese arraigo a su cultura. Estuvo en España, también en Argentina, y otros tantos países y ciudades donde siempre remarcó: “lo importante es vivir a lo largo y ancho del mundo, desde tu propia identidad, porque vas aprendiendo muchas cosas nuevas”.
Tanto movimiento en su vida y nunca estuvo solo. Si bien, ahora uno de sus hijos lo acompaña en la firma de su nuevo disco a la salida del show, siempre estuvo bajo la sombra de los regímenes no democráticos y el festival tampoco se quedó atrás.
En el año en que nació Dionisio, conocido luego como Chucho, Batista estaba a cargo del gobierno, y unos meses después se quedaría en el poder utilizando las armas. Luego, según su padre, terminó la dictadura de derecha en Cuba, y comenzó la dictadura de izquierda, encabezado por Fidel Castro.
Si bien, Chucho se intenta separar sobre los diálogos con el tinte partidario o las discusiones que se dieron y se siguen dando, se encuentra en el medio. El último viernes, antes de comenzar la apertura del 50º Festival de Jazz de Barcelona en el Palau de la Música Catalanya, el conductor de la organización recordó la primera edición y lo difícil de mantenerla en el tiempo, luego de haber debutado en el régimen franquista. Otra dictadura.
Él se intenta separar, pero está ahí. La historia lo persigue. Cuando un o una periodista le pregunta sobre qué le parece tal o cual política de su país, él esquiva con declaraciones rápidas como sus dedos y con su voz templada, haciendo un juego entre la música y la política, reduciendo a está última.
Lo que nunca perdió fue su sonrisa, ni cuando habló de su padre, ni cuando firmó los discos después de una hora y media de show. Lo que no perdió tampoco fue la energía, ni cuando bailó arriba del escenario, ni cuando posaba con los seguidores que le pedían fotos.
Lo que tal vez le faltó para que esa sombra marque aún más su presencia, es que aparezca algún recuerdo de 1960, en donde en el Palau de la Música la dictadura franquista entró con palos regalando silencio y llevándose el homenaje de los cien años del nacimiento de Joan Margall.
La realidad es que a Chucho no le importa. O sí, pero no lo expresa. Él sigue siendo aquel niño de tres años arriba de piano de su padre. En realidad, una versión mejorada, libre. Con las ganas de moverse, de intercambiar sonrisas con sus compañeros y de hacer cantar y bailar al Palau de la Música con el jazz.
Lo que quedó claro es que este tipo de jazz dejó de llamarse cubano. Reducirlo a una isla, le hace perder identidad. Si bien, tiene todo lo moreno, lo puro, el baile y las sonrisas caribeñas, el género le pertenece a todos y lo que te hace vibrar y sentir, ya pasa a ser individual. Pero, como Chucho lo definió: “el arte cuando se encierra no se enriquece, hay que dejarlo libre”.
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