La crispación generada a partir de la campaña de difamación permanente del progresismo latinoamericano, y el surgimiento de un candidato ultraderechista con amplio caudal de votos convierte a la segunda vuelta electoral, en una elección crucial, que definirá más que un presidente por 4 años.

La elección del día de hoy, aunque algunos medios intenten superarlo, no mencionarlo, o silenciarlo, encuentra al principal líder de la oposición, ex presidente de Brasil por dos periodos consecutivos, hombre líder del partido de gobierno destituido por un golpe parlamentario, detenido de forma arbitraria y vedado de participar de la elección.

El daño generado a Lula da Silva, provocó un efecto rebote, un desgaste a la clase política que fue determinante en el surgimiento de Bolsonaro, un ex general del ejército, que reivindica la dictadura que gobernó el país entre 1964 y 1985 y que ostenta su homofobia, machismo y racismo. 

El candidato de la derecha, se centró en discursos de combate a la delincuencia, se mostró a favor del uso de armas de fuego, y con diversos mensajes cortejó a la comunidad empresarial con la promesa de poner en marcha políticas económicas de neoliberales. Un entusiasta privatizador de los bienes del Estado y un acérrimo crítico de las asignaciones y políticas sociales.

La anti política esbozada por Bolsonaro, quien desde hace siete periodos parlamentarios es Diputado de Brasil, encajó dentro de la oleada de descontento contra la política tradicional producto de la masificación de la corrupción y de los embistes de los poderes reales. La sociedad brasilera parece haber encontrado en su discurso misógino, homófobo y racista el consuelo a su descontento

Bolsonaro, recibe además el apoyo de la oligarquía financiera internacional, quien luego de su triunfo en primera vuelta, hizo mover las bolsas de forma positiva.

No obstante, el PT decidió dar la difícil batalla de enfrentar a todos los poderes concentrados del país enquistados en la política, la justicia, la religión y los medios hegemónicos de comunicación, con un candidato que representa los ideales de la democracia, la liberación, el progreso, desarrollo e industrialización local.

Fernando Haddad, exalcalde de Sao Paulo y abanderado del Partido de los Trabajadores (PT) que tiene a su líder histórico, Lula da Silva como principal impulsor de su candidatura, logró alcanzar la segunda vuelta electoral con un nivel de crecimiento record, que lo llevó a pasar de 4 % de intención de votos en septiembre al 29% alcanzado el pasado 7 de octubre en la elección general.

En las 3 semanas que transcurrieron entre la primera vuelta electoral y la elección del día de hoy, el candidato del progresismo no ha hecho más que intensificar su nivel de crecimiento electoral. Sin embargo, los números que pareciera tener el ex general del ejército, serían superiores a los que logró alcanzar Haddad.

Los últimos sondeos de Datafolha de intención de votos, que reflejaron algunas incongruencias en el pasado, pero que no dejan de ser los más precisos e importantes de Brasil, sostienen que la ultraderecha encabezada por Bolsonaro estaría entorno a un 56% de votos, mientras que el PT 44%.

En la elección de hoy, aparte de la elección a presidente, también habrá segunda vuelta para elegir gobernadores en 13 Estados de los más populosos como Sao Paulo, Río de Janeiro, Minas Gerais y en el distrito federal.